Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

NOV50. NOMENATUM, de Miguel Ángel Page

Nomenatum carece de forma o color; en ocasiones, cuando la luz del sol es especialmente intensa, pareciera adivinarse en él un tono púrpura. Exhala un olor agrio al desplazarse y, pese a no tener extremidades, es tan ligero que resulta imposible capturarle. La primera vez que le vi frente a mí era adolescente. Fue una noche de abril en el hospital, mientras mi padre agonizaba. Recuerdo el frío al sentir su tacto, y mi ímpetu, estéril y desolador, por zafarme de aquel monstruo. Quince años más tarde volví a verle, la noche en la que mi mujer se marchó para no volver nunca más. Apareció de madrugada, actuó rápido. Comprimía mi tráquea tan fuerte que estuve a punto de no contarlo. No sé cómo pude librarme de él entonces. Pero sé que volverá, tarde o temprano. Ahora le espero de otra forma, sereno, y con la suficiente lucidez. Quizá sean los años, o tal vez me tranquilizó saber que usted también ha sentido cerca al Nomenatum.

NOV49. OBSEAMORTESSEN, de Eva García

No conseguía ordenar las letras para poder pronunciar lo que estaba escrito en su corazón; se negaba a aceptar etiquetas ajenas, que no expresaban lo que ella sentía.
Vivía imaginando ser agua que empapara cada célula de su ser; aspiraba su aroma tratando de absorberlo por completo; le miraba intentando apoderarse de su imagen para hacerle invisible al resto del mundo; deseaba poseerlo por completo, fundirse literalmente con él, hacerlo suyo para siempre…
Satisfecha por fin, siguió barajando sílabas que construyeran la palabra exacta, para poder explicar todo a aquellos hombres de bata blanca que la llamaban caníbal a sus espaldas.

NOV47. MALDITA CAMALEA, de Nicolás Jarque Alegre

«Camalea», susurró ella. «Camalea», saboreó él. Se miraron y rieron de corazón junto al río. Luego el silencio fue testigo del primer beso y de la transformación de la amistad en pasión desbordada. Inaugurado el amor, juraron que sería eterno. Aquello fue en el pueblo justo antes de que la guerra los separase. En la contienda, él se especializó en descifrar comunicaciones y con ello evitaba muchas muertes, aunque también propiciaba otras tantas. Era su función. A ella se le perdió el rastro entre los callejones de la capital. Alejados solo por el espacio, él siempre encontraba ese suspiro de paz para recordarla y soñarla en su bosque encantado. Por eso se pellizcó y tuvo que leer mil veces aquel mensaje interceptado que solo rezaba: «Camalea». Después se desesperó en indagaciones. ¿De dónde provenía? ¿Quién lo había interceptado? ¿Cómo?… Demasiadas preguntas le advirtieron y determinó que no podía vivir con la incertidumbre. Se pasó al otro lado desarmado, solo por encontrarla. Allí se topó con una celda, interrogatorios, torturas y el alma partida cuando a su explicación sincera, alguien que se parecía a ella, le contestó: «Lo siento, amor, pero esto es la guerra».

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NOV46. ¡MARAVICIOSO!, de Nicoleta Ionescu

¡Oye! Oye, herrr-mana, soy yo, Paquita! No me cuelgues! Escúchame! ¡Se me ocurrrrió un milag… una milagg-grosería! Acabo de volver del pelerrr-inaje! Sí, sí, de Commm-postela…. Para adquirrrrr-ir un no-nobio, sí! No le digas a mamá… ¡Quiero ser unasorrr-presa! No, no importan misssin-cuenta! Estoy comm-pletamente aturrr-dida! Todo missssueños… se cummm-plieron! En fin… Dios escuchó mirrr-rezos!
¡Qué varrr-ón! Nos hemos encontrrr-atado en una iglesia. Junto alrrr-reli-quario. Nuestras manos troppp-ezaron, nuestros labios rezzz…rozzz-aron! La gente era extazada, lanzaba aleggg-gritos… Nos ibamos a un mo-mototel, sí, sí, en su moto…¿Cómo fue?… Pues fue mar… fue marrr……¡Maravicioso! ¿Y él? ¿Cómo se llama? ¿Qué te importa? No, no me… no me acuerrrr-do… Estoy commm-pletamente aturr-dida… ¿Cómo dónde está? ¡Ha sssalido! Hace tres horas…. Por el anillo….
Oye, herrr-mana, préstame 100 euros hasta el lunes, que no en-encuentro mi bolsa….

NOV45. LA HUIDA DE LA NINFA, de Ana Tomas Garcia

Descalza sobre un lecho de terba y boratasca, deambula la ninfa envuelta en raudales de brizos y crisa. Escoge con parsimonia cada paso, no quiere errar la huída. Por eso se adentra en el fluir del darrorio, de aguas frías y translovensas, arrastrándose por la corriente no tendrá que escoger derita o quierdía. Vuelve la vista atrás, las sombras de los árboles quieren ramarla, por entre sus hojas susurran benazas constantes. Si escapa la ninfa se quedan vacíos de virla. ¿Quién tranzará sobre sus raíces? ¿Quién alará entre sus frutos doborosos sólo para ella suspendidos? Se aúnan en traparla, ocultan el cielo con su crúpula verde como jaula llena de trájaros en un intento vano de convencerla de su erroría, pero huye sin embargo, quiere conocer pranos llanos, oritas desiertas, espimas de sal y caracolas furtivas.
“Dejadla, dejadla que vaya” Dice resignado el árbol más dambirguo, “volverá más adebre y cantiva cuando haya visto los mares, algún día”.

NOV44. IDIOMA GARDENIO, de Miguel Ángel Cejudo López (La Marca Amarilla)

«Pa» fue lo primero que dijo. Al escucharlo todos nos giramos hacia ella, sorprendidos. «Pa» volvió a decir y acto seguido juntó las sílabas soltando su primer «papá«. Nos miramos y gritamos de alegría. Yo estuve a punto de soltar una lágrima. Rosa, mi mujer, se abrazó con nuestra hija mayor, Margarita, y le dijo:
– Ves como con un poco de esfuerzo todos podemos aprender a hablar.
Esa tarde nuestra gardenia no dejó de repetir aquella primera palabra.

Pero con el tiempo acabamos pensando que todo había sido fruto de una casualidad. Las siguientes palabras que pronunció eran totalmente inventadas, o al menos no las entendíamos. Miramos si el abono procedía de algún país exótico o si las simientes eran foráneas para intentar identificar el idioma, pero sin óptimo resultado. Buscamos en la red un sinfín de traductores, también cualquier información sobre casos parecidos, pero todo fue estéril.

Lo más positivo de todo este fenómeno es que ahora en casa hemos aprendido un nuevo idioma y lo hablamos con nuestra gardenia.

NOV43. MORVIVIR, de Raquel Ferrero Puchades

Los puntitos del gotelé son las únicas constelaciones que veo. Las nebulosas de mis ojos líquidos inventan universos donde solo existe escayola. El movimiento de ángulo agudo de mi cuello es el radar que escudriña nuevas motas de polvo, arañas taimadas, mosquitos impíos y ahora, en otoño, alguna que otra hoja errante que viene a visitarme a mi mundo inerte y silencioso.
Mi cerebro quiere inventar una palabra para definir esta existencia que no es, este pasar que no es vida pero que tampoco es muerte. Mis manos se ríen laxas de lo que fueron y mis piernas descansan cansadas de quietud. Mis ríos putrefactos se desbordan en remansos de celulosa engominada, y mi olfato, que se ha negado a morir, los sufre hasta que unas manos samaritanas me liberan de su humedad hiriente.
Podría hablar, pero me niego, para qué quiero las palabras si nadie inventó ninguna que me avisara de lo que hoy soy. Estoy en un estado esponjoso donde los huesos no existen, donde el dolor se ha dormido, donde las pistas de la vida me son esquivas y la muerte me suena a suerte y la vida a huida.
Cuando encuentre ese verbo, me resignaré.

NOV42. ¿CÓMO TE LLAMAS?, de Silvia Ginesta

La oscuridad tragaba lo que rodeaba a Mimí, que aplastada por escombros volvió en sí con ese desconcierto de no saber si el sueño continuaba o había despertado. Tenía frio, un viento helado acompañado de estruendos invadía el lugar. La manito apretaba aún la muñeca de barro que la abuela le había regalado cuando se fue. -¿Quién es, abuela?. La anciana sólo hablaba palabras sin sonido. Sin embargo, la niña oyó el esfuerzo ronco antes del fin: “ella te va a cuidar”. Desde entonces no la soltó y ahí estaban las dos, enterradas vivas. Mimí recordó que la abuela le pedía cosas a ese pedazo de barro con forma, agradeciendo cuando la mujer celeste le resolvía los problemas. -Si supiera como llamarla podría decirle que quiero salir de aquí- musitaba Mimí y comenzó a recitar nombres conocidos primero, inventados después. Las explosiones se escuchaban más cerca. Ella seguía susurrando… Dulanira, Amanxore, Gracinda … Otro movimiento sacudió lo que apretaba. La mano se abrió y la niña lloró al ver que la señora se había roto. Con fervor besó la cabeza destrozada. -Yo te ayudaré, Madrecita. En ese instante, una vos preguntaba. – ¿Hay alguien ahí abajo?

NOV41. PALABROJAS DE AMOR, de Lorena Jiménez Justicia

Cuando lo vide se me enjursuciaron los frenas. Sentí gran glicitería en mi timó.
– Me gustan mucho tus oftalculos- me dijo
– Y a mí tus capilotrijas.
– Puedo beligiarte
– Beligiame ciecientasmiles de veces
– ¡Qué bien saben tus jelibros!
– Gracias, eres oreopentísimo
– Ado tus pala ro brojas
– A mí me encantan tus milonjoncias
– ¡Aj, bichiriño, me duele el hepar de tanto amor!
– Yo te lo guariñaré
Entonces le acaricié las brisbicias, los omoplines, las cataurias y él pasó sus jelibros por mis sonas, mi pescurillizo, mis jeras.
– Se zelo
– Yo también se zelo
– ¡Aj, que jubilicidad!

NOV40. EL IMPOSTOR, de Izaskun A. Alvarez de Eulate

Amor a primera vista, lo nuestro fue un flechazo en toda regla. Se enamoró de mi aspecto sólido y yo caí rendida a sus encantos de escritor. Durante años vivimos un noviazgo contínuo, pero inesperadamente llegaron malos tiempos y lo que fue mi ruina es ahora su tesoro.

Le llaman el Inventor de Palabras, y como tal lo elogian. Nos visitan desde los más insospechados lugares para ver dónde y cómo trabaja. Él, henchido de orgullo, se regodea en su interpretación de pretendido creador. Les recibe con cortesía y cierta vanidad contestando a sus preguntas con elaboradas teorías ofreciéndoles así cuanto esperan. Siempre el perfecto anfitrión que, antes de abrir la puerta, me encierra bajo llave en el arcón labrado que custodia su despacho por si alguien descubre su secreto.

¡Si yo pudiera hablar! Le delataría; declararía que es un impostor engreído. Un escritor farsante que un día de furia me estrelló contra el suelo desportillando mis ilusiones y mis teclas esmaltadas sumiendo mis letras y caracteres en un galimatías.
Desde entonces ni una sola palabra que se ajuste a lo conocido sale de mis teclas. Y él, impune, saca provecho del caos paranoico de mis letras desordenadas.

NOV39. LA NIÑA POETA, de Lorenzo Rubio Martínez

—Tenemos que hacer algo con la niña. Su actitud me hace sentir culpable a cada momento.
—No pases pena. No somos culpables de nada. Nuestra pasión no es menos leal, porque nos hayamos enamorado a estas alturas de la vida. Hay veces que el fin justifica los medios.
—Tienes razón, pero echo de menos a mi niña, esa que encandilaba a todo aquel que la escuchaba recitar sus propios poemas; a esa risueña, encantadora, alegre y llena de vida. Ahora, justo desde el día que el amor nos abrió sus brazos, se le ha apagado la voz; el autismo le ha absorbido el espíritu.
—No te fustigues más, no sabe nada de lo nuestro.
—No puedo quedarme impasible, algo me carcome por dentro. Voy a hablar con ella, voy a decirle que la necesito, que quiero que vuelva a ser la que era.

—Mi niña, ¿por qué no hablas? Sé fuerte, despierta. Quiero oír de nuevo esa preciosa voz. Dime algo, por favor. Invéntate una palabra, aunque sea.
—¡Uxoricida! —le contestó enérgicamente su hija, quien desde aquel día empezó a componer las más bellas elegías que su difunta madre se merecía.

NOV38. RECREACIÓN, de Eduardo Iáñez

El rey Nabu-naid contemplaba desde su palacio los jardines colgantes. Hastiado de tanta belleza, su añoranza de los tiempos en que solo se ocupaba en conspirar le llevó a idear un plan apropiado a su usurpación. Convocó a sus magos y les conminó, entre amenazas y promesas, a encontrar el conjuro que crease la más bella obra del mundo.
Durante siete años los sabios caldeos fueron muriendo entre palabras nefandas, hasta que el último de ellos regresó a la corte. El rey comprobó que lo acompañaba uno de esos israelíes cautivos, llorosos como mujeres por la pérdida de su patria. Se llamaba Daniel y dijo ser oráculo de la palabra hecha acto. La expectación y la curiosidad iluminaron el rostro del monarca:
—Te cubriré de oro —aseguró— si tu conjuro alza ante mis ojos una belleza superior a la que nos rodea.
—Una sola palabra basta —replicó el judío, que entreabrió sus labios y profirió una voz antigua como el mundo.
Generaciones nacieron, amaron, murieron mientras el velo del salón se desplomaba; civilizaciones se enfrentaron, triunfaron, fracasaron al paso del shamal enterrando el imperio; y cuando sobre las aguas del Eúfrates aleteó el espíritu, la creación entera contuvo el aliento.

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