7. Luz de mi vida (Elena Bethencourt)
¡Cuántas luces dejaste encendidas,
yo no sé cómo voy a apagarlas!
J.A. Jiménez
Hugo sabe que no queda tiempo y que hay noches que no terminan cuando sale el sol. Por eso, al ver que la tarde, allá en el horizonte, despinta los colores del ocaso y lo inevitable apaga sin remedio las luces de su firmamento, coge decidido la escalera más larga y sube hasta el mismo cielo. Allá arriba hace frío, pero con su santa paciencia ordena las estrellas por su grado de luminosidad, escoge solo una —la más radiante— y la baja a rastras por la Vía Láctea.
Al llegar a su casa, la coloca con cuidado en el dormitorio de su madre. Los presentes alegan que el resplandor los deslumbra, y con esa excusa aprovechan para esconder sus ojos llorosos tras gafas de sol.
Hugo lima las puntas del astro hasta conseguir un fino polvo de estrellas y hace montoncitos brillantes que va envasando al vacío para preservar su fulgor. Cuando la cantidad le parece suficiente para unos cuantos años, despide a su madre con un beso en la frente y le susurra que ahora puede irse tranquila, que ya está preparado para el gran apagón.
Qué no haríamos por las personas que queremos, más aún cuando sentimos y sabemos que nos queda poco juntos. Hugo despide a su madre como ella merece y, al mismo tiempo, se prepara para el inevitable y doloroso duelo. El tiempo irá suavizando ese «apagón» que se produce para quien queda cuando alguien pasa al otro lado.
La dureza de la muerte y la separación forzosa narrada con maestría y de forma cercana a la poesía, con elegancia y belleza.
Un abrazo y suerte, Elena
Gracias, Ángel, hasta que tú no comentas no estoy tranquila. Leer tus comentarios se ha convertido en un fin en sí mismo. 🙂
Bellísimo!
Gracias, Susana ;.)
Vaya Elena ha dado de sí ese viaje al universo. Las madres que siempre brillan en el firmamento mires cuando mires. Bonita historia, tierna y llena de luz. Suerte!
Ay, qué riquiño, Montesinos, gracias.
Elena, hermosísimo relato de ese apagón tan doloroso que se aproxima y para el que se está preparando ese amoroso hijo. Para ese momento también lo están haciendo mis hijos,cada uno a su manera, sabiendo que llegará, pero esperanzados en que la medicina haga milagros. Un abrazo un inmenso
Gracias, Gloria. Yo también he andado ese caminito hacia el apagón, con fuerza, disfrutando cada segundo del viaje. Por experiencia sé que ese tramo fue más rico que muchos otros que recorrimos sin darles la importancia merecida. Ánimo. Un abrazo.
Un bello relato, Helena. Besos marinos.
Qué bien que te haya gustado, María. Un abrazo y gracias por leer.
Yo diría que has escrito un precioso cuento infantil para adultos. Ha sido una despedida llena de esperanza. Nos leemos.
Gracias, pues ahora que lo dices, lo empecé como para niños, jeje, pero en realidad los apagones son para los adultos también. Un abrazo y gracias por leer.
Qué delicia esa mirada inversa, Elena. La luz en la que se convierten aquellos que se van es la que acompaña a los que se quedan. Y cuanto amor en esa historia. Maravillosa. Suerte y abrazos, genia.
Gracias, RAfa, un abrazo y gracias por leer.
Qué disfrute es, siempre, leer sus microrrelatos.
¿Tiene libros publicados con ellos?
Algunos los leí alguna vez por internet y luego no los he vuelto a encontrar,
Gracias.
Vaya, María José, he tardado meses en ver su comentario, muchas gracias. Sí, tengo un libro: Cuando se derrama el mar.
Un abrazo