Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

105.ELLAS LOS PREFIEREN JÓVENES (Petra Acero)

La primera vez que el abuelo me habló de aquella isla fue el día que aprendí a mear erguido −ahora sé por qué−. Contaba que en la isla de las mujeres no se pasaba hambre ni frío. Que allí sobraba el pan, el agua y los arrumacos. Que no había puertas ni candados. Que las mujeres sonreían cuando les mordisqueaba los tobillos… Me habló de pájaros, de un estanque, de árboles que daban sombra fresca, del arco iris −un toldo de mil colores− bajo el que chapotear, correr y jugar.
Al crecer, el abuelo volvió entre rejas. Casi todos vuelven… Yo esperaba ocupar su lugar algún día, pero cuando aquellas mujeres eligieron al enano orejudo, el abuelo masculló una sentencia con mi edad.
A veces, saco la cabeza entre los barrotes de la jaula y babeo pensando en esa isla maravillosa, en sus mujeres que acarician…, mientras el halo de la linterna recorre la perrera −cegando mis esperanzas− en busca de algún cachorro.

104. La devota (Sara Lew)

Atravesando una estrecha gruta que deja atrás un remanso de aguas cálidas hay una isla. La isla, en la que apenas cabe una septuagenaria saltando a la comba, está habitada por una mujer de mediana edad. La joven vive dentro del hueco del tronco de la única palmera. A la niña le encantaría salir a saltar, pero por el retroceso propio de su escasa edad camina unos pocos pasos y se tambalea. Ya ha empezado a gatear y pronto dará sólo pataditas al aire tumbada en su cuna de hojarasca. La pequeña sabe que al berreo hambriento de leche y al llanto de su primer aliento de vida le sucederá el naufragio al vientre cavernoso de la Diosa, su deidad adorada. Aquella que un día atendió a sus súplicas y le concedió su maldito deseo de no morir envejeciendo.

 

103.Hoy (Montse Acevedo)

 

Atrás quedan dolores físicos y  sufrimiento moral; noches de terror, lágrimas, impotencia y sobre todo desgana ante la vida.

Cuando le hablaron del centro no lo dudó. Una experiencia piloto que le aislaría del mundo por un tiempo. Pero ¿qué tenía ella que perder? Iba a olvidar golpes e insultos, y por muy mal que le fuera, nunca sería lo mismo.

La última paliza fue la gota que colmó el vaso. Dolorida por fuera, pero incluso más aun por dentro se dirigió a la asistente que le propuso el ingreso en la residencia. – Cambiarán tu  aspecto, aprenderás un oficio y conocerás a muchas mujeres en tu misma situación.- Fueron sus palabras.

Hoy ya ha pasado un año. Ella es una mujer nueva. Renovada por dentro y por fuera.

Hoy no sabe como agradecerle a aquel lugar todo lo que ha supuesto para su vida.

Hoy llega el momento de decirle adiós a la Residencia Santa Marta, o mejor dicho, a “La Isla de las Mujeres”, como  se conoce  el lugar entre ellas.

Naufragas en la vida, pero aprendes a vivir de nuevo…

102. Espejismos

Una tempestad del diablo partió el barco en dos y nos escupió a cinco miembros de la tripulación hasta esta isla, que no recogen los mapas de navegación y que he bautizado con el nombre de Paraíso.

Desde el día siguiente al naufragio, de ya no recuerdo cuándo, recibimos tratamiento de marajás, cada uno dentro de una tienda, protegidos del sol abrasador, rodeados de mujeres bellas y desnudas que nos alimentan con ricos manjares de frutas y mariscos, nos lavan con agua de rosas y nos embriagan con licores, que nos permiten viajar a las estrellas. Y todo porque somos los únicos hombres en la isla, unos enviados de los dioses, como me ha revelado, en uno de sus trances, la que parece la hechicera de todas ellas. Imagino que por eso, últimamente, muchas noches de luna llena mis compañeros de aventuras experimentan placeres ocultos del más allá, pues les escucho aullar, entre sonidos de tambores, mientras lamento que nunca me elijan a mí. ¿Será por qué mi cuerpo se hundió con el barco?

101. Grosso modo

En el fondo —pensaba Jaramillo—, un burdel era una empresa fácil, pero hacer de aquel local un ateneo filantrópico, eso ya era otra cosa.

Apiadado por el incierto porvenir de sus empleadas, el emprendedor logró convencerlas de que en otro gremio su salud sería más resistente y su vida mejor, de modo que ellas, amables e inconscientes, fueron dejando el lupanar para hacerse actrices, cantantes, clarinetistas. El nuevo ritmo de vida más ordenado de las señoritas, que dormían más y comían en abundancia, hizo que mejorara su aspecto y que tomaran algo de peso, lo que las alejaba aún más de la prostitución. Pronto pasaron de esbeltas jovencitas a carnosas señoras, y si bien en ambos casos eran atractivas, el gusto puso de moda la delgadez en las meretrices, no como antaño, cuando se gozaba más con las rellenitas. Sin excepción todas engordaron y todas dejaron el antiguo oficio para convertirse en aplaudidas artistas.

Tras las primeras dudas, pues no se entendió aquello de un cabaret de gordas, el pueblo accedió a tal osadía ya que los caballeros podían asistir a los números con la propia. Y con la ajena. ¡Que no había nada que esconder!

100. Verdes (Luisa Hurtado González)

Eran abuela, madre, hija y tía o, quizás, simplemente cuatro amigas, poco importaba.

Desde el interior de la casa veían pasar la vida, asistían a los paseos y a las carreras, a las zancadas y a los pequeños atascos, a los asaltos y a las cazas. Con el corazón en un puño esperaban y deseaban a un tiempo: internarse en la acción y permanecer al margen.

Sin embargo también para ellas, como a nosotros nos pasa, la suerte no atiende a razones, oraciones o ruegos. El azar depende solo y exclusivamente de la cifra que saque el dado.

Más concretamente y como viene siendo costumbre en el parchís las fichas, del color que sean, han de empezar a jugar cuando sale un cinco.

En nuestro caso, dueños de las manos que empuñan esos dados, el inicio de la partida se produce al nacimiento pero en algunos parece retrasarse por extrañas e incomprensibles razones durante años.

98.SUMERGIDO EN LA NOCHE (Beto Monte Ros)

Nadando entre penumbras descubre un atolón que ostenta en el centro, como faro, un gran tótem. Desconoce que está habitado por hermosas mujeres que adoran al alto fetiche y les ofrecen en sacrificios a jóvenes náufragos, que no se han liberado de sus fantasías más reprimidas. Son diestras en el arte de la sugestión y gobiernan en el islote, escondido en el mar de Euforia.

Es la primera vez que se pierde en esas aguas y la visión provoca que se desborde en su interior un torrente de adrenalina. Ansioso, avanza hacia la orilla, donde cree podrá ser salvado. El pobre tonto no sabe que pronto se unirá a los otros hombres que han sido atrapados, y que para ser liberados tienen que pagar un tributo en monedas, con las que ellas, expertas buceadoras en los océanos del deseo, confeccionan su cinturón de lastre.

97.Hombres X

Desde la torre centinela, la reina Antártica II divisó las velas rojas en el horizonte: la nave Deméter regresaba a casa con un cargamento de Hombres.

Acompañada de su séquito, descendió al desembarcadero, donde la esperaba la mercancía y una violenta revuelta. Comprendía la desesperación de sus súbditas por usurparle la primicia. Desde la época del deshielo, que dio paso a la flota colonizadora de Antártica I, no se producían nacimientos en la isla. Solo los vientres que embarcaron inseminados, concibieron una única generación de niñas. Ahora mujeres en edad fértil que debían luchar por preservar su linaje.

Cinco espadas se estrecharon contra la suya. E igual número de Hombres se añadieron a su harem de hielo. Ninguna guerrera más quiso apostar por ver, dos veces en su vida, las velas rojas.

La reina se desnudó frente a todas. Una enredadera de cicatrices y heridas frescas le caía desde la calva coronilla a los pies.  Entre sus conquistados, eligió a uno: dos metros de alto, pigmentación clara, cosecha 2096…, según lo detallaba la etiqueta del producto Hombres, seleccionado exclusivamente, por Industrias Germotrix, con espermatozoides de la serie x.

96. Herencia (Anna Lopez / Relatos de Arena)

Aprendí de madre a detener las horas. Sentadas frente a la casa escuchábamos hablar a los árboles mientras la tarde se deslizaba calle abajo. Ella entonces sembraba una idea nueva y si brotaba, sonreía mientras plantaba ilusiones que darían fruto cuando yo creciese.

Mi abuela fue quien me enseñó a coser almas rotas. Sus brazos acogían niños de rodillas peladas, jovencitas que aterrizaban cómo pajarillos caídos del nido, o alguna vecina con heridas invisibles. Estas últimas eran tan frágiles que la abuela me mandaba a jugar a la calle, pues cualquier ruido podía romperlas en pedazos.

De mi bisabuela, hija y esposa de pescadores, cuentan que podía hablar con el viento y siempre sabía cuan preñadas se izarían las redes. Yo hace años que abandoné la isla, pero siempre preparo una gran cafetera cuando el garbino anuncia trabajo extra. El lebeche me susurra las historias que escribo y puedo pasar días sin comer ni dormir, hasta que cambia el viento.

Ahora que ha germinado todo lo que mi madre sembró en mí, dibujo estrellas en mi vientre convencida de que serás niña y añadirás al legado otra brizna de esa sabiduría antigua que siempre nos ha acompañado a todas.

95. El 13 de Mayo la virgen María…

No era una isla. No. El internado estaba rodeado de calles y plazas, de iglesias y capillas. Tan rodeado, que al amanecer, la cabeza de la niña estallaba con el tañido de cientos de campanas que parecían competir para despertarla. De mujeres si era. Mujeres que como ella recién abrían los ojos a la vida, y otras, que entre rezos y lamentos, los cerraban un día para ser veladas entre las gruesas paredes de ese convento construido con piedra, cal y canto.

Los obligados silencios y las estrictas rutinas no podían sino acrecentar sus sospechas y sus ocultos deseos. ¿Qué clase de dios era aquél que exigía sufrimiento? ¿Qué clase de mujer, su divina madre, que demandando avemarías miraba impávida el dolor de las castigadas? ¿No era ya su orfandad tremendo suplicio?

Allí seguía la escalera. No lo pensó. En un tris llegó a lo más alto. Al otro lado una angosta senda separaba el muro del río. Sonrió feliz. Un largo paso, un brinco y caería al río. Sus aguas la acercarían al hogar. Sus hermanos felices la abrazarían. Su padre, dichoso, la alzaría en sus brazos. Y brincó.

94.La playa (julio chipuli).

Desde la playa todo parecia como salido de un viejo cuento de aventuras, el azul del cielo, las nubes gordas y estaticas, lo dorado de la arena y la tibieza del mar.

Por un momento cerre los ojos y desee que no fuera un sueño, era tan perfecto, tan en paz, tan calida su brisa sobre el rostro y la suavidad de los aromas salinos…que por un momento y tan solo por un momento pense en estar muerto….ocasionalmente me encuentro con mas gente caminando sobre la playa, solemos platicar de cosas banales y graciosas, pero nunca preguntamos o cuestionamos esta realidad, no por temor a la muerte, sino por temor a perderla…es tan extensa, tan llena de vida, que no deseo pensar en nada mas.

Y asi siguio su camino, el veia una playa, yo veia una pequeña estrella moviendose en un cumulo de almas en el universo….despues de todo cada quien tiene su propio cielo.

 

 

 

93. ÁNGELES Y DEMONIOS (Rafa Olivares)

Sucedió hace varios siglos, para ser exactos a mediados del XXI. El proyecto de la ONU por un mundo mejor, proponía una isla del Pacífico para ser habitada sólo por mujeres. La continuidad de la especie estaría en ella garantizada por científicas que seleccionarían y clonarían exclusivamente células hembras.

La sociedad de aquella época lo tomó con más escepticismo que rigor y no faltaron las chanzas estereotipadas. Que si sería la isla más limpia del planeta,  que si no habitarían en ella cotorras o loros porque no soportarían la competencia, que si sólo se cultivarían palmeras con frutos multifunción, … Ellas no se arredraron y siguieron adelante con la idea que, durante milenios, demostraron viable y positiva.

El principio del fin comenzó cuando sus dirigentes decidieron que necesitaban una religión que moderara y contuviera las ansias de las más progresistas. Crearon sus diosas, sus iconos, sus santas -todas vírgenes, por supuesto, aunque la palabra careciera de significado en aquella ínsula-, y su demonio, sin cuernos pero con rabo.

Un día, las más aguerridas embarcaron en busca del maligno para acabar con él y disipar así su diabólica amenaza.

La atracción por el pecado y el efecto llamada hicieron el resto.

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