52. ¿Sí? Sube
La única luz que alumbra el salón proviene de la pantalla del televisor. Acurrucada en el sofá, envuelta en una manta, mantiene la mirada fija en esas imágenes, su única compañía. De repente el interfono suena. Abre la puerta y lo ve subir las escaleras de dos en dos. Se dan un beso y un fuerte abrazo. En cuanto entra, el televisor se apaga automáticamente, las luces se encienden al igual que los radiadores. Ya no es necesaria la manta. Desde la cocina sale un exquisito olor a cocido. Se sientan en la mesa y él se deja servir como lo hacía con su madre. Ella le pregunta por sus cosas y él habla animado. Charlan, se ríen con los recuerdos de infancia y, terminan jugando a la habitual partida de cartas, en la que ella siempre gana.
Es tarde, tiene que marcharse ya, pero antes de irse vuelve a darle un beso con un «Hasta pronto, abuela». Mientras él baja las escaleras, la luz del apartamento se va apagando. El frío se instala y ella va en busca de su manta antes de acomodarse de nuevo en su rincón frente a la pantalla que ilumina el solitario salón.
Unas escaleras mágicas que facilitan el retorno provisional e imposible de alguien que ya no está, pero cuya visita ocasional deja de ser imposible, llenando un hogar y una vida de añorada dicha cotidiana, que vuelve a difuminarse cuando se pierde de nuevo escaleras abajo.
Un saludo y suerte, Liliana
Bien conseguida la circularidad de l micro. Transmite la soledad y el aislamiento de las personas mayores. Aquí una escena que representa su momento más feliz: la visita del nieto. En una sociedad cada vez más individualizada se agradecen ratos de convivencia y de compartir la vida con otras personas.