Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

DIC138. EL BOOMERANG, de Arantza Portabales Santomé

Apareció por Navidad. El año en que cumplí diez. El mismo en el que había alcanzado la madurez suficiente para saber por qué llevaba solo el apellido de mi madre. Un día llamó al timbre y me dijo, «Hola Andrés» mientras me sacudía el pelo. Yo me quedé callado y cuándo mamá se acercó a él y se abrazaron con fuerza comprendí quién era. Y que si deseas algo mucho, sucede.
En los días siguientes descubrí que tener padre era lo más. Venía cargado de historias de viajes y de su mochila extraía todo tipo de objetos fascinantes: un boomerang, un látigo o una máscara de faraón…No me cansaba de escucharle.
Cada detalle de las siguientes dos semanas está clavado en mi memoria: la sopa de tapioca de Nochebuena, el vestido que estrenó mamá en Navidad, a Michael Jackson vestido de zombi en fin de año y la cabalgata de reyes.
Pero sobre todo recuerdo la sonrisa de mamá y lo feliz que parecía.
Cuando desperté el día seis, mamá tenía los ojos rojos. Ya no sonreía.
Desayunamos en silencio. Solos. Bajo del árbol encontré el boomerang.
Me asomé al balcón y lo tiré con rabia.
Inexplicablemente, tampoco volvió.

DIC137. COINCIDIÓ POR NAVIDAD, de Nani Canovaca López

Decían las malas lenguas del barrio que apareció por Navidad, pero eso no se lo creían ni las cucarachas de la casona donde se alojó aquella terrible noche de frío y nieve. Coincidió su llegada, aunque tan sólo buscaba un tajo donde poder ganar unos jornales para mandar algún dinero a aquella familia que no se quitaba de la cabeza, como tampoco olvidaba la mirada perdida de su madre, el rezo del abuelo al pie del árbol de la vida, ni la molienda del poco grano que les quedaba. Ninguno había dicho nada, pero todos incluido él, pensaban en esa triste realidad que le esperaba, en el frío del estrecho y en las agujas de las alambradas. Más tarde mientras miraba los olivares, no lograba entender cómo consiguió llegar hasta allí, pero lo cierto era que después de tanta fatiga, no había conseguido un tajo, dormía bajo unos cartones y lo único que entraba en su cuerpo a lo largo del día, era un bocadillo de atún y un vaso de leche que le daban a él ya más de un centenar como él, en los bajos de la parroquia de aquella ciudad.

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DIC136. REBELDÍA, de Haydée Solano

Las desapariciones comenzaron en Navidad, justo después de la mudanza. Al principio eran tan efímeras que me juzgué distraído. Al pasar los días las ausencias se prolongaron, iban desde la fugacidad de un relámpago hasta el tiempo necesario para cantar la tonadilla de moda. Pensé que la baja calidad de los materiales con que estaban hechos podría ser responsable del fenómeno. Descarté la idea después de muchas pruebas, el prodigioso evento se repetía cada vez. Cansado ya de no encontrar mi imagen cuando me miraba en el espejo, decidí atraparla y obligarla a cumplir su trabajo. Ahora enfadada se venga y me refleja como un viejo desdentado que no para de reír: ho,ho,ho.

DIC135. VOLVER, de José Ángel Gozalo Molina

Una brisa helada se lleva las lágrimas de Angélica, lágrimas que nadie puede ver. Al otro lado de la ventana, como cada año, su familia celebra la Nochebuena disfrutando de una suculenta cena todos juntos. A pesar de lo ocurrido en el accidente, parecen felices. Quizás ya se han olvidado de su pequeña hija.
¡Cuánto quisiera poder abrazar a sus padres y a su hermano de nuevo!
Pero eso es imposible, pues por mucho que grite, ellos ya no pueden verla ni oírla.
De pronto, se obra el milagro. Todos han dejado lo que estaban haciendo, y la observan sonrientes reparando en su presencia. Emocionada, también descubre el plato de más que hay servido en la mesa.
En la penumbra de una habitación de hospital, una hija sostiene la mano de su anciana madre agonizante, mientras la lluvia golpea con fuerza contra los cristales, y la ciudad, engalanada de luces, celebra la Navidad.
La mujer, que hacía solamente un momento lloraba, muestra en su último latido de vida, una sonrisa radiante de felicidad.
A muchos kilómetros de allí, un viento aullante se cuela ente las rendijas de una vieja casa destartalada, convirtiéndose en risas de niños y música de villancicos.

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DIC134. 24D, de Miguel Jiménez

El recaudador de Herodes se lleva un tercio de cada pez que sale del agua, pero nunca la cabeza ni la cola, y aunque los pescadores se quejan, realmente, el lío empieza cuando la guardia intenta acallar a las lavanderas que, río arriba, corean con sorna las virtudes de la sopa de espinas. Ellas los repelen blandiendo sus tablas como consigna. Menudas las lavanderas.
Total que, venidas arriba, pescadores incluidos, suben bailando hacia la plaza.
Pasando por el Templo se topan con un grupo de pastores que increpa a un sabio que, endiosado, intenta —impone— convencerles del seguimiento único del antiguo testamento.
Entre la muchedumbre, algunos localizan a tres personajes que, pese a la pinta de camellos, algo les hace parecer sospechosos y aun cuando realmente el infiltrado es el blanco, la turba la toma con el negro.
Ante a la mixtura de golpes, pedradas, miembros descoyuntados y ovejas voladoras, el cordón exterior que forma la guardia se decide a intervenir abriendo camino con una lluvia de bolas de goma arábiga. Vacía la calle y aislados los individuos pasan a zumbarle también al negro. Y a todas estas, y en medio del tumulto, ella va y se pone de parto.

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DIC133. EL FORASTERO, de Mei Morán

Llegó por la puerta de atrás. Ya no le esperábamos, así que cuando entró en la pieza nos sorprendió. Tenía bigote y perilla y llevaba la camisa que le regalamos el año anterior. Nos miró uno por uno y al final se acercó a la pequeña para darle un beso. La nena se puso a llorar porque apenas le conocía. Nosotros sin embargo, sabiamos muy bien quién era pero no nos atrevimos a hablarle y todo quedó un poco raro. Sacamos el turrón, los higos secos y el cava. Aunque nadie comió. Mamá apretaba la mano de su novio y ahí, a papá se le empezaron a caer lagrimones como uvas perladas, que se le quedaban pegadas en el pelo de la barbilla. Al cabo de un rato dijo que iba al servicio pero no volvió al comedor. Esa fue la última vez que le vimos.

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DIC132. PAPANOELES SONRIENTES, de David Vivancos Allepuz

Decidir, la semana después del funeral, no postergarlo más e ir una mañana a vaciar el piso de mamá. Encontrarlo todo tal cual estaba la víspera de Reyes. Registrar (qué verbo tan impersonal, pero no hay otro mejor) los cajones del despachito. Encontrar los papeles del banco y guardarlos en carpetas verdes. Revisar el dormitorio. Buscar entre sus cosas. Recuperar el joyero del tocador. Descubrir los álbumes de fotos. Y los demás recuerdos. Abrir el armario, apilar la ropa sobre la cama. Clasificarla para la beneficencia. Hallar, ocultos bajo un juego de sábanas con olor a alcanfor, los paquetes. Sentir entonces un escalofrío. Romper con los dedos vacilantes el que lleva una tarjetita con tu propio nombre, rasgar los papanoeles sonrientes y los abetos adornados del papel de regalo y no poder disimular una mueca de contrariedad al descubrir, en su interior, los mismos calcetines negros de siempre.

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DIC131. MAFIDADES, de Lladiu de la Mata

Fue la mejor noticia que podíamos esperar, todos celebramos el fin de aquella despiadada guerra entre los dos clanes mas poderosos. Ambos bandos competían en crueldad y nadie sabe con certeza cuantos murieron en aquella lucha por el control del negocio. Tristemente, ya no sorprendía encontrar titulares en los periódicos como: “Dos duendes son acribillados a la salida de un restaurante”, “Aparece el cuerpo sin vida de un paje a orillas del río”, “Camello y reno se enfrentan en un tiroteo en el centro de la ciudad”.
Por suerte, el esfuerzo de todos los estamento de la sociedad y la suma de voluntades ha conseguido que El Santa y Los Tres Reyes hayan firmado la tan ansiada paz.
El único inconveniente es que ahora vivimos en unas perpetuas navidades y por decreto cada seis y veinticinco de mes hemos de comprar y regalar. Un mal menor por la paz.

DIC130. EL AVISO, de Alfonso González Cachinero

El mal olor empezó en las iglesias, en diciembre. Al principio, nadie le dio importancia, lo achacaban al viejo alcantarillado. Pero los equipos de limpieza, enviados en sucesivas tandas, no consiguieron eliminarlo.

Luego fueron los grandes almacenes. Emanaban un olor fétido, nauseabundo, así que también dejamos de entrar en ellos. Los pequeños comerciantes se frotaban las manos, pero a los pocos días les sucedió igual. Caminar por las cercanías se convirtió en un vía crucis, aunque nos colocáramos las preceptivas mascarillas. Los vecinos no podían abrir las ventanas; los más vulnerables incluso tuvieron que mudarse.

Todas las ciudades del país fueron simultáneamente anegadas por el hedor. Días terribles: cerraron las más prósperas firmas, hubo despidos masivos, protestas y enfrentamientos que provocaron muertos…, el caos. Hasta que una mañana de enero desapareció de improviso, tan inexplicablemente como había surgido. La gente respiró por fin y fuimos recuperando la normalidad.

Pronto hará un año y la comunidad científica, aún perpleja, no ha llegado a ninguna conclusión. Acaso fue un aviso que no queremos entender, me digo mientras espero que entre el nuevo diciembre.

DIC129. !DETENGAN LA NAVIDAD!, de Miguelángel Pegarz

Ricardo era un tipo analítico y pegado a la tierra. El pasado era historia y sólo se consentía mirar al futuro para planificar y anteponerse a los contratiempos.
Eso había hecho cuando instaló aquel sistema de alarma. En estas fechas, con la mitad de las casas vacías y la otra mitad inmersa en ruidosas celebraciones, las posibilidades de sufrir un asalto se multiplican. La llamada de la empresa de seguridad la mañana del veinticinco confirmaba su razonamiento. La madrugada anterior la Policía había detenido a un tipo gordo con barba blanca que trataba de introducirse en su casa por la chimenea. O eso le pareció entender; con el volumen del llanto de su sobrino frente al árbol de Navidad no estaba seguro.

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DIC128. LUÍS RAMÍREZ, EL VERDADERO NOMBRE DE SCROOGE, de Jesús Coronado

Le llamaban Scrooge en la oficina. Se había ganado a pulso el mote entre sus empleados, no escatimaba a la hora de menospreciarlos, humillarlos y pagarles una miseria. Con la particularidad de que en Navidad, se convertía en un ser aún más despreciable y ruin.
Cuando Ángela aterrizó en el despacho ni tan siquiera levantó la vista para indicarle sus funciones y menospreciar las virtudes que daba por sentado no tenía. Pero a Ángela no le importó. Simplemente le agradeció la oportunidad de trabajar allí y ocupó su puesto.
Tuvieron que pasar dos semanas para que Luis viera por primera vez el rostro de su nueva empleada. Un rostro que deseó esa misma noche no haber visto jamás. Luis recordó, entre pesadillas, aquella niñez que ya había olvidado a fuerza de golpes; los rostros de pánico y descontento de sus empleados con los que tanto disfrutaba y con un futuro que nunca hubiera podido imaginar. La soledad ya no le era tan benévola.
Cuando aquella mañana entró en el despacho, sólo quería ver a Ángela. Pero Ángela se había marchado. Intentó enfurecerse, menospreciar, humillar… pero ya no pudo. Todos los rostros con los que se cruzaba, se parecían a Ángela.

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DIC127. MUROCLAN II, de María Jesús Briones Arreba

Nacida y criada en el campo, de cuerpo carnoso, oliendo a encinas y a dehesa, llegó en Navidad a Muroclán, mostrando una pierna y repartiendo besos de sal.
Todos los eruditos disfrutaron de su carne hasta dejarla hecha un hueso.
Entonces, escribieron su épitafio, sobre la caja :
«Fué una paleta jamón.

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