Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

DIC77. BELÉN VIVIENTE, de Ignacio Rubio Arese

Durante el banquete de Nochebuena, el pequeño Nelson sugirió a sus familiares crear un Belén Viviente, propuesta acogida con fervoroso júbilo navideño. Pintaron los decorados en grandes paneles de corcho y los distribuyeron por todo el salón. A continuación, el niño los fue colocando uno a uno: Carlota, tú de pastorcilla, tío Ariel de rey Gaspar, Alejandrito de niño Jesús… así hasta completar la escena.
– ¡Y ahora, esperad ahí quietos, voy a buscar la cámara a mi cuarto! – dijo girando con disimulo la llave de un recipiente naranja, que había escondido horas antes tras las cortinas.
Veinte minutos después regresaba al comedor, conteniendo el aire. Abrió las ventanas y las puertas de golpe para crear corriente, y se puso a buscar en la guía el número de algún taxidermista que inmortalizase su obra.

DIC76. VACACIONES ENDIABLADAS, de Ángeles Sánchez Gandarillas

Mefis odiaba las fiestas de Navidad; no comprendía porqué desde el 24 de diciembre hasta el 7 de enero, todo se teñía con un halo de bondad. Incluso, firmaban treguas en algunas guerras, menguaba la delincuencia y los enfados familiares, etc.; aumentaba ese regocijo el disfrute de vacaciones. Mefis tomaba vacaciones obligadas y las maldecía.
Tampoco soportaba el frío pues trabajaba en la zona norte; eso le endemoniaba. Por esa razón tenía cursada una solicitud, previendo obtener buenos resultados en esta temporada, para mudarse al caldeado sur aunque se achicharrase en los desiertos.
Esperaba ansioso que sonaran las “benditas” doce campanadas del 31 de diciembre, serían unas pocas horas de actividad hasta el medio día del 1 de enero. A Mefis no le importaría trabajar a destajo. Saldrían a la calle millones de personas. Muchas de ellas beberían y serían el caldo de cultivo de peleas, infidelidades, robos, gamberradas, asesinatos, etc., gracias a eso, facturaría al infierno gran cantidad de almas pervertidas. Sí, sería un éxito.
Llevaba mucho tiempo preparándose a conciencia para desbancar a Samyaza, al que llamaba despectivamente “ángel caído venido a menos”, para que por fin, él, Mefistófeles, lograra sentarse a la izquierda de Satanás.

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DIC75. FANTASMAS EN NAVIDAD, de Raúl David Márquez Casique

Aquellas navidades, de niño, solía visitar a los abuelos, que entonces vivían en una finca. Era un lugar encantador; ambiente propicio para historias de fantasmas y aparecidos. Una noche, luego de que el abuelo nos contara una leyenda, no pude dormir, pues ruidos extraños provenientes de la sala, me mantuvieron en vilo hasta la madrugada.
Al siguiente día, le comenté a la tía Adela. Ésta se puso colorada, se sobresaltó, y me dijo, entre dientes, que no le contara nada al abuelo. «Mire, Raulito, mejor no diga nada, pues el abuelo lo va a tomar por pendejo. Oyó.  Mejor rece un Padrenuestro y verá que se le va el miedo…» Le hice caso a la tía y, efectivamente, durante las siguientes noches no escuché nada raro y además me dormí tranquilo y como un roble.
Tiempo después, mi tía llegó a la ciudad. Se quedó en casa. Estaba más gorda que antes. Con el paso de los días, su vientre se fue hinchando como un globo. Me extrañó que el día del nacimiento, en el hospital, estuviera el señor Camilo, un obrero de la finca de los abuelos. Con los años lo supe, y rio al recordarlo.

 http://losrelojesdebabel.blogspot.com

DIC74. EN NAVIDAD VIENE PAPA NOEL, de Gemma Calero Sanchez

Anochecer del 24 de diciembre. Hospital Provincial. Javier se encuentra en la escalera de incendios con su colega, también cirujano, Juan. Se conocen desde primero de carrera, casi treinta años de amistad.  Siete grados en el exterior pero el vicio es lo que tiene, no perdona.
Juan: -«¿Sabes que esto nos matará?«
Asintiendo con la cabeza mientras termina de encender su cigarrillo Javier responde con media sonrisa:- \»Si antes no lo hacen nuestras parejas, otra Nochebuena sin nosotros.¿Qué tal la guardia?\»
Juan: -«Han traido un preso del tercer módulo.Sin un milagro no llegará a comer las uvas. Necesita un corazón ya!.Y por tu planta
Javier-«Un peqeño se agarra a la vida como pocas veces he visto. Dudo que pase de esta noche si no viene Papa Noel con unos pulmones. Será una Navidad imborrable para sus padres
Un enfermero les interrumpe. «Les estaba buscando. Hay donantes!». La alegría en sus rostros es instantánea. Papa Noel existe!!!.
Como una exhalación, apartando bruscamente al enfermero, irrumpe el Jefe de Guardia.  Firme y seco se dirige a Javier mirándole fijamente a los ojos: – «Lo siento Javier, tu mujer y tu hija tuvieron un accidente hace apenas una hora.«

DIC73. UN MUNDO MEJOR, de Mercedes Jiménez Rueda

El río los trajo hasta nuestro poblado. Sus ondulantes ropas se abrían paso entre los gritos de terror de las mujeres. Mi madre corrió conmigo en brazos a ocultarse en lo más profundo de la selva hasta que se marcharan. Fue inútil, habían venido para quedarse.

    Poco a poco lograron calmarnos con regalos y gestos amistosos. Mediante señas y algunos de nuestros sonidos, nos explicaron que habían venido a traernos al único y verdadero dios. Era un dios invisible pero poderoso como el dios viento. No nos iluminaba como el dios sol, así que tuvimos que obedecerlo a ciegas. Un día nos mandaron en su nombre cubrir nuestra desnudez para ahuyentar las oscuras garras del pecado. Curiosamente no mucho después, a principios de invierno, hubo una gran celebración donde nos hicieron arrodillarnos ante la figura de un recién nacido vestido solo con pañales.

    En estos últimos años han cambiado mucho nuestro pequeño mundo. Con sus mágicas pócimas han atajado crueles epidemias. Sin embargo, el temor al nuevo dios y a las llamas del infierno continúa arrasando nuestro pueblo como una fiebre incurable.

DIC72. ESTRELLITA, de Jesús Coronado

Estrellita era la más pequeña de sus hermanas. Andaba de acá para allá, «fugaz» la llamaban algunos. Su padre, El Lucero del Alba, de reconocido prestigio en el universo de las estrellas, ya no sabía que hacer con ella. Su madre, Casiopea, se armaba de paciencia pues de joven había sido igual de pizpireta que su hija, le decía a su esposo «Estrellita cambiará con el tiempo, dejará de ir  de un lado a otro como cometa sin rumbo«. Y el Lucero del Alba fingía enfadarse y consentía, pues no podía resistirse a la luz que los ojos de Casiopea irradiaban. Una Navidad, cuando Estrellita volaba fugaz por el desierto, sintió la necesidad de averiguar de quién era el llanto que salía de aquel destartalado pesebre, y acercándose despacio quedó prendada del niño y de la paz y la luz que su cuerpecito transmitía. Y sintió que, por fin, había descubierto cual era su destino. Alumbrar aquel pesebre para anunciar al mundo el nacimiento de aquel niño. Y desde
  entonces una estrella brilla con fuerza en el cielo nocturno, irradiando más luz cuando llega Navidad.
Aquella Navidad, de niño, descubrí a Estrellita, la que alumbra mi portal.

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DIC70. DESPUÉS, DEJÉ DE CREER, de Asun Gárate Iguarán

Aquella Navidad mi hermana pequeña se perdió. Entre la muchedumbre que presenciaba la cabalgata. Su mano se soltó de la mía y no pude volver a cogerla. La busqué entre las piernas de la gente. Me metí en el desfile y corrí junto a las carrozas, gritando a los Reyes, a los pajes, que se me había perdido mi hermana. Me lanzaron caramelos sonriendo con sus barbas y sus caras tiznadas, con sus espléndidas coronas y turbantes. Uno de los camellos casi me tiró al suelo.
La cabalgata siguió su camino dejando un rastro de golosinas y caca de burro. La multitud se fue dispersando hasta que no quedó nadie más que yo.
  Esa noche hizo mucho frío. La ventana de mi habitación se empañaba y tenía que frotar el cristal con la manga del pijama. Les había escrito otra carta a los Reyes Magos, que mis padres se llevaron para entregársela antes de acudir a la policía. Ya no quería la caja de Magia Borras, la escopeta de Daniel Boone y el madelman. Les pedía que me trajeran a mi hermana.
Y miraba al cielo rezando para que encima de nuestra casa se posara la estrella que los guiaría.

DIC69. CUANDO CONOCÍ A MI PADRE…, de Rosa Mª Iglesias Yañez

Conocí a mi padre con tres años. Antes de que él llegara, yo estaba emocionado y contento. Ayudé a mamá a decorar el árbol de Navidad y a montar el belén.
Escribimos la carta de los Reyes Magos entre risas y galletas, recién sacadas del horno.
Él era serio, alto y grande y me daba miedo, yo pequeño, necesitaba su cariño, poder conocerle y llegar a quererle como un hijo quiere a un padre.
Ha pasado mucho tiempo, tengo cuatro hijos y una esposa a la que adoro, pese a esa Navidad rara y  a otras muchas, paso año tras año con mi familia, la navidad más maravillosa del mundo.
Entre risas hacemos galletas y adornamos el árbol, mientras hablamos de lo que nos inquieta o de lo que nos alegra.
La carta de los Reyes Magos se las escribo a mis nietos, tomamos chocolate caliente y me abrazan y les abrazo y entonces me siento bien, les quiero y ellos a mí.
Nunca conocí a mi padre del todo, no se dejó conocer. Pero lo que sí me enseño es, no querer ser como él.

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DIC68. ÚLTIMA NAVIDAD, de Graciela Carroz

La batalla había sido dura y la libraste con todas las fuerzas .El ovillo del vida resultó ser corto.
Aquel día sonreíste con gozo al verme a tu lado. Horas y horas destejiendo recuerdos a la luz de la lámpara que se apagaba con lentitud y sin dolor. Sólo pasado, ausencia de proyectos. Risa y lágrimas.
El lazo invisible que nos había unido desde el nacimiento, se hizo inmune al tiempo y al espacio.
Cuando el Ángel del Señor desató el último nudo que te ataba a la vida terrena , recién entonces lo descubrí con el alma partida.
Me habías regalado tu última navidad.

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DIC67. LA ÚLTIMA DUDA, de Amparo Martínez Alonso

—Aquella Navidad fue la más rara de mi vida… Si esta, que se acaba, era realmente mi vida.
La Virgen María no sabía qué hacer conmigo: la esperaba su novio para ir al cine; así que me dio un beso y me dejó en el pesebre. Éramos las últimas, el resto de figuras vivientes se habían marchado hacía rato. Apagaron las luces y los villancicos. Sor Ángela, que en gloria esté, cerró el portón. Con aquel hábito fantasmal y su pálida toca parecía volar sobre la nieve. Me sonrió… Así empezó todo… o terminó. ¡Vaya usted a saber!
—¡Madre superiora…!

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DIC66. QUE INGENUIDAD MAS BONITA, de Lorena García Agudo

Mis hermanos y yo estábamos muy excitados porque los Reyes Magos pasarían esa noche por nuestra casa.
Mis padres pusieron una mantita en el suelo y nos dijeron que era por si los camellos querían echarse a descansar. Nosotros corrimos hacia la cocina peleándonos por llenar los vasos de agua para los Reyes y sus camellos que seguro tendrían sed, pues habían hecho un viaje larguísimo. Todos colocamos también nuestros zapatos y mis padres se preguntaron entre risas cuales serian sus regalos.
Mis padres bromeaban diciéndonos que a lo mejor nos dejaban carbón y nosotros les decíamos:
— ¡Carbón no!  —mientras saltábamos de emoción.
 Nos acompañaron hasta nuestras camas y nos abrazaron y besaron fuertísimo. Mis hermanos se durmieron enseguida pero mi hermana y yo no parábamos de hablar.
Al amanecer, caminamos emocionados hacia el salón deseosos de ver nuestros regalos y cargados con ellos fuimos a la cama de mis padres a enseñarles lo generosos que habían sido los Reyes.  Nos dijeron que habíamos sido muy buenos.
A ellos los Reyes Magos no les habían dejado nada en sus zapatos. Si la sonrisa de sus cuatro niños a los que nunca les faltaron los regalos, ni el amor.

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