Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

31.LA LIBRETA DE MIGUELÓN (Paloma Hidalgo)

Desde que Judas, un crisol de razas sin dueño le mordiera la entrepierna, Miguel Villaescusa odia los febreros. Un año más, el incómodo mes ha llegado con su parafernalia de amores que hasta los gatos celebran. Las hembras enceladas buscan machos que calmen su garzonía contoneándose por los tejados rojos de la casa del señor cura, justo enfrente de su casa.
Para saciar su sed de venganza, cada noche se aposta en la ventana con una buena provisión de piedras, abre la libreta donde anota sus logros, y espera paciente el desfile felino. Acecha tras los visillos, escucha cómo maúllan reclamando una dosis de amor para sus venas, y le duele sentir ese vacío de hombre emasculado entre sus piernas.
Zapirones ufanos llegan dispuestos a sembrar su estirpe. Miguelón, que ya nunca podrá imitarlos, espera el momento. Agasajará al campeón con una lluvia de pétreos regalos. Si afina, marcará una x en la columna de los muertos. Si no es lo bastante hábil, habrá otra en la de los tullidos como él. Y si falla, la equis irá a pendientes: dentro de dos meses habrá una nueva camada con la que hacer puntería.

29. SIN FECHA DE CADUCIDAD (Mercedes Marín del Valle)

Se levantó de un salto. No desayunó, ni se duchó. Tampoco fue al trabajo. Vació los cajones de su mesita de noche y examinó impulsivamente su escritorio. Libros, cuadernos y folios volaron por el aire y conformaron una alfombra extensa que pisoteó sin pudor. Ya en el salón desvalijó literalmente las estanterías. Entre sus manos, las páginas se movían tan deprisa, que las letras escritas parecían tener vida propia. Su madre, que la vio desbaratar el orden, sintió temor y con ternura y palabras bien escogidas, trató de disuadirla de su empeño. Negó dos veces, lenta, pausadamente. Sus ojos ausentes empleados en radiografiar cada página no revisada. Ignorando la voz y su contenido, se zafó del abrazo protector, para correr hacia el único lugar no explorado. Una habitación vacía de vida y repleta de estantes. Sentada delante de una inmensa caja con olor a madera húmeda escudriñó los viejos apuntes de Anatomía, Fisiología y Estadística. Su corazón ralentizado y su pelo encaneciendo por minutos. A punto ya de encontrarse cara a cara con la noche, su mejor sonrisa iluminó un renglón del texto escrito. Con letra pequeña y singular, un TE QUIERO emborronado, colmó de felicidad su alma desvalorizada.

28. Platero

Aún se colaban en la habitación algunos rayos tibios del último empujón de la tarde, que dejaban ver al trasluz danzarinas motas de polvo flotando en el aire. Estaba cansada, y aunque no era habitual, se sentó a leer el libro que acababa de sacar de la biblioteca. Era uno de los pocos con un título que le sonaba. Lo abrió sin demasiadas esperanzas, tratando de mitigar el aburrimiento, y empezó la lectura. La luz de las tardes moguereñas comenzó, sin permiso, a invadir su espacio cansado; sintió en su piel la dulzura vibrante de la primavera,  los amarillos de los cardos se colaron sin previo aviso en sus pupilas… y las nubes de agua, las lágrimas tiznadas…y ese borriquillo… Por primavera sintió como se diluían las paredes de su celda.

27. Lectura interrumpida (Mª Belén Mateos)

LECTURA INTERRUMPIDA

Me gustaba mirarla mientras leía. Entornaba sus profundos y azulados ojos conforme la luz del día se iba haciendo cada vez más tenue y sombría. Alternaba rítmicamente la cabeza, izquierda, derecha y con un sutil movimiento de sus manos pasaba las páginas como si fueran de seda. Su respiración se iba dilatando entre línea y línea y con un intenso suspiro marcaba el final de cada capítulo. En esos instantes una luz especial enmarcaba su rostro, incluso me atrevería a decir que ciertos brotes de rubor lo teñían de rubí.

Rara vez levantaba la mirada absorta en la lectura de su texto. Un fugaz parpadeo, un soslayo vacío de toda visión, una sonrisa distraída al aire, eran los momentos que yo acariciaba cada día y que ella dejaba escapar muy de vez en cuando.

Aquel día, percibí un instante de sorpresa, un dudar en su expresión. Vaciló un momento y con una lágrima en los ojos cerró el libro y me miro. Los pétalos encarnados de rosas, se deslizaron por el lomo de su texto y entre las páginas quedaron atrapadas las palabras de mi declaración de amor.

26. El paseo de Tomé (María Elena Sánchez Álvarez

Muchos creían que tía Nana permanecía enajenada. Todas las tardes, gravitando sobre el marco de la galería, dirigía su mirada hacia el viejo Faro. Durante condensados minutos, dejaba que sus destellos la engulleran en el tiempo para después languidecer frente al piano carcomido y el libreto apolillado de las partituras secuestrado sobre el atril. En los pentagramas de sus páginas, aún podían descifrarse las notas y las claves que había compartido con él. Tras una pausa, comenzaba a teclear una y otra vez la misma melodía: ¡malditos opresores!
A pesar de la humedad que hiende sus paredes y de la lluvia que cala sus muros, el tiempo no ha conseguido devastar el viejo edificio. De noche, la única luz que entra en sus celdas es la de la vetusta Torre herculina, tratando de escudriñar vestigios del pasado.
Ese pasado que Nana nunca desterró. Aún recuerda aquella tarde brumosa, cuando entraron a buscarle, tras la patada en la puerta y, lo asieron de los brazos hasta llevárselo, cercenando para siempre su libertad.
Tomé, sólo fue un brillante profesor de piano.

25.Vanidad Daniel Irazu

 

La lápida con sus adornos: la cruz, el ángel alado y el libro abierto, eran de mármol.

Las inscripciones, el nombre del excelso y la data de las dos efemérides,  se adivinaban mal bajo una película de liquen.

Encima, un gato al sol se aseaba con la lengua.

24. De nota en nota, y escribo porque me toca (Estibaliz Dilla)

Entre misivas escritas con letra de adolescentes, escondidas entre páginas de libros increíbles que dormían en la biblioteca municipal, nos fuimos enamorando tú y yo. Sin saber cómo sonaban nuestras voces, cómo miraban nuestros ojos ni cómo surgían nuestras risas. Desconociendo nuestros nombres e incluso nuestro género.

La primera nota cayó como una pluma acariciando el silencio de las estanterías, mientras hojeaba indeciso “Cien años de soledad”. Era una caligrafía temblorosa que impactó en el centro de mi alma. Recuerdo sílaba a sílaba que rezaba:

“Hoy cumplo dieciséis años. Noto que una inmensa soledad me aplasta. Siento como todo mi ser se licua entre los capítulos de este cúmulo de sentimientos cosidos”

No tuve más remedio que voltear el pedacito de papel y contestar ante aquella imploración conmovedora y escribí:

“Ojalá pudiera saber quién eres para tener la oportunidad de curar tu solitaria existencia y poder empezar junto a ti una Historia Interminable”

Coloqué la cuartilla de nuevo entre las palabras de García Márquez, y al día siguiente una sabia intuición me llevó a las fantasías de Michael Ende.

23. NOS GUSTAN LOS FINALES FELICES (La Marca Amarilla)

–         … Y colorín colorado, este cuento… continuará.

Cierro el libro y sonrío, convencida de que es feliz escuchando nuestros cuentos favoritos. Los mismos cuentos que, hasta hace poco tiempo, ella me leía cada noche.

Ahora duerme plácidamente, sus bonitos ojos descansan. Acaricio su cabeza (cómo recuerdo su rubia melena) y beso sus frías mejillas, así les doy calor.

Le arropo antes de irme a dormir, ahora vendrá papá para cuidarla durante toda la noche y me dirá, como siempre, que me despida de ella porque no sabemos si mañana seguirá con nosotros. Pero nunca lo hago.

Sé que se curará, que volverá a tener su larga melena y que leeremos juntas muchos cuentos con final feliz. Por eso, antes de salir de su habitación siempre le digo:

–         Hasta mañana, mamá…

21. Con un sorbito de champán…

El mejor hombre del mundo, Luis, le había pedido que se casase con él. Era guapo, simpático, bueno, tenía un trabajo estable y además estaba enamorado de ella. Llevaban tiempo saliendo juntos y se querían con locura.

Todavía no le había contestado que si porque su abuela solía decir que a los hombres había que hacerles sufrir un poquito, así que decidió esperar unos días, hasta el sábado. Ese día iban a ir a comer a casa de Rita, que anunciaría a todos que estaba embarazada de su primer hijo.

No quería quitarle protagonismo, pero pensó que si comentaba lo de la boda durante la sobremesa, habría más para celebrar.

En un relato dramático, el hijo que Rita estaba esperando sería de Luis, pero en este no. La cosa fue sobre ruedas, la embarazada bebió un sorbito de cava para celebrar lo de su bebé y luego tomó otro trago -pequeñito- para festejar lo de la boda.

Se lo pasaron pipa y ahora yo puedo contaros esta historia porque encontré, entre las páginas de un libro que heredé de mi madre, una carta donde la protagonista -mi tía Carmen- le relataba el suceso con mucha alegría.

20. La ciudad eterna

Cuando encontré  un billete de avión entre las páginas del libro “ bonjour tristesse” supe que Françoise Sagan  lo había escrito  únicamente para mi. Un billete a Italia con un ramo de flores, una gran caja de bombones, lencería fina recién estrenada  y la cara lavada de una niña de 19 años que no necesita acicates. Me escapé de casa para encontrarme con Mauro en Roma, la ciudad eterna. Soñaba solo con estar en sus brazos y que el resto del mundo se olvidara de mi. Sagan, me decía entre páginas que el amor era eterno como Roma, en sus líneas me contaba lo contrario. Yo no lo creía. Era imposible que hubiera mezquindad en el amor. En Roma no había nadie esperándome y en mis manos tenía un papel con un teléfono falso. No volví a  Roma  hasta 50 años después. Allí supe que en ciertos lugares  dejamos siempre un poco de nuestra alma. Mis sentimientos y mis llantos volvieron como un boomerang a ahogarme entre las piedras.

19. LA VERDAD DESNUDA (Nuria Casado)

Nadie imaginó aquel inesperado giro en las vidas de lord y lady Randall matrimonio de la alta sociedad británica.Vivían en un sobrio palacete a junto a su hijo y su fiel mayordomo, el señor Doyle, cuya eficiencia sólo era superada por su inmenso amor a los libros, a los que a menudo limpiaba graciosamente con un plumerito como un artista deslizando el pincel por el lienzo.
Pasado el tiempo, el niño se convirtió en un mozalbete de semblante taciturno,sometido a los deseos de una madre hermética,desde la misteriosa desaparición del padre y la renuncia precipitada del leal Doyle. Sus preguntas resbalaban sin respuesta por el rostro pétreo de la madre y él buscaba refugio en la inmensa biblioteca dónde como en un ritual y con temor reverencial, pasaba las yemas de los dedos por los gruesos volúmenes hasta dar con el elegido. Aquel día, por azar o quizá por capricho del destino, eligió un grueso tomo por la belleza de sus pastas nacaradas; al abrirlo, un aroma a lavanda cosquilleó en su nariz mientras un pulcro papelito aterrizaba en el suelo. En él distinguió la estilizada caligrafía de su padre mientras leía con estupor una única frase:
I love Doyle.

18. Color sepia (Ginette Gilart)

El camión de la mudanza arrancó. De pie, en el porche, Clara esperó a que desapareciera del todo, tras la verja, para entrar de nuevo en casa. Había quedado con sus hermanos que ella se encargaría de seleccionar los libros de la biblioteca de sus padres.
El sol empezaba a declinar cuando acabó de llenar una gran caja con volúmenes sin gran interés para ella. Luego se acercó a su zona preferida; al querer coger un par de libros, algo cayó al suelo. Era una foto antigua, color sepia, con los bordes dentados. En ella dos jóvenes parejas miraban sonriendo a la cámara; detrás de ellas un carromato de madera pintada, de esos antiguos que poseían los romaníes. Reconoció a la pareja de la derecha, eran sus padres. La otra mujer llevaba un bebé en brazos; se quedó un rato observándola, luego levantó la mirada. El reflejo que le devolvió el espejo situado en la pared de enfrente le hizo recomponer su vida. Entendió entonces el poco parecido que tenía con sus padres y hermanos, entendió su pasión por la música y el baile, su particular atracción por los espacios abiertos, por las noches estrelladas y por las reuniones alrededor de una hoguera.

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