Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

21. Borrasca

Se perfiló sobre sobre el horizonte, él, marino solitario se dirigió hacia ella, se extrañó no encontrarla en las cartas náuticas. Altos acantilados y profusa vegetación lo recibieron por lo que decidió dar un rodeo en busca de una playa.

Ya estaba perdiendo la esperanza cuando divisó una pequeña caleta que podía navegar,  con mucho cuidado se internó en ella hasta encontrar un lago interior no muy profundo pero con mucha vida silvestre, era el lugar ideal para un descanso lejos de la borrasca que lo tuvo ocupado durante una semana.

Entonces la vio, cual sirena nadaba muy cerca de la playa, su belleza lo impactó,  al verlo se dirigió a la costa dando gritos de alerta. Muy pronto gran número de mujeres aparecieron portando armas. Saludo para mostrar que era inofensivo y nado hasta ellas. Lo recibieron con amabilidad guiándolo hasta las cabañas, le llamó la atención la ausencia de hombres, se detuvo alucinado al verla, alta etérea, su mirada lo paralizó, las demás se fueron dejándolos solos. Lo tomó de la mano y lo llevó hacia el interior, cual gata en celo comenzó a seducirlo, sus ojos no daban crédito a tal situación. En un arrebato de pasión lo empujo contra el camastro, su cabeza golpeó con estrépito contra un poste y perdió el conocimiento.

Al despertar la embarcación casi no se movía y el mar estaba calmo, todo era normal a excepción del extraño collar que llevaba…

20. AÑO 2050 (Purificación Rodríguez)

Nunca conocí a mis abuelos.

Hace algún tiempo, mientras visitaba un bello cementerio de tumbas numeradas en una remota isla del Pacífico Sur, recordé que mi abuela no figuraba en nuestro panteón familiar del pueblo.

Interrogué a mi padre pero, tras un penoso silencio, sólo me tendió un papel que extrajo de su billetera.

En aquel viejo documento pude leer lo siguiente:

-«Por la presente le notificamos que la reclusa Ana H. Dietz, condenada por homicidio, ha fallecido por causas naturales y se encuentra enterrada en la Isla de las Mujeres 610, sector 7, n° 16052010»-.

Fue en ese momento cuando mi padre me explicó que hacía mucho tiempo, el Gobierno Mundial había decidido recluir a las condenadas por algún delito, en unas recién creadas Islas de las Mujeres o cárceles al aire libre en medio de los océanos, sufragadas por todos los países del planeta. Allí, las presas trabajaban para su propio mantenimiento y cuando morían, eran enterradas con su fecha de nacimiento en islas-cementerio cercanas, por cuyos senderos transitan desde entonces miles de turistas con bono económico de visitas.

Así supe, por fin, que mi abuela yacía en una isla perdida por haber matado a su marido en defensa propia.

19. El cuarto de costura (Eva García)

   Las cortinas de encaje revolotearon traviesas y la floreada lámpara titiló, dándome la bienvenida, cuando atravesé el umbral. Todo seguía intacto en aquel santuario en el que, lejos del humo y los vozarrones de los hombres, nos refugiábamos las mujeres de la familia entre hilos y botones, susurros de confidencias, cintas métricas y risas.

   Enseguida sentí que la antigua complicidad me rozaba el alma  deshilachando mi desasosiego. Me acurruqué en el sillón de cretona, donde de niña vestía a mi muñeca con retales, y cerré los ojos. El tiempo se detuvo; las cortinas se desinflaron y la lámpara dejó de hacer guiños mientras mi corazón atribulado buscaba una respuesta dentro de aquellas paredes impregnadas de sabiduría femenina. Cuando los abrí, mi mirada se posó en el viejo arcón de caoba. Me dirigí hacia allí y la nube de aroma a lavanda que escapó al levantar la tapa acentuó mi nostalgia. En el fondo, un olvidado ajuar de bebé con iniciales primorosamente bordadas parecía haber estado esperándome todos esos años.

   Me pareció escuchar la antigua pianola del rincón desgranando notas triunfales. Fue entonces cuando decidí que Irene, o tal vez  Ismael, vendría al mundo a pesar del canalla de su padre.

18. LA ISLA DE LAS SIRENAS (Paloma Casado)

Cuando abrí los ojos en la orilla, no supe si había sobrevivido al inexplicable naufragio de la noche anterior o por el contrario, me encontraba en el Paraíso. Hermosas mujeres  me miraban con expectación mientras cuchicheaban en una extraña y gutural lengua. Más tarde volví a despertar sobre un lecho de hojas para descubrirlas curando con un emplasto mis heridas. Se sucedieron varias jornadas y poco a poco fui recuperando las fuerzas.

De día me alimentaban con frutos y pescados para luego acoplarse sobre mí como amazonas, hasta que quedaban preñadas y parían a mis hijas. De noche, tras amarrarme, desaparecían con alborotados chapoteos y más tarde se alcanzaban a oír, procedentes del mar, unos cánticos que anulaban la razón con su reclamo irresistible.

He comprendido la naturaleza de mis anfitrionas. Estoy al límite de mi resistencia, y sé que pronto voy a morir. He contribuido a perpetuar esta especie que es deseo y perdición desde el origen del hombre. Hoy he visto, sentado en la orilla, a un joven náufrago.

 

 

17. ATRACCIÓN FATAL

En la » Isla de las Mujeres» solo había hombres. Ellas se habían ido todas a la » Isla de los Hombres».

Nunca llegarían a encontrarse.

15. EL ORO DE CADA DÍA (REYES ALEJANO)

Apenas los primeros brochazos de azul cuelgan del cielo otro amanecer, las mujeres del douar se levantan silenciosas, colándose en el nuevo día con la ayuda del té dulce y ardiente.  En silencio se deslizan hacia el bosque con la espalda aún erguida, sabiendo que en breve se doblará bajo el peso de la leña que espera, cada vez más escasa. Mientras hombres y niños sueñan despreocupados, ellas tiran su juventud y sus sueños para llevar al douar cada amanecer  el tesoro más valioso, que les permitirá calentarse, cocinar…y despertar un día más con un cielo manchado de brochazos azules y un té ardiente y dulce

*douar , aldea del Rif marroquí

14. LA ISLA ENCONTRADA (Concha García Ros)

Atrás quedan el cuarto vacío y el recuerdo punzante de aquellas palabras que nunca quiso escuchar. “¿Qué te crees que estás haciendo con tu vida? Te has salido del camino.”

El camino. El suyo fluye por la risa franca de esos labios carnosos cuando los muerde despacio,  en un afán de saborear la esencia de su verdad. El  destino le aguarda en algún lugar de su cuerpo, por descubrir en ese lento paseo de su boca. En el saber con sólo mirarse. En la comunión de sus mentes.  Su credo le llega en un eco mientras corona la cima de ese monte que habita entre sus piernas. Y entretejidas, en éxtasis, contemplan  la puesta de sol  en la isla de Lesbos. Libres, sin gritos, sin juicios, sin lágrimas.

13. 52% (Salvador Esteve)

Trescientas regresaron con el fruto de la noche en sus entrañas.

Ciento cuarenta y cuatro nacieron para perpetuar su estirpe.

Ciento cincuenta y seis pequeñas lápidas anuncian su nombre:

ISLA MISANDRIA”.

 

12. FUENTES COMO CIPRESES (Marcos Santander)

 

Y como en la Biblia, siguieron amándose hasta lo indecible. Todo había sido Génesis, hasta debilitarse sus bocas y sus miembros. Todo amor, desde los cinco puntos cardinales del Pentateuco. Los Salmos, Proverbios y alabanzas previas emergieron lúbricos y sentimentalescomo si no quedara nada por ensalzar. Fue la apoteosis del sexo y la abstracción. Cuando un brazo escalaba el monte Sinaí, unas lenguas encontraban de pronto la dureza de unas murallas agigantadas de Jericó. El placer se multiplicó como si fuera las doce tribus de Jacob, y los ahogados gritos y lánguidos susurros provenían del Cantar de los Cantares. Nada ni nadie se oponía al continuo placer de generaciones y generaciones de éxtasis procaces y armamentísticos, de bocas ávidas de placer y armas en ristre. Fue como si en las tierras de Lesbos, cada ser se hubiese conjurado para amamantar por turnos, la insaciable profusión de miles de gargantas profundas y aparatosas en busca de florecientes y fecundas fuentes como cipreses. A cada explosión de éxodos ydeuteronomios seguían los profetas anunciando nuevas y consecutivas embestidas e inofensivos embates hasta que alcanzaron, exhaustos y realizados, las amargas trompetas del Apocalipsis.

11. Decisión drástica (Ginette Gilart)

Cuando Mirina sintió en su cuerpo las señales inequívocas, supo lo que tenía que hacer. Sin que nadie la viera, emprendió el camino hacia el acantilado. Allí tomando una senda que bordea el precipicio llegó a una gruta, un lugar lo suficientemente apartado para que nadie la oyera. Ella se negaba a acatar las leyes, sabía que si daba a luz a un niño no tendría buen porvenir. En ese aspecto las Amazonas eran inflexibles, ningún varón debía permanecer en la isla.
Desde que conoció aquel Gargario ,en la cita anual, Mirina no era la misma. Ella que fue una de las mejores guerreras y cazadoras, se había ablandado y lo tenía decidido, ante el presentimiento de que iba a ser un niño, se acercaría al borde del vacío para dejarse caer junto a él.
Llegó el momento, las contracciones son cada vez más seguidas y más fuertes…
Los dioses han sido benévolos, es una niña.

09. ALMEZ (Celtis Australis) J.Redondo

La hambruna del Madrid de la postguerra terminó con los frutos otoñales de los almeces del Real Jardín Botánico. Ciertamente, muy poca chicha para tanta hambre.

Llamado también lodón,  para  bautizar a Torrelodones, lledó, para cobijar a la aparecida Virgen castellonense y posiblemente loto, el goloso placer de aquellos desmemoriados lotófagos anfitriones de Odiseo, crece, prisionero en los alcorques urbanos y salvaje en Mieza, en el almezal de las boscosas laderas de los Arribes del padre Duero.

En sus 600 años de vida, da madera para fabricar, en Jarafuel, aperos labradores,  bastones de arrieros y caminantes; con sus raíces pipas de fumador y dulce mermelada con sus pequeños frutos.

A hurtadillas, en un despiste de Palmira, orgullosa guardiana voluntaria de los árboles de este botánico jardín, robé y probé un frutito de este alirón, que también así, con este eufórico nombre, es llamado el almez en otras latitudes.

El granito que quedó, su semilla, la planté en un tiesto de mi casa. Ya no recuerdo en cuál. ¿Será el efecto lotofágico?

Visitaré con Palmira otra vez el “Botánico”, y para recuperar mi memoria mascaré las hojas en abanico del jurásico Ginkgo-Biloba, árbol que devolvió la esperanza a la devastada Hiroshima.

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