Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

66656. EN EL ESPEJO, de Marcel Gris

Al verse en el espejo, no se reconoce. Sus ojos se encuentran desencajados.
Tiemblan sus manos manchadas de sangre. En la pica, el agua se desliza sobre un cuchillo enrojecido. Su imagen desaparece entre la bruma del vapor caliente. Cuatro líneas cruzan el cristal, dejando ver un rostro que parece lejano, rasgado. Sonríe.
Llora. Grita. Silencia. Marcha. Se escucha el chapoteo del agua al rozar el suelo.
Al agitarse. Una cara inerte e irreconocible, limpia y enrojece el espejo. Él la maneja como si fuera una toalla de baño. Se miran. Son dos mundos opuestos que hace unos instantes formaban parte del mismo. La esposa descansa en paz y el asesino  sonríe feliz.

JUN49. ESPEJOS, MariCarmen Brun

Los espejos nos fascinan porque son el reflejo de la vida.
Existen infinidad de espejos.
Los más maravillosos son los naturales, porque en ellos se refleja la inconmensurable belleza de la naturaleza.
Hay espejos sinceros, mentirosos, malévolos, celosos, cotillas, burlones, terroríficos…
Existen espejos testigos de la historia, de espectaculares fiestas palaciegas, donde el lujo, la belleza y el placer se mezclaban con toda clase de bajezas humanas.
Hay espejos rotos, vestigios de terribles guerras y calamidades, hechos añicos como las vidas de los que se reflejaron en ellos.
Existen horribles lugares donde es mejor que no haya espejos.
Pero el más cruel e inexorable de todos es aquel al que debemos enfrentarnos todos los días: el del cuarto de baño. Ese, que nos gustaría traspasar y que no somos capaces de hacerlo.

JUN48. JACK REDNOW, de María Elejoste Larrucea (MEL)

Entre la espesa niebla londinense emerge la oscura silueta de un hombre. Levita, chistera y bastón. El rítmico caminar rompe el silencio de la noche hasta alcanzar WhiteChapel donde las prostitutas vocean. Él, inmune a sus ruegos, provocaciones e insultos prosigue su ruta hasta que un –cómeme toda por una chelín- le detiene en seco. La madame le ofrece una jovencita, Alice, apenas una niña. El caballero introduce la mano en su chaqueta y roza su amuleto de pata de conejo. -Es el destino- se dice extendiendo un billete de libra esterlina.
Saciado su instinto, coloca sobre las aún calientes vísceras un naipe Kent: la reina de corazones. Se encamina a su mansión, dejando atrás los silbatos y gritos de –¡Le han cortado la cabeza!-. Aprieta el paso, la humedad cala los huesos y necesitará un buen té.
En el aparador de la entrada cuelga su chistera y se detiene a contemplarse ante el espejo. Sonríe, atrás quedan sus tiempos de gatito ronroneante, ahora ya es todo un depredador.

JUN47. UNA NUEVA VERSIÓN, de Nicolás Megías Berdonce

– Espejito, espejito ¿quién es la más bella de este reino? – Preguntó la hermosa Blancanieves como solía hacer todos los días al levantarse.

– Su madrastra, señora Blancanieves – Contestó en esta ocasión el espejo batido por la pesadez de la niña. 
Blancanieves en un arrebato de ira al escuchar la respuesta del espejo, lo descolgó de la pared donde fulguraba y con una fuerza inusual lo arrojó por una de las ventanas del torreón cayendo justo encima de uno de los sapos que descansaban al lado del estanque. 
El sapo en sus últimos soplos de vida dijo : -¿Quién ha acabado con la vida de este hermoso príncipe? 
Y desde uno de los trozos de cristal repartidos por el suelo surgió una voz que le contestaba: 
– Fue la malcriada hija del rey, Blancanieves.
En ese instante la niña extrañada interrumpió a su padre: – ¿Pero qué cuento es ese, papa?
El padre con ojos de cansancio, le contestó. 
– Una nueva versión más entretenida hija, que ya estoy enervado de tantos finales felices… 
Sorprendida con la respuesta, aconsejó a su padre que dejara el cuento y se fuera a descansar que veía que lo estaba necesitando.

JUN46. REFLEJOS DE LA MEMORIA, de Blanca Castañeda

Mi padre decía que conducir era lo que más le gustaba hacer. Ponerse al volante y mirar la carretera sinuosa que le llevaba a un lugar que sólo él conocía. El silencio, más allá del zumbido del motor gasoil, la mirada perdida en una situación que dominaba por placentera, y el brazo apoyado en la ventanilla, es una imagen que mi retina guarda en la memoria infantil. 

Sin embargo, sus ojos cambiaban la mirada de vez en cuando. En ocasiones, se posaban en el retrovisor para comprobar que todo iba bien en el asiento trasero del que, con dificultad, sobresalíamos mis hermanas y yo. 
Sin cinturones, ni sillas homologadas, el viaje no duraba más de 50 kilómetros y dos horas de una tarde de domingo. 
Mi madre, sentada a su lado, era la complice perfecta que disfrutaba con la cara de placer de su compañero de viaje. 
Un cruce de miradas y la leve sonrisa de ambos era una escena indescifrable para mi en ese momento, aunque el guiño de mi padre a través del espejo me llenaba de tranquilidad, la misma que perdí el día que me hice madre.

JUN45. ERROR DE APRECIACIÓN, de Carlos Aguilera Malavé

Cansado de una larga vida de gestos repetidos, planeó su escapatoria. La siguiente vez que lo vio asomarse, se dejó guiar como era lo habitual y cuando por fin estuvo a su alcance, lo haló de los hombros y cambió de lugar. Orgulloso de su éxito, reía a carcajadas, sin darse cuenta que su emoción era sólo un reflejo de la que sentía su rival.

JUN44. LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER, de Arantza Portabales Santomé

En el último resquicio de su consciencia, Alicia comprende que se ha sumido en un universo onírico regido por leyes de eterno retorno. Su cuerpo se difumina. Su frágil figura se distorsiona adquiriendo nuevas dimensiones. 
El espejo le escupe la verdad de su nuevo yo. La imagen más temida. Golpea el espejo con fuerza, en un intento vano de destruir a esa Alicia inconmensurable y mayúscula. Miles de fragmentos se disuelven creando una visión caleidoscópica y grotesca. 
Aprieta los puños anhelando la recompensa del dolor. En su lugar, recibe múltiples cicatrices que, caprichosas, entretejen un laberinto en su mano. Sabe que al fondo del mismo está la otra Alicia. La etérea. La leve. Corre hacia ella. Tropieza. Se levanta. Exuda desesperación. 
Busca una escapatoria. Es su propia voluntad la que la absorbe e impulsa a través de los muros del laberinto, que desaparecen, desplomándose con estruendo. Su retina acoge imágenes borrosas. El cuarto de baño. La alfombra. La báscula. La sangre. Su madre. 
Se oyen sirenas y gritos. Es en ese postrero instante de lucidez, cuando comprende que no habrá salida para ella. Arropada por un lecho de cristales, se rinde y descansa. 
Eternamente ingrávida. 
Por fin.

JUN43. CRUEL REFLEJO, de Gloria Arcos Lado

Se había mirado al espejo nada más levantarse. Este le devolvió una cara desconocida. 
Hacía tanto tiempo que no se dedicaba tiempo a sí misma, que no se había percatado de que con los años no sólo había llegado la sabiduría, sino también las pequeñas arruguitas en el entrecejo, debajo de los ojos y en la comisura de los labios. 
Parecía una anciana precoz. Ahora que el reflejo cruel le había hecho enfrentarse con su realidad, decidió observarse no solo en su exterior, sino también hacia dentro. 
Supo que había llegado el momento de la introspección para comprobar cómo le habían afectado el paso de los años. 
Dónde antes había una mirada alegre, vivaz y expectante, ahora el espejo le mostraba una mirada cansada, vacía y desilusionada, tras su paso por la vida. 
Dónde cuatro décadas atrás destacaba una melena castaña y lacia, recogida a veces en dos coletas, ahora aparecía un pelo cubierto de un tinte dorado, que intentaba sin conseguirlo, cubrir sus cada vez más abundantes canas. 
Pese a ello, decidió que ese era el precio que debía de pagar por haber disfrutado y compartido su insignificante vida con las maravillosas personas que la habían transitado.

66655. FINDE FINAL, de Antonio Toribios

Al amanecer sonaron las trompetas. Evaristo miró por la ventana y vio el cielo del rojo intenso que precede a la guerra. Abrió un poco un batiente y le llegó más nítido el tararí lejano acercándose. Pensó en las sesiones del cine parroquial y luego en las fiestas patronales, sólo que era setiembre y no comienzos de verano. El sueño predominó sobre la curiosidad, así que cerró la ventana y se volvió a dormir.
Las trompetas le despertaron de nuevo, mucho más pertinaces y vibrantes. Se vistió y bajó a la calle. Una voz profunda exhortaba a la conversión bajo un “666” rojo y enorme. Los botellines eran gratis, así que díjose Evaristo: “voy a probar por una vez”.

JUN42. EL MAL NUNCA MUERE, de Mª Elena Sánchez Álvarez

Nació en el lado oscuro de espejos de luna pulida cristañola, contemplando la inmundicia de quienes se miraban en ellos. Incluso las almas bondadosas eran susceptibles de ser corrompidas. 

Su perversión no tenía límites. Es por eso, que quiso acariciar más de cerca las veleidades de aquellos espíritus. Fue compañero de pecados capitales y mortales, incitando a la lujuria, a la avaricia y a la soberbia. Sedujo al asesinato, al secuestro y al suicidio, sin ánimo de arrepentimiento. Pero cometió un error enamorándose de la joven Eleonor. 
Noche tras noche, el santo Barón lloraba ante el espejo. Suplicaba venganza, quería justicia ante el deshonor. Mas no fue Dios quien le escuchó. Desde ese lado lóbrego, una voz le tentó. Sediento, atravesó el umbral cristalino para encontrarse con el ultrajador. En el enfrentamiento ambos cayeron heridos.
 Clamaron al cielo. El Barón murió sin confesión y al pecador Dios le escuchó.

JUN41. LA FUERZA DE UN REFLEJO, de Juana Mª Igarreta Egúzquiza

Juan, pareja de Ana, había muerto. 

Ella recordó cómo se vieron por primera vez. Fue en unos grandes almacenes donde él trabajaba. Ana estaba probándose un pañuelo ante el espejo y Juan se acercó por detrás, diciéndole: -¿Le puedo ayudar en algo? 
A modo de consuelo, y como un intento de fijar para siempre este primer recuerdo, mandó ampliar y enmarcar una foto de Juan y la colocó en su habitación, frente al espejo. 
Todos los días, al levantarse y al acostarse, ella se alzaba de puntillas ante el espejo y, haciendo coincidir sus labios con los del reflejo de Juan, lo besaba cerrando los ojos. Era un ritual íntimo que ella mantenía en secreto. Le daba fuerzas para seguir adelante. 
Ana, por motivos laborales, tuvo que cambiarse de casa. Encargó el traslado de todos los muebles a una empresa de mudanzas. 
La mañana del cambio recibió una llamada al trabajo de uno de los empleados. No podían separar el espejo de la pared. Ella le dijo que lo dejasen y siguieran con otras cosas. 
En cuanto Ana llegó a casa retiró la foto de Juan de la pared, y dirigiéndose después al espejo lo descolgó sin ninguna dificultad.

66654. ANÓNIMA BESTIA, de Óscar Pareja

Ahora la contemplaba una vez más. Enganchado a ella, como si no existiera otra en el mundo, ni lugar donde observarla cada madrugada. Instruirla, indicarle aquello que tenía que hacer lo satisfacía de tal manera que siempre acababa masturbándose al apagar el ordenador. Obsesionado con ella desde que la descubrió por primera vez semidesnuda, ahora le excitaba el control que tenía sobre ella y la candidez con la que le obedecía. Unos doce años que, en ocasiones, le habían llevado a imaginarse, dónde y cómo sería su madre.
 Hoy, lloraba mientras se masturbaba delante de la webcam. Eso a él lo excitaba  más. Cogió el micrófono del portátil y le dijo: “Haz…”

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