Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

SEP23. NO VOLVERÉ, PORQUE JAMÁS ME FUI, de Modes Lobato Marcos

« Querido diario: hoy mami me a dado para desayunar chocolate con churros. ¡Que ricos estaban!.
Despues han venido a casa Anita y Clari y hemos cogido las vicicletas y nos hemos ido a pasear por la orilla del rio. Bueno y tambien hemos hablado de los chicos que nos gustan y esas cosas.
Yo les e dicho que no se si es amor o que sera, pero que cada vez que veo a Josito, me pongo nerviosa como una tonta.
Y nos hemos reido mucho y luego hemos hecho un pazto de secreto entre las tres.
Por la tarde mami me ha comprado un vestido de color rosa. ¡Precioso!.
Luego he estado con estas otra vez y hemos jugado a la conba y al escondite.
Para cenar habia macarrones que son mi plato faborito, y he ido a la cama y papa me leyo un cuento y mami me echo vic vaporus en el pecho, y les he dicho que los quiero mucho a los dos.
HOY A SIDO EL MEJOR Y MAS FELIZ DIA DE MI VIDA.»

Mientras, mi anciano cuerpo flota inerte, mecido por las olas del mar, en la orilla de la playa.

SEP22. RECORDANDO A KAVAFIS, de Fernando da Casa de Cantos

La megafonía de la estación anunciaba constantes salidas de autobuses hacia cualquier punto del mapa. Dolorosas despedidas precedían a alegres reencuentros. Enfurecidas huidas vaticinaban apasionadas reconciliaciones.

Situado en la cola de los adquirentes de un billete de esperanza hacia un futuro mejor, Homer miró a su alrededor. Quiso cruzar su mirada con la de algún transeúnte al azar, jugar a adivinar su destino y trazarle un pasado y un presente mejor que el suyo.

Regresaba a casa después de cinco años. Celos incomprendidos, un portazo y adiós. Se marchó como volvía, sin equipaje y sin dinero, dispuesto a entrar en batalla con lo puesto. En el camino acumuló diversas vivencias limpiando ciscones de negros hornos, sirviendo dudosos brebajes de flor de loto y haciendo ciclópeos esfuerzos por no sucumbir ante hambrientas cuarentonas que frotaban sus cuerpos contra el suyo cuando trabajó de monitor de calipso y otros bailes tropicales.

Encontró la mirada que buscaba. Una dulce niña de voz angelical le sonreía. Hipnotizado por su belleza, solo reaccionó cuando ella le regaló un poema de Kavafis: Ítaca.

Homer lo leyó. Cuando terminó, la emoción vertida en cientos de lágrimas revelaba que aún no debía regresar. Decidió acumular más experiencias.

SEP21. ALIENÍGENAS, de María del Carmen Guzmán Ortega

Buenos días, base. Ya es por la mañana, pues por la escotilla del este se puede ver la claridad que asoma por el horizonte, roja, como en nuestro planeta. Me tomaré mi desayuno en bolsitas y empezaré a reparar la nave.

¡Hombre, un sol, un único sol, como en nuestro planeta! Bonito amanecer, sí señor. Pero… ¿qué es eso que viene por ahí?
Son muchos, muchos vehículos de color marrón, en fila, como un ejército… ¡Y vienen hacia aquí! Están bajando ¡y traen armas como las de los estúpidos de anoche!

Definitivamente, estos alienígenas de dos piernas y dos brazos no tendrían ni media bofetada de mis cuatro manos ni media patada de mis cuatros pies.

Y ahora que ya está reparada mi nave, levanto el vuelo, me las piro , y a casita. ¡Meteos vuestro planeta donde os quepa, monstruos horrorosos!

SEP20. CONSECUENCIA, de Beto Monte Ros

Al salir de la cárcel no sabía adónde ir, por eso volvió. Desde entonces, se sienta en las escalinatas que conducen a la iglesia. Es domingo, promete ser un buen día. La ve venir por la plaza con un niño, agarrados de las manos, su corazón da un brinco. Ella se detiene a conversar con la señora que vende flores, a la que sus anchas caderas revelan que alguna vez tuvo un cuerpo de sirena. El chico se divierte con el señor que recoge los desperdicios de la calle, un tipo al que le falta el ojo izquierdo, a quien mortifica apuntándole con un globo que sale disparado por la presión del aire. La mujer se acerca arropada por el olor de las flores que ha comprado, se coloca a su lado, busca una moneda y la deposita en el sombrero que muestra a los que pasan. Él se acuerda de ella, la chica que todos pretendían y que un día le dijo, “si paso de curso me acuesto contigo”, pero ella no reconoce, en el mendigo que extiende su mano, al hombre que fue su maestro, en la escuela del pueblo.

SEP19. TREINTA, de Ricardo R González Ramos

Diez tardaron en repararlo y otros diez en recapacitar. Eran Troya, Itaca y el mar en 40 km².
En estos últimos diez años germinó y floreció. Louise Bourgeois trajo a su Mamá y Jeff Koons a Puppy a casa de Frank Gehry, Dolores Palacios y Federico Soriano dejaron un barco en el astillero, Foster nos introdujo en las profundidades y Calatrava nos hizo patinadores.
El 19 de Agosto de 1983 Comíamos caracolillos en Portonovo. Estaba tan fría el agua que preferíamos cogerlos simulando el baño.
Ese día llovió y llovió y llovió. Llovió tanto que nuestras mujeres aprendieron a jugar al mus.
El día 26 “El Madriles” no volvió a recoger más cartones y decidió quedarse en su portal.

Debíamos volver. Se acabaron las vacaciones. En cada parada buscábamos teléfonos públicos para preguntar qué era necesario.
Jamás entendí que después de unas inundaciones solo necesitaran agua.

SEP18. FRAGMENTOS, de Fran Rubio

Soldados desquiciados regresan a casa con la sensación de no saber para qué se fueron: guerra fraudulenta. ¿Quién les busca ahora su lugar, un espacio donde recomponer esos fragmentos irrecomponibles? Por las noches, oigo llorar en su habitación.
Que nadie me ate, grita Ulises en aquel sueño común de sirenas amputadas, repetido y compartido generación tras generación, aunque la isla sigue sin aparecer. La búsqueda se convierte en castigo: ni camino ni casa; hordas inmortales de ángeles condenados a volar para siempre; Ulises clonados que buscan Ítacas pulverizadas por ensayos nucleares; Penélopes largamente secuestradas por guerrilleros de turno que se preguntan para qué sirve una rueca. Solamente Crusoe disfruta sin saberlo de un paraíso encontrado, viernes tras viernes. Incluso Gardel ha olvidado la letra de su tango favorito, pero continua fumando en su tumba. ¿Adónde volver si no has sabido irte?
En la habitación del sótano, con esa mirada vacía que se trajo del frente, mi hermano ha dejado de sacar brillo a sus medallas al mérito, y parapetado en su locura, espera irreductible el regreso de los Beatles, de Chavela, de Lorca, sin aceptar que para él la guerra se ha acabado. Que la guerra acabó con él.

SEP17. EL ÁRBOL DEL DESTINO, de Inés Zapirain López

Cada septiembre me gusta volver. Y que mis ojos busquen de entre un ejército de tamariscos tan solo a uno: aquel que cambio mi vida.
La visión de ese árbol y los consiguientes recuerdos me llevan a filosofar sobre la existencia y sus misterios. Interrogo a mi mente sobre si el destino está escrito; pero un intelecto apegado al mundo es limitado y no puede responderme.
Sin embargo todo cambia al roce de sus ramas. Todo parece cobrar sentido cuando me apoyo sobre su tronco. Sí. Aquel día estaba escrito: mis ganas de sol acercándome a la playa; el viento levantando olas tempestuosas de arena blanca; la aglomeración; las ráfagas cada vez más fuertes impidiéndome avanzar, asustándome… El hombre que agarró mi cintura devolviéndome la seguridad.
Buscar refugio fue imposible, así que aquel desconocido apoyó su espalda contra un tamarisco y me abrazó. Pegó mi cuerpo al suyo hasta fundirme con él. Cuando el viento calmó su ira, nuestros ojos se pasearon entre los árboles caídos. Solo el nuestro seguía en pie. ¿Estaba ahí para unirnos? ¿Llegamos nosotros para ayudarle?
Cada septiembre me gusta volver. Y pasear por la bahía hasta encontrar un árbol. Y retornar a sus brazos después.

SEP16. TAL VEZ, LLEGUES TARDE… de Claudia Díaz

Mi angustia me devora. Mi hijo,nunca quizo tomar mis buenos consejos, mi esposo fallecio hace un año.Mi edad ya no me permite casi movilizarme,y con mis problemas de salud,menos. El se fue de casa,le di todo,vivi para el.Espero que reflexione,el circulo mas intimo de la familia, somos nosotros dos. Y deseo,que si tiene que volver,que no sea demasiado tarde.Que mi cuerpo,no estara en este mundo,y mi alma,es por mi creencia,que seguira viva.Dejare una carta escrita,por si tiene que volver.Que dira: ¡Hijo!…me abandonastes,pero ahora no estoy…no necesito de tu arrepentimiento,y te dejo esta rosa blanca,como simbolo de pureza,y que la lleves contigo.Y para que apagues…¡tu rebeldia!…tus malos modales,y tus malas compañias.¡Que a lo mejor!…algun dia,algunos de ellos te abandonara.¡O terminaras mal!…¡muy mal!…no vengas a visitarme,porque ya en ese lugar oscuro,no podre mas hablarte.Solo encontraras mi silencio, un silencio eterno…¡que por mas que grites!…no podre responderte.Te dejo,quiero irme bonita de este mundo…¡para ver!…si me encuentro con tu padre.

SEP15. DEMONIOS, de Alberto Quiles

La oscuridad entraba por la ventana y frente a sí la luminosidad se difuminaba en cuestión de segundos. No hizo falta esperar y, sin fuerzas para defenderse, comprobó como aquella sombra le asfixiaba mientras yacía sobre la cama. No hicieron falta actores secundarios, ni sonidos lúgubres, el silencio y la oscuridad se apoderaban de lo que le quedaba de vida.
Espasmos recorrieron todo su cuerpo y a ello se le sumaron su último hálito y su último latido; la maquinaria dejó de funcionar.
¡Tac, tac! Y su pecho vibró. ¡Tac, tac! Y la electricidad recorrió cada minúscula parte de su cuerpo.
– ¿Por qué he de volver a levantarme cuando mis demonios me poseen una y otra vez? – gritaba aquel infeliz a aquella sombra que se iba alejando – ¡Llévame contigo!
Poco a poco fue recobrando el sentido, hasta que se dio cuenta que se encontraba en una ambulancia.
La próxima vez no usaré navaja – susurró sin que nadie lo notara, aquel hombre que volvía al sueño.

SEP14. EL ABRAZO, de Ginette Gilart

Treinta años habían pasado desde aquel día en que Celia cruzó la frontera. Ahora hacía el camino a la inversa. Cuando puso los pies en territorio español su hija pequeña, de diez años, la observó y notó el leve temblor de su barbilla y en sus ojos un nuevo brillo.
Después de un largo camino recorrido en tren, por fin, llegaron al pueblo, a la casa familiar.
Fue su hermana quien abrió la puerta y, nada más verse, las dos mujeres se fundieron en un abrazo eterno, sin decir palabra. La niña al ver la escena, sin saber ni cómo ni porqué, sintió, desde lo más hondo, subir como una ola y sus ojos se bañaron en lágrimas…
Desde aquel momento supo descifrar y leer las señales dibujadas en las caras de la gente, supo lo que significaba la palabra emocionarse.

SEP12. EL MEDALLÓN, de Susana Revuelta

Es de noche cuando Birgit regresa a la aldea nevada donde aguarda impaciente su madre, enferma de luto. En el tanatorio de la ciudad ha identificado el cadáver incorrupto, ha reconocido el rostro que llena las paredes y estantes de su casa convertida en santuario hace más de cincuenta años.
De pequeña, disfrutaba haciéndose la dormida cuando su padre venía a darle un beso antes de salir de caza. De aquel último le quedó un sabor salado, como cuando su madre la sacudía con el atizador.
Roald nunca se ausentaba más de uno o dos días. La búsqueda por las montañas resultó inútil. Nunca encontraron su trineo, ni su cuerpo.
Un repentino movimiento del glaciar le trajo de vuelta. Tal y como le recordaba. Ahora arrastra los pies sobre la nieve del camino a casa, se detiene al borde del risco y se asoma al vacío. Se gira para contemplar la silueta de la octogenaria en la ventana iluminada. Duda. Afloja el puño. Abre de nuevo el colgante. Dentro, la imagen de una desconocida con un niño. Y su padre. Abrazándoles.
Lo mete en el bolsillo del gabán y con una mirada de hielo enfila sus pasos hacia la cabaña.

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