Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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1
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9
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6
Segundos
2
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

ENE148. SIETE DEDOS, de David Vivancos Allepuz

Esta mañana, qué hartazgo, he vuelto a amanecer con siete dedos en cada mano. Supongo que también en los pies pero me da pereza, y hasta cierto desasosiego, o angustia, levantar la sábana y mirar debajo. Si bien es cierto que tiene sus ventajas, esto de los siete dedos no deja de ser fastidioso. Cuando bailo sevillanas, por ejemplo, compongo figuras fascinantes con las manos que causan admiración y mis sobrinas quedan prendadas de las fantásticas sombras chinas con las que las sorprendo al levantarse de la siesta. De acuerdo, todo eso es verdad. Es satisfactorio, sí. Pero hoy voy a tener que volver a llamar a mi representante para que suspenda el recital de esta noche. Porque es imposible que los del auditorio me consigan un teclado adaptado en tan pocas horas. Imposible. Es fastidioso, ya digo.

 http://grimasyleyendas.blogspot.com.es/

ENE147. SIN CREADOR, de Félix Valiente

Cuando despertó, podían haber sido años o simplemente en el cerrar momentáneo de unos ojos, él no estaba allí.
Se sintió muy solo.
La pluma que le había regalado la inmortalidad, la persona que le había convertido definitivamente en leyenda, no se hallaba allí.
Siete palabras regaladas le habían hecho célebre para siempre. Lo malo es que también le había regalado la soledad y el abandono.

RELATO FUERA DE CONCURSO 
YA QUE SU AUTOR ES JURADO ESTE MES

ENE146. VOLVER A NACER, de Karina Delprato

Cada día me reflejaba en el cristal de la ventana, hacía meses que no podía ni pestañear.
Mis lágrimas se acumulaban en el fondo de mi alma, ahogándome en esta triste realidad.
No estaba sola, todos me acompañaban, y esperaban mi despertar. Me rodeaban, sentía que con su calor me abrigaban, y escuchaba a mi madre, cada noche llorar.
Quería poder decirle que yo soy fuerte, que podría de estos tubos escapar, pero los músculos no me obedecían y cada vez era más largo este sufrimiento, me atormentaba sin cesar.
Era un vegetal, a veces ya perdía la esperanza y pedía a Dios, que me deje descansar, no soportaba ver cómo sufrían los demás.
Mi amor, cada día me regalaba un jazmín… ese, que en cada San Valentín, esperaba ansiosa y nunca recibí.
Sentía como acariciaba mis manos y me susurraba “perdón, mi vida” en cada madrugada.
Buscaba su mirada, pero sólo encontraba su reflejo en la ventana, y a través de ella, observaba su pupila enamorada. Se había quedado dormido apoyado en mi almohada.
Estos meses eternos, perdida en mi silencio, no pedí mucho, sólo tenía un deseo y cuando despertó, pude darle el beso más tierno.

http://resurgire.blogspot.com.es/

ENE145. UNA NOCHE MUY LARGA, de Ángeles Mora

Cuando despertó, el dinosaurio todavía seguía allí. Impasible, inmóvil ante los acontecimientos que le rodeaban, como si durmiera en la certeza de que nada de aquella vida podía mellar su tranquilidad.
Eloy despertó al dolor de cabeza y miró extrañado aquella mole, sin estar muy seguro de quién de los dos había equivocado el lugar donde dormir.
Porque el dinosaurio dormía ¿verdad?… ajeno al niño que le amenazaba con su pala de plástico o a los turistas que le ofrecían monedas como tributo de agradecimiento a la decoración de aquella playa.
Eloy lo miró con desconfianza y vomitó los excesos de la noche anterior sobre la arena.
—Si a ti no te importa todo este bullicio, yo podré soportarlo.
Cerró los ojos y volvió a dormirse. La playa era lo suficientemente grande para los dos.

ENE144. PÁNICO A VOLAR ALTO, de Anabel del Valle Carmona

Cuando despertó ya había terminado el viaje. Dejo sus alas reposando sobre el mostrador y un tal Pedro le entregó la llave de su habitación. 

¡Bienvenido a casa! Deseamos que todo sea de su agrado – exclamó.
Papá ya no tenía ese pánico atroz a volar, como cuando era joven, ni tampoco a la nueva vida que le esperaba fuera de casa. Aunque reconoce que se sintió muy triste cuando mamá se abrazó a él llorando y rogándole que no se fuera, y si lo hacía que la llevara pronto con él.
Cuando me comunicaron que ya había llegado bajé corriendo las escaleras, atravesé el jardín inmaculado y abracé fuertemente a mi padre. Entre sollozos de alegría le pregunté cómo le había ido el viaje, si le había dado miedo volar, a lo que él me contestó.
– Hijo mío, desde que dejaste esta vida no tuve miedo a la muerte.

ENE143. RUTINAS, de Rosa Martínez Famelgo

 Dejó el frasco de las pastillas vacío en la mesilla. Se tumbó y esperó pacientemente a que hiciesen efecto. El sopor químico le llegó como un sopapo dejándola inconsciente. Un sueño sin sueños, un sueño en blanco satén, indoloro, sin recuerdos. Un despertar repentino le devolvió a su realidad brumosa de boca pastosa y equilibrio precario. A su lado, su marido seguía durmiendo. No era consciente de que él también se hubiese acostado. Fue a la cocina dándose golpes contra los muebles, se frotó los ojos y miró con disgusto que en el fregadero seguían los platos sucios.

EL DINOSAURIO… GRIEGO

Por una cosa de esas casuales nos llega por dos caminos (gracias a Mercedes y a Javier Ximens) un enlace a una ilustración que es todo un bellísimo microrrelato… con dinosaurio y sueño incluidos. 
El autor es un magnifico ilustrador griego llamado Begemott, y el lugar donde disfrutar de sus dibujos es este CULTURA INQUIETA

ENE142. LA ESPERA, de Elizabeth Larrañaga

 La mirada luminosa y sonrisa pícara de él, lo delataron. Ella, emocionada y nerviosa esperaba ser sorprendida en cualquier momento. Al terminar el día, desilusionada no correspondió a las caricias de él. Cuando despertó,  el anillo estaba en su dedo.

ENE141. EL PARAÍSO, de Malén Carrillo Puig

Cuando despertó se encontró en la cama de su infancia. Unos cálidos brazos la acunaban y la sostenían como cuando era una niña.
-No pasa nada, mi amor, sólo ha sido una pesadilla.
De nuevo se hallaba en la habitación de su niñez. Su madre, que hacía tantos años ya que había fallecido, estaba junto a ella, calmándola. Se sentía pequeña, ingrávida y cristalina. No entendía nada. ¿Regresión a la infancia?, ¿un sueño en el interior de otro? o ¿sería, tal vez, la muerte?
Se volvió a acurrucar en el regazo materno, aspirando aquel aroma tan querido, sin importarle despejar los enigmas.
Sin duda aquello era el paraíso.

ENE140. CUANDO DESPERTÓ… de Maribel Martínez Montoro

Cuando despertó sintió frío, imágenes oníricas inundaban su mente, le inquietaban.
En un impulso de valentía, intentó levantarse de la cama y comenzar el día. Allí, fija, estaba ella, una mujer tumbada en la nieve; ¿Por qué?, ¿Qué la hizo caer?
De nuevo se acurrucó en su cama. Se giró y miró a su lado, como amor deshojado se desprendía el olor a soledad, y recordó otros momentos cuando el calor llegaba desde allí, podía abrazar su cuerpo y sentir su pecho fuerte, sus brazos prestos que le devolvían el abrazo y la vida cambiaba de color; el sol sustituía a la oscuridad, la brisa llegaba fresca y limpiaba la habitación de cualquier resto de miedo; las sonrisas iluminaban y el mar se vestía del color de sus ojos. Su pecho se ensanchó en un amplio suspiro, sí, no había sido un sueño, él existió.
La mujer del suelo se levantó y la miró con sus ojos vacíos, en la nieve un rastro de sangre revelaba que ya nada volvería a ser realidad. Recordó esta vez la traición, la impotencia, el dolor, él, inerte sobre el blanco manto, y su desesperación. La nieve fría bajo su cuerpo la despertó.

ENE139. HACE VEINTICINCO AÑOS QUE TENGO VEINTICINCO AÑOS, de Esperanza Temprano

Abrí los ojos. Una mujer con pijama verde entró en la habitación y dejó caer la bandeja que llevaba en la mano. Al instante volvió acompañada de tres hombres con bata blanca que me exploraban con mucha curiosidad. Empecé a recordar… la calle… el semáforo… el autobús que me viene encima… Al rato apareció Tomás, casi no le reconocí, tenía el pelo cano y la sonrisa llena de arrugas, ¡cómo ha podido hacerse viejo en tan poco tiempo!
Ayer volvió con dos mujeres jóvenes, dice que son las niñas, pero no le creo, Clara está aprendiendo a leer y Nuria aún lleva pañales. Sospecho que me quieren volver loca y simulan hablar por teléfono con unos aparatitos pequeños y planos que suenan y se encienden, piensan que no me he dado cuenta de que son de mentira, ¡si no tienen cable!
Hoy han vuelto las jóvenes llamándome mamá y contándome patrañas: que si tiraron el muro de Berlín; que si hay un negro en la Casa Blanca; que si llevo veinticinco años dormida… Cuando despierte de esta pesadilla, correré a abrazar a mis niñas y nos iremos juntas a jugar al parque.

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