Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

MAMIHLAPINATAPAI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. Comenzamos el año con MAMIHLAPINATAPAI, el entendimiento con la mirada. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de MARZO

Relatos

JUL122. BASADO EN SUEÑOS REALES, de Érika González Leandro

Ser una pesadilla no es fácil. Cada noche me escondo bajo la sombra de los sueños buscando el camuflaje de mi alma para evitar ser el elegido. Aunque no siempre funciona y entretanto los demás, cargados de magia y aventura, cabalgan cuidadosos por su pelo, yo me maquillo de maldad. El trabajo requiere de gran concentración, primero espero a que su inspiración me absorba, después la agito y así empieza el espectáculo. A veces le hago creer que su juguete favorito desaparece o que la abandonan en la puerta del colegio, ella grita y con la luz llega su madre y con su madre acaba mi turno. Luego regreso a casa, me reciben los aplausos de mis compañeros, no me siento orgullo pero pienso que mientras tenga el sueño de convertirme en sueño, de alguna manera no soy tan pesadilla.

JUL121. ¡RÍETE TONTO!, de Esperanza Temprano

Nació siendo un tipo serio. Tardó dos años en esbozar su primera sonrisa y ya tenía cinco cuando se arrancó con una carcajada. Después de estos prometedores comienzos ya no tuvo ningún otro conato risueño ni falta que le hacía hasta el pasado Viernes en el que, después de muchos meses de malestar general y pruebas médicas, el doctor le dio el remedio.
─Necesita usted reírse, caballero.
─Preferiría no hacerlo─ le confesó él.
─Pues morirá usted en poco tiempo abatido por el peso de la seriedad─ concluyó el médico.
Lo intentó primero ante el espejo, pero la fuerza de la gravedad había ejercido ya un poder incuestionable sobre las comisuras de sus labios, después frecuentando espectáculos cómicos, que no le hacían ninguna gracia para terminar haciendo unos ruidos guturales en el sofá que parecían más la invocación de un totonaca al dios de la lluvia que una risa.
Decidió terminar con su vida, antes de que ésta terminara con él y se lanzó al abismo por un acantilado. Mientras caía le sobrevino un golpe de risa sonora y liberadora y descubrió que estaba curado… pero un poco tarde.

JUL120. INMENSIDAD, de Raquel Ferrero Puchades

–Te quiero
–Lo sé
— ¿Y qué vamos a hacer?
–Creo que ha llegado el momento. Soy plenamente feliz, ¿y tú?
–Si
Analía y Diego se enraizaron en un abrazo. Se besaron con calidez, como a ellos les gustaba, como cuando se conocieron, haciendo de su boca sus manos, sus ojos, su latir, su cadencia. Omitiendo las palabras y sublimando los silencios. Absorbiendo la comunión de sus sentidos, la conversión de sus diferencias, la alegría del encuentro. O del reencuentro, porque supieron desde el primer instante que sus células se adivinaban. Una electricidad como aquella, envuelta en un aura sagrada, era como estar al borde de un precipicio del que sabes que algún día saltarás. Vivieron en su vértigo muchos días, muchas noches y se prometieron que jamás dejarían que la llanura se instalara en ellos. Habían descubierto, sin proponérselo, el más allá.
Preferirían no haberlo hecho, pero la certeza de estar presos en un cuerpo, y aún así sentir que la inmensidad del amor te libera de esa atadura, les dio las alas para saltar al precipicio.

JUL119. ISLA ILUSIÓN, de Mª Jesús Pueyo Ara (Patricia Richmond)

Zarpé en un barco fantasma, sin rumbo ni destino. Y durmiendo de día, oteando el horizonte de noche, envuelta en ecos de cantos piratas, surqué los siete mares.
Un día, al amanecer, divisé una isla y me acerqué a ella. Un fantasma me tocó el hombro y me entregó un pergamino. Era el mapa de Isla Ilusión y riendo a carcajadas me empujó fuera del barco.
Siguiendo el mapa llegué a un acantilado por el que tuve que trepar desgarrándome las manos, hasta llegar a una abertura en la pared.
Entré en la cueva y seguí las indicaciones del pergamino. Así llegué a una estancia con dos puertas iguales cerradas. El mapa sólo decía que había que elegir una y abrirla. Las estudié, me acerqué para escuchar, pero no obtuve ninguna pista. Las toqué con mis manos ensangrentadas y cerré los ojos.
La de la izquierda me transmitió una hermosa melodía, luz de luna, calor de abrazos apasionados… En la de la derecha noté el tacto de una mano sobre la mía, luz del sol, serenidad…
No tuve ninguna duda. Di media vuelta y salí sin abrir ninguna, para volver a mi barco, con mis fantasmas.

JUL118. MIEDO, de Silvia Asensio García

El ojo amoratado, la cara hinchada, el brazo en cabestrillo y la cicatriz aún fresca en el costado izquierdo. Recuerdos que dejan “huella”.
-Esta vez ha faltado poco – refiere el abogado.
La flaqueza en las piernas y en el alma. El rostro temeroso de tres pequeños le puede:
-Mire usted – preferiría no hacerlo.

JUL117. LA VIDA, de Òscar Pareja Bañón

Preferiría no hacerlo pero tampoco tengo otra opción. De hecho me obligan para que ella, mi bebé, tenga una oportunidad en la vida. La que no supe aprovechar y perdieron sus hermanos. Mi cuerpo está sangrando de dolor y mi cabeza vive en la niebla provocada por la epidural. He escuchado su llanto alejarse y convertirse en un simple papel y en una nueva voz que me nombraba y me indicaba dónde firmar.
Y preferiría no hacerlo pero no hay más salida. La vida es jodida cuando tu opción es joderla. Esa es la única que conozco. Ahora me arrepiento, me doy cuenta del dolor de un hijo, pero enseguida me conformaré y cuando se curen mis puntos, ya estaré viviendo lo de siempre, la calle, los bares, las plazas y rondar de un brazo a otro sin saber dónde estará el braguetazo que me salve de mi mierda vida. Y me quejaré de los servicios sociales que me obligan a cosas que preferiría no hacer y de sus putos planes de mejora. No cambiaré nada, preferiría no hacerlo, ya que estoy cómoda así.
Escucho llorar a alguien. Preferiría no darme cuenta que son mis lágrimas las que escucho.

JUL116. PREFERIRÍA NO HABERLO HECHO, de María Rojas

Cuando me fui a calzar me di cuenta de que tenía los pies al revés, mas a pesar de esta inapropiada situación, me calcé la bota izquierda en el pie derecho y la otra bota en el otro pie.
Trastabillando, salí a la calle, donde advertí la tremenda nevada que caía, cosa que agravaba más mi débil equilibrio.
Al poco tiempo de mal andar, tropecé y caí al suelo. Un paseante me ayudó a levantar y, con escasa lucidez, me dijo:
—¡Pero mujer! ¿a quién se le ocurre salir con este tiempo y encima con las botas contrariadas?
No sé si fue su voz chillona, o quizás su fea y burlona cara, lo que desencadenó aquello que el destino ya tenía planeado. El que yo sacara ese curvado puñal y la nieve se manchara de sangre.

JUL115. LA CUESTIÓN, de Fernando Martínez

Juan era un hombre de costumbres. Ya sabe, lo tuyo, tuyo y lo mío, mío. Cada uno en su casa y dios en la de todos. Más vale dar que recibir. Y al fin y al cabo, eso es lo que hizo, dar. Y por si fuera poco en el centro de la plaza, junto a la fuente, para que lo viera todo el pueblo. Ahí fue donde encontraron a la Candela y luego… ¡Todo el revuelo que se ha armado! Yo no entiendo tanto revuelo, ¿Sabe lo que le quiero decir? Aquí esto ha pasado toda la vida de Dios. No sé para qué tanto, ¿para qué? Y encima tenemos a la otra, a la Candela, que yo qué sé si será verdad lo que contaban de ella. Que si esto, que si lo otro, ya sabe usted, y si no, seguro que puede imaginárselo. Estas cosas no pasan porque sí… pero entiéndame, una cosa es hablar así, entre amigos, y otra muy distinta sacar los trapos sucios en televisión, para que todo el mundo sepa lo que se cuece aquí. Vamos, que no. Que preferiría no concederle esa entrevista, además… ¿De cuanto estamos hablando?

JUL114. LA PRUEBA, de BEATRIZ CARILLA EGIDO

Garabatea un corazón en el papel y lo adereza con un beso. Se asemeja más a un culo pero lo da por bueno. Es un regalo para Denys, el chico que le hace temblar hasta las pecas desde que lo vio en las gradas.

Aun en la distancia que le proporciona el trapecio puede distinguirlo entre el público. Su rojizo cabello le delata. Nota como el maillot se le encoge y desea que a él le ocurra lo mismo con sus pantalones. El vértigo ya ha hecho su entrada pero prefiere continuar —sólo una vez más —se dice.

¡Veva, la pequeña trapecista! ¡Sin red! ¡Han oído bien, sin red! ¡Contengan la respiración! anuncia el presentador. Columpiándose en las alturas esparce nubes de talco dando manotazos al aire. Tras varias vueltas realizadas a la velocidad del rayo queda suspendida tan solo por los empeines. Y es ahora cuando decide poner a prueba a su pelirrojo. En un periquete se balancea hasta incorporarse de pie en el trapecio. Se toma el tiempo necesario para visualizar el objetivo y encauzar rumbo. Coge impulso y se lanza al vacío. Intuye que Denys le recogerá en brazos, aunque tenga que soltar las palomitas.

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JUL113. DESENCANTO, de Jorge Armando Pérez Torres

-Tengo miedo del resultado – dijo Matias.
-No tengo ni una palabra que decirte – dijo Fanny – y echó una fumada tan grande que parecía una bomba nuclear.
-No se puede fumar aquí – dijo una vieja enfermera, señalando la advertencia en un cartel.
Se miraron como dos personar intentando reconocerse, luego, la fea enfermera tiró sobre una silla de espera los documentos que portaba en una carpeta, encendió un cigarrillo, y lo fumó justó debajo del cartel de advertencia. Y allí permaneció, recargada en la pared, hasta que el cigarrillo se consumió totalmente.
-Cuando tengamos hijos les mostraré lo bello que es el mundo – me dijo Marissa una vez.
-Preferiría no hacerlo – le dije
-¿Preferirías no hacer qué?
-Tener hijos
-¿Qué dices? ¿Por qué? – continuaba fumando.
-La vida es una trampa – dijo Matias, y extendió su mano para arrebatarle el cigarrillo de la boca a Fanny; entonces él lo fumó.
-Tarde o temprano el desencanto sucede – otra fumada – y no ves más que sombras.
-Tienes razón, hay un switch que apaga la luz cuando todo brilla.
-Antes observaba un campo lleno de flores; ahora solo es un desierto.
Número 3: turno de Matías para la prueba VIH.
Parpadeó. Todo seguía siendo igual.

JUL112. GODOT NO ACUDIÓ AL ENCUENTRO, de Nacho Rubio Arese

–Godot, ¿qué bobadas de preferencias son esas? Tienes una cita. Soy tu autor y, aunque no te agrade, debes acudir al lugar.
Absorto en sus propias cavilaciones, el personaje juguetea con los dedos de ambas manos, comparando cuál es el más largo de todos.
–Está decidido, Samuel –pronuncia concluyente–. Por absurdo que te parezca no pienso meterme ahí dentro.
El escritor escruta perplejo a la rebelde figura que, los pies encima de su mesilla, se niega a saltar dentro de la página a medio escribir.
–Pero ellos… Compréndelo, llevan mucho tiempo esperándote junto al camino. Se les ha hecho de noche.
–Diles que aparentemente no vendré hoy. Quizás mañana.
–No sabrán qué hacer.
–Por mí, como si se imaginan un firmamento de raíces cúbicas rutilantes.
–Pero, ¿quién te has creído que eres para desobedecerme? ¿Dios?
–Ni mucho menos, Samuel. A lo sumo, su supuesta metáfora, bien lo sabes.

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