Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

MAY109. PRINCESA OLVIDADA, de Óscar Pareja Bañon

P.D: «Me encontraron semidespierta en el interior del mausoleo roto. Les expliqué que no había robado nada- ¡Dios me libre de hacer algo así!-, que hacía tiempo que dormía allí. Pero no me creyeron. Me llamaban de todo. Lo único que les dije era que se fueran a la mierda y me dejaran descansar en paz. Me echaron a patadas de mi tercer hogar. Los anteriores habían sido la casa de mis padres cuando niña, antes de la gran discusión y las calles del Barrio Viejo en la adolescencia. En aquella tumba estaba bien. Me protegía de las noches frías y lluviosas del invierno. Me refugiaba de la soledad de las calles transitadas por los morbosos que te señalaban en tu no intimidad. Aquí me sentía acompañada por el silencio y por él. Su presencia me arropaba en las noches de lágrimas fugadas, en los días eufóricos, en la inquietud sudorosa de mi cuerpo desbordado por un chute. Él me acariciaba, me abrazaba, me amaba en silencio, tranquilizándome cuando lo necesitaba. Por eso estaba allí, porqué lo necesitaba, como tantas otras noches, a mi lado. Pero no me creyeron y me echaron.
Él siempre me llamaba “mi princesa olvidada”.»

MAY108. LA PRINCESA ROTA, de Amparo Martínez (Petra Acero)

Era su bella durmiente…
Cada día se atrincheraba frente al castillo de cristal. Los centinelas le tuteaban, pero no le extendían el puente levadizo… ¡Soñaba con despertarla! Abrazaba el muro transparente, empañándolo con su letanía: ¡Mi niña, mi princesa! Te quiero, cielo… ¿Me oyes, Sandra?… ¡Abre los ojos! Por favor, mírame… ¡Vuelve!

—Nada de moto.
—Pero papá… ¡Me lo prometiste! Dijiste que cuando cumpliera los dieciséis…
—Sandra, la lluvia es peligrosa… En el buen tiempo todavía tendrás dieciséis años. Entonces te compraré la moto. Hasta el verano, en metro.
—Y si me he muero antes, ¿qué?
—Pues me arrepentiré toda la vida, princesa.
—No sonrías… ¡Te odio!… Y ¡no me llames princesa!
—¡Sandra! ¡Vuelve aquí!
Teresa fue al salón al escuchar el portazo… ¡Se le pasará, cariño! Solo es una rabieta de adolescente. Pero Sandra no volvió: llamaron a sus amigas… y a la policía.

Hoy, Teresa acude sola a la UVI acristalada donde está ingresada Sandra. Ayer, su marido saltó al foso en busca de su princesa. Esta vez, el maquinista tampoco pudo frenar a tiempo.

Blog:http://petraacero.blogspot.com.es/

MAY107. VIOLETA, PRINCESA, Beatriz Carilla Egido

Violeta, princesa, la hora del cuento. Cada noche escuchaba la frase mágica de papá, 365 días al año; 366 si era bisiesto. Me lavaba los dientes, hacía pis y volaba escaleras arriba. Me acurrucaba en la esponjosa cama con olor a jabón y esperaba impaciente que subiera a la buhardilla dispuesto a contarme una nueva aventura de Violeta, la princesa que él creó para mí.
Pronto noté algo raro. Sus pisadas se oían lentas, pesadas. A ratos, las zapatillas guardaban silencio en la escalera. Le costó mucho llegar a mi cuarto y cuando lo hizo me sonrió sin enseñar los dientes. Se sentó al borde de la cama. A la luz de la lamparita me pareció verlo temblar. Abrió la boca como un pez pero no dijo nada. Entonces recordé dónde había dejado el cuento la noche anterior:
—Papi ¿volverás pronto?
Carraspeó un par de veces, tragó saliva y con un débil hilillo de voz acertó a decir:
—Tan pronto como pueda traerte un dragón, princesa.
Aquella noche papá colmó mis mejillas de besos. Yo le dejé las suyas empapadas de lágrimas.

MAY106. AL SUR DEL EDÉN, de Fernando Martínez

Como cada noche, los pobres apuraron la sopa de arroz y luego salieron flotando por la ventana del comedor social, de regreso al cementerio. La princesa metió los platos, prácticamente limpios, en el lavavajillas, activó el programa económico y volvió a casa serpenteando entre los cipreses. Había aceptado aquel empleo por necesidad y ahora no podría vivir sin sus muertos. Los fantasmas pobres desaparecían ya bajo sus lápidas cuando se detuvo ante el fastuoso panteón familiar. La única propiedad que conservaba. Dentro, podía oír a los infantes hambrientos, discutían de nuevo ante un consorte indiferente y lacio. Por un instante, hubiera preferido que estuvieran tan muertos como los otros. Por un instante, soñó con empezar otra vida dejando atrás el peso del legado perdido, por un instante. Se limpió los zapatos y entró en el hogar con la fiambrera de arroz y su mejor sonrisa.

EL LIBRO VIAJERO EN MANOS DE…

Es genial, no me digáis que esa cara no es la de estar disfrutando lo que lee…
Pues la pista principal para adivinar donde está este ejemplar y quien nos lo envía es que vais a tener hasta 2 posibilidades de acertar…

MUUUUUCHA REFLEXIÓN…

Los más veteranos de ENTC sabéis que durante 2012 tuvimos un arbolito acompañando a cada cuento… queríamos hacer un bosque (…y en parte lo hicimos) 
Ninguno sabéis que el árbol existe en la realidad, y esta mañana he pasado por allí con la cámara y me he encontrado frente a él  esta escena familiar… 
Me he acordado de la comparación de Sampedro de los escritores con las vacas, su posición absorta de contemplación del árbol ENTC y he pensado… 
Dejémoslos tranquilos, andan reflexionando

MAY105. PRINCESA CASADERA BUSCA…, de Nicolás Jarque

Le palpita el corazón en la puerta del Renoir y teme que a consecuencia de ello se le pueda arrugar el vestido de gasa blanca. Por eso utiliza sus manos para alisar el atuendo mientras sus ojos se iluminan con las escenas de amor que se dedican las parejas que también esperan. Pronto estará entre ellas, piensa y se deja llevar por la imaginación. Cuando él llegue le realizará una reverencia, le agarrará la mano y se la besará como un caballero. Ella, aunque trate de disimular, le corresponderá con una mirada apasionada como la de las películas y se derretirá a sus encantos. Y a partir de ese momento sabe que no podrá decirle que no a las proposiciones de su príncipe azul y que protagonizarán el idilio más bello nunca antes contado. Pero el reloj implacable no se detiene y otra vez le golpea en sus sueños para devolverla como cada tarde durante estos quince años a la aciaga realidad. Aturdida por el coscorrón se resigna a que la soledad sea su única compañía y no puede evitar el llanto al cerciorarse que tampoco hoy se presentará a su cita la fantasía que la desvela.

EL LIBRO VIAJERO DA UN SALTO…

Otra de esas aportaciones al libro viajero muy especial; en este caso porque la autora de la foto no tiene relato publicado en su interior, pero su interés la ha llevado a conseguir un ejemplar por correo y llevarlo… y llevarlo hasta donde estáis viendo, es inconfundible… 
Una pista sobre la autora de la foto… que el mes pasado su caballera tenía pocas armas y algunas herramientas…

MAY104. LA PRINCESA EN SU ATALAYA, de Juancho Plaza

Cómo cada noche siente la necesidad de asomarse a la ventana. Al hacerlo, sin poder evitarlo, su mirada se dirige hacia el piso once de la torre de enfrente. Una luz difusa ilumina la estancia y entre los visillos de organdí puede adivinar su diminuta silueta de larga melena. La princesa en su atalaya, piensa. De su corazón emana un callado buenas noches. Mañana, en su castillo, se volverán a encontrar, revivirán las aventuras del día anterior y juntos surcarán un mar de problemas. En algún momento él atrapará su mirada y ella le dedicará una franca sonrisa. Guardará ambas junto a las demás, en el cofre de su memoria, en donde también se encuentran celosamente escondidas, esa suave voz al pronunciar su nombre y la fragancia que despide al acercarse. El tiempo parece cautivo, pero sin embargo, a la misma hora de cada día se deshará el hechizo y entre el tumulto de la clase, mientras se desvanece su armadura de cristal, buscará un último contacto con la mano de su dama, que, una vez más, se soltará indiferente y correrá alegre a colgarse del cuello de su papá.

MAY103. DISFRACES, de María Elejoste

Iba a comenzar mi jornada de guardia cuando los del retén nocturno me dieron la noticia: en unas horas la más pequeña de las princesas partiría para siempre. Era mi preferida y lloré profusamente al ponerme el uniforme. Ella solo manifestó un deseo: despedirse de todos nosotros, así que organizamos un gran baile de disfraces.
Vinieron príncipes a lomos de sillas de ruedas, hadas buenas con pañuelos en la cabeza en vez de tiaras, niños-ranas sin pelo y con bombonas de oxígeno, caballeros con arneses de titanio, astronautas llenos de tubos, genios con lámparas de goteo, bandoleros con mascarillas, piratas de pata-muletas, sirenas de piel escamada… no faltó nadie. Cantamos a coro y brindamos en copas de plástico. Después dejamos que nuestra princesa durmiese para siempre.
Como tantas veces, pegué una tirita más en mi alma y salí de trabajar con estrellas de agua en la mirada y una sonrisa revoloteando en mis labios. Al salir del ascensor, no pude evitar mirar atrás “Planta 8: Oncología”, aunque a mí, particularmente, me gusta más el cartel de colores donde en letras infantiles se lee “Onco-landia: país de gnomos, hadas y duendes”.

MAY101. LO SIENTO, NENA, de Nieves Martínez Menaya

En la habitación del fondo a la derecha de una pensión de mala muerte, hay un hombre sentado al borde de la cama. Como atrapado en un cuadro de Hopper, deja pasar un tiempo indefinido que apenas acontece. Recuerda vagamente esa voz que hace un rato le ha dicho: «o tocas o bebes», y a ella, como en un túnel: «me voy con el bajista». Esa noche de agosto el aire es casi sólido y tras la ventana, una luna de luz indiferente se adhiere a los tejados con reflejos de piedra. En la penumbra, ella, como una musa inmóvil, sabe que en su océano de alcohol hay restos de un naufragio y en silencio le observa. Él entonces la toma y la tiende despacio encima de una colcha que apesta a historias viejas. Recorre con sus dedos su larga cremallera, sintiendo a cada instante que la deja desnuda y en un profundo abrazo ambos danzan descalzos un tango envenenado. Ceñida por el talle, su voz estremecida le regala un gemido que será el estribillo de su mejor canción: «Lo siento, lo siento, lo siento, nena…». Hoy «Princesa» está triste y una vez más lamenta ser solo una guitarra.

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