Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

SEP171. EL CAMIONCITO, de María Elena Padrón

Cuando llegó a la plaza aún soplaba el viento cálido que dejó la tarde de Septiembre. Había alargado el momento por miedo. Pero allí estaba. El camioncito naranja dejó polvo en el camino al alejarse. El viejo campanario la miró sin decir nada. En el aire se respiraba sus ansias y sus miedos.Entró y miró el cajón metálico que esperaba su visita. Tenía que estar allí, Su carta. La noticia de su vuelta.
Días y noches esperando , deseando.
El se lo dijo al partir. Había prometdo volver.

SEPT170. ¿ESPERAR ? O ¿NO ESPERAR?, de Esther Rodríguez Caballero

Nos juntábamos todas las tardes a esperar. Justo al anochecer. Esperábamos y esperábamos. Desde siempre.
-Abuelo, ¿cuándo volverán nuestras palabras?
-Debemos esperar, hijo, están llegando. ¿No las sientes? Son como la luz de las estrellas, están muy lejos y van viajando hacia nosotros. Pero aún tardaremos en escucharlas.
El abuelo decía que las palabras de cada uno habitan en un lugar recóndito del universo. Y que, cuando nacemos, comienzan a viajar hacia nosotros y nos van llegando en oleadas, poco a poco, como el mar, hasta habitarnos del todo. El abuelo se dormía feliz esperándolas. Pero yo me quedaba toda la noche aguzando el oído y escribiendo las palabras que me llegaban mientras todos dormían. El abuelo no lo sabía, pero nuestras palabras, no venían de tan lejos como él creía. Brotaban de nuestros propios sueños cada noche. Y si no las atrapábamos al vuelo, se volvían a sumergir en tinieblas inescrutables. Yo he cazado muchas ya. Las tengo todas guardadas en mi cuaderno. El único problema es que pocos las entienden. Y algunos, andan por ahí diciendo que, al final, me he vuelto loco por perseguir palabras.

AYER, EN BILBAO

De izquierda a derecha: Esther Cuesta, Esti Dilla, Ignacio Uranga, María Elejoste, JAMS, Aurora Royo, Susana Revuelta, Paloma Casado, Begoña Heredia, Ginette Gilart, Kistila, Rosa (Molino de Bonaco), Jesus Redondo, Lines, Asun Gárate, Charo. (AMPLIA CLICKANDO EN LA FOTO) 

… a veces recuperamos la sensación de la infancia, de que no importa lo que ocurre a nuestro alrededor, de que el tiempo pasa volando, porque estamos haciendo lo que nos gusta, porque no hay nada que nos apetezca más hacer que lo que tenemos entre manos…
Ayer, en Bilbao, recuperé esa sensación. Fuimos reunienéndonos poco a poco frente al mágico espacio del Museo Guggenheim. Finalmente nos juntamos 19 personas. Algunos conocidos, y unas cuantas caras nuevas. Es un placer muy particular ponerle un rostro a gente a la que podrías decir que conoces un poquito… Esther, Aurora, Esti, Asun…
El viento sur en Bilbao hace la temperatura muy agradable, pero nos impidió la “travesura” plástica programada: soltar al aire globos con nuestros relatos dentro para recogerlos después al azar. Lo hicimos de una forma menos “espectacular” pero hubo globos e intercambio.
En un precioso café de la zona vieja de Bilbao nos dispusimos a leer en alto los relatos que nos habían tocado al azar; la única conclusión: que algunos tenemos más facilidad para escribir que para leer… y que algunos relatos soportan bien la lectura contada y otros, en cambio, son sólo para la lectura reposada en silencio.
Comimos en la Peña del Athletic de Bilbao. Como se come en esa tierra: bien, agusto, abundante, rodeados de amigos… Durante la comida los textos corrían por la mesa atendiendo las quinielas de unos y otros; ya se anunciaba que íbamos a acertar pocos. Con el postre… la suerte estaba echada.
Tras la comida Ricardo y Aurora ejercieron como dos excelentes guías. Bajamos un poco la comida en un paseo comentado que nos llevó al famoso puente e iglesia de San  Antón,  que son el símbolo que aparece en el escudo de la ciudad. En un rincón, entre sus piedras y la ría, encontramos el lugar perfecto para finalizar nuestro juego del día. Por votación secreta elegimos como mejor relato de la Kedada el que resultó ser de Susana Revuelta, y en las quinielas de “quién ha escrito qué cuento” ganó Ginette Gilart (que adivinó 4 de 14 presentados)
Cuando miramos el reloj, ya era la hora de regresar para muchos… Ya¡¡¡ Si apenas acabamos de comenzar… Habrá que continuar otro día, en algún otro lugar… Se presume que podría ser Burgos…
Fue una tarde, simple y llanamente, perfecta. 
Gracias a tod@s
(Publicaremos los relatos presentados y un reportaje fotográfico muy pronto)

SEP169. LLUVIA SOBRE EL CORAZÓN, de Laura Garrido Barrera

A los tres días regresa a casa, borracho, con los ojos hundidos y sus ropas empapadas en alcohol. Ninguno de los dos tiene mucho que decir y Susana se repliega en el sofá continuando su lectura. Había llegado a la página treinta, día doce, 08:00: “todavía sin noticias de Gurb. Llueve a cántaros”. ¿Llueve?, pregunta Susana. A cántaros, responde Alberto balanceándose sobre sus talones a punto de caer. A media mañana, Susana se levanta del sofá, se arregla y se detiene en la alfombra mirando el cuerpo inanimado de Alberto tendido en el suelo. Le hinca el tacón en la tripa y él se revuelve rezumando saliva. Susana se dirige al dormitorio, abre la maleta y mete toda su ropa. De nuevo le hinca el tacón, esta vez en la entrepierna. Él sonríe con los ojos cerrados y murmura un nombre de mujer entre dientes. Susana deja la maleta, coge una regadera con agua y la vierte sobre su cara como un torrente de insultos que no pronuncia. Cuando él abre los ojos, le dice: Me marcho. ¿Llueve?, pregunta él. A cántaros, contesta ella dejando escapar unas lágrimas que rebotan en su nariz. Para siempre, añade Susana. ¿Llueve?…

SEP168. DESTINOS, de Merce Ribera-Baja

Se jugó el destino entero con aquel billete, apostando todas las esperanzas al riesgo de un solo viaje. La travesía de su necesidad.
Supo, cuando en la cola de regreso se destapó la sima del mundo a sus pies con dulce acento caribeño…Abra la maleta!, que sus hijos ya no lo reconocerían al volver. Que tantos años después, solo sería un desconocido apareciendo sobre la odisea sus pasos.

SEP167. ÚLTIMA LLAMADA, de Mariano Álvaro

Hoy he vuelto a quedarme absorto mirando la pantalla del móvil fijamente. Quería llamar a un conocido, pero mis dedos se han deslizado torpemente por la pantalla hasta detenerse en tu nombre. He pensado en pulsar el botón verde, pero sabía que no responderías; ni siquiera sé por qué conservo todavía tu número, si sé que nunca volveremos a hablar.
De pronto los recuerdos de nuestro último encuentro han vuelto a golpearme como puños de acero en la boca del estómago. Media hora de discusión arrasando toda una vida juntos. ¿Cómo empezó? Desde entonces no he podido recordarlo; algún asunto banal se fue colando entre nosotros como el veneno de la serpiente se mezcla con la sangre de su víctima hasta acabar con ella.
El sonido melódico del teléfono me ha devuelto a la realidad. Por un momento he sentido un escalofrío; he creído volver a escuchar la voz de tu madre, diciéndome que había perdido a mi mejor amigo en un fatal accidente.

http://marianoalvaro.blogspot.com.es/

SEP166. NUNCA, de Mila Higueras Moreno

No quiero volver a estar apresado en la fuente…a horcajadas esperando verte
En el camino que transite, encontré duendes y druidas escondidos entre la madreselva
Y el penetrante olor a ti; que me aconsejaron no volver…tu agua estaba tan infectada
de ese sentimiento, que solo con unas gotas ya sentía la pasión.
He caminado arrastrando toda clase de harapos…verdes de esperanza,
Rosas de amistad, amarilla de esperanza, azul de entusiasmo, eléctrica de orgullo,
Violeta de desespero, turquesa de envidia, roja de verdadera pasión
Y nada me ha dejado contemplar la realidad tratándose de ti.
El camino que se extiende ante mis ojos, tiene castillo con almenas,
Tiene grandes ventanas en casas pequeñas…tiene cuevas llenas de luz, color y tejidos que la adornan con la calidez del hogar que deseamos.
Tiene rincones donde se esconden las hadas buenas.
Solo quiero volver a la fuente que soñé y busque y a horcajadas bebí su agua…agua maldita
Que lleno mi garganta seca de la abundancia que solo da conocerla.
Esa agua que solo bebemos cuando estamos ciegos…sordos pero nunca mudos…
Que nos deja sin palabras… y por ello:
Nunca digas de esta agua no beberé sobre todo si la fuente se llama “amor”

SEP165. GRIS MEDIO, de Gonzalo Collado Solar

No recordaba el momento en que ese espectro de luz plomiza se volvió presente en cada uno de sus actos. Por las noches se despertaba tembloroso, el corazón embistiendo su pecho en un ritmo febril y trataba de retener en su mente la infinidad de colores manifestados segundos atrás en sus viajes oníricos. Rojos crueles, azules lejanos, amarillos suaves, verdes salvajes… Deseaba dejarse hechizar por su luz vitalizadora.
La realidad se le hizo palpable en forma de gélido gris medio, un sentimiento de no existencia le recorrió el cuerpo de manera viscosa. Sin saber bien como se vio a si mismo corriendo a lo largo de la calle desierta; necesitaba poner su cuerpo al límite, gritar primariamente hasta destrozar su laringe. Llego exhausto, la luna brillaba arrogante, quería sentir el agua helada en sus pies doloridos. Su mente domada se agito al contacto de la arena húmeda. Inmóvil, escuchando el calmo rumor de las olas muriendo, percibe la presencia de un cuerpo cercano. Aunque es de noche, ve claramente el color granate de su abrigo, hipnotizado se acerca hacia el penetrante verde de sus ojos mientras el rojo confortable de sus labios le pregunta ¿Volverás?

www.dreambeestudio.com

SEP164. BRAZOS DE SAL, de Carolina Galiani

La tela en blanco la miraba silenciosa, esperando sus pinceles llenos de palabras y colores.
Parecía que la tarde, aletargada sobre la hierba, caminaba despacio hacia la cama de la luna.
Se abrazó a sí misma, con sus largos y tristes brazos de sal. Se estremeció, como si la brisa de la tarde le hubiera acariciado el cabello.
Eligió un pincel usado y lo empapó de color azul. Lo mezcló en silencio con un bote de palabras y pintó en el lienzo la palabra soledad. Sus brazos de sal se hicieron más largos y fríos.
Dejó el pincel y mojó la yema de su dedo índice en el color verde y ató a la soledad con hilos de seda perfectos. Dibujó un puente casi transparente pintado de blanco y naranja.
Se durmió la tarde a los brazos de la luna. Como casi todas las tardes. Y el lienzo silencioso se acurrucó a sus pies.
Quiso hacerlo, pero no supo cómo. Quiso llorar y que se derritieran sus brazos de sal.
Quiso decirle al puente que la dejara volver, pero la brisa jugaba con sus palabras, alejándolas.
Y se quedó allí anclada en la otra orilla, como siempre, queriendo volver.

SEP163. MANDALA, de Héctor Hernández

El viento de otoño, ese que lleva consigo las hojas y los colores, le trajo a finales de Noviembre. Hacía tanto tiempo que se había marchado, que ya poco quedaba de lo que dejó al partir. La casa, que no era más que una sórdida habitación vacía, olía a polvo y olvido. Por las paredes horadadas se colaban los últimos rayos del día. Entró desconfiado, sabiendo que había sido inútil su partida, que había sido inútil volver. Tomó entre sus manos callosas un payaso triste de porcelana al que le faltaba su paraguas y la mitad de su sombrero. Recordó el momento exacto cuando lo compró en aquella feria, muchísimos años atrás. A ella le había gustado la figurita y él, en un acto de galantería, se la regaló. Colocó la figura en donde lo encontró y se giró para salir. A medida que avanzaba por la habitación sus pasos se hacían lerdos. Sus ojos, su rostro, su cuerpo entero comenzaban a desmoronarse. Cuando creyó alcanzar el umbral, sintió cómo
el viento frío hería su piel que comenzaba a disgregarse en partículas de polvo y minerales que caían sobre el piso de tierra formando, así, una maravillosa mandala multicolores.

SEP162. TURBULENCIAS, de Paloma Hidalgo Díez

El centauro hace pulseras, trenzas que teje con sus crines y margaritas que arranca del balcón. La ninfa llora lágrimas siamesas, de cuarzo y amatista, que engarza en zarcillos de plata. El dragón expolia escamas relucientes de sus garras para hacerle una diadema. Ya no saben qué hacer para que vuelva. No saben que la niña que leía sus historias ya no está, pero que dentro de poco, un día de verano quizás, la adolescente que ahora ocupa su cuerpo, sentirá nostalgia de aquellos buenos ratos que pasaron juntos y regresará. Y esta vez, para quedarse.

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