Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

BOY11. CON OTRO APELLIDO, de JAMS

Tenía mis sospechas. Desde su elección como alcaldesa del pueblo, Alicia había hecho nuevas amistades que nunca fueron de mi confianza. Sus gustos al vestir eran más exquisitos, cambió el taller de manualidades por el gimnasio, y su forma de contestarme ya nunca volvió a ajustarse a lo que le preguntaba, divagaba sin descanso. Guardará algún secreto, pensé.

Todas las tardes, cuando abandonaba el ayuntamiento, Ali tomaba el camino serrano de oriente y subía con su todoterreno hasta lo más alto. La seguí sin que me viera y me escondí tras un matojo de jaras. Pude verla como bajaba del coche, se acercaba a un gran bloque de granito y gritaba ¡Ábrete Sésamo!

BOY10. CAPERUCITA RELOADED, de Cándido Macarro

Érase una vez una tierna niña… (En realidad había transcurrido algún tiempo desde lo del cuento y, bien mirado, la niña ya no era tan niña).
Empiezo de nuevo.
Érase una vez una mozuela, apretada y un poquito ligera de cascos.
Érase una vez un lobo venido a menos porque padecía ciertas frustrantes disfunciones sexuales.
Érase también una vez una abuela que regentaba un club de carretera de renombre.
Y érase otra vez unos cazadores bastante gañanes y salidos, clientes habituales del mentado club.
Érase una vez un bosque atravesado por dos caminos… dos carreteras: la autopista de peaje y la carretera comarcal llena de baches, curvas y camioneros exhibicionistas.
La niña mozuela se llamaba Segismunda Belausteguigoitia Ncono, y era oriunda de Membrilla, provincia de Ciudad Real, aunque de padre vasco y madre angoleña, que habían acabado recalando en la Mancha para trabajar en una fábrica de quesos. Era conocida como Caperucita roja porque solía tocarse con una gorrito blanco y siempre dejaba asomar por encima de su pantalón, de cintura baja, un tanga de color rojo.
¡Mierda! Se me acabaron las doscientas palabras y no voy a poder acabar de contaros el cuento. Bueno, ¡Le echáis imaginación!

BOY9. CAPERUCITA EN EL METRO, de Asunción Buendía

De nuevo tenía a caperucita delante de él, en el metro, y como siempre envuelta en su abrigo rojo. Hacía calor, la primavera estaba a la vuelta de la esquina, y ella tuvo que quitarse el abrigo, lo que vino a hacerle pensar que ya no iba a parecer caperucita roja, si dejaba de usarlo.
Habían pasado tres meses y de nuevo en el vestíbulo del metro estaba ella.
Corrió con todas sus fuerzas hasta llegar a su lado. Caperucita sollozaba, tambaleándose. Casi sin detenerse le pasó un brazo por los hombros y la consoló, para seguir su loca carrera.
Por fin le alcanzó, y sin reconocerse a sí mismo, le arrebató el bolso. Le costó un fuerte forcejeo, el carterista tenía manos duras como garras, y la destreza y fuerza de un lobo joven, pero él tenía determinación y valor, como un leñador fuerte del bosque.
Cuando volvió junto a la muchacha, se lo devolvió tiernamente, mientras ella alisaba nerviosa, su brillante vestido rojo.

BOY8. LA VENGANZA DE BLACANIEVES, de Nicolas Megías

Tras la muerte de Sabio a manos de la malvada bruja, Blancanieves rompió su relación con su príncipe azul para urdir un plan de venganza contra su madrastra.
En secreto se reunió con Maléfica, eterna enemiga de la reina. Esta le entregó un veneno tan fuerte capaz de acabar hasta con la bruja más poderosa de todo el reino.
La joven disfrazada de soldado se presentó en el palacio real para hacer creer a la reina que Blancanieves había muerto junto con uno de los enanitos. Rebosante de felicidad al escuchar la nueva, le ofreció una copa de su mejor vino al falso soldado.
La joven aprovechó un descuido de su madrastra para verter en su copa el transparente veneno que le había entregado Maléfica. Tras varios minutos de conversación, la vil reina comenzó a sentir fuertes dolores en el estómago, mientras Blancanieves, indudable se quitaba la peluca dejando caer su hermosa melena sobre la armadura.
La reina al reconocerla la maldijo entre profundos gemidos de dolor: – ¡Nunca serás feliz, nunca…!
Blancanieves abandonó el palacio con la satisfacción de haber cumplido con su deber y haber liberado al reino de la maldad de su madrastra.

BOY7. EN OTRA PIEL, de Sara Lew

Ven querida, acércate, quiero tocarte. ¡Qué cutis tan suave! ¡Qué rasgos tan armoniosos! Siéntate aquí conmigo en el sofá. Cuéntame tus periplos en el bosque. ¿Has visto un dócil animal a la sombra del camino? ¿Has oído, tal vez, sus tímidos aullidos de advertencia? No temas. Mis manos están tan agarrotadas como mi voz. Mis ojos tan turbios como mis reflejos. Y mis mandíbulas tan débiles como los dientes que ya no tengo. Soy el lobo dentro de tu abuelita. Ella yerra por el monte, desperdiciando mi cuerpo.

BOY6. CAPERUCITA, UN LOBO LADINO Y EL IRACUNDO PERTINAZ, de Miguel Pereira

Caperucita Roja, como todos los días guardó en la cestita: miel, huevos, rosquillas y leche. Tras ello emprendió el camino canturreando y saltando por el estrecho sendero que separaba su casa de la de su abuela. El lobo, sabedor del desenlace, eludió salir al encuentro y, por ello, el final fue más feliz de lo habitual, salvo para los árboles del bosque que sufrieron la ira de un leñador frustrado.

BOY5. SUPERVIVENCIA, de Susana Revuelta

¡Fuera! ¡Parásito! ¡Fueeeraaa!
Y así a picotazos la cría de cuco es expulsada por su hasta entonces mamá, furiosa al sorprender a aquel bulto de plumas empujando al resto de huevos fuera del nido.
Magullado por la caída y herido en su orgullo, el polluelo avanza a saltitos entre la hojarasca. No encuentra lombrices, pero enseguida choca con una bolita blanca, se la traga y empieza a sentirse mejor. Descubre otra, y otra más allá, así hasta llegar a un claro del bosque, donde escucha unas voces infantiles que no le infunden ningún temor. Se acerca confiado y ve a una niñita bostezando, aburrida de cortar flores para adornar sus trenzas rubias.
—¿Queda algo de pan, Jamsel? —pregunta a su hermano, que anda muy concentrado afilando una rama con su navaja nueva.
Es de noche y hace fresquito, pero ninguno de los dos tiene prisa por volver a casa, no sea que a su madrastra se le ocurra alguna tarea. El niño ensarta una goma a su talla y contempla satisfecho el montón de ramitas apiladas a sus pies.
—Haremos una hoguera y saldré a cazar con mi tirachinas, no te preocupes. He oído unos trinos muy cerca de aquí.

BOY3. BLANCANIEVES Y LOS ENANITOS DE JARDIN, de Paloma Casado

Me encanta salir al jardín para jugar con los enanos. Desde allí no oigo “la chapa” que me mete mi nueva “mamá”. Dice: “Voy a erradicar los desórdenes alimenticios de esta casa” o “acabarás tus días con obesidad mórbida”, y todo porque ella es flaca como un espárrago y se pasa el día mirándose en el espejo. No soporto a esa cursi.
Dice que como siga así no voy a encontrar a ningún príncipe que quiera besarme. ¿Y qué me importa? Yo ya tengo novio; es Pulgarcito el vecino de enfrente. Es muy pequeño y esmirriado y en el colegio nos llaman la “O” y la “I” para reírse de nosotros, pero todo lo que tiene de pequeño lo tiene de valiente. Le ha robado unas botas al cartero, un grandón de malas pulgas, y va por ahí dando zancadas de gigante.
Ahora me está llamando la bruja: “Blancanieves, toma la manzana”, cuando sabe que me muero por un bocadillo de nocilla. Haré que me la como para que se calle y la tiraré cuando no me vea. Menos mal que escondí unas galletas de chocolate debajo de un enanito del jardín.
–Voy mamá.

BOY2. TARDE TONTA, de Nieves Martínez Menaya

– no , por favor!,- exclamó Gretel despavorido- a lo que Hansel añadió:
– si, querido, más diálogos para deleitar al jurado del REc.
– Qué podemos hacer?
– pues cambiarnos de cuento.
– si, pero…..
– sí, pero qué!
– En los cuentos no hablan, sólo suceden cosas. Te imaginas una caperucita «Lulú»

charlando en un bosquecillo con un lobo «Nabokov»? o a una cenicienta
con un zapato en la mano y despeinada?
-. Esa es la parte del cuento que yo quisiera conocer, precisamente.

……………..

– Hansel…. tú no crees que ella se hacía la dormida?
– quién es ella
– pues ella, La bella
-,,,,,,,, tal vez la manzana estaba envenenada ¿¿?¿

………………………

– que me corten la cabeza si no estaba apañado lo del príncipe.
– Era guapo
– el príncipe
– no, el sapo

……………

.Cómo serán los cuentos chinos?
-raros-
raros como qué
– pues no sé, como la muralla, como los jarrones….
– no sabes qué decir

. Oye, por qué no dejamos de chatear y te vienes conmigo a este lado del espejo.?
– Aunque nuestra historia acabe sin perdices?
– aunque nuestra historia acabe sin perdices
– Allá voy ….Zas!!!

BOY1. EL CASTING, de Eva García Martín

La cola era larga y variopinta: las princesas y Caperucita murmuraban sobre la escasez y falta de calidad de príncipes azules; brujas y hadas intercambiaban desesperadas hechizos inútiles; los lobos habían hecho manada y miraban hambrientos a los siete cabritillos que escuchaban, desconfiados, a los tres cerditos constructores.
La cigarra cantaba en playback y la hormiga, después de tanto trabajar, estaba parada: Alí Babá y los cuarenta ladrones tenían secuestrados todos sus depósitos. La gallina Marcelina ya no ofrecía trabajo, el genio de la lámpara había recortado deseos, Aladino vendía ilusiones piratas sobre la alfombra voladora, la cola de la sirenita estaba manchada de chapapote, Pedro ya no bromeaba sobre el lobo, Garbancito y Pulgarcito tuneaban las botas de siete leguas y Hansel y Gretel traficaban con el chocolate de la casita.
A Pinocho no paraba de crecerle la nariz y, aún así, eran muchos los que apostaban por él: al parecer, la gente seguía creyéndose cualquier cuento. Se rumoreaba que tenía futuro.
― ¡Atención, por favor! ¡Desalojen el recinto! ― sonó por megafonía ― Ya tenemos intérprete para la película.
Asombrados e indignados, escuchamos que el papel principal se lo darían a un héroe virtual que ni siquiera existía.

ABR128. LA HIJA DEL COMISARIO, de Oscar Rodríguez

Aparqué mi dos caballos junto al puente levadizo del reconvertido parador y blandiendo mi espada me encaminé a su encuentro. Mientras caminaba por un angosto pasillo flanqueado por oscuros caballeros y pulcras damas, me percaté de una mirada inquisidora, de su enfado por mi tardanza. Cuando llegue a su altura, señaló a una deslucida doncella.
Llevamos demasiado tiempo esperándote, y creo que tras tu desafortunada huida, es hora de que te adjudiques esta batalla, querido Alonso.
Escoltado por la policía, exterioricé: En realidad Don Lorenzo, estoy aquí, vestido de semejante guisa, ya que me ha sido imposible escapar de ellos y de su influencia.
Mediante una suave palmada en mi espalda, me poso al lado de su hija, la cual sollozaba al creerse abandonada, e indico al clérigo que comenzase.
Después de reverencias, bailes y viandas, dimos por concluida nuestra boda medieval. Al salir del parador, disfrazados en el asiento trasero del llamativo vehículo, Don Lorenzo dialogaba amistosamente con sus compinches uniformados. Fue entonces cuando mi alma de caballero penetró por el tubo de escape, acarició el vientre de mi particular Dulcinea y decidió que jamás volvería a cabalgar entre molinos de viento.

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