Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

DIC82. FINAL DE TRAYECTO, de Marta López Cuartero

Al despertar metí la mano agarrotada por la artrosis debajo de la almohada y palpé. Ahí estaba, otra pieza más del tren y así desde hace setenta años.
Aquella Navidad, de niño, encontré el primer vagón y no llegué a adivinar quién me lo había regalado ¡ingenioso truco! pensé. Con el paso de los años dejé de preguntar. Railes, puentes, curvas, vagones de pasajeros o cargados con carbón, troncos o con sacos de harina y arroz.
Despacio, me incorporé e intuí en mis dedos una forma distinta. Encendí la lamparilla. La locomotora de vapor, la última pieza.

DIC81. PAPÁ PAPÁ NOEL, de Javier Ariza Alcaide

Yo era sólo un niño. Pero a diferencia de la mayoría, a mí la Navidad no me gustaba. Más bien lo contrario. Odiaba a Papá Noel. Vale, ya sé que traía regalos y todo eso, pero en realidad los que traía nunca coincidían con los que yo había pedido, y no cubrían ni de lejos mis expectativas, que siempre eran más optimistas. Así que, igual que otros niños más conformistas o mejor atendidos que yo le cogían  cariño, yo le cogí una tirria tremenda. Que eso de que un señor mayor se colara por la noche en tu casa, por toda la cara, no lo veía yo claro… Por lo tanto me pareció una idea estupendamente coherente esperarlo despierto aquella noche, escondido tras el sofá, para darle una sorpresa. Cuando tras un rato de espera, el gordinflón apareció con paso sigiloso y se agachó junto al arbolito para dejar sus ridículos regalos, me acerqué con poco disimulo y le dispensé una estupenda patada en el culo.
-Pero niño, ¿qué coño haces? Que soy yo… papá…tu verdadero padre…
Al escuchar aquello se me revolvió el estómago sólo de imaginarlo. Así que me lancé a por él y le pegué una paliza tremebunda. Y es que eso, aún empeoraba las cosas.

DIC80. NI CHICO NI GRANDE, de Miguelángel Flores

Cuando llegó la Nochebuena, la abuela llevaba varias semanas muerta, pero no lo sabía. Nadie se atrevía a decírselo. La familia lloraba a escondidas para evitarle un disgusto. A los niños no se lo expliquéis tampoco, que no se traumaticen, dijo mi cuñada, que había hecho secretariado. La abuela seguía el compás de los villancicos con los nudillos, lo mismo que si estuviera viva, mientras tomaba anís en una copa con forma de campanita al revés.
En medio de un “Ay del chirriquitín, chiquirriquitín”, apareció el abuelo, con su sombrero, en la puerta de la cocina. Ella chilló como se chilla al ver a un muerto. Todos guardaron silencio. Menos los pequeños, que seguían jugando a ser prisioneros bajo la mesa. Cuando se dio cuenta de que nadie más se había asustado, dejó de gritar. Se fue calmando hasta quedar callada y pensativa. Entonces, se levantó, cogió un último pestiño y, agarrándose del brazo del abuelo, echaron a andar lo mismo que cuando iban a la feria. Desaparecieron por la misma puerta de la cocina. Miré bajo el mantel y los más chicos se habían ido durmiendo, aún presos, sin sospechar que la abuela había muerto del todo.

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DIC79. BENDITO INVIERNO, de Mercedes Solsona Guillén

Aquella navidad, de niño de disciplina distraída y arraigo olvidado, sería como todas las demás, estaba seguro. Como siempre, mi padre me recogió tarde del internado, como siempre, el último.
Me pegué horas sentado en la portería junto al padre Jesús, esperando que el Renault ocho de color amarillo, asomara el morro por el camino de hormigón. Mientras, mis pupilas se dilataban como las de un gato al acecho en plena oscuridad.
Llegamos a casa tarde, mi abuelo Antonio, alcohólico y pendenciero, estaba esperándome muy alegre, me sonrió con dulzura y me tendió una mano áspera y llena de arrugas.  Luego, un abrazo descolorido de mi madre y una cena como la de todos los días, verdura y algo de pescado.
Hasta ese momento, nada me hacía sospechar el regalo tan maravilloso que me iban a poner los Reyes Magos.
El cinco de enero por la tarde, sonó el teléfono,  mi madre disgustada nos daba la terrible noticia.
– Dicen en el colegio del chico que se han helado las tuberías y que hay una gran avería…
La naturaleza había sido generosa conmigo: “un gran reventón”
Hasta nuevo aviso, no podían llevarme a la escuela de curas.

DIC78. AQUELLOS NIÑOS DE VIENTO, de María Rojas

En el mes de diciembre, al ritmo de los buenos vientos, los niños de grandes ojos cuajados de asombro elevan globos de frágiles papelillos y largas colas de trapo. Los globos, inflados de ilusiones se encumbran entre sonoras risas. Mas a pesar de los festivos aires, los niños barrigones y de grandes ojos se quedan clavados en la tierra.

DIC77. BELÉN VIVIENTE, de Ignacio Rubio Arese

Durante el banquete de Nochebuena, el pequeño Nelson sugirió a sus familiares crear un Belén Viviente, propuesta acogida con fervoroso júbilo navideño. Pintaron los decorados en grandes paneles de corcho y los distribuyeron por todo el salón. A continuación, el niño los fue colocando uno a uno: Carlota, tú de pastorcilla, tío Ariel de rey Gaspar, Alejandrito de niño Jesús… así hasta completar la escena.
– ¡Y ahora, esperad ahí quietos, voy a buscar la cámara a mi cuarto! – dijo girando con disimulo la llave de un recipiente naranja, que había escondido horas antes tras las cortinas.
Veinte minutos después regresaba al comedor, conteniendo el aire. Abrió las ventanas y las puertas de golpe para crear corriente, y se puso a buscar en la guía el número de algún taxidermista que inmortalizase su obra.

DIC76. VACACIONES ENDIABLADAS, de Ángeles Sánchez Gandarillas

Mefis odiaba las fiestas de Navidad; no comprendía porqué desde el 24 de diciembre hasta el 7 de enero, todo se teñía con un halo de bondad. Incluso, firmaban treguas en algunas guerras, menguaba la delincuencia y los enfados familiares, etc.; aumentaba ese regocijo el disfrute de vacaciones. Mefis tomaba vacaciones obligadas y las maldecía.
Tampoco soportaba el frío pues trabajaba en la zona norte; eso le endemoniaba. Por esa razón tenía cursada una solicitud, previendo obtener buenos resultados en esta temporada, para mudarse al caldeado sur aunque se achicharrase en los desiertos.
Esperaba ansioso que sonaran las “benditas” doce campanadas del 31 de diciembre, serían unas pocas horas de actividad hasta el medio día del 1 de enero. A Mefis no le importaría trabajar a destajo. Saldrían a la calle millones de personas. Muchas de ellas beberían y serían el caldo de cultivo de peleas, infidelidades, robos, gamberradas, asesinatos, etc., gracias a eso, facturaría al infierno gran cantidad de almas pervertidas. Sí, sería un éxito.
Llevaba mucho tiempo preparándose a conciencia para desbancar a Samyaza, al que llamaba despectivamente “ángel caído venido a menos”, para que por fin, él, Mefistófeles, lograra sentarse a la izquierda de Satanás.

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DIC75. FANTASMAS EN NAVIDAD, de Raúl David Márquez Casique

Aquellas navidades, de niño, solía visitar a los abuelos, que entonces vivían en una finca. Era un lugar encantador; ambiente propicio para historias de fantasmas y aparecidos. Una noche, luego de que el abuelo nos contara una leyenda, no pude dormir, pues ruidos extraños provenientes de la sala, me mantuvieron en vilo hasta la madrugada.
Al siguiente día, le comenté a la tía Adela. Ésta se puso colorada, se sobresaltó, y me dijo, entre dientes, que no le contara nada al abuelo. «Mire, Raulito, mejor no diga nada, pues el abuelo lo va a tomar por pendejo. Oyó.  Mejor rece un Padrenuestro y verá que se le va el miedo…» Le hice caso a la tía y, efectivamente, durante las siguientes noches no escuché nada raro y además me dormí tranquilo y como un roble.
Tiempo después, mi tía llegó a la ciudad. Se quedó en casa. Estaba más gorda que antes. Con el paso de los días, su vientre se fue hinchando como un globo. Me extrañó que el día del nacimiento, en el hospital, estuviera el señor Camilo, un obrero de la finca de los abuelos. Con los años lo supe, y rio al recordarlo.

 http://losrelojesdebabel.blogspot.com

DIC74. EN NAVIDAD VIENE PAPA NOEL, de Gemma Calero Sanchez

Anochecer del 24 de diciembre. Hospital Provincial. Javier se encuentra en la escalera de incendios con su colega, también cirujano, Juan. Se conocen desde primero de carrera, casi treinta años de amistad.  Siete grados en el exterior pero el vicio es lo que tiene, no perdona.
Juan: -«¿Sabes que esto nos matará?«
Asintiendo con la cabeza mientras termina de encender su cigarrillo Javier responde con media sonrisa:- \»Si antes no lo hacen nuestras parejas, otra Nochebuena sin nosotros.¿Qué tal la guardia?\»
Juan: -«Han traido un preso del tercer módulo.Sin un milagro no llegará a comer las uvas. Necesita un corazón ya!.Y por tu planta
Javier-«Un peqeño se agarra a la vida como pocas veces he visto. Dudo que pase de esta noche si no viene Papa Noel con unos pulmones. Será una Navidad imborrable para sus padres
Un enfermero les interrumpe. «Les estaba buscando. Hay donantes!». La alegría en sus rostros es instantánea. Papa Noel existe!!!.
Como una exhalación, apartando bruscamente al enfermero, irrumpe el Jefe de Guardia.  Firme y seco se dirige a Javier mirándole fijamente a los ojos: – «Lo siento Javier, tu mujer y tu hija tuvieron un accidente hace apenas una hora.«

DIC73. UN MUNDO MEJOR, de Mercedes Jiménez Rueda

El río los trajo hasta nuestro poblado. Sus ondulantes ropas se abrían paso entre los gritos de terror de las mujeres. Mi madre corrió conmigo en brazos a ocultarse en lo más profundo de la selva hasta que se marcharan. Fue inútil, habían venido para quedarse.

    Poco a poco lograron calmarnos con regalos y gestos amistosos. Mediante señas y algunos de nuestros sonidos, nos explicaron que habían venido a traernos al único y verdadero dios. Era un dios invisible pero poderoso como el dios viento. No nos iluminaba como el dios sol, así que tuvimos que obedecerlo a ciegas. Un día nos mandaron en su nombre cubrir nuestra desnudez para ahuyentar las oscuras garras del pecado. Curiosamente no mucho después, a principios de invierno, hubo una gran celebración donde nos hicieron arrodillarnos ante la figura de un recién nacido vestido solo con pañales.

    En estos últimos años han cambiado mucho nuestro pequeño mundo. Con sus mágicas pócimas han atajado crueles epidemias. Sin embargo, el temor al nuevo dios y a las llamas del infierno continúa arrasando nuestro pueblo como una fiebre incurable.

DIC72. ESTRELLITA, de Jesús Coronado

Estrellita era la más pequeña de sus hermanas. Andaba de acá para allá, «fugaz» la llamaban algunos. Su padre, El Lucero del Alba, de reconocido prestigio en el universo de las estrellas, ya no sabía que hacer con ella. Su madre, Casiopea, se armaba de paciencia pues de joven había sido igual de pizpireta que su hija, le decía a su esposo «Estrellita cambiará con el tiempo, dejará de ir  de un lado a otro como cometa sin rumbo«. Y el Lucero del Alba fingía enfadarse y consentía, pues no podía resistirse a la luz que los ojos de Casiopea irradiaban. Una Navidad, cuando Estrellita volaba fugaz por el desierto, sintió la necesidad de averiguar de quién era el llanto que salía de aquel destartalado pesebre, y acercándose despacio quedó prendada del niño y de la paz y la luz que su cuerpecito transmitía. Y sintió que, por fin, había descubierto cual era su destino. Alumbrar aquel pesebre para anunciar al mundo el nacimiento de aquel niño. Y desde
  entonces una estrella brilla con fuerza en el cielo nocturno, irradiando más luz cuando llega Navidad.
Aquella Navidad, de niño, descubrí a Estrellita, la que alumbra mi portal.

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