Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

AGO161. CONVIVENCIA INÚTIL, de Fernando Martínez

Tengo una mosca detrás de la oreja y otras dos revoloteando la papilla endurecida de Isabelita. Varias cucarachas recorren el suelo a sus anchas. Un par, las más intrépidas o desesperadas, están a punto de coronar la montaña de platos del fregadero. Me arrepiento ahora de no haber accedido a comprar el lavavajillas. He descubierto que esas minúsculas hormigas argentinas han invadido el ecosistema de las autóctonas y el mío, que vienen para quedarse, que no le hacen ascos ni a la longaniza ni a otras carnes menos curadas. Que los repelentes tienen una función limitada y que las picaduras de mosquito ya no duelen cuando pierdes la cuenta. He aprendido mucho en este tiempo, pero sigo preguntándome cuanto más va a tardar María en volver del estanco, por qué tuvo que llevarse a Isabelita con ella y para qué necesitaba comprar tabaco si ella no ha fumado nunca. Tengo tanta hambre, tanta que, estoy seguro. Si María no vuelve pronto, moriré de inanición persistente.

UN PAR DE CAMPEONES

Nos ha llegado el chivatazo de un concurso fallado hace unos días, el Primer Concurso Casa de África PURORRELATO, y que tiene por protagonistas ENTC  a un par de amigos que se perfilan siempre en todas las quinielas… 
Vaya racha…
Ha ganado el concurso
MAR HORNO
y ha sido seleccionado para su publicación
EDWINE LOUREIRO

¡¡FELICIDADES!!

AGO159. MUESCAS, de Laura Garrido Barrera

Aplasta el escarabajo con el talón, y tras el chasquido de sus élitros, siente un profundo bienestar interno. Busca otro bicho, idéntico, y lo pisotea con igual decisión. Siente un pequeño desahogo que relaja sus nervios. Con una piedra realiza una segunda muesca en la pared donde se apoya su catre.

Sus acciones son criminales. En cuanto ve sus cuernos en movimiento, los persigue con saña hasta aplastarlos. Cuando se abre el ventanuco, sus ojos vidriosos se iluminan pensando que entre la lechuga puede encontrar alguno más, y sabe que no dudará en masticarlo. Busca el orificio por el que entran y lo ensancha con la cuchara para que sus visitantes no encuentren escollos a su paso. Pasadas tres semanas ya le cabe un brazo, y transcurrido un año, el cuerpo entero.

Una mañana asoma por el agujero un visitante menudo que viste a rayas negras y blancas. Es parecido a los escarabajos, lo nota en sus enormes pupilas dilatadas. Se excita, y tras un golpe certero con la palangana de hierro, realiza una nueva muesca en la pared. Se mira en el espejo, y se sienta sobre sus cadenas con la certeza de que ha encontrado otra víctima.

AGO158. GÉNESIS 9, de Eduardo Iáñez

Hoy he vuelto a soñar con un viaje inesperado y, después de un sueño inquieto, me he levantado con una inusual percepción de mí mismo. Sin vacilación la he achacado a la blandura interna de mis órganos, contenidos en un exoesqueleto de quitina de color pardo; a las largas y finísimas antenas que rematan mi cabeza y me permiten una inusitada apreciación de mi entorno; y a mis dos ojos compuestos dorsales, tan engorrosos como redundantes me parecen mis tres ocelos superiores. Todo ello me ha provocado una repulsión momentánea, a la que me he sobrepuesto obedeciendo a la imperiosa necesidad de salir de casa.
Fuera comenzaba a caer una fina lluvia, que nos ha renovado a todos por igual: a dictiópteros como yo, a laboriosos coleópteros y vivaces dípteros, a lepidópteros en cualquiera de sus fases de metamorfosis, a odonatos de magnética mirada… Juntos hemos dejado a un lado nuestros temores al contemplar cómo hoy, después de una semana de incertidumbre, las naves han comenzado a posarse con suavidad. Hemos avanzado sin temor hacia ellas y hemos entrado ordenadamente. Nuestros iguales nos esperan ya para conducirnos en un recorrido ajeno, por fin, a las debilidades del género humano.

AGO157. CHEF – D’OEUVRE, de Jerónimo Hernández de Castro

El chef se inclina sobre su obra, sin que de su riguroso examen escape ni una brizna de cebollino fuera de lugar. Pronto emitirán el veredicto y la prestigiosa y cercana estrella en juego podría venir a identificarle como uno de los grandes. ¡Si el abuelo levantara la cabeza! El fundador del restaurante familiar estaría orgulloso de su nieto que, con la incorporación de nuevos conceptos de la diversidad cultural del planeta, había renovado técnica y elaboración de producto para poner la antigua casa de comidas en la vanguardia gastronómica.
Próximo al gran momento, no podía olvidar al amor de su vida, ella que jamás se apartó de su lado y a quien cautivó con un discurso de sabores para alcanzar su corazón, enamorado desde el paladar. Con una pizca de tristeza lamentó que el plato decisivo no sería nunca servido a su amada pero no disponía de un segundo más. Su obra maestra estaba a punto para emplatar y los rigurosos jueces Michelin aguardaban en el comedor: Crujiente de cucarachas sobre verde caramelizado de saltamontes tiernos.

AGO156. INSTINTO DE SUPERVIVENCIA, de Mercedes Marín del Valle

Si no me apresuro jamás llegaré a tiempo, pero soy puntillosa rayando en lo obsesivo y esta labor tiene que estar perfecta.
Felices en su reunión de agosto , los insectos comentaban sus peripecias veraniegas, aún les quedaban dos días de protagonismo.
Cuando la araña llegó con su recién terminada labor encontró un espectáculo más que atractivo para sus mandíbulas carnívoras.
Las mantis esperaban coquetas una nueva victima con la que perpetuar su especie.
Los mosquitos trompeteaban nostálgicas melodías al borde del lago.
Mariquitas y zapateros comparaban el color y el brillo de su exoesqueleto.
Los escarabajos peloteros medían sus fuerzas con los ciervos volantes.
Las mariposas exhibían su colorido provocando el suspiro de las cucarachas.
Las libélulas jugaban a ser helicópteros privados para las hormigas.
Insectos palo e insectos hoja apostaban por la calidad de su camuflaje.
Ajenos a la trampa letal los insectos se despedían del verano.
No había acabado de extender su artesanía cuando un pequeño grillo se acercó a ella y le agradeció anticipadamente que hubiera traído aquellas bonitas hamacas.
Contra todo pronóstico a la araña le enterneció la inocencia de la pequeña chicharra, pero el instinto de supervivencia pudo más. Su vida pendía del hilo.

AGO155. ENTOMOLÓGICA, de Rubén Pesquera Roa

El traficante le reiteró que nomás así: toda la colección a cambio de este ejemplar único.

Ya en su gabinete, el profesor se puso a contemplar aquella mariposa de tonos pastel más bien simplones. Con angustia, pensaba si en realidad habría ganado con el sacrificio de sus más de treinta mil especímenes, reunidos a lo largo de media vida.

—¿Entonces qué? —Le dijo el insecto, algo impaciente—, ¿valí la pena?

AGO154. DE ENJAMBRES Y PESADILLAS, de Esther Rodríguez Caballero

-Pude verlos muy de cerca. ¡Eran miles! Iban armados con cuchillo y tenedor. Incluso se habían atado una servilleta blanca al cuello. Me miraban fijamente… ¡Y babeaban! Yo intentaba luchar a brazo partido contra ellos…con armas absurdas… como chanclas, matamoscas… ¡les vacié encima un bote entero de insecticida! Pero nada, ya eran inmunes. Y encima, el maldito spray les excitaba en lugar de matarles. Cada vez estaban más y más gordos… Sus aguijones chorreaban la sangre de quién sabe cuántas pobres víctimas más. ¡Y venían a por mí! ¡Iban a merendarme hasta el hígado! ¡Te lo juro!
¡Uf!, menos mal que me has despertado. ¡Ha sido horrible, horrible!
-Bueno, tranquilo, ya está. Sólo has tenido una pesadilla con los dichosos mosquitos tigre. Como ahora hay tantos…yo también tuve una ayer.
-Pero ¿qué dices? Si la mía iba de banqueros sanguinarios.
-¡Ah! Perdona. Entonces…bueno, creo que casi es mejor…que sigas durmiendo…

AGO153. M T M R F S S, de Antonia Garcia Lago

Poco a poco la coraza de sus sentimientos se fue reblandeciendo y lloró. Una lágrima tinta, crujiente y animal.
En la habitación visillos de escamas gritaban bajo la luz fosforescente de la lámpara.
Percibió disminuidos los sonidos familiares de las voces. Aún despuntaba entre ellas la más dulce, como una nota de violín al deslizarse.
Notó como sus extremidades flaqueaban enormes y una opresión oscura iba avanzando sobre su cabeza
Los zapatos dormían en el rincón y las camisas amarilleaban rígidas en los cajones perfumados con membrillos.
Las migajas sobre la bandeja semejaban larvas blancas esperando su metamorfosis.
Los minúsculos latidos resonaron como un tambor al alejarse. Un último estertor y quedó inmóvil, lastrado como una nave rota.
En sus sueños de mariposas azules aparecían, como pesadillas, amenazantes escarabajos negros.

AGO152. CRISTALES ROTOS, de Xavier Blanco

Te marchaste en la noche diciendo que te ibas a tirar por el acantilado. Eso creo. Siempre las mismas amenazas, siempre los mismos llantos, pero hace tiempo que tus imprecaciones solo me sirven de arrullo. Me quedé dormido. Ahora ni siquiera puedo abrir los ojos, alargo la mano y sigo tu contorno sobre la sábana; presiento tu cuerpo casi tocándome. Quizás no te has ido, pero estoy seguro que escuché la puerta. La ventana está abierta y hace frío. Me concentro en el ruido de unos gritos que llegan desde la calle. Tiemblo, tengo el cuerpo lleno de hormigas; intento abrir los ojos, levantarme, avanzar, pero ni siquiera puedo apartar la tela de araña que me obstaculiza el paso. Todo está lleno de cristales rotos. Me siento en el borde de la cama, la araña se acerca. No puedo respirar.

Cierro los ojos y te busco con mis manos, intento agarrarme a uno de tus brazos; intento acariciarte, pero tienes el cabello chorreando y la cara destrozada. Al final consigo asomarme a la ventana, la oscuridad está infectada de luces amarillas. Distingo un cuerpo de mujer sobre las rocas. La gente se arremolina.

AGO151. LIQUIDACIÓN, de Juan Pedro Ortega Sánchez

El monstruo nos sorprendió mientras dormíamos. Empezó por rociarnos con un líquido que quemaba. Los que logramos escapar, fuimos perseguidos implacablemente. Escuchaba los terribles crujidos que anunciaban la muerte de mis camaradas. Yo fui aplastado, como otros, y dejado por muerto. Cuando se cansó de perseguirnos, la bestia recogió cuidadosamente nuestros cuerpos. Mi corteza estaba rota, y el veneno había penetrado en mi organismo. El dolor que sufría era insoportable. Deseé estar muerto.
Temí que su crueldad le llevara a quemar nuestros cuerpos o alguna perversión peor. Se limitó a dejar nuestros cuerpos amontonados como un monumento o una advertencia.
Cuando recobré la consciencia, era el único que aún vivía. De alguna manera conseguí escapar de entre aquella montaña de cadáveres y, arrastrándome, logré alcanzar un agujero protector. Mis entrañas ardían y algunas de mis patas permanecían inmóviles, pero a pesar de todo sentía una indescriptible voluntad de vivir.
Poco a poco, mis heridas comenzaron a sanar, incluso advertí que podía escalar como lo hacía antes, a pesar de que mis patas habían perdido parte de su movilidad. Un deseo de venganza me dominaba.

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