Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

INSPIRACIÓN FINAL

Anoche estuve (con algun amigo más de ENTC) escuchando a Luis Mateo Díaz, Jose María Merino y Juan Pedro Aparicio (tres leoneses con casta) defender el relato en su distancia más corta (lo relacionaban con las reuniones de filandón en las que la gente de los pueblos se reunían alguna tarde a contar historias al calor de la lumbre) y de paso, escuchar alguno de los que ellos tienen publicados en sus libros. Fue un verdadero placer ver lo sencillo que puede ser un texto si está bien escrito.
Esta mañana, hojeando (tenía un vago recuerdo de ello) lo último que leí de Merino, he encontrado el micro que, sin saberlo, escribió para este mes… y quiero compartirlo como cierre de este mes.


LA CUARTA SALIDA

El profesor Souto, gracias a ciertos documentos procedentes del alcaná de Toledo, acaba de descubrir que el último capítulo de la Segunda Parte del Quijote –“De cómo el Quijote cayó malo , y del testamento que hizo y su muerte”- es una interpolación con la que un clérigo, por darle ejemplaridad a la novela, sustituyó buena parte del texto primitivo y su verdadero final. Pues hubo una cuarta salida del ingenioso hidalgo y caballero, en ella encontró al mago que enredaba sus asuntos, un antiguo soldado manco al que ayudaba un morisco instruido, y consiguió derrotarlos.  Así, los molinos volvieron a ser gigantes, las ventas castillos y los rebaños ejércitos, y él, tras incontables hazañas, casó con Dulcinea del Toboso y fundó un linaje de caballeros andantes que hasta la fecha han ayudado a salvar al mundo de los embaidores, follones, malandrines e hideputas que siguen pretendiendo imponernos su ominoso despotismo.

JOSE MARÍA MERINO. La glorieta de los fugitivos, Páginas de espuma.

ABR157.AMANECER, de Antonio Diego Araujo Gutierrez

A pesar de la calma nocturna, las aspas del molino se cimbreaban como sí quisieran girar con una inercia antigua. Una grieta se extendía desde la base hasta uno de los ventanucos, tan marcada y profunda que podía verse incluso en medio de la lúgubre luz del primer albor. Don Alonso Quijano hizo una seña a su noble escudero Sancho, y éste desmontó de su pollino, abrió las alforjas y sacó de ellas unos retales hechos de sábanas gastadas, remendadas a lo largo. Con cierta maña y no pocas penurias, fueron subiendo a las aspas, una por una, cubriéndolas con aquellas lonas improvisadas, que sujetaron a la madera con cuerda de cáñamo.

Una vez concluida la labor, regresaron al lugar donde aguardaban sus rocines. Sancho aprovechó entonces para equilibrar el peso de las alforjas. Don Alonso se alzó en su montura y, lanza en ristre, esperó a que el aire del amanecer hiciera el resto.

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ABR156. RESCATE INSÓLITO, DESCONTENTO INESPERADO, de Óscar Quijada Reyes

De paseo en una lejana y solitaria playa, hallé un recipiente antiguo casi completamente sepultado. Contenía un rollito, que traducido al español actual creo que dice:
“Hace como treinta años que me deshice de mi armadura y demás implementos. Intento olvidarlo, pero cada vez que paso por este camino de Castilla, encuentro a estos dos tontos. No tienen la más mínima idea de lo que es ser caballero.
“Llego a casa y consigo a mí esposa echada, llorando, inconsolable.
–¿Qué ha sucedido? ¿Dónde está Patricia? –Pregunto.
–Esos tres bandidos se la han llevado.
“Lo primero que pienso es en mis gestas como guerrero y en dar alcance a aquellos que recién he visto. Es sorprendente, me ayudan a calzarme una nueva armadura y voy tras los delincuentes.
“Al conseguirlos, los ataco desesperado y justo cuando van a liquidarme aparece ese dúo. De no ser por ellos, estaría muerto, ahora son mis héroes. Patricia luce muy triste, así que trato de consolarla:
–Tranquila cariño, pronto estaremos con mami.
–No quiero ir a casa, amaba a uno de ellos –declara causando mi asombro.
“¡Qué amargura para los padres que ignoramos los sentimientos de nuestros hijos!”

ABR155.CON POCAS ARMAS; ALGUNAS HERRAMIENTAS, de Mercedes C. Velázquez Manuel

Fabricó su espada con dos trozos de madera tosca de brezo. La tapa del viejo caldero de aluminio hizo las veces de escudo. Y el propio caldero, tiznado por las sucesivas brasas de leña y carbón, protegía su cabeza a modo de casco. Su yegua alazana permanecía amarrada al tupido cañaveral. Ahí, en ese viejo cañaveral, encontró tan bello animal que le serviría para sus andanzas personales y guerras imaginadas. Respetó su larga cola de hojas que limpiaría los caminos polvorientos cuando se paseaba montada a su grupa. Las riendas las había hecho con restos de badana trenzada. Y cada vez que le decía ¡arre! o le decía ¡so!, la potranca acudía a su voz de mando. Tenía todo el dominio del animal. Tanto si corría, como si iba al trote o simplemente de paseo, formaban un tándem imposible de separar.
Cabalgo, cabalgó y cabalgó. Se empeño en recorrer caminos polvorientos, algunos trechos pedregosos y muchas veces llenos de barro. Sin más armas que las suyas: flaca, desgarbada e hiperactiva, no cabía duda de que su infancia transcurrió vital y muy cercana a la naturaleza. De cabellera rubia, a veces coronada con dos trenzas, ella terminó siendo su propio caballero.

 yotanci.blogspot.com

ABR154. DULCINEA, AMOR DE HIJO, de Laura Garrido Barrera

Alberto saludó a María, la enfermera del primer piso. Subió un tramo de escaleras y entró en la habitación. Saludó en voz alta esperando una respuesta. Desde el baño se escuchó una voz acatarrada que le dijo que esperara mientras se miraba en el espejo y se afanaba en recoger sus cabellos lacios, largos y encanecidos en un moño sin gracia. Se ajustó el corsé y la falda, y dio gracias por estar tan sumamente delgado. Después repasó con un pintalabios sus labios agrietados y entonó sus mejillas con algo de color. Por fin salió para abrazar a su hijo y preguntó:
—¿Aún no te has puesto la armadura?
Tras dos horas, Alberto, con el abrigo puesto, descendió las escaleras hasta la primera planta.
—¿Cómo ha encontrado a su padre? —preguntó María.
—Mucho mejor. Intercambiar los papeles le ha quitado un gran peso de encima.
—Dice que ya se sabe veinte capítulos de memoria.
—Sabe cuarenta y… por si acaso, ¿podrían retirarle todos los libros de caballerías? ¡temo por sus vidas!
—No se preocupe. El barbero y el cura han muerto, y al ama y a la sobrina les quitamos las cerillas.

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ABR152. NOBLEZA, de Belén Molina Moreno

El hidalgo caballero Juan de Garay huía de las airadas tribus tucumanas, asediadas por sus huestes y las de Núñez de Prado durante largos meses. Respiraciones furiosas mezcladas con cantos de guerra le perseguían y le cegaban el entendimiento y la visión. Su pie tropezó con el vacío encerrado en el hueco de una roca. La piedra le dio un primer beso convulso, como un silbido. Su cuerpo se fundió con la dureza del fondo y su cabeza quedó envuelta en una explosión de luz.
El atleta caballero Juan Fernández corre un cross bajo el sol cegador del mes de julio. Sofocado pero manteniendo un buen ritmo, alcanza a su mejor contrincante que corre sin rumbo, perdido. Tropieza con su honor, la luz del sol explota en sus ojos, hablan y le cede su norte y su victoria.

ABR151. LOS TRECE DE LA MAGA, de Ignacio Feito

Bajo el torreón de la bella Azozaifa se han juntado decenas de pretendientes. Pedro de Fadrique traza con su espada una línea recta en el suelo.
-Esto es la tierra. Aquí y ahora, decidid si queréis ir en busca del cielo.
Un hombre avanza hasta la línea y con su arma dibuja otra, formando ángulo con aquella. Quebrados así los temores, más hombres se acercan y van trazando líneas que, pegadas a las anteriores, representan un primer cuadrado. Redobla el murmullo cuando otros caballeros deciden dar el paso de modo que van sumando líneas, formándose una fila de cuadrados y, como algunas veces llegan varios señores al mismo tiempo y son todos caballeros, por no molestarse dibujan dos cuadrados uno al lado el otro siguiendo luego la fila de a uno hasta que queda sobre la arena una especie de cruz de cuadrados con dos transeptos.
Fadrique toma entonces un guijarro del suelo y lo arroja con levedad sobre el dibujo sagrado. Después comienza saltar con una sola pierna sobre los cuadrados, rito que es inmediatamente imitado por el resto de los caballeros.
Trece subieron al final donde Azozaifa. Y Boabdil, su padre, viéndolo todo y lloriqueando como una niña.

UN MICRO DE… UN CONOCIDO CABALLERO

EL TESORO

Don Quijote arreó a Rocinante con tanto ímpetu que éste, de un brinco, ganó la vertical e hizo caer al suelo a tan ilustre hidalgo. Justo detrás, su escudero Sancho Panza, se vio sorprendido por tamaña reacción.
– ¿Qué pasa don Quijote?- ¿No ves allá delante?, el enemigo se eleva tan alto que roza el cielo
– Yo sólo veo molinos mi señor
– ¿Estás ciego? ¡Nos rodean para arrebatarnos nuestro tesoro!
– ¿Nuestro tesoro?
– No alces la voz y acércate que te cuento: anoche en la bodega, mientras nos explicaban las delicias del vino de la Mancha, no pude resistir la tentación y metí en el zurrón cuatro botellas. Y doy fe que este vino es espectacular, su color tiñe la vida de pasión, su aroma enamora locamente, su sabor afrutado es gloria para los sentidos y su frescura al entrar en contacto con el paladar te eleva al Paraíso…
– ¡Don Quijote! ¡Ahí veo una botella casi vacía! ¿Y el resto?
– Calla Rocinante, digo Sancho Panza, si hay que morir será sedados con esta maravilla…

DAVID MORENO http://microseñalesdehumo.blogspot.com

ABR150. A SUS PIES, de David Moreno

Al llegar la noche, en la soledad de su dormitorio, por fin se quita la pesada armadura que oculta su alma. Ha sido otra agotadora jornada y tan solo dispone de unas horas para recuperar el aliento. Sabe que le esperan nuevos demonios en el camino, fantasmas que deberá combatir con valentía, gigantes que derribar. Viuda, en paro y con dos hijos a su cargo.

ABR149. EL ADVERSARIO, de Rubén Rojas Yedra

A lomos de su caballo Danceny cruzaba el puente. Una niebla sólida ocultaba el otro lado del río. De repente el caballo relinchó ante un enorme áspid.
—No os asustéis —un siseo atroz rechinó entre la bruma—. ¿Veis estos colmillos curvos? Os ofrezco satisfacer cualquier venganza a cambio de vuestro caballo.
Danceny, sabedor de la mutabilidad del diablo, sopesó las ventajas del trueque. De un lado, no arriesgaría su vida a duelo con Valmont. Por contra, perdería a su fiel equino. Danceny saltó de su caballo, que temblaba adivinando su destino, y exigió una prueba escrita tras la muerte de Valmont. Así pactaron y la sierpe se hundió en el fosco paraje. Días después se rumoreó que el carruaje de Valmont había sufrido un accidente. De madrugada Danceny volvió al puente funesto para encontrarse con el maligno. Esta vez se presentó encarnado en bella dama. Tan hermosa que Danceny sucumbió a sus encantos y quedó prendado sin advertir su verdadera identidad. Tan enamorado, que olvidó pedir la prueba material. No fue difícil para el diablo —la joven Cécile— envenenar a Danceny con las salivas de la traición. Valmont, que había salido ileso, entregó gustosamente su caballo a Lucifer.

ABR148. LA PROMESA, de Asun Gárate Iguarán

Cuando mis ocho hermanos y yo éramos pequeños nuestra madre falleció de repente, quizás de cansancio. En el entierro, mientras el ataúd desaparecía bajo las paladas del sepulturero, nosotros nos sentíamos muy huérfanos y llorábamos escandalosamente. Para consolarnos, papá hizo una promesa: él estaría siempre a nuestro lado, nunca nos abandonaría.
Fiel a su palabra, ha cumplido cien años y aún sigue aquí. A veces coge una pulmonía, sufre de ciática o lo atropella un tranvía. Nada grave. Pasa una temporadita en la cama y se levanta como nuevo. Un poco resignado tal vez, algo más encorvado.
Mis hermanos y yo hace mucho que no le necesitamos, pero qué orgullosos estamos de él. Un hombre capaz de mantener lo que prometió, un caballero.
Mamá no piensa igual. Vino a casa el domingo por la tarde, tan guapa como la recordábamos. Nos preparó la cena y charlamos hasta que anocheció. Se lamentaba de llevar demasiado tiempo sola en el cielo. Antes de irse le agarró del brazo a papá, le acarició las arrugas del rostro y le dijo que todo tiene un límite, que se muriera de una vez.
Él nos contó con los dedos de la mano: todavía quedan cinco…

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