Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

JUL167. EL ÚLTIMO DESAHUCIO DE TOMÁS, de Raúl Guadián Delgado

Clavó pupila al diccionario leyendo con detenimiento la definición de una palabra hasta entonces desconocida por innecesaria,
“1- Quitar a uno la esperanza de conseguir lo que desea”.
“2- Considerar el médico al enfermo sin esperanza de salvación…”.
No llegó a la tercera acepción cuando, apretando los dientes con la rabia de toda una vida de trabajo acumulada al lomo, decidió el final de su historia. Tras arrojar todas las pastillas a la basura procedió a salir de su casa cargando las alforjas de la memoria, negras como sus uñas de currela, con la imagen de Alba y sus padres abandonando la puerta colindante con su mundo. Pisaba ojeras camino de su destino cuando acarició el hierro en el bolsillo de su chaqueta y decidió que éste sería el último desahucio. Al menos para él.
La entrada en la sucursal bancaria le supo a salida por la puerta grande. Andares orgullosos y mirada limpia que se enfrenta con los pequeños y sucios ojos del orondo director.
—“Hombre, don Tomás… usted dirá qué le trae por aquí”.
—“Preferiría no hacerlo, pero si insiste…”.

JUL166. HERENCIA INEXORABLE, de Elysa Brioa Escudero

Desde hace generaciones mi familia tiene la obligación de vigilar la ventana en el piso tercero del edificio. Es ahí donde está la silueta, inalterable, siempre en la misma posición. Durante cientos de años ha recaído sobre cada primogénito la labor de habitar lo más cerca posible de este lugar, sin perderlo de vista. Una vez al año hay que recorrer esos pocos metros, subir por las escaleras, entrar en la habitación que se vislumbra apenas tras los cristales y hacer la misma pregunta: Señor Bartleby ¿no cree que ya es el momento de abandonar este lugar? Siempre contesta lo mismo: preferiría no hacerlo. Tras esta respuesta regresamos de nuevo a casa, con la esperanza de que si le damos más tiempo la próxima vez la contestación sea distinta. Ya no recuerdo cuándo comenzó todo, ni qué sentido tiene seguir aquí. Mi vida ha sido cumplir esa rutina, pero estoy cansado, mis piernas apenas tienen fuerzas para hacer tan corto camino y no queda ningún pri
mogénito que continúe la labor. Esta herencia inexorable llega a su punto final, cualquier día el edificio desaparecerá de pura decrepitud igual que este mundo donde ahora solo quedamos Bartleby y yo.

http://elystone.blogspot.com.es/

JUL165. HUBIESE PREFERIDO QUE NO LO HUBIERA HECHO, de Mercedes C. Velázquez Manuel

Por el patio empedrado de la vieja casa de campo, caminaba inquieta y clueca la gallina con sus pollitos. Lograba meter bajo su ala a los diez vástagos cada vez que decidía taparlos. Allí, quietos y agasajados, permanecían hasta que la clueca se levantaba a picotear algún grano o pequeñas piedrecitas que, hábilmente y con suma constancia, seleccionaba con su pico.
La abuela decidió atar una tira larga de tela raída a una pata de la gallina, anudándola también a la pata de una pesada banqueta de madera de tea para que el animal no se alejara del patio.
El nieto pequeño, venido de la capital, apenas empezando a hablar y a corretear por los alrededores, pasaba unos días con ella. A un descuido de la abuela, se hizo con uno de los polluelos y apretándolo contra sí mismo, lo dejó exhausto y sin vida. ¡Abuela no funciona! Gritó el pequeño inconsciente una vez lo hubo dejado en el suelo desmadejado.
Su abuela, con tristeza y a la vez entendiendo la corta experiencia del nieto, relata la amarga historia a su vecina, insistiendo entristecida que hubiera preferido no haberlo visto, pero el caso es que el daño ya estaba hecho.

JUL164. LADRÓN DE CARTAS MUERTAS, de Patricia Mejías

El jefe del departamento se lo advirtió: —Es una labor harto difícil, y no es cualquiera empleado el que posee la entereza para realizarlo… —Y le expuso el interior del horno crematorio y el funcionario se estremeció. Durante un tiempo, su misión fue salvar a la mayor cantidad y hacerlas llegar a su destino; para ello no dudó en instalarse su morada en aquel lugar. Bajo el escritorio, una frazada; en una silla, una palangana, jabón y una toalla; algunos adminículos de aseo dental, y un biombo para protegerse de las inclemencias de las miradas. Así podía dedicarse entero a examinar cada caso, rastrear las pistas hacia algún destinatario. Poco a poco, perdió la dirección de su propia existencia entre tanta soledad de historias inconexas. Entonces, operó el instinto de supervivencia: entregaba al fuego a muchas, aún con esperanzas, con tal de proveerse de víveres y cualquier cosa que le fuera útil, y se parapetó detrás del biombo con una lata
de bizcochos de jengibre, hasta que el mismo director del correo le vino a suplicar:
—Márchese de aquí, por favor, y que Dios lo bendiga.
Entonces Bartleby contestó:
—Preferiría no hacerlo.

JUL163. DESENCUENTROS MORTALES, de Miguelángel Pegarz

Lidia y Juan se prometieron amor eterno. No eran matrimonio, ni siquiera pareja, cada cual tenía la suya. Pero juraron ser amantes perpetuos. Siempre, siempre y por encima de todo, podrían citarse. Durante años no hubo problema alguno, e indistintamente se reclamaron para saciar sus deseos más instintivos. Ella sigue reclamándolo con frecuencia insaciable. Juan accede, fiel a su palabra, pero cada vez le cuesta más. Desde que ella murió le resulta extraño.

JUL162. ELEGIDO, de Elisa de Armas

Por su antigua religión, la única verdadera; por las tradiciones ancestrales y la lengua milenaria; para vengar una opresión de siglos. En un momento de debilidad, mientras accionaba el detonador, deseó pertenecer a uno de esos pueblos inferiores, de los que solo saben mirar hacia el futuro.

JUL161. MANOLITO, de Nicoleta Ionescu

Ángel disfrazado, pobre loco o extraterrestre extraviado, Manolito era el personaje imprescindible de las historias de mis paisanos.
Por supuesto, Manolito no fue un niño normal. Nunca jugaba, nunca reía, nunca preguntaba algo. Sus movimientos eran despacios y prudentes, como los de un anciano. Parecía saberlo todo y no esperar nada de nadie. Cuando uno le dirigía la palabra, contestaba en voz baja, resignado, como si hubiera preferido no hacerlo. Decía cosas extrañas, ojalá tuviese alguién paciencia para comprenderlas… Junto a él, los hombres y los animales se ponían tranquilos, el tiempo parecía no escurrirse. Al encontrarlo, los chicos interrumpían sus juegos y nunca se burlaban de él. Ningún perro le ladraba y ninguna sombra le acompañaba.
Cierto día, Manolito dejó de hablar. Dos semanas después, dejó de comer y de dormir. Una luz color violeta aureoló su carita cada día más delgada. El doctor, aturdido, diagnosticó un tipo raro de saturnismo. Poco a poco, el cuerpo del pequeñin se desmaterializó, hasta que se puso transparente como el cristal. Murió apaciguado, por su propia voluntad, dejando atrás este mundo, que no había conseguido despertarle interés alguno. Dicen que, en su ataúd, por la primera vez, Manolito parecía estar feliz.

http://cesariarey.wordpress.com/

JUL160. VENTANILLA ÚNICA, de Rosa Molina López

Enterados de nuestra insólita eficacia, la cola crece día a día. Saben que jamás dejamos nada sin resolver y que nuestro silencio nunca es administrativo.

Sin embargo, cada vez presentan solicitudes más extrañas, como si tuvieran la certeza de que lo normal es lo extraordinario, el BOE un libro de hechizos y nuestra ventanilla el santuario de Lourdes. Se acercan con gesto detenido, veneración en su mirada y bisbiseando milagros escritos en impresos que, en cuanto depositan en el mostrador, se transforman en increíbles prodigios: a los mancos les crece el brazo, a los calvos el flequillo y las viudas se van felices con sus difuntos, livianos como visillos de gasa.

Como las iglesias están vacías, el obispo exige explicaciones. Sus ojillos de inquisidor nos dicen que preferiría quemarnos, pero sonríe cuando nuestro jefe de sección, aprovechando que somos interinos, nos despide con gesto solemne, como expulsándonos del paraíso.

Ya tenemos local y página web, pero todavía dudamos cómo tramitar el alta de autónomos: como sanadores, magos, brujos o nigromantes.

JUL159. EL ÚLTIMO FUNCIONARIO, de Laura Garrido Barrera

Estévez, un funcionario del Ministerio, miraba con desolación la pantalla de su ordenador. Se le agolpaban los mensajes en la cuenta de correo y los pinchaba uno a uno. Respondía con la misma frase, copiándola desde un documento de texto. Cuando terminó su labor, se levantó para dar un paseo de media hora. Cortó algunos esquejes de las plantas del jardín interior y los subió a su habitáculo en una bolsa de plástico. Mientras los plantaba en unos tiestos azules que adornaban las estanterías de su armario vacío, escuchó el tintineo de los nuevos mensajes. Con el cable del teléfono anudó las ramas del ficus a un tutor confeccionado con expedientes enrollados con cinta adhesiva. A las dos horas volvió a acomodarse y contestó cada mensaje de la misma forma.

Antes de abandonar su despacho, irrumpió la policía judicial con una orden de desalojo. “Preferiría no hacerlo”, contestó de nuevo. Le llevaron esposado recorriendo el edificio abandonado y cuando estuvo fuera pudo presenciar los preparativos para la demolición del Ministerio de Sanidad. Cuando llegó el turno al hombre encargado de los explosivos, éste le guiño un ojo y con voz alta y clara pronunció: ¡Estévez! ¡también preferiría no hacerlo!

http://demispalabrasylasvuestras.blogspot.com.es/

JUL158. CARTA A UN ALMA TRISTE, de Félix Valiente del Valle

Querida desconocida:

Usted aún no me conoce y puede que yo a usted tampoco aunque se perfectamente de su existencia. Desde hace un año la he visto realizar cada día el mismo trayecto en el metro y lo cierto es que no tengo un motivo que justifique la osadía de escribirle a no ser la tristeza que parece destilar su alma. La he observado todo este tiempo posar su mirada distraída en cualquier cosa: un asiento vacío, la puerta del vagón devolviéndole su reflejo, la maleta de algún viajero o un cartel anunciando no sé sabe qué. Nunca en un rostro, jamás en otros ojos, en ningún momento en la sonrisa de alguien.
He creído dibujarse en usted un alma terriblemente triste, una melancolía casi dolorosa derramándose desde usted hacia el mundo exterior. Quizás por eso abandoné ayer estas líneas en el bolsillo de su abrigo con la esperanza de que usted las rescatase cuando yo no estuviese presente. Es seguro que no habría sido capaz de hablarle a usted directamente o a lo mejor es que mi yo huidizo y de natural terriblemente tímido prefería no hacerlo.
Ruego disculpe el atrevimiento.
No está sola.

Fdo: Otra alma triste

JUL157. CARMÍN DE ALCOBA, de Ana Belén Rodriguez Piqueras

Sentada sobre el alfeizar de la ventana, ungida aún de rojo carmín infecto de sangre joven le observó durante un par de minutos. Rápidamente subió al segundo piso y agarró con ímpetu todos los escritos; olvidando tan sólo un invisible hilo de sangre grana a su paso. Antes de salir de allí, se detuvo de nuevo frente al joven tendido en el suelo y le besó convertida en Charles.
Carlos trabajaba como abogado pasante en el despacho de Miguel pero su verdadera pasión era la escritura. Carmen ahogada por el paso del tiempo inerte con su marido decidió, con sutil guante blanco de alcoba, acercarse a Carlos y conocedora de su pasión no dudo en compensar sus noches con sus relatos. Presionando a Carlos con confesar todo a Miguel le obligaba a escribir bajo el pseudónimo de Charles apropiándose de sus escritos
Carlos un día se enterró con su pluma y Carmen olvidó mirar entre las escrituras, desvelando por sorpresa a Miguel, en un juicio como este, lo siguiente: Al olvidarse el amor de su verbo escapo fugaz de ella y de mí mismo, respeta mi culpa Miguel cuando me encuentre rogando por ti en medio de este abismo.

JUL156. ESTUPICIDIO, de Juan Pancorbo Jiménez

La presentadora del reality preguntó por algo, en apariencia muy importante (de vida o muerte, pensarían sus telespectadores), y el monstruo televisivo del momento pronunció la fracesita: “Preferiría no hacerlo”. La presentadora rio y rio, y sentenció: “En ese caso…, sin problemas”. El público hizo suya la máxima como escudo del sufrimiento diario. Al día siguiente la afortunada expresión ya se había adueñado de la carcajada nacional: “- ¿Me pone un café?”, “- Preferiría no hacerlo”; “- ¿Me puede hacer factura?”, “- Preferiría no hacerlo”. Y así se fue colando el engendro en todas las conversaciones privadas y públicas, formales y coloquiales. El transcurso de los días no hizo sino aumentar su impacto: “- ¿Quieres tener un hijo conmigo?”, “- Preferiría no hacerlo”; “- ¿Puede usted asegurar que no es culpable de malversación?”, “- Preferiría no hacerlo”. Y todo quedaba disculpado. Un iluminado propuso
hacerlo el lema del país y al mes siguiente rezaba en el artículo 1 de la constitución.
– Este es el origen de la palabra “Estupicidio”, sucedió en el siglo XXI. Leed vosotros el resto que no tenemos mucho tiempo, – dijo el profesor.

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