Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

EL 14 Y EL 19 DE FEBRERO FUERON NOTICIA

Hoy nos han llegado dos noticias que aunque tengan unos días siguen siendo dignas de celbrar; así que queremos compartirlas con vosotr@s.
Por un lado tenemos a 
MANUEL MARCOS (PONFIEL PONFIEL)
que ha sido finalista en el Concurso Cartas de Amor San Valentin 2013
y además nos llega la noticia de que 
ELENA CASERO
con su relato Ecos del pasado ha ganado el Wonderland de RNE 4 del pasado día 19
¡¡¡Enhorabuena a los dos!!! Pasamos por vuestros blogsel a ver si leemos más…

FEB166. THE SMOKING GUN, de Juan Luis Plaza

Sentado en aquella incómoda silla el tiempo parecía estar detenido. Me dio por pensar en lo aburrido que resultaría ser modelo, inmóvil y examinando tus pensamientos, cómo hacía yo ahora, sin parar de darle vueltas a mí complicada situación. Sabía por qué estaba allí, pero no si ellos sospechaban la verdad. Mientras soportaba la dureza de mi asiento, que me hacía mantener la espalda en una postura poco natural, no dejaba de repasar los hechos ni de preguntarme si habría sido tan pulcro como acostumbraba o si por el contrario algún imperceptible descuido habría proporcionado un maldito indicio que me señalara. La fría sala se llenó de gente y me sentí a disgusto, alguien colgó de mi cuello una especie de pizarra con algo escrito que fui incapaz de leer entonces. –Sujete la pizarra con ambas manos y mire al frente-, me dijeron de muy malos modos. Un primer fogonazo me cegó por completo y quedé algo aturdido. –Mire hacia su izquierda. Más, más aún, quieto ahí-, un segundo fogonazo me hizo comprender qué aquella imagen se perpetuaría en el tiempo y no tuve más remedio qué entristecerme, mi lado bueno es el derecho.

FEB165. LA PALETA DEL PINTOR, de Belén Molina Moreno

Mi cuerpo de madera está envuelto por el azul de los secretos del mar expresado en muchos ojos; por el amarillo de las alas del gran pájaro de los pensamientos, por el malva de la aurora boreal del talento y el verde selvático de las ilusiones que mi pintor ha plasmado en tantos rasgos. El rojo pasión que me viste, asoma en los labios gastados a besos y el gris ceniciento de las pieles desencantadas cuelga de mi borde, sujetado por el amarillo rosáceo de la frescura de la juventud.
Compartimos esta sala retratos, caballete, los colores que me envuelven y los miles de personas que nos visitan todos los días.

FEB164. EL RETRATO DE TU RECUERDO, de Luis Molina

Eras tan hermosa, aún te recuerdo, y han pasado ya… no se cuantos años. Te lloré, no me avergüenzo, eras mi compañera, siempre fiel, siempre atenta a mis deseos.
Sentir tu calidez en una tarde de invierno, sentir tu aliento en mi rostro, tus caricias, tu mirada tierna. Pero ya no estas, no puedo dejar de recordar aquel momento del adiós, mi llanto y tu dolor, la impotencia, el tener que dejarte ir, apretar mis puños y mi corazón.
Llovía cuando nos presentaron, tu pelo chorreaba, nos miramos y fue amor a primera vista, eras pequeña, alegre, le diste vida a mi entorno y yo te ame.
Desde el retrato me miras, estamos abrazados, mi rostro es de felicidad. Cuando diste a luz a ese ser que me acompaña no pensé que te podía perder, nunca me lo imaginaba, hoy observo la foto con nostalgia.
¿Sabes? Se parece tanto a ti, pero aún es muy pequeño y sigue destrozando cosas, pero ya me acostumbré, es como si estuvieras, aunque nada te reemplaza, fuiste la compañera de mis mejores y peores momentos.
Tu cachorro me mira y no entiende mis lágrimas.

FEB163. SE HACEN RETRATOS, de José Puntas

– ¿Cómo lo quiere, de frente o de perfil?
– ¿El qué?
– Qué va a ser, el retrato, ¿no quiere usted un retrato?
– Pues no, yo venía por lo del anuncio
– Ah, ¿es usted cocinera?
– La mejor
– Y ¿cómo dice que se llama?
– Me llamo Lisa, para servirle, ¿y usted?
– Leonardo, pero siéntese, siéntese un momento y déjeme que la observe.

http//:codivergencia.blogspot.com

FEB162. SAGA FAMILIAR, de Begoña Heredia

Carmen abre las ventanas de la casa para que entre el aire y respiren las paredes. Era indiscutible que su tío había sido un buen fotógrafo de bautizos y comuniones, pero la limpieza nunca se le dio bien. Se remanga la blusa y se entrega a un baile de plumero y escobas. Mueve sillas, sofás y mesas. Y ya en la segunda planta, barre los vestigios acumulados desde la desaparición de su tío. Justo al introducirse el escobón bajo la cama, este encuentra un obstáculo que le impide moverse. Ella, poniendo rodillas en suelo, asoma su cabeza bajo el somier y encuentra el objeto que frena el movimiento. Un retrato de su tío, originalmente confeccionado con fotografías infantiles. Sabía que la mirada del joven fotógrafo aparecido en el pueblo vecino, la había visto antes. Carmen se mira al espejo y descubre arrugas alrededor de sus ojos, observa sus manos y ya no encuentra en ellas la tersura de la juventud, por ella están pasando los años. En un monologo interior se dice que siempre le gustó la fotografía y toma una decisión. ¿Por qué no? Acaso el arte también se herede.

FEB161. AMOR CEGATO, de Miguelángel Flores

“Tu retratito lo llevo en mi cartera…”, le canta bajito al oído. Y él, miope de corazón, cree que el escalofrío que percibe culebrear en ella, sigue siendo motivado por la emoción de sentirse tan, tan amada. Tanto, que es la única reina de su cartera, la que guarda en el bolsillo interno de su chaqueta, a la altura de ese corazón henchido de dioptrías. Las mismas que le otorgan esa manera tan imperfecta de quererla.

UN ÚLTIMO Y POÉTICO RETRATO

Para terminar este mes repleto de retratos originales e interesantes, Ginette Gilart nos propone disfrutar de la letra y música de este «Para hacer un retrato de un pájaro de Jacques Prevert»

FEB160. LA MORTALIDAD DE LA INMORTALIDAD, de Fco. Manuel Marcos Roldán

En casa siempre fuimos artistas, bien reputados, por nuestras obras. Yo me especialicé en pintura, mi padre en cincel. Mi madre solía aconsejarme diciéndome repetidamente, tienes gracia para pintar, complace a tus admiradores. No dudé de su consejo y todo aquello que pintaba se hacía realidad. Luego te conocí y deshice de tu rostro la congoja. Un poco de claro-oscuro en los pómulos, azul cian para los párpados, y rojo magenta para tus labios. Cambié las cortinas de tus pestañas. Transformé el jardín en un vergel. Dibujé entre nosotros un gran lazo, que adorné con tul verde. Y rompí el contrato con el lechero (por eso de la piel tersa) y el dinero ahorrado lo invertí en oleos de calidad, fue la mejor inversión para no ir al cirujano. Volqué mi vida en el lienzo, creando una obra perfecta, que mi madre llegó a envidiar. Fue cuando me aconsejó la venta de mi alma al diablo. Nunca más le hice caso, retoqué su rostro para que enmudeciera. Estaba cansado de sus consejos. Lo único que no he podido cambiar es el miedo a que desaparezcáis cuando yo muera. Los artistas siempre lo tenemos arraigado, pensando que nuestras obras pasen desapercibidas.

cirujanosdeletras.blogspot.com

FEB159. LA LLAMABA LOCA, de Elysa Brioa Escudero

Me contaron que vino una noche de luna llena, cargada con sus lienzos. No dijo por qué había elegido este lugar, jamás habló, ni siquiera para decir su nombre. La llamaban loca porque siempre pintaba, sin variaciones, la misma figura masculina caminando hacia algún lugar en el fondo del cuadro.
Me gustaba verla pintar, hipnotizaba su total ausencia del mundo. Tan solo parecía existir y respirar para manchar aquel óleo, siempre que dibujaba al hombre era como si estuviera acariciando cada pliegue de su cuerpo. Había amor en todos los gestos que desplegaba mientras estaba inmersa en su obsesión, hasta un niño, como lo era yo entonces, podía percibirlo.
Fui el último que la vio antes de desaparecer. Ahora es a mí a quién llaman loco, cada vez que les cuento que me dijo su nombre antes de partir. No me creen cuando les digo que la mujer que ahora aparece en el cuadro de la mano del hombre es ella. No me importa que se burlen de mí, sé que Penélope ha encontrado a su Ulises y viajan juntos de vuelta a Ítaca.

FEB158. CAPAS, de Pablo Vázquez Pérez

Enderezó el marco de la obra que decoraba la pared principal del salón. Palpó la pintura, seca. Rozó los trazos con las yemas de sus dedos y llamó al sirviente a viva voz, apoyándose sobre una vara de olivo larga y fina.
El mayordomo caminaba portando una pequeña maleta, dispuesto a huir de la mansión. Un labrador de pelaje claro y ojos amenazantes se interpuso entre el joven y la puerta de entrada, obligándole a retroceder hasta el dueño invidente.
– ¿Óscar, pensabas marcharte sin despedirte de nosotros?
El chico era incapaz de articular una palabra.
– Anda, cuéntame qué ves en el retrato, sin mentiras.
Sobre el cuadro podían percibirse manchas superpuestas fomando un dibujo abstracto. Óscar, atemorizado, tomó aire y dijo
– Señor, sólo veo colores. Son bonitos, parecidos a las formas que se ven al cerrar los ojos tras sentir un fogonazo.
El ciego escuchaba sonriendo mientras el joven se desmayaba y caía al suelo.

– ¡Billeteeees!, por favor muestren sus billetes.
Óscar despertó al grito del revisor. Aturdido, se asomó a la ventana del vagón desde la que miraba desfilar las formas del paisaje como si fuera un lienzo inacabado.

FEB157. LO QUE SIEMPRE ESPERA, de Antonio Toribios

De niño abría el armario y se miraba en el espejo. Le emocionaba ver su figura en sombras reflejada en aquella superficie misteriosa, mientras le envolvía una fragancia espesa, mezcla de espacio cerrado y ropa blanca. Observaba sus ojos más allá del azogue y le invadía la inquietante sensación de estar frente a un extraño.
Pasaron muchos inviernos y el niño, ya hombre, halló otra vida lejos. Trabajó en oficios dispares y tuvo algunos amores; vivió momentos plenos y rachas de amargura. Su rostro se había ido llenado de arrugas y su frente ya no era aquella superficie tersa, como un pergamino aun sin hollar por la escritura.
Una mañana el cartero le trajo un telegrama. Emprendió el viaje sosegado, como quien está esperando una señal para volver. Los días siguientes al funeral apenas paró en casa, la misma en que había pasado la infancia. El día cuarto se dirigió al armario con el aplomo de quien acude a una cita largamente postergada. Abrió la puerta con chirrido y allí estaba. Era el mismo niño, con los mismos ojos y la misma frente, lisa como el mármol de una losa.

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