Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

UNA INSPIRACIÓN… PARA TANTO FUEGO…

…Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos.- El mundo es eso – reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con la luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay gente de fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores.
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas; algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman, pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende…

EDUARDO GALEANO. El libro de los abrazos (Un mar de fueguitos)

Lectura propuesta por Paloma Hidalgo

NOV64. A FUEGO LENTO, de Sara Snezha Pozo Rodríguez

Nuestras bocas degustaban el dulce néctar de nuestras salivas que se formaban con el contacto de nuestras lenguas cuando empezaban a danzar. Nuestros senos, a punto de estallar de éxtasis, empezaban a sentir ese calor corporal que se emite cuando dos cuerpos se juntan y era entonces cuando tus manos empezaron a presionar ligeramente mi torso desnudo calmando mi estado de ánimo animal… nuestra chimenea caldeaba el ambiente era una noche de invierno y nuestros cuerpos necesitaban calor.
A fuego lento la chimenea iba poco a poco consumiéndose mientras que nosotras jugábamos y explorábamos nuevas sensaciones. Tus caderas tambaleantes se ajustaban libremente en las mías. Tus ojos empezaron a fantasear y mis pupilas a dilatarse poco a poco mientras que la locura nos iba consumiendo… tal y como el fuego iba lentamente acariciando las brasas desparramadas en la chimenea.
A fuego lento nuestras bocas degustaban el dulce néctar de nuestras salivas y así, con la lluvia de fondo, íbamos consumando la noche poco a poco…

NOV63. VENGANZA A FUEGO ALTO, de Patricia Mejías

Edelmira, una dama. Se quedó quieta y silenciosa, con el único ruego de que no le rasgara el traje a medio acabar. Evadí los alfileres del vestido de novia, y conforme desaguaba en ella ese fuego líquido, sus ojos se iban llenando de ese mismo furor. Tuve miedo y huí.

Ni ordenes de captura ni policías rastreándome. Después de cuatro meses de ausencia, regreso al pueblo. Solo sonrisas amables por la calle. Y el marido del brazo de ella a la salida de misa, como si nada.
— Venimos de agradecer a Dios por el hijo que nos envía, a Edelmira y a mí —me dice espontáneamente Julián al verme—. Dentro de seis meses serás tío.
“Solo el fuego sabe cuando surgirán los retoños”, me felicito y digo en voz alta: —Quizás cinco. Lo consigo: me mira. Pálida, ojerosa. Como sin sangre. Solo los celajes ígneos bailan en las cenizas de sus ojos.
Asustado y sin despedirme, regreso a mi apartamento. Encima de la mesa, un paquete; en su interior, un frasco de cristal. Las lágrimas no cuajan en mi piel tan caliente como el fuego por la humillación. Dentro, muerto y embotellado, mi hijo.

NOV62. EL TAXIDERMISTA, de Miguel Pereira Rodrigo

Hay pasiones que son como el fuego, lo llenan todo de luz y calor. Eso le debió pasar a Luisito cuando a sus cinco años se plantó en el Museo de Ciencias Naturales frente al diorama de un lince ibérico. Ese día su voraz curiosidad desbordó la sapiencia de su abuelo y, tres años después, lo tenía claro: como futurible taxidermista. A los 18 ya dominaba el oficio, y por sus manos rápidamente pasaron jabalíes; águilas; ciervos… en una incontable inversión de horas.
Lo extraño de todo fue que sacara tiempo para seducir a Lola. En un principio se mostró quejicosa ante el aparente abandono que sufría, pero las pasiones, como el fuego, se extienden rápidamente y ella se contagió de tal manera que pronto lo acompañó diariamente, para observar absorta la pericia de su marido ante tan complejo arte.
Después de tres décadas juntos, ya ha visto disecar tigres, rinocerontes, elefantes… y actualmente es complicado saber quién siente más pasión pues cuando éste abandona el taller, ella sigue sobre la silla con ese ictus de felicidad tan suyo .

 http://cuentospigmeos.blogspot.com.es/

NOV61. MALDAD FLORECIENTE, de Alfonso Carabias Antúnez

Todo era bello al principio, como en un frondoso jardín donde florecen instintivamente rosas y amapolas al ritmo de la tibia primavera.
Su cotidianidad se regaba a diario con amor y miradas cómplices, fruto de las cuales llegaron sus retoños, que fueron acogidos en ese jardín con alegría y cariño, como un paso más y bien dado.
Su mujer e hijos florecían día a día ante la admiración de todos mientras él se iba apartando del sendero correcto de la vida como árbol que crece torcido y no tiene poste de apoyo.
De ahí surgió un odio de si mismo que le comía por dentro calcinando lo que antaño fue amor, respeto y pasión; y que se extendió como fuego abrasador sobre el jardín que antaño quiso, empezando por los retoños, pequeños, débiles, siempre débiles y expuestos siempre a cualquier mal designio.
El fuego se extendió hasta casi acabar con la flor más bella del jardín, pero en el último suspiro, presa de sus recuerdos y de la culpa, prefirió consumirse solo, hastiado y acongojado de sus actos.
 Los rescoldos del fuego hicieron que la flor, marchita de dolor, muriera días después dejando calcinado de odio un jardín de vida.

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NOV60. MIEDO, de Mercedes Solsona Guillén

Nuria con los lagrimales secos, la vergüenza embargada y la lengua muda, no ha conseguido nunca contar la verdad, verdad que lleva apilando en los bolsillos de su memoria  con cadencia infinita.
En esta ocasión, Manuel se ha ensañado en la sinrazón de la fuerza y Nuria, rota una vez  más, acude al hospital sola, allí, cursan una denuncia que ella, jamás confirmará…
Así se enteró su hermana y como el fuego corrió la noticia entre su gente; Manuel, sin control, propina necias palizas a Nuria de las que dejan marcas, también en el corazón.
En la soledad de las noches tranquilas, me reúno con un hidalgo de armadura tornasolada, fabulo contemplando como el viento enreda mis cabellos entre sus dedos, tornándose todo liviano y grácil a mis ojos. Viene de lejos galopando en una yegua blanca, es un caballero de pelo rubio como el trigo y catadura buena como el pan. Sé que un día me salvará del malvado dragón que habita mi casa, de ese bicéfalo animal  que destruye todo lo que manosea. Sé que segará su existencia de cuajo como el fuego arrasa un rastrojo seco y abandonado. Sé que soy Nuria y él, es Diego

NOV59. ENCUENTRO, de Teresa Elena Hernández Villagómez

Hola, vaya sorpresa…
Un beso rápido en la mejilla después de tanto tiempo, un andén, un encuentro, un par de frases intrascendentes, los caminos en sentidos opuestos.
Más no es tan corto un instante para buscar el ardor de tus ojos, esa mirada que como el fuego es capaz de calcinar la ropa que traigo encima. Pero al encontrarme con ellos, una gris capa obstaculizó mi visión.
El tren llegó, un simple adiós con la promesa de siempre de que llamarás…
Abordé quedándome de frente, con la mano levantada para despedirme. Cuando la puerta cerró y comenzamos a avanzar, en la ventana vi mi propia mirada reflejarse. Tampoco ardía fuego ya, éramos humo de pasión que se apagó.
Nunca llamaste más…

NOV58. UN CANTO A LA CIVILIZACIÓN, de Amparo Martínez Alonso

Ella siente fuego en la cara. Él la zarandea entre gritos e insultos. Ella quiere mirar, pero no; intenta defenderse, pero no; trata de escapar,… pero tampoco puede. Rota, deformada se esconde entre el miedo y su túnica azul.

—El control del fuego supuso un hito en la historia de la civilización. Los antropólogos sostienen que fue el homo erectus el primero en controlar el fuego.
—¡Menudo rollo de prehistoria!
La chica de las gafas azules prefiere las matemáticas y el inglés… Garabatea en su cuaderno una gran nave espacial.
—Te va a ver el profe…
—¡Y me va a arrastrar de los pelos como un cavernícola! —le susurra, mientras se quita sus gafas azules para hacer muecas, imitando a un mono.

La chica de la túnica azul no sabe qué homínido controló el fuego. Acurrucada en la calle, mientras el ácido deforma su rostro, siente un golpe en la cabeza… ¡Se lo merecía! La chica de la túnica azul ya no grita, no se mueve.

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NOV57. FIEBRE, de Luisa Hurtado González

Mientras trajino por la chabola, la vigilo. Alimento el fuego, compruebo que tengo agua caliente y barro en silencio sin apenas levantar el polvo del suelo. Todo mi ser está volcado en ella, en mi pequeña, en vigilar el movimiento de su pecho, en su  fiebre. Mientras escucho como delira, recorro otra vez el espacio que forman las cuatro paredes que nos protegen del frío y por las que sigue colándose el aire del invierno. Temo por ella y por nosotros; temo por lo que sería de nosotros sin ella.
        Se abre la puerta, es él, la cierra corriendo. Compruebo que ha adelgazado estos días, que está más viejo; pero me parece que su gesto está algo más relajado mientras rebusca entre sus ropas ansioso. Con cuidado y con una sonrisa, me muestra una pequeña botella llena de un líquido color ocre; sé lo que es, la medicina que venden los buhoneros de la ciudadela. No sé cómo lo ha logrado pero yo también sonrío, ahora sé que la niña se curará y, mientras hago que beba un poco, doy gracias a Dios y rezo.

 http://microrrelatosalpormayor.blogspot.com.es/

NOV56. BRUNA, de Ginette Gilart

Marzo 1244:
Los ojos de Bruna refulgían como el fuego, como el fuego de la hoguera que la esperaba. Erguida y serena, iba caminando con los demás cátaros por no haber renunciado a su fe.
Recordaba el asedio sufrido durante meses en el castillo de Montségur, en lo alto de la montaña. Cuanto más se acercaba al fuego, más brillaban sus ojos. No tenía miedo, pues iba a encontrarse con el Padre y atrás dejaba este mundo de sangre y fuego.
Además, regresaría…
En las noches de tormenta, suele aparecer una Dama Blanca cerca de las ruinas del castillo. Baila y canta canciones tristes. Dicen que en la zona del “Prat del Cremats” se puede percibir una energía poderosa … son las almas de los que allí perecieron.

 http://cantabriaendoslatidos.wordpress.com/

NOV55. IGNACIO, de Fran Rubio

La causa estaba clara: intencionado. El autor, un misterio que todos pretendían no saber. Mil conjeturas, cada vecino su propia versión, mil versiones. Por el día, las cenizas lo matizaban todo, infundiendo al pueblo un aspecto de castigo divino, de fin del mundo. Por las noches, mientras duró, el espectáculo era impresionante, surrealista. Todos subíamos a la plaza de arriba para contemplar con una mezcla de maravilla y horror el amenazante cerco de fuego que perfilaban las montañas y que una semana de brigadas e hidroaviones no habían logrado apagar. Ignacio, siempre solo bajo el olmo, era el último en irse a casa: se quedaba hipnótico mirando el fuego. Desde que regresó del ejército no era el mismo.
Días después de sofocado, aún desprendía calor la tierra; el río bajaba ennegrecido e Ignacio, con la mirada vacía, deambulaba de bar en bar. Siempre estaba fumando. En aquellos días, ya no se hablaba con nadie.

 http://pequenastretas.blogspot.com.es/

NOV54. INCANDESCENCIA, de Paloma Hidalgo Díez

                   Al
                 borde
           de la carretera,
        como cada atardecer,
      ella esperaba engalanada
       con su vestido amarillo.
         Él, ciego de amor,
             acudía puntual
                todos los
                   días
en busca de ese deseado momento de
intimidad que nunca llegaba.Mientras daba vueltas y más vueltas intentando acercarse, le parecía  tan bella como inalcanzable, siempre rodeada de su cohorte de admiradores. Una noche por fin se atrevió a besarla. Durante
 un instante sintió el fuego de una pasión que habría podido ser eterna. Después, mientras  caía herido de muerte, el mosquito miró por última
vez la luz cegadora de su amada farola.

 httrp://unlibroesunjardndebolsillo.blogspot.com

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