108. Según el color con qué se mira
Se extienden sobre las cimas de las montañas, descienden a los valles y vuelven a reiniciar su raudo planeo por lo que fue un inmenso azul, de su color original simplemente queda un leve vestigio en el horizonte, traslucido y frágil como el cristal.
Contemplamos entre el miedo y la sorpresa como todo se desfigura. Las montañas se van moviendo lentamente y adoptan formas de gigantescas cristaleras. Los campos se allanan hasta parecer masas sensoriales. Los árboles, plantas, se estremecen en el intento de adaptarse y expulsan sus semillas que dejan estelas en el aire. Los pájaros baten las alas asustados, estas se van vaporizando, y sus cuerpos quedan suspendidos como farolillos chinos.
Los animales domésticos presintieron mucho antes que llegaban e intentaron alertarnos, pero vivimos tan pendientes de nosotros mismos que solo apreciamos en su nerviosismo el anuncio de una tormenta. Y así fue en verdad, una tormenta verde entre sonidos armónicos producidos por la mutación a la que nos sometieron. Toda la Tierra ahora está coloreada con una gama de verdes inimaginables. Creemos que falta muy poco para que comience la renovación de nuestras almas, percibimos la serenidad que el cambio cromático de este color desencadena.
Bello relato de esa tormenta verde que todo lo ha transformado de manera espectacular, y lo mejor está por venir. Bienvenida sea esa serenidad que anuncias, que traerá la renovación de nuestras almas, tan necesaria ella.
Es un placer leerte, Maite.
Un beso