Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

DIC137. LA ÚLTIMA NAVIDAD, de Belén Molina Moreno

La tata se casaba en Aralcázar  aquella Navidad y quería que fuéramos todos los niños que exprimíamos  las tardes con ella.
Su casa era como la de la colina del portal de Belén que montábamos todos los años en el aparador. Había una habitación tan grande como un mundo y allí nos acomodamos todos los niños.
Por la noche, antes de dormir, Asun preguntó qué habíamos pedido a los Reyes Magos y desfilaron juguetes, libros, mecanos y bicis de tantos colores, letras y formas que las paredes apenas podían cobijarlos. Todo se desvaneció cuando Ana dijo alto y claro “¿Así que no sabéis que los Reyes son los padres?” Casi nos la comimos entre gritos e insultos, pero  recordamos el vino no bebido por los Reyes, los mantecados intactos y la paja para los camellos impoluta.
Aquella última Navidad  la tata estaba resplandeciente con su vestido de princesa.

DIC136. UNA NOCHE BUENA, de Maribel Martínez Montoro

Aquella noche cenábamos en casa del tío Julián. Como era costumbre, pusieron una mesa para los niños, la diversión consistía en disparar migas de pan con las improvisadas cucharas-catapulta. Miré a mi madre, vi preocupación en sus ojos y presté atención a la conversación.
–       Cariño no bebas más, sabes que no te sienta bien.
–       Déjame mujer, un día es un día.
Seguí disfrutando de nuestros juegos. Los adultos salieron a la Iglesia de La Caridad para escuchar la misa del gallo, los niños nos quedamos con la abuela; el sueño nos fue venciendo y acomodando en los sillones, alfombras, camas…
En la mañana de Navidad desperté nervioso,  me sorprendí al verme vestido y en el sofá del salón, creía estar en casa con mis padres y hermanos. Mis tíos se acercaron serios, me abrazaron, las mejillas de mi tía estaban húmedas y la frase \»un día es un día\» martilleaba en mis oídos.
–       ¿Dónde están…?. No pude terminar la frase. Me derrumbé en un sollozo sin consuelo. A los 10 años, en una Noche no tan Buena, mi infancia se desvaneció. Comprendí que sólo hace falta un segundo para que el alcohol acabe con tu vida conocida.

 http://tecuentohasta6.blogspot.com.es/

DIC135. GRUPITO DE LA SUERTE, de Manoli Asenjo Ferrer

—¡Estoy emocionada!  —exclamó una
—Sí, sí,  hoy es un día tan especial…  —suspiró  otra
—¡Yupi!  ¡Qué sitio tan bonito!  —saltaron jaleando las cuatro pequeñajas
—Vamos, vamos, ¡formalidad!   —la mayor
—Hoy asistimos al primer día del resto de nuestra vida  —la filósofa
—Pero ¡cállate tía! Qué asco, puaf, pedazo de cursi   —la chabacana, muy arrugada, sin maquillar sus pecas marrones.
El resto  contemplaba extasiado la belleza de los platos, el brillo de las copas, los colores de las flores, la elegancia de las velas… Tanto lujo a su alrededor.
Apenas se oyó una  tímida voz al fondo:
—¿Qué  hacemos aquí? No sé,  no me gusta. Tengo un mal presentimiento  —temblaba —algo horrible va a suceder cuando suene el gong…
Todas giraron clavando una mirada asesina en la aguafiestas de su hermana, la “intuitiva”.
Papá  se burló de mí cuando un día  le conté cómo oía hablar a las cosas.  Y nunca comprendió  que,  desde aquel las Navidades de mis ocho años,  me negara a comer las uvas. Pronto perdí mis facultades,  pero aun hoy, a mis treinta años y pese al disgusto de todos, sigo acostándome antes de las doce cada 31 de Diciembre.

DIC133. GUERRA, de Mei Morán

Durante toda la Navidad anduvo nervioso. Cada vez que se le ocurría una travesura se mordía los labios para no llevarla a cabo. Quedaban dos semanas para los regalos y se había propuesto terminar con las maldades, por si aún fuera posible cambiar la opinión de Baltasar, que era su favorito. Sus padres ya le habían vaticinado que tendría muy pocos regalos y que se estaba ganando a pulso el cargamento de carbón.
Empezó a ayudar a su madre en las tareas de la casa y era especialmente amable con su hermano mayor al que tenía continuamente amedrantado.
La noche antes de Reyes no pudo dormir. Daba vueltas en la cama y oía cualquier ruido que se producía en la casa. A la una le pareció percibir el trotecillo de los camellos sobre el parquet. Con el corazón en vendaval, se acercó al comedor para ver a los recién llegados de Oriente. Presenció, sin embargo, la escena con la mirada afilada de un traicionado en busca de venganza. Mamá ponía con cuidado los regalos deseados de su hermano junto a sus zapatos. Papá, el sinvergüenza, le dejaba a él, el negro mineral delante de las botas. Entonces supo que a partir del día siguiente no le quedaba otra opción que librar con su familia, por muchos años, una lucha sin cuartel.

 meimoran.blogspot.com

DIC132. UNA SÁBANA PARA EL RECUERDO, de Elysa Brioa Escudero

Aquella Navidad se planteaba triste para los pocos niños que habitaban en aquel minúsculo pueblo, cercados por grandes montañas de nieve pensaban que los Reyes Magos no podrían llegar.
No entendían porque los mayores habían decidido reunirlos en el salón de una de las casas y el porqué de aquella sábana que lo dividía en dos colgada de una cuerda. Oían cuchicheos y susurros tras ella, sentados en el borde de las sillas, se interrogaban con la mirada.
Después de atenuar las luces y pedir silencio, una de las madres presentes fue descorriendo la tela. Deslumbrados por la decoración brillante del fondo de la pared, no distinguían nada. Lo primero que alcanzaron a reconocer fue un montón de bultos por el suelo y en medio  tres personajes vestidos con largas capas que anunciaban que ninguna nevada los detenía. Durante unos segundos interminables reinó el silencio, después todo fueron gritos, risas y una algarabía de voces infantiles que se lanzaron con frenesí sobre los paquetes.
Aquellos niños vivieron esa Navidad como una de las mejores de su vida. Años después rememoraban, con una sonrisa agradecida, el misterio de aquella sábana mágica que encontraron a la mañana siguiente tiznada de negro.

 http://elystone.blogspot.com.es/

DIC131. TRUEQUE, de Patricia Mejías

Por el suelo se desparramaron miniaturas metálicas: pequeños soldaditos, hadas, flores, calabazas; dijes y cuentas de collar…, todo aquello que tuviera retintín y refulgiera dentro de la caverna de la alcancía.
Aquel  sonido de la cáscara de arcilla contra el suelo,  le trajo recuerdos de la eclosión navideña de esa temporada: el plop de las piñatas, el reventar de los fuegos artificiales, el hervor del rompope antes de adornarse, como un hormiguero, con coronas de canela en polvo.  Mientras su bebé jugaba encima del nido de oropel, y su esposa recorría a gatas, con las uñas sangrantes por las aristas del latón,  en busca de los restos del ahorro navideño.
—Te dije que no eran necesarios a esa edad los juguetes —la zarandeó él— El dinero es para adultos. Y extendió la mano para recoger las últimas monedas dejadas por casualidad, en sus batidas diarias, en las oquedades del cerdito de barro.

DIC130. CORAZÓN DE MADERA, de Alberto Quiles

Vive dentro de un corazón de madera un hombre olvidado. Tiene articulaciones como lo tienen los hombres, tiene cuerpo como si de un muñeco se tratara pero no tiene más vida que un árbol en un desierto. No pertenece a Disney como pinocho, ni es un regalo bajo un árbol de navidad, ni se convertirá en humano. Vive en un constante mundo de recuerdos como una película encallada e infinita. Rememora sus más fieles recuerdos postrado en una cama de piedra desnuda y aún tiene sobre sus mejillas una lágrima que tiempos atrás fue real y ahora sólo es una astilla. Con el corazón astillado por un amor malvive petrificado y ni besos ni conjuros le liberarán jamás. Es la historia de un hombre corriente al que un amor que creyó infinito lo petrificó en un cuerpo de madera y no es un invento ni una falacia, puesto que algunos lo superan y vuelven a la vida y otros rebobinan sus recuerdos una y otra vez dentro de un cuerpo que va marchitando por dentro.

 http://escribirynoparar.blogspot.com.es/

DESPALABRADOS 8. DESPALABRADOS-OLIMPIADAS DE EXPANTA, de Ana Fúster

Olímpidas de Expanta era un joven regordinto que siempre estaba trite. No era veliz poruqe le hubiera gustado tener una relación amorasa con su mejor amgiga, Hardia, una bella muejer con un precioso minuculo. Pewro ella prefería a un sirvientote guipizcoano que tenía un grandsimio monstro. Un día Olímpidas se armó de valor y mantuvo una concersación con Hardia, a la que expuso sus sentimintos. Ella lo despidió con cfrudeza, diciéndole quen nada que él pudiera ofrecerle podría compararse al grandsimio monstro del guipizcoano. Olímpidas, despitado y desvalado, a punto estaba de poner trájico final a su vida despeñándose por unas cunatas cuando apareció Melmelda, una joven sentgimental de familia acomadada quen siempre había estado enamorada de Olímpidas y wque, escondida tras un mungo, había escuchado las ásperas pallabras de Hardia. Melmelda habló así:
-Oh, Olímpidas, no debes entristecerete. Yo te amo desde la primea vez que te vi, eres un joven tiernmo y fanástico, premíteme que te dé un abarzo fujerte y pronto te haré olvidar a Hardia.
Cuando Olímpidas la rodersó con sus brazos se dio cuenta de que Melmelda tenía unas esupendas nuchas que le hicieron olvidar el precioso minuculo de Hardia para siempre. Y aquí se acaba la hirtoria.

Alucina clínes.

DIC128. SUEÑOS ROTOS, de Xavier Blanco

La niña insiste. Les recuerda que es Navidad y pregunta si puede pedir un deseo, sólo uno. Ellos le contestan que no puede ser, que ya han hablado de eso. La niña sigue a lo suyo como si no escuchara, trepando por las perneras hasta acabar recostada en los hombros del más alto. Juega, salta, se desternilla.
-Que sí, que tenéis que venir conmigo al colegio… y al parque… y también a casa; para que mamá no me regañe, para que los otros niños no se rían, ¡para que nunca más me llamen mentirosa!
Luego desciende, retoza sobre la hierba y los mira con ojitos almibarados:
– Un deseo –repite- , sólo uno.
– Nadie puede saberlo – aseveran, los dos, al unísono.
La niña llora compungida y les grita que todos se burlan de sus historias. Que le llaman “niña engañadora”. Les recuerda que siempre acaba pasando lo mismo, que ni siquiera la sirena quiso acompañarla.
Los gigantes, cabizbajos, desaparecen entre las montañas.

 http://xavierblanco.blogspot.com.es/

DIC127. DIAGNÓSTICO: EMPACHO, de Amparo Bárcena

Recuerdo que era Nochebuena. Llovía sin tregua. Yo deseaba ver mis cálidos prados cubiertos de nieve, no frías aceras de cuidad encharcadas.
En medio del bullicio en el que me encontraba me sentía melancólico, extraño, como ausente. Me preguntaba por qué añoraba tanto aquella navidad de niño de mitones rotos, de gruesa bufanda y, también, de abundantes necesidades envueltas en una perpetua sonrisa; esa que dejé atrás hace años, justo cuando, en teoría, la fortuna llamó a nuestra puerta. Pronto encontré la respuesta: No me gustaba mi presente porque carecía de calor aunque derrochase resplandor. Lo descubrí cuando miré la abundancia de nuestra exquisita mesa y los lazos de raso de los cerca de cincuenta paquetes que se apelotonaban en torno al árbol más ostentoso que pudimos comprar.
Sonaban los típicos villancicos y faltaban muchos de los que antes estaban. Aún no habíamos comenzado a cenar cuando de repente…
Arcadas y más arcadas. Malestar general. Ganas de vomitar.
Seguía lloviendo.

 http://lamedores.wordpress.com/ (Lindastar)

DIC126. UN CUENTO DE AYER, de Margarita González Acinas

Hubo otro tipo de navidades, las del ayer, de pies fríos y colores sepa.
Yo era una modistilla de poca monta que llegaba a fin de mes con el sudor de su frente.
Mi aspiración máxima era comprarme una radio que admiraba cada día en el escaparate de una tienda de la calle mayor.
Ahorre privandome de mil cosas; el día de nochebuena cobré un encargo y reuní !por fín! el dinero para comprarla pero ni un real más.
La decisión era dificil o compraba la radio o el billete para ir al pueblo a pasar la navidad con la familia.
Cené sola oyendo la radio y dejando que unos gruesos lagrimones cayeran sobre el tazón de leche.
Eran otros tiempos…

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