Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

FINALMENTE, EL CHAT… SERÁ EL DOMINGO

Nos han advertido que nuestra cita coincidía con otros eventos que alguno de nuestros finalistas se verían en la obligación de elegir. Como estamos a tiempo y aún no era oficial, convocamos a todas, a todos para el  
domingo 24 de febrero a las 12 de la mañana 
en el chat que se habilitará en nuestro blog.
Allí conocremos, finalmente, nuestros dos relatos ganadores de la 2ª convocatoria y, si aprecen por allí, felicitaremos en directo a l@s afortunad@s.
Coooorre la voz…

FEB108. RETRATO DE UNA PIEDRA RODANTE, de Mercedes Daza

Un humeante café, dos vueltas con la cuchara al azúcar que nunca añado y el cigarro que arrojo hacia la pared que me impide ver la luz. En breves instantes siento el calor y el crepitar de unas cortinas que se deshacen más rápido que la última calada. Bob Dylan dispara un ¿Qué se siente? que se clava directo al corazón. Le respondo que no sé si son mis sueños desparramados por el suelo, besos fugitivos o el retrato de la envidiable pareja de Freewheelin los que me han impulsado a mandarlo todo al traste. Sé que me escucha pero insiste repitiendo la misma pregunta.
Contemplo la escena con unos ojos que lloran vencidos al humo. Pinto mis labios, me suelto el pelo y bailo al compás de las llamas frente al espejo. Le reto con mis cánticos y movimientos desinhibidos. He perdido el reflejo de esa niña para encontrarme una mujer en ropa interior, subyugada al ritmo de la vida.
Seis minutos de éxtasis interrumpidos por el revuelo de vecinos que golpean la puerta. Selectiva, sólo invito a la fiesta a unos apuestos bomberos que seducidos por la música me cantan a coro: “NENA, estás LIKE A ROLLING STONE”.       
                                                    

FEB107. 1919, de Evelyn Pérez

Fue un matrimonio pactado. El noviazgo epistolar. No se conocerían hasta el enlace. Una de las cartas incluyó, por expresa petición de ella, un retrato. Esto tornó su sereno conformar en ilusión desmedida.
No se trataba de una pintura, sino de una novedosa fotografía en color. El hombre posaba, según rezaba la anotación al dorso, en junio de 1919 en una de las encaladas calles de Granada.
Alto, apuesto, rubio, con unos ojos que se adivinaban claros, podrían ser azules, si no lo eran, a ella le parecieron el mar donde naufragar el resto de su vida.
Se casaron. Consumaron el matrimonio.
Volvió a mirar el retrato, buscando algún rasgo que la reconciliase con las ilusiones que hasta la noche anterior había mantenido, con la vida que había soñado junto a él, entonces se dio cuenta, demasiado tarde, que aquel hermoso joven no proyectaba ninguna sombra.
Se giró sobre la almohada y lloró. Lo hizo en silencio. Para que a su lado él, no despertase.

FEB106. JACULATORIA, de Javier Ximens

¡Ahí está!, embutida en un traje corto y generoso de escote. Y él con la mirada en su culo.
Mi Manolo me quería. Cuando fallecí, sacó mi fotografía y la puso sobre el televisor. Desde aquí veo la mesa, el sillón y, encima, el Sagrado Corazón en su vitrina. He sufrido al verlo padecer con el Betis y cenar sardinas en lata.
Una noche bajó la vecina que tendía la ropa chorreando. Se desabrochó tres botones de la blusa y al poco apareció él con el salero.
Sólo habían pasado siete años cuando Manolo empezó a salir los domingos. No se lo reprocho, yo me encuentro más ajada y él tan fresco, pero esta mañana me extrañó que limpiara por primera vez el polvo, sacase la imagen de la vitrina, la colocara mirando hacia la pared (cuando sabe que así se puede vencer), y que pusiera la mantelería de Lagartera.
Ahí están, comiéndose un pollo frito. No paran de reír, pero… ¡Será golfa!, pues no va y se tumba despatarrada en el sillón, ¡cacho pendón! y… ¡Ah!, ¿pero qué haces Manolo?, ¿adónde me llevas? ¡No!, ¡otra vez al cajón de la cubertería, no!
¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!

http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/

FEB105. LA FOTO PARA EL NOVIO DEL PUEBLO, de Elena Duce Pastor

Sabina caminaba resuelta por la calle Alcalá. Caminaba con paso seguro aunque se miraba los pies cada dos pasos. La razón de prestarse tanta atención es que estrenaba zapatos nuevos. Y no se los miraba porque fuesen bonitos, sino porque le hacían un daño terrible. Desde que llegó a Madrid del pueblo se había tenido que acostumbrar a los zapatos de señorita, frente a las tradicionales alpargatas que se usaban en su pueblo y que eran mucho más cómodas.
Subió al estudio del fotógrafo y se repintó los labios en el espejo de la entradita. Quería salir guapa en la foto porque era la que le iba a mandar a su novio del pueblo, que la esperaba desde hacía un año allí. Se carteaban y se decían cosas bonitas, siempre dentro de la decencia, claro está. A ella le costaba mucho escribir y leer, por eso le ayudaba la hija de la señora donde trabajaba.
El fotógrafo la colocó frente a un papel pintado que representaba un palacio, la sentó en un banco y preparó la foto. Sabina sonrió pese al dolor de pies y a las ganas de que esto acabase pronto para poder echar la carta al correo.

FEB103. MUERTE POR CHOCOLATE, de Félix Valiente

Podría inventar una justificación para su retrato. Escribir, por ejemplo, acerca de momentos pasados que aventurasen motivos sobre lo que hacía, o imaginar aquello que no explicaría lo que nunca sucedió o tal vez no se supo.
Ella mataba.
Quizás mató siempre, desde antes de matar, cuando nació y la vida le fue impuesta, cuando empezó a negar el mundo sin saberlo, dulcemente, sin prisa ni odio premeditado.
Poniéndose el delantal lloraba siempre. Después calmada y resuelta seguía la misma receta, los mismos ingredientes y una nueva víctima: harina, huevos, leche, levadura, veneno, cacao y chocolate líquido para un delicioso y mortal bizcocho de chocolate.
Amasaba, descubriéndose a sí misma cada nueva vez.
Mezclaba, repitiendo en susurros inaudibles el nombre del siguiente.
Horneaba, imaginando el bocado de placer y la explosión de chocolate desparramándose en la boca con fecha de caducidad.
La lista no paraba de crecer. Desde el maltratador del sexto hasta el banquero hijo de puta que sólo habitaba en el segundo por temporadas. Esta vez la invitación a merendar de la inocente y risueña vecina pastelera sería para el pederasta que vivía en el cuarto.
La muerte más dulce posible en el mundo más cruel imaginable.

FEB102. NARCISO ENGAÑADO, de Elena Casero Viana

Ya veo que tú no eres diferente de los demás. También te asusta mi rostro. Odio que me miren con los ojos desorbitados como si vieran un ser repugnante. Me asquea que no se atrevan a tocarme. O que lo hagan, cuando se lo ordeno, con las yemas de los dedos, suavemente, como si el roce les fuera a herir sus delicadas manos. Y cuando me acerco, se hunden, espantados, en el fondo del sillón. Vosotros, hombres considerados, cultos, que veneráis mi retrato, su voluptuosidad, su incitación al placer y os sumergís en su perfección; que suspiráis por el rostro que os muestra el deseo supremo de la belleza y el goce de la inmortalidad, me amáis hasta que esta confusa maldición que vive dentro de mí os arranca el velo de los ojos y me veis tal como soy.
Podéis llevároslo, no lo quiero contemplar nunca más. Detesto ver cómo me consumo en vida, mientras él rejuvenece en cada uno de vuestros desprecios.

FEB101. DORIAN, de Òscar Pareja Bañón

Poesía. Poesía es lo que reflejan mis ojos al verme. Sensaciones. Sensaciones que no se pueden describir con palabras, ya sean escritas o dichas. Mis ojos retienen la vida, el tiempo y su misterio. Me miro y no puedo desear otra cosa que no sea la profundidad de esa mirada. Tiemblo ante el silencio de mis jóvenes labios. Imagino un beso y suspiro ( ). Mis contornos, mis arrugas, son huellas trazadas por un artístico pincel sobre la eternidad de un blanco y anónimo lienzo. Vivo y, sin embargo, muero. Poco a poco, casi sin tiempo para deleitarme con mi propia belleza. Mi corazón no late con la misma intensidad que antes. Podría decir que ya no me pertenece. Se quedó atrapado entre el volumen y la textura de los colores que conforman mi retrato. Mi vida ha dejado de existir. Así lo he decidido. No soportaba tanto dolor causado. No podía seguir así. Mi imagen dibujada tiende a dispersarse, a nublarse, casi a desaparecer, como el tic-tac de un reloj de bolsillo. Como el primer amor. Vuelvo a suspirar. Esta vez, sé que es el definitivo. Unos pasos se acercan. Una puerta se abre. Detrás, sólo aparece mi nombre.

FEB100. SOY UN TONTO DEL CULO, de Sotirios Moutsanas

Mi obsesión por los Borbones era tanta que llegó a proporciones inverosímiles. En el palacio real mirando un retrato de Carlos III me vi a mí mismo dando instrucciones a Gasparini decorando el Salón de trono. Me fue imposible no caer en la tentación. Fui al mejor hipnotizador del mundo en San Francisco para hacer una regresión. Mis instrucciones eran claras y precisas. Sólo las reencarnaciones buenas, las malas, pasar página.
—Mire el péndulo, contaré hasta diez, uno… ¿Dónde está y quién es?
—Estoy en el siglo dieciséis en un sórdido lugar de Londres… ¡Soy ramera…! Siglo diecisiete, estoy trabajando de meretriz en una gran casa de Praga… Siglo dieciocho, esta vez estoy modelando para un pintor enano, ¡oh, no! ¡Soy prostituta en Moulin Rouge …! Siglo diecinueve, soy un señor respetable… ¡oh, Dios! ¡Soy proxeneta en una casa de Roma!
—Don Sotirios, lo vuestro es insondable, fue ramera, meretriz, y prostituta, con pocas palabras ¡una puta! Pero en la última reencarnación mejoró, ¡un proxeneta! Quiere decir ¡un puto! Me muero de curiosidad, ¿qué es usted ahora?
—¡Soy un tonto del culo!
Tonto sí que lo soy, pero no lo suficiente y le he dado un cheque sin fondo.

http://diariodemadridnymphicus.blogspot.com.es/2012/11/los-tres-sabios-sotirios-moutsanas.html

FEB99. UNA DE ESAS CARAS, de Sergio Raposo Diégue

Aquel día me encontraba dando un paseo por el recientemente renovado parque de la ciudad, el aire transportaba un agradable aroma a césped recién cortado y el sol parecía llenar de vitalidad todo el lugar. Había hecho bien en seguir la recomendación del doctor sobre tomar frecuentes paseos, el clima estaba sentando bien a las recientes cicatrices de la operación y a mi agotado ánimo de convaleciente.
Al pasar junto a un pequeño jardín vino a mi un olor proveniente de algún tipo de flor que no supe identificar, en ese momento me arrepentí de no haber prestado nunca atención a las flores o haberme molestado en aprender a diferenciarlas… era una de esas cosas de las que te arrepientes cuando te impiden poder disfrutar verdaderamente de algo. Mientras estaba perdido en estos pensamientos oí tras de mi una voz llamando a un tal Hank, me giré cuando noté su mano posándose en mi hombro.
-¡Hank!, ¡Cuanto tiempo!… pareces algo cambiado…
-No… no… -Me disculpé- Se equivoca de persona… debo de tener una de esas caras…
En ese momento recordé las palabras del vendedor de prótesis de cara cuando me advirtió de los posibles inconvenientes de un modelo tan barato.

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