Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

NOV53. LEY DE VIDA, de Fernando Andrés Puga

Cuando lo vio subir al bote dispuesto a todo, Calíope cayó de rodillas, juntó las manos y con los ojos rojos de llanto, imploró:
—¡Ay, barquero! ¡Díselo! A mí no me escucha. Dile que no baje al inframundo. Dile que la olvide. Convéncelo. Aunque jamás podrá rescatarla del abrazo del fuego, está tan enceguecido que persiste en la idea por más que nadie dé apoyo a su locura. ¿Es que no teme a las llamas que como arrebatados tentáculos obstruyen el camino? ¿No le basta con el amoroso cobijo que le brinda mi regazo y el aroma tibio de las sábanas del lecho donde lo acuno cada noche? ¿Qué busca? ¿Arder en otros brazos? ¡Ay! No lo cruces, te lo ruego. Que no baje hasta el reino de Hades. ¿No ves que acabarán mis esperanzas? Si vuelve, será con Eurídice; será porque pactó con el señor del fuego. Si no, es que acabó quemándose hasta no ser más que cenizas. Dime: ¿Es que ni matándola he podido alejar a esa ramera de mi niño?
Inmune a toda súplica, Caronte cruzará plácidamente el Estigia llevando a Orfeo a la otra orilla. Carece de poder para cambiar destinos.

NOV52. CONFESIÓN, de Virginia González Dorta

Me contó de lugares y gentes, de los hombres a los que amó y a los que abandonó, de su vagar en pos de sentirse libre. Sus ojos, refulgentes, ascuas como el fuego que nos calentaba. Junto a la chimenea, los troncos se deshacían entre leves crujidos, como mi rabia y su vida, una vida que ahora yo entendía, después de haber esperado por aquella confesión durante años. Allí, al calor de las llamas, comprendí a mi madre.
Fuera, la lluvia y el cierzo hacían añicos el tiempo perdido. El fuego ya se encargaba de purificarlo.

 phoeticblog.blogspot.com

UN TÍTULO PARA NUESTRA PORTADA

La idea ha sido vuestra… 
Hemos elegido 5 posibles títulos entre vuestras propuestas y algunas adaptaciones que nos han gustado; pero ya que habéis iniciado esta propuesta queremos invitaros a terminar el trabajo: elegir el nombre definitivo.
La foto de la portada la conocéis, y encontraréis el formulario en formato de encuesta en la columna de la derecha. Estará activado hasta las 12 de la mañana del próximo sábado 10 de noviembre.
¡¡¡GRACIAS!!!

NOV51. REFLEXIONES Y CAMBIOS, de Juan Herminio García-Zeballos

Esbeltas bailarinas que danzan mientras rechinan las tablas, pájaros de color amarillento que vuelan en medio de la negrura del cielo, grandes rubíes que destellan su fulgor por un tiempo no muy prolongado y grisáceas nubes odorantes que suben a toda velocidad producidas por un mar de magma y calor.
La imagen lo dejaba impactado, -¡No hay nada como el fuego!- Solía repetir en voz alta, pero…, ¿por qué entonces se lo asocia con la catástrofe y la destrucción? ¿Por qué en el Infierno hay fuego y en el Paraíso no? ¿No pasan frío las almas buenas? Si la combustión es controlada y se maneja con cuidado, resulta vital.
Estas disquisiciones lo estaban volviendo loco, por eso decidió incorporar una cláusula prohibitiva a su testamento: no vaya a ser que justo al final, su admiración por lo ígneo se estropeara.

NOV50. EL RAYO DESTRUCTOR, de Jesús Lozano López

Aún guardo en mi retina esa fotografía  de aquellos jóvenes impresa en blanco y negro en el couché de mis recuerdos. Su historia –dicen– fue una tragedia, un espanto; estarían enfermos…  ¡no!, ¡aquello fue distinto!
Comenzó una tarde en aquella esquina del viejo edificio de la facultad donde cada tarde se citaban. Una mirada, un beso y el mundo se suspendía, sólo el otro existía.  Pero aquella tarde, cuando sus bocas se alimentaban la una en la otra, ella notó –algo–un resplandor, un fuego helado recorriendo su espinazo; no te ama, sus besos son para otra.   Por un momento, una hebra imperceptible de tiempo apartó sus labios de los de él. Después, siguió besándole como siempre. No dijo nada. El percibió la duda, la negación en los ojos de ella. Tampoco dijo nada.
Aquel fulgor reapareció, aleatoriamente al principio, incesantemente después. Ella pasaba las noches en vela;  no me ama, sus promesas están vacías… El golpeaba con sus puños las mañanas, maldiciendo al mundo por perderla. Jamás dijeron nada. Unas palabras sin sentido escritas en tinta roja.
Pero sé, aquel rayo destructor que vi entonces no cesará, aquella visión –horripilante guadaña espectral– sigue su camino, otro corazón quizás aguarde.

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NOV48. VOCES, de Susana Revuelta

—¿Y cuándo será el incendio?
—Eso no se lo puedo confirmar, don Luis. Hoy mismo, dentro de unos días… Las órdenes las mandan los de arriba, ya se lo dije.
El de la barba gris garabatea algo en un papel y recogiendo su maletín se levanta para marcharse.
—Te veré en una semana, Rodrigo, a ver si sabes algo más.
El muchacho asiente, aturdido, sin parar de retorcerse las mangas de la camisa.
Agotado tras la última consulta del día, el doctor abandona el edificio. Aspira una bocanada de aire fresco y busca en la chaqueta el paquete de cigarrillos. El vigilante de la puerta le ofrece lumbre. Qué cabeza, otra vez se ha dejado el mechero en casa.

 estelasdetinta.blogspot.com

NOV47. FRESCOS, de Marta Trutxuelo García

El escritor contemplaba, absorto, el crepitar de las llamas consumiéndose, y su mente se fundió con los cálidos recuerdos de las vacaciones de su infancia…. Era mediodía y la canícula no perdonaba. Su padre, sudoroso, miraba solícito a su madre quien, sin mediar palabra, se recogió su espesa melena azabache, tomó el botijo y sirvió a su marido; él prosiguió hiriendo el bloque de madera para extraer el misterio que escondía. Ambos componían un fresco que parecía pintado por Romero de Torres…
Tenía que escribir un relato. Su  mano jugueteaba con el atizador y bailaba al son de la danza del fuego en la chimenea. El luminoso albor de la tez de su mujer encendió como una pequeña lucerna aquella tenue escena. Él la miró y ella, sin mediar palabra, retiró un mechón rojizo que caracoleaba sobre su frente, tomó una botella de vino y sirvió a su marido; él inventó palabras que vistieron el hasta entonces desnudo folio.
Poco quedaba del folclore de aquella escena que el escritor conservaba en la memoria; el tiempo había despojado a la nueva dama del exótico manto de antaño, pero el fuego que desprendía aquella musa inspiradora seguía tan vivo como entonces.

NOV46. CENIZAS, de Raúl Gómez Lozano

Ashley coloca el último tronco cuando el fuego de la chimenea amenaza con morir. Repasa en el espejo de mano el color de sus labios y ríe nerviosa; parece una de aquellas damas de alto linaje. Recoloca su corpiño y su falda de las grandes ocasiones. Diez años ya, y sigue igual de enamorada.
La puerta se abre acompañada por el crepitar de las astillas. De entre las entrañas del invierno aparece él, huraño. Ella advierte extrañada sus manos vacías:
–Creí que habías ido por leña –observa, delicada.
–No quedan árboles secos –contesta él– ¿Se puede saber qué haces así pintada? Pareces una ramera de ciudad.
El tronco se desquebraja en la lumbre.
–Es que hoy…
–¿Y la cena? ¿Será posible que no pueda encontrar un miserable chusco de pan encima de la mesa cuando llego a casa? –grita–. Me marcho a la taberna. Espero que el posadero cumpla con sus obligaciones mejor que mi mujer.
La puerta se cierra con estrépito ante los vidriosos ojos de Ashley. Las lágrimas resbalan en su rostro y se cuelan en sus fosas nasales, junto con el olor de la madera quemada y un forastero aroma femenino.
El fuego se apaga.

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NOV45. PARAGUAS DE PAPEL, de Javier Sánchez Campos

El negocio de los paraguas de papel revolucionó el mercado de los complementos. Mi madre y yo hubiéramos apostado que jamás funcionaría. Por fortuna no lo hicimos. Era impensable suponer cuando le dije a mi padre que el frío no existía, sino que es ausencia de calor, que llevaría su ocurrencia tan lejos. “Si no existe el frío, no existe la lluvia, ergo…” sentenció, creyendo haber realizado el silogismo irrefutable, iniciando, sin saberlo, un próspero negocio.
De ahí a su primer paraguas con tintes de papiroflexia transcurrió algo más de una semana de planos surrealistas y horas de trabajo. Pero concluido el primer paraguas de papel, que vendió a un precio considerable al poco de terminarlo, se desató la locura: tuvimos que alquilar un local, contratar personal y luchar duro por el negocio. Pronto exportamos al extranjero, sobre todo a los lugares menos lluviosos, aunque pocos países se resistían al encanto de aquel extraño híbrido.
Ahora mi padre quiere ampliar el negocio a los bolígrafos que no escriben y a los transportes que no transportan. Dice que el futuro pasa por centrarse en las ausencias. Y es que, desde que murió, se ha vuelto demasiado místico.

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NOV44. LA MÁS TIERNA HISTORIA DE AMOR Y SEXO JAMÁS CONTADA, de Cándido Macarro

Doblé la esquina, ensimismado como iba en mis pensamientos.
Inesperadamente, la vi.
Mi corazón dio un vuelco y comenzó a latir aprisa, trastabillado. Nuestras miradas, atrayéndose la una a la otra como potentes imanes, acabaron cruzándose y entrechocando estrepitosamente como los sables de dos maestros de esgrima.
Una chispa saltó cuando me zambullí en la profundidad de sus ojos, enigmáticos, misteriosos, lascivos. Una chispa que prendió un voraz fuego que, inevitablemente, acabaría consumiéndonos entre sus llamas.
Me vino a la cabeza, húmedo y lujurioso, el recuerdo de nuestro maravilloso y tórrido encuentro. Ya había pasado un año pero continuaba grabado a fuego en mi mente. Ella, yo, solos y desnudos, cuerpo contra cuerpo, entregados al placer de la carne en una orgía animal y desenfrenada.
 Sé que ella, justo en el mismo instante que yo, también lo recordó estremeciéndose.
Sin embargo, las cosas habían cambiado. Allí estaba en lo alto de aquella escalera.
Y no estaba sola.
Yo… no acababa de comprender.
¿Qué podía ofrecerle aquel hombre que no pudiera yo entregarle con creces?
Las notas de un pasodoble se escuchaban desde algún lugar indeterminado de la calle.
Todavía de añoro, Jacinta.
 ¡Qué nombre tan extraño para una cabra!

NOV43. COMO EL FUEGO FATUO, de Luisa Rodríguez García

Se sentía observado mientras contestaba los numerosos correos electrónicos y llamadas perdidas que no había podido atender por falta de cobertura. Tanto la camarera, una mujer próxima a la jubilación, como los tres hombres sentados a la barra intercambiaban lacónicos comentarios sobre la espesa niebla que cubría el valle, pero no se perdían ningún detalle.

Por eso midió sus palabras al explicarle al jefe de ventas las causas del incidente y cómo había ido a parar a aquel pueblo, del que ninguno de los dos oyó hablar antes. Tampoco pudo seguirle la broma sobre la música que escuchaba de fondo. Sin embargo, lo más difícil fue contener el gesto cuando el director le colgó el teléfono, después de responsabilizarlo de haber perdido un negocio vital, su última oportunidad de continuar en la empresa.
Con la sonrisa congelada y el móvil pegado a la oreja vio desvanecerse su futuro, como el fuego fatuo de la canción que sonaba por segunda vez. Le golpeó una dolorosa envidia al imaginar la vida tranquila de las personas de aquel bar. Pero sus sueños pronto volvieron a asomar. Sólo se habían alejado unos metros, los suficientes para seguir guiándolo.

NOV42. EN LA CARRETERA, de Mercedes Jiménez Rueda

– ¡Dame dinero! -exige Jimmy- ¡Quiero el peluche de esa máquina de ahí!
– Sólo hemos parado para ir al baño -gruñe Emma- ¡Al coche! Ya queda poco.
  Jimmy resopla y obedece. Emma lo sigue, se coloca las gafas y arranca el viejo ford. El motel de carretera se esfuma entre el polvo.
– ¿Por qué papá no vino a buscarme al cole?
– Te lo he dicho, le quedaba trabajo, me pidió que te llevara de excursión. Luego vendrá él.
– ¡Ay! El peluche, idiota. Papá me lo hubiera comprado.
– Claro, le sobra pasta para malcriarte.
  Jimmy patalea, la rabia quema su frente como el fuego: odia a su nueva niñera. Se prepara para escupir cuando una brusca frenada lo derriba. Al incorporarse, observa una sucia cabaña y un hombre enorme, que se aproxima.
– ¿Y ése?
– El mayordomo -se burla Emma.
– Si parece un gorila rubio…
Antes de terminar, una fuerza animal lo saca del coche.
– ¡Quiero que venga mi papá! – lloriquea.
– Yo también -contesta el hombre-. Paciencia, cuesta reunir todo el dinero que le hemos pedido como rescate.

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