Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

MAMIHLAPINATAPAI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. Comenzamos el año con MAMIHLAPINATAPAI, el entendimiento con la mirada. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de MARZO

Relatos

JUL146. PREFERIRÍA HABERTE QUERIDO, de Asun Gárate Iguarán

Naciste. Pero no pude sentir alegría. Mi soledad era la misma que antes, incluso más rabiosa, más cruel.
Mientras yo caía en un abismo de lamentos y silencios, tú empezabas a vivir como si no te hubieses equivocado de madre, como si tuvieras toda la vida por delante.
Te aferrabas a mis pechos y chupabas dirigiéndome una mirada dichosa y agradecida que yo no soportaba. Volvía la cara hacia la ventana por no verte, por no sumergirme en tus mares azules, por desear irme lejos.
Después de mamar te dormías, ebria de leche amarga, y aleteaba en tus labios una sonrisa fugaz y rosada como una mariposa. Yo te dejaba a un lado y cogía un libro para no sostenerte a ti, para olvidarme un momento de ti.
Hasta que un día de viento Dios se asomó desde el cielo y, dispuesto a quererte más que yo, de súbita muerte se llevó tu mirada, tu sonrisa, tu amor.
Yo permanezco frente a la ventana. Con un libro en las manos. El pecho seco. En su fondo más oscuro mi corazón sigue latiendo. Lentamente.

JUL145. PUM!, de Merce Ribera- Baja

Se enteró luego que hasta en la mínima fracción de segundo todo el tiempo vale, tarde, en el mismo límite lo descubrió. Cuando en la última décima de instante, considerando entonces: preferiría no hacerlo, ya no hubo forma para detener la orden al dedo en el gatillo…Y el mandato siguió veloz su recorrido. Impactando las manchas rojas sobre el testero su mirada final, sorprendida.

JUL144. RICARDO, de Rafa Heredero García

Ricardo y yo llevábamos poco tiempo casados y él seguía enfadado con sus “aristocráticos” padres —me acusaban de ser una embustera, de haber engañado a su único hijo, de querer solo su dinero—, cuando un inoportuno accidente acabó con su vida. Me sentí como esas personas a las que les han amputado un brazo o una pierna, pero a pesar de ello sienten un dolor sordo allí donde no hay más que ausencia, hasta que empecé a notar que él de verdad sí estaba conmigo. Al principio me asusté, cuando veía que las puertas se abrían a mi paso (¡siempre fue tan educado!), cuando la radio se encendía sola e invariablemente sonaba nuestra canción, cuando aparecían sobre mi cama esas prendas de encaje que tanto le gustaba que me pusiera… Entonces dejé de tener miedo, y un día, mientras lloraba recordando sus caricias, empezó a hacerme el amor, y así continuó noche tras noche. No he comprendido lo que quería hasta hoy, al sentir los primeros síntoma
s, y aunque yo me resisto a decírselo, sé que él lo está deseando. Quiere ver qué hace su familia cuando se lo explique, cuando sepa que su linaje tiene ahora un heredero.

JUL143. ABRAZAR SIN QUE TE ABRACEN, de Mercedes Daza

Lo maté tantas veces… Tantas como las mil noches en las que compartimos cama y alguna que otra quimera. Le envenené con cada uno de mis sueños apilados en la repisa de la cocina; Le ahogué en la bañera en la que inconsciente limpiaba su arrepentimiento; Le dejé asfixiarse con los insultos e improperios que brotaban de su boca. No dudé en estrangularlo con el pañuelo con el que sequé mis lágrimas tintadas de tristeza.
Y aunque preferiría no hacerlo, le solté las riendas. Aquel animal herido de un zarpazo hizo trizas mi corazón. Recogí los trozos desparramados por el dormitorio, los cosí y lo guardé en el bolsillo de mi delantal. La mil y una noche, con el puño izquierdo apretado y entreabriendo despacio la mano derecha donde escondía el corazón, lo dejé caer. De nuevo, el sonido del desamor se confundió con el de mis rodillas clavadas en el suelo, rogando que no me abandonase.

JUL142. JUEGO DE NIÑOS, de Concha García Ros

Preferiría no hacerlo –pensó suspirando, mientras lanzaba la última canica al caudal del río. Va por ti, viejo amigo. Que volvamos a vernos.
Recordó cuando él y Ariel jugaban en esta misma orilla y, cuando encontraron aquella bolsa enmohecida detrás del sauce. No recuerda quién la vio primero, tampoco importó, porque decidieron compartir las canicas sin dudarlo, como lo compartían todo.
Esas canicas de colores que contenían deseos por cumplir, pero que también exigían un precio por ellos. Entonces no lo sabían. Era sólo un juego, la imaginación desbordada de dos niños pequeños.
Ariel las había usado todas, había vivido una vida intensa y divertida, pero corta, demasiado corta.

JUL141. CRISIS, de Cándido Macarro Rodríguez

– ¿Ya no escribes?
– Pues…no.
– ¿No te viene la inspiración?
– No es eso.
– Si escribir te encantaba…
– Ya…pero…
– Como si lo viera. Una afición pasajera… un capricho…que te has hartado…
– ¡Qué va!… si disfruto con ello.
– Ahora sí que no te entiendo.
– ¿Cómo te diría? Con la escritura he descubierto una ventana por la que mostrar al mundo un trocito de mi alma ¿Entiendes?
– Más o menos. Pero eso mismo debería animarte a seguir escribiendo.
– Ese es el objetivo…y el inconveniente. Cuando uno expone sus sentimientos corre el riesgo de… no gustar.
– ¡Acabáramos! ¿Miedo a la crítica?
– Sobre todo a la indiferencia.
– O sea ¿que por eso este mes de Julio no mandas tu relato a ese concurso en el que participas mensualmente?
– Creo que sí.
– ¡Pamplinas! Ya te estás poniendo a escribirlo.
– Preferiría no hacerlo, nadie se fijará en él.
– ¿Y cómo estás tan seguro?
– Lo presiento.
– ¿Y tu pasión por la escritura? ¿Y tu satisfacción personal? ¿Dónde queda todo eso? ¿Acaso no es más importante que todo lo demás?
– Pues… quizás tengas razón. ¡Ahí va mi relato!

JUL140. TIEMPO, de Antonio Diego Araujo Gutiérrez

Aquella divagación le hizo sonreír: conocía a la perfección los intrincados mecanismos que posibilitan la exactitud del tiempo, y sin embargo no tenía ningún control sobre la relatividad con que las horas y minutos transcurrían entre las cuatro paredes de su taller. El sonido de la campanilla del portón le devolvió al mundo real. Un hombre vestido con traje de corte antiguo entró en el local, caminando como sí cargara un peso sobre los hombros. Extrajo del interior de su chaqueta un reloj de bolsillo y lo dejó sobre el mostrador. El relojero lo observó con admiración, con la mirada fija en la esfera nacarada sobre la que resaltaban dos agujas doradas que, curiosamente, señalaban hacia el interior.

– es un reloj increíble, señor, no he visto nada parecido.

– sé que no me creerá, pero sus agujas avanzan hacia el pasado. Quiero que lo detenga.

– preferiría no hacerlo, señor, mis manos no están hechas para quitarle la vida a estas criaturas. Me gustaría comprárselo.

– quédeselo. Se lo regalo.

El hombre se alejó del mostrador, esbozando una sonrisa amable, cerró la puerta y se marchó con un andar ligero, como si hubiera dejado atrás el lastre de sus recuerdos.

JUL139. HAZLO POR MI, de José Ángel Gozalo Molina

La música nupcial comienza a sonar en el órgano interrumpiendo de golpe el murmullo de las conversaciones, y todos los presentes se dan la vuelta para verte entrar vestida de blanco.
Yo te espero de pie en el altar, intentando contener el temblor que parece haberse adueñado de mis manos, luchando también por ahogar mis emociones para que nadie se percate de la guerra que se está librando en mi interior.
Recuerdo como si fuera ayer, la noche de verano cuando te pedí que te casaras conmigo con la luna como única testigo. Estábamos los dos desnudos, tendidos sobre la arena de la playa y las olas nos besaban los pies.
Hoy, viéndote caminar hacia mí con tu sonrisa radiante, descubro que estás todavía más hermosa que en mis mejores sueños.
Mientras dura la ceremonia, yo me noto el centro de todas las miradas. Especialmente compasivas, son las de tus padres y mi mejor amigo, tu hermano, quién conoce mejor que nadie el amor que siento por ti.
Preferiría no hacerlo, pero hacia el final, surgiendo desde mi garganta como dolorosas espinas, mis labios pronuncian las palabras que hieren de muerte mi corazón:
Yo os declaro marido y mujer

JUL138. SESENTA SEGUNDOS, de Mercedes Marín del Valle

Me he levantado sin pereza aunque he dormido mal esta noche. Después de una ducha revitalizante me he puesto el vestido más bonito que he encontrado en el armario. Uno blanco, tipo ibicenco que confeccionó mi madre. Blanquísimo que azulea, con la falda llena de volantes y puntillas y los hombros cubiertos por un fino encaje que deja adivinar mi piel. Es un rito, una costumbre sagrada, vestirme con lo que más me gusta en días tan desasosegantes como este.
El autobús está lleno como es habitual y aunque he conseguido sentarme, los nervios no me dejan para los pies.
Al llegar me he sentado frente a él, sola frente a él, que ha hecho una pregunta.
Es todo lo que recuerdo, que ha hecho una pregunta y que las cintas de raso de mi vestido volaban con la brisa como si quisieran escapar del lugar.
Lo he mirado fijamente y él con sus ojos ha insistido en que le conteste.
En sesenta segundos eternos, he recorrido palmo a palmo los renglones con la mente pero no he hallado la respuesta.
Preferiría no hacerlo señorita, me ha dicho solemne, pero no me deja otra opción. Tendrá que volver en septiembre.

JUL137. DE PROFUNDIS, de Antonia Garcia Lago

Hubiera preferido no hacerlo. Era el último vestigio de humanidad en aquel mundo.
Lo lanzó al agua, y esta se fue tornando oscura. Truenos, relámpagos y vientos azotaron las costas y levantaron espumas cenicientas. Eran las pruebas de lo vivido: las guerras, con su color rojo y sanguinolento, las traiciones, que espumaron de verde los rápidos, las envidias, amarillas como el último tono del cielo en poniente, la frialdad azul del desamor helado. La negrura del odio, allá donde la sima era más insondable.
Todas las caídas, las angustias, los grises de la indiferencia, los marrones de la intolerancia.
Se arrepintió de su trabajo. Había polucionado lo anodino con aquel despojo. Contempló abrumado el triste efecto, hasta que percibió que en un pequeño recodo algo comenzaba a brillar y agitarse, minúsculo pero con la fuerza de lo que renace. Vislumbró en la última página del libro que se deshacía, como una palabra pujaba por sobrevivir. La fue deletreando con emoción mientras el agua iba transmutándose en colores limpios de esperanza.

JUL136. CERTIDUMBRE, de Mei Morán

Se lo había prometido. Y ahí andaba, luchándolo. Si sonaba el móvil se ponía a silbar evitando así caer en la tentación de sacárselo del bolso. El ordenador procuraba no tocarlo para no mirarle el correo. Pero aquel día anduvo olisqueando todo el día la carta urgente que llegó por la mañana. No la abrió porque así lo habían acordado. La escudriñó durante mucho tiempo y al final le pareció percibir un perfume de aftershave. El aroma le pareció animal y empezó a imaginarse un ejemplar de hombre con mirada lasciva que no sacaba por nada los bigotes del escote de su novia. Las horas dilatadas de espera le sirvieron para componer una historia de traiciones y vileza imperdonables. Nada más cruzar la puerta le cruzó la cara. Ella le abandonó. Y él lo sintió mucho. En su soledad mostraba arrepentimiento y lamentaba sus actos. Sin embargo, estaba seguro que nadie se habría resistido ante pruebas tan concluyentes.

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