Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

DIC71. FLORES PARA LA MEMORIA, de Javier Ximens

Cuentan en los Montes que en la Navidad de 1948 —cuando los rencores iban bajo palio—, Olvido huía de los guardias civiles que el alcalde había mandado en su persecución por habérsela visto llevando leche y mazapanes para los guerrilleros. Quiso la Providencia que el parto se presentara en tales circunstancias, de modo que —con dolores silenciosos— la mujer parió una hermosa niña entre las retamas y la tuvo que dejar allí ante el cerco de los guardias. Se enternecieron los hombres y dejando la cacería llevaron la criatura a la casa del regidor. Como su mujer estaba seca de maternidad acordaron quedarse con ella.

Que la madre muriera fusilada en la cárcel de Talavera por ser del maquis o por intereses ajenos nunca se pudo demostrar.

Desde entonces —todos los 25 de diciembre—, el viento de la sierra tañe en las campanas de la iglesia los gritos del parto, y aquellas retamas maternales alumbran navideñas flores blancas. En el pueblo se las conoce como «Las flores de Olvido» y en sus pétalos se forma un rocío seroso, dorado y con sabor tan triste como difícil de olvidar.

http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/

DIC70. UN MAL SUEÑO, de Plácido Romero

De repente abre los ojos. La vela que hay sobre la mesa se ha consumido y su despacho está a oscuras. Comprende que se ha dejado vencer por el cansancio. Después de que se fuera el escribiente, se había puesto a revisar unas cuentas. Ha tenido un sueño… tan absurdo. Por unos instantes permanece sentado, reflexionando.
Por fin se levanta y, a pesar de que no se ve nada, se mueve por la oficina con habilidad. Busca a tientas el gabán y se lo coloca. Cuando sale a la calle, el frío aire nocturno le termina de despertar.
Mientras camina en dirección de la taberna donde suele cenar no puede dejar de pensar en todo lo que ha ocurrido: la visita de su estúpido sobrino y la discusión con el escribiente. Y después el sueño. ¡Baf! ¡Tonterías! Marley sí que es feliz: consiguió librarse de todas las preocupaciones.
El tabernero, cuando le ve, lanza un gruñido.
–Creí que ya no vendría, señor Scrooge. ¿Lo de siempre?
Asiente sin decir nada. Advierte que la taberna estaba más vacía que otras noches. ¡Malditas fiestas!

http://placidoromero.blogspot.com.es/

DIC69. BENDITA CENA, de Raquel Ferrero Puchades

Esta cena va a superar a todas las demás. Mi tío Antonio ha escondido la botella del vino caro debajo de su silla y le ha escrito su nombre. Su mujer le ha guiñado un ojo al amigo de mi hermano; no sabe que es gay. Mi padre se ha comparado una peluca rubia y ha puesto a Rafaela Carrá. Por debajo de la puerta de la cocina sale humo, mi madre se ha encerrado y grita que se quiere morir. A la abuela Carmen se le ha roto el vestido de terciopelo que se pone todos los años, Tobi quiere morderle el michelín porque cree que es una salchicha. Mi hermano Daniel está llorando en el baño porque ha pillado a su novio haciéndole caritas a mi primo. Mi hermana lleva cuarenta y cinco minutos con el móvil y solo se ha movido para enchufar el cargador. El abuelo es el único que parece feliz, tiene los cascos puestos, los ojos cerrados y fuma un puro más grande que su mano. Yo estoy hartándome de chocolate en un rincón del salón. Solo mi tío ha dicho hace un rato: «Qué niño más raro”, pero nadie le ha escuchado.

DIC68. EL 23 NO ES NAVIDAD…, de Rosa Barrera Groba

Ángela se acerca a la puerta grande, la nº 23.
A lo lejos suenan villancicos, el aire frío congela ese tórrido almacén de emociones que fue su corazón.Su gorro de lana, recogido en los despojos de una tienda del callejón 23. La bufanda, que es un regalo de hace años y que no puede olvidar por muy gélido que esté el motor que la mantiene viva.
En su mente, visualiza su vida en diapositivas, como sucede cuando te vas a morir: un túnel donde ves una luz al final. Las imágenes se detienen un rato en los 23 años donde sí hubo luz pero la vida apagó cada bombilla que pudiera adornarla, quedando calles oscuras y noches bajo cartones, tristeza y soledad.

A la puerta del comedor social, alguien la toma de la mano. Una voz masculina bajo el uniforme de voluntario de la ONG:

_¡No quedes ahí fuera! somos una familia, es navidad, todos tenemos derecho a vivirla, ¿no crees?

Ángela siente luz en su corazón que deja de ser un iceberg y su alma menos pequeña. Los ojos de Daniel aparecen por navidad, como veintitrés mil veces hubo deseado…ahora hay mucho que contar. Y es 24, Navidad.

http://literaturaavueltas.blogspot.com.es

DIC67. INERTE, de Esther Gómez

Venía de un país muy lejano, con su mirada perdida observaba el ir y venir de la gente. Aquella ciudad que le era extraña, en la que no reconocía ningún olor, ningún sabor, albergaba su última esperanza.
La Navidad sólo hacía aumentar su nostalgia.
Arrastraba los pies cansados de deambular en ninguna dirección, en su mano derecha portaba una maleta cargada de infortunio, apenas le quedaba dinero para los
próximos dos días, ese era su futuro más lejano, se sentía perdido e ignorado.
Sus pasos le habían llevado hasta aquella plaza, habitada en su mayoría por seres-estatuas, eran personas que hacían de la inmovilidad su medio de vida.
Con el estómago vacío, la soledad y la tristeza pronto se hicieron dueñas de su corazón. Sin nada que perder, compro pinturas para embadurnar su cuerpo, quería hacer de si mismo la mejor escultura. Según iba cubriéndose de falso granito por fuera, sentía calor por dentro, aquella coraza externa le hacia sentirse a salvo, por fin había encontrado su lugar.
Se posicionó, paralizó su cuerpo y su mente, alcanzando un estado de paz, de donde nunca más regresó. En el silencio de la noche se puede escuchar el latir de un corazón.

DIC65. COPOS DE HIEL, de Modes Lobato Marcos

Nieva.
Y yo soy un paria. Un desarraigado que sólo busca refugio y calor.
Pero el frío congela el corazón de los hombres. Y todos me ignoran, me rechazan, me desprecian.
Hay una niña. Una niña que me abre sus puertas. De par en par.
Yo acepto la invitación, entro, y me alojo en su pulmón izquierdo.
Por cierto, mi nombre es Cáncer.

Nieva.
Y esta tos no me deja dormir.
Me levanto de la cama, cojo la muñeca que me regaló Papá Noel, y voy al salón.
En la mesa hay una carta. La leo un poco, pero no entiendo nada.
Oigo a mami en el cuarto de baño. Qué raro, parece que llora.
Cuando salga le preguntaré qué quiere decir \»maligno\».

Nieva.
Y miles de copos blancos asaetean el ataúd de la niña.
Y yo mastico dolor. Y mi alma vomita impotencia por no haber podido salvarla.
Salgo del cementerio. Y corro. Y corro.
Llego a un puente, me encaramo, y salto al vacío.
Mi cuerpo gana velocidad, el suelo sube a mi encuentro, reviento contra el asfalto, y …
Y descubro que un Ángel de la Guarda no puede morir.

DIC64. HAVE YOURSELF A MERRY LITTLE CHRISTMAS, de Beatriz Carilla Egido

Echa un vistazo por la ventana para comprobar que su muñeco de nieve aún no le ha abandonado. 

—A mí lo que más me gusta de Navidad es el cuento —farfullaba su vecinito ayer tarde, mientras le ayudaba a colocar la zanahoria que hoy amanece desmayada en la nieve. Las nubes se han desayunado al sol y Paula hace lo propio con mamá y las galletas de jengibre. Sus miradas cómplices se sostienen con un grueso hilo de tristeza desde hace un año, cuando él se marchó a trabajar al otro lado del globo terráqueo. Pero un suceso extraordinario durante la cena de Nochebuena cambiará su estado de ánimo. Tras un ligero temblor que sacudirá los cimientos de la casa, el pavo relleno y sus corazones, una copiosa nevada de virutas de confeti caerá sobre sus cabezas lentamente, al ritmo de un villancico interpretado por Sinatra. No imaginan que antes de viajar al Círculo Polar Ártico, papá envasó trocitos de espíritu navideño en una bola de nieve para agitar en caso de emergencia. Y que gracias a su extravagante idea, una atónita niña salpicada de pecas creerá en la magia de la Navidad.

http://anatomiadelamatrioska.wordpress.com/

DIC63. GORRIONES EN MI MEMORIA, de Jesús Alfonso Redondo Lavín

Manolito, atribulado, interrumpió nuestra reunión nocturna de monitores:
—Chuchi, ¡el cuerno volante se ha comido a la murciélaga!
Aquel día, hace ya casi 50 años, Manolito, custodio de la caja de zapatos en la que los más pequeños guardaban los bichos que encontraban, había recogido un ciervo volante y una luciérnaga. Esta, evidentemente, había perdido ya su fosforescencia.
Hogaño los gorriones, confiados, picotean en el suelo y mesas de las terrazas. Yo, “barbâro que subía a los arbôles y comía los pajâros”, experto en cepos, testigo de la destreza de mi madre arrancando la cabeza a los txoriak, desplumándolos y friéndolos para mi cena, siempre los vi huidizos, temerosos del hombre, su depredador natural.
Nunca olvidaré la mirada de decepción y repulsa que me dirigió aquel niño, cuando entré en la colonia infantil de Aprícano de Álava, chimbera en mano y dos pardillos cazados con balín en la otra.
Hoy, Navidad, sentado en un poyo, bajo la torre del templo de Miera, la barbilla apoyada en mi cachava de caminante, vuelve a mi memoria el recuerdo de Manolito, mientras miro con emoción, un petirrojo de colores pastel, que indiferente a mi presencia, da saltitos por el escarchado pretil del puente.

DIC62. QUE TE ESPERAMOS…, de Esperanza Tirado Jiménez

Casi habíamos perdido contacto con ella. Recibíamos alguna llamada de teléfono, una charla vía skype, whatsapps de cuando en cuando… Cartas manuscritas, solo una, cuando se instaló.

Después, entre que los horarios eran distintos, allí de noche cuando aquí amanecía, un ritmo de trabajo estresante, nuevos amigos, nuevas costumbres… no supimos de ella en una larga temporada.

Pero mi madre, madre de las de antes, aún mantenía la fe en la vuelta de su hija. Reservaba su silla en la mesa, ponía una vela al lado del Belén, un pijama limpio y la cama hecha por si llegaba de improviso.

Hasta que mi madre también faltó. Y faltaron el pijama y la vela. Y la silla fue ocupada por yernos y nueras de quita y pon.

Años después, recibí un e-mail, mezcla de español y japonés. Traducido decía que este año sí vendría. No la creí. Ni lo comenté a mis otros hermanos en la comida de cada domingo.

Hasta que, cruzando un túnel oscuro cerca de la estación, divisé su delgada figura tirando de una maleta con ruedas. Nos quedamos frente a frente. Nos miramos. Lloramos. Un largo abrazo y muchos besos rompieron nuestra larga separación.

DIC61. MAMA NOEL, de Érika González (La rueca de Aurora)

Un grupo de mariposas tocaron la puerta dispuestas a entrar en su estómago. Ella, asustada, decidió echarlas al fuego de la chimenea en un intento desesperado por evitar que el amor llegara así a su vida.
Yo comenzaba mi viaje, aún no había decido cuál sería la ruta cuando un colorido humo llamó mi atención. Esa fue la primera casa que visité.
Han pasado muchos años desde entonces y solo nos separamos una vez al año, el veinticinco de diciembre, el día de nuestro aniversario.

DIC60. ¿HO, HO HO?, de Juan Antonio Vázquez Alcayada

La habitación estaba oscura pero sus ojos ya se habían acostumbrado a la penumbra. Recostado sobre el frío muro de ladrillos se entretenía estrellando su pastoso aliento de borrachín impenitente contra los cristales y dibujando figuras obscenas sobre ellos. De vez en cuando dispensaba alguna mirada a la calle y contemplaba con estupor malsano las luces, los sobrecargados escaparates y el ejército de idiotas que trajinaban más bolsas de las que sus manos podían sobrellevar.
No le quitaba ojo de encima al miserable farsante que agitaba la campana delante del centro comercial cuando la pantalla del teléfono volvió iluminarse. Lo había silenciado y ahora el terminal solo era capaz de agitarse nervioso y alimentar el morbo de acercarse cada vez más al borde de la mesa. No pensaba contestar; ni a las llamadas ni a los mensajes. Se quedaría escondido en aquel motel de mala muerte hasta que pasara la Navidad y nadie le echara de menos. ––Que se encarguen los tres memos–– pensó. Mientras, le dio otro trago a la botella en la que se reflejaba la pelliza roja, su oronda barriga y la larga blanca barba que esa misma noche se afeitaría para que nadie pudiera reconocerlo.

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