Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

NOS COLAMOS EN ONDA CERO RADIO

Algunas veces nos planteamos objetivos que se nos resisten, y otras, nos encontramos inesperadamente con las oportunidades…
Las celebraciones del millón han supuesto que encontremos una nueva motivación para todos los integrantes de ENTC. El pasado día 26 de noviembre fuimos (Begoña Heredia y JAMS) entrevistados en ONDA CERO SANTANDER en el programa matinal Santander en la Onda. De esos cinco minutos de entrevista (podéis oírla a partir de 01: 02: 00 del marcador de este ENLACE) ha surgido una colaboración semanal de nuestro blog con el programa.

A partir de la próxima semana se crea un espacio, CUENTO CONTIGO, donde Begoña Heredia acudirá a sus estudios en Santander para se leer relatos finalistas y mencionados del concurso ENTC.
El próximo martes 3 de diciembre a las 13 30 hs Begoña leerá en directo

MULATA DE PORT-AU-PRINCE, de Ana Fúster
(y creo que la ambientación musical está siendo preparada en exclusiva para la lectura…)

Si queréis escucharlo en directo será posible hacerlo en este ENLACE.
Y de ahí en adelante un relato cada la semana…
Os iremos informando
Y mientras curioseaba por su blog he encontrado que tienen Concurso de Microrrelatos en horario de emisión nacional… ¿Os animáis? Pues aquí os dejo el ENLACE correspondiente

NOV147. HORTIESCRITURA, de Rosa Molina López

Elige una palabra, limpia su raíz, entiérrala en sustrato enriquecido y aprieta con los dedos para evitar bolsas de aire. En primavera brotarán los primeros fonemas, que luego serán morfemas y que, regados con las desinencias y lecturas adecuadas, darán lugar a las primeras palabras, tiernas y delicadas. Cuidado con abonar en exceso con sufijos o prefijos innecesarios. Es conocido el extraño caso del “cactus adolescente”, al que en lugar de espinas le salieron espinillas. A comienzos del verano poda las ramas de oraciones subordinadas, circunloquios, redundancias, y trata con pesticidas las muletillas, frases hechas y demás perniciosas y vulgares plagas. No olvides elegir, según te interese, el lugar adecuado para cada maceta: la luz solar otorga color y vitalidad; la luna, profundidad y el hábito de cavilar. En septiembre cosecharás racimos de libros, sólidos y vigorosos como fresnos corpulentos o poéticos y livianos como alas de mariposa, según la esencia de la semilla sembrada.

NOV146. CRÓNICA, de Miguel Jiménez Salvador

Su académico facultativo lo considera peligroso en extremo y le recomienda encarecidamente que abandone tal práctica, como única vía para atenuar los síntomas, pues cura no le ve. Pero él no se ve sin uno entre los dedos, sin el fluido apéndice de grafito y cedro, sin su aromática creación, dura y frágil a la vez, necesitada de protección. Si a él no le duele el papel en las cicatrices que construye y solo la oscuridad de su alma, de lámpara cerrada, de puerta fundida para el paso ¿qué le importa a nadie? Si la soledad solo le existe en la ausencia de palabra ¿qué le importa a nadie la gramática entre sus muebles?
Mientras cierra el cajón malo de las noticias, con el funesto sobre dentro, se le escapa helado un suspiro que tras vacilar levemente cae pesado golpeando en la mesa, rebota funámbulo sobre la arista descarnada y se pierde finalmente bajo la cama huérfana.
Su mirada vuelve a susurrar la sentencia desconsolada: hipálage sinestésica crónica.

NOV145. NO SOY UN HOMBRE DE FIAR, de Gloria del Campo Barcón

Es cierto que a las palabras se las lleva el viento. Yo lo sufro desde niño. Nunca nadie creyó en mis promesas, ni halagos, ni buenas intenciones. No tengo nada. Sólo esta brisa contumaz. Aprendí idiomas extraños e incluso inventé códigos de palabras confiando que, en su perplejidad, me dejaría en paz. He vivido en lugares donde nunca nada agita las hojas de los árboles, pero sin resultado, pues mis palabras siempre van envueltas en este aire persistente. Me he vuelto un mudo solitario. Tan sólo te escribo. Sin embargo, cómo no poder decirte lo mucho que me importas. Hoy aprieto mis puños y busco una última oportunidad; te digo “no te amo”, y me respondes con mil besos y abrazos.

NOV144. PALABRAS AFECTOEFECTIVAS, de Juana Mª Igarreta Egúzquiza

Mi madre no pudo ser una mujer de letras, pero sí fue una mujer de palabras. Además de recitar de memoria las fábulas de Iriarte y Samaniego, ella hizo que jugar con las palabras fuese en casa una costumbre.
Con ella supimos que un comunicardor es el mejor informador de incendios; que los invitardos son esos invitados que siempre llegan tarde; que al pulgatorio van las pulgas a redimir sus picados.
También nos hizo herederos de palabras como: chirlis, mirlis, paternalis y zorronzonclo, según ella, inventadas por mi abuelo Joaquín, maestro de escuela, para expresar en escala de menor a mayor los grados de la borrachera.
Ya mayor, tuvimos que hospitalizarla debido a un problema neurológico. Cuando volvió a casa no podía andar, ni leer, no entendía el reloj…
Nosotros, para motivarla, le preguntábamos: — ¿Cuáles eran esas palabras que se inventó el abuelo? Ella nos miraba seria y no respondía. Así un día tras otro.
Llegó Navidad. En Nochebuena, después de cenar, toda la familia rodeamos su cama. Sin darnos tiempo a entonar el primer villancico, pudimos oír de su boca: “chir..lis, mir…lis, pater…nalis y zorron…zonclo”. Fue nuestro mejor regalo navideño. Lo celebramos con un cóctel de champán y lágrimas.

NOV143. AUSENCIA, de Begoña Rocandio Díaz

Cuando me levanto por la mañana, despliego cuidadosamente mi lado de la cama, estiro las sábanas y… ya está. Cama hecha. En el cuarto de baño, un solo cepillo de dientes, una toalla… En la fregadera, un plato, un tenedor, un vaso… La botella de vino empezada anoche, medio vacía, el tendedero, medio lleno. Uno sólo, medio, uno, medio… Mis días, medio vacíos, y yo, ahora sólo una.
Paso horas buscando. En la enciclopedia, en mil libros, en internet, en mil páginas web. Busco una palabra, una sola, que dé sentido a mi cuerpo, mi pensamiento, mi alma, mi existencia. Pero no la encuentro. “Todo lo que puedas definir, existe”, me dijo él un día. ¿Tendré que inventar una nueva palabra? ¿O será que, en realidad, yo ya tampoco existo?

NOV142. RETRATO DE AMOR, de Mª Belén Mateos Galán

Cada noche de puntillas y en silencio, abro con cuidado la chirriante puerta de mis niños. Me acerco a ellos y les observo mientras dormitan en sus camitas pequeñas, sus caras muestran paz y su sonrisa buenos sueños. Acaricio sus rostros sonrosados y cálidos por el amoroso abrazo de su colcha. Les acuno con nanas y les susurro cuentos de finales inventados. Permanezco allí un minuto, un segundo, una horavida… No sabría decirlo. Pero al ver llegar a la aurora, abandono la estancia de la misma forma en que la he habitado. Con una lágrima en los ojos y una palabra de aliento en mis labios, regreso al marco de fotos que en la pared cuelga desde hace un año.

NOV141. UANHOUU, de Miguelángel Flores

Me pareció oír mi nombre mientras me secaba la cabeza con la toalla. Juanjo, dijeron. Pero no había nadie. Abrí la puerta, cariño, ¿me has llamado? No había sido ella.
Otro día ocurrió después de afeitarme. Y esa vez lo oí claramente, pero con acento. Sonó igual que como lo pronuncia mi profesora nativa de inglés: Uanhouu. Prestando atención, descubrí que había sido el desagüe. Sí, al quitar el tapón, decía mi nombre, Uanhouu.
Volví a llenar el lavabo por el placer de oírlo de nuevo. Y mirando fijamente el agua que se iba, me desvanecí detrás de ella, siendo absorbido por el sumidero. No me pregunten cómo, pero talmente fue. Ahora vivo en la curva que va del desagüe a la pared. Aquí encontré al llegar el anillo que perdí hace una década y una funda dental. No estoy mal, pero la echo de menos. Además, a veces llora y sé que es por mí. La oigo hacerlo, impotente, luego cómo orina y al final, siempre la cisterna. Ahora estoy aprendiendo a decir Maricarmen en desagüero. Y así me la traigo aquí conmigo. A fin de cuentas, pienso, a ella también le gustan el agua y los secretos.

NOV140. ACTITUD DE POMPILIOS Y RALUCAS ANTE EL CÁNCER, de Ignacio Feito

Cuando los pompilios escuchan cáncer, a no tardar se ponen en manos de los médicos y circulan por las carreteras atentos a los consejos que se muestran en los carteles de asociaciones y organismos y siguen con atención los espacios publicitarios, de modo que se acaban curando normalmente y de viejos lo cuentan a sus hijos cuando salen para presenciar una partida de petanca.

Los ralucas con cáncer lo miran con alegría o displicencia. Andan siempre buscando a esta y al otro que sanaron antes que ellos y van a celebrarlo sorbiendo vasitos de Masari y marchando al anochecer al RetraPark donde bailan barriguai y bailan tastofjony mientras se clasifican unos a otros formando grupos según la fisonomía de su quebranto, los del pelo cándice, los de gran pisarriba, los carentes de upa, y, cuando amanece, están curados y exhaustos porque se curan de risa.

Las numas se dejan habitar, se cuelgan carteles en blanco y se quedan quietas de incertidumbres, hay que visitarlas enseguida de modo que se pueda besarlas de frente y de oblicuo y decirles palabras nuevas muy a menudo porque ellas solas no sienten que se curan, necesitan que tú se lo digas cada día.

NOV139. DESACELERACIÓN ECONÓMICA, de Alvaro Varela Plaza

Había pasado la noche en vela meditando aquellas palabras, tratando de buscar la forma de engañarme a mí mismo, de conseguir que sonara menos… nefasto.
Ahora, el murmullo acalorado del hemiciclo corta la respiración y censura mis últimos intentos de improvisar la comparecencia.
Las luces del techo se antojan cegadoras, reflejadas en el atril de caoba. Todavía sigo sentado en el butacón azul del pasillo. Me pregunto si mi discurso arrancará los más sinceros aplausos o sumirá la sala en un estrepitoso abucheo.
Creo que me han llamado en varias ocasiones antes de que el ministro de mi derecha me saque del trance con un codazo nervioso.
Me levanto y bajo despacio los pocos escalones enmoquetados que me separan del centro. El micrófono está abierto, y mi respiración agitada retumba en los altavoces.
De repente, todo queda en silencio. Despego los labios y luego, aguardo un instante. ¿Existirá esta palabra?
Suspiro, y luego, entono en voz alta –Nos encontramos en una etapa de desaceleración económica…

NOV138. GUASAPEANDO, de Cándido Macarro Rodríguez

Quizás hablar de una sola palabra inventada se nos quede muy corto cuando nos referimos a los smartphones, para mí misteriosos y desconocidos artilugios del demonio.
Sí. En lo que a estos aparatitos se refiere lo que se ha inventado es todo un lenguaje totalmente ininteligible para los no iniciados.
Así, por ejemplo, cuando dos jóvenes en edad de merecer interrelacionan gracias a que son un saco de hormonas en plena efervescencia, es relativamente sencillo interceptar la siguiente conversación mediante guasap, sustituyendo el arcaico “mirarse a los ojos” por verse a través de la cámara del móvil:
Ella le manda señales:
– Mlas mzo jdío!
Y él, como no puede ser de otra forma entra al trapo como un Miura:
– T tmb. m mlas. Q psa? Qrs Rllo? T aptc fllr?
Pero ella que en el fondo es una calientabraguetas le responde:
– N pdo Tngo l rgla
Él, resignado a su suerte y en espera de una ocasión más propicia, contesta:
– N imprta M ago 1pja
¿Nos hemos enterado los profanos? Malamente porque utilizan un lenguaje críptico de palabras inventadas que sólo los de su especie conocen.
El mundo va demasiado deprisa a partir de los cuarenta.

NOV137. MODICIDIO, de Tíndaro del Val

Me detuvieron por combinar traje de rayas con camisa de cuadros. Pasé aquella noche encerrado en un calabozo, junto a un par de señoritas en leggings de leopardo y un turista con sandalias y calcetines blancos. Al día siguiente me llevaron ante el juez. Vestía una toga cuidadosamente planchada con cuello de terciopelo y puñetas de encaje de bolillos. Me sentaron en el banquillo de los acusados y leyeron los cargos: “Modicidio en primer grado”. Los testigos empezaron a desfilar: mi jefe me acusó de no saber combinar nunca el color de la corbata, y mi vecino me llamó asesino porque me vio tirando una camisa de Armani con manchas de tomate. Además, durante el registro de mi domicilio incautaron un chándal beige, dos riñoneras y varias chaquetas con hombreras. El juez dictó sentencia: dos años de prisión. Protesté airadamente. Cambié de abogado. Hasta hice una huelga de hambre. Pero no sirvió de nada; al parecer mis reivindicaciones estaban pasadas de moda. Ahora sólo me queda esperar a salir de la cárcel. Aunque podría haber sido mucho peor si hubieran investigado los montículos de tierra del jardín trasero de casa.

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