15. COLECCIONISTAS DE EMOCIONES (Amparo Martínez)
Salí del ascensor. Eran unas oficinas limpias y luminosas. Me sentí cómodo en aquel traje (nunca imaginé que algo así resultara tan agradable como un chándal o un mono). Caminé erguido, sin arrastrar los pies. Pensé que Lola se sentiría orgullosa. Me recibió mi secretaria. Era rubia y llevaba un conjunto rojo, a juego con sus labios. Me acompañó hasta mi despacho, cerró la puerta y me besó. Sabía a macedonia con cava. “No temas, cielo, es indeleble”, susurró. Parecía conocer mis gustos. Lentamente, demostró que su pintalabios no manchaba mi cuello erizado ni los lóbulos de mis orejas. Se retocó la melena y abrió la puerta. La seguí hasta la sala de juntas. Todos me saludaron. Presidí la reunión. Se aprobaron mis propuestas, aplaudieron mis comentarios y rieron mis chistes. Saqué el móvil. Busqué la carpeta de mi colección de ascensores. En el de hoy, escribí: “Ideal para momentos bajos”. Y, aunque al almuerzo lo llamaron brunch (tentempié sin pinchos de tortilla) —demasiado “frugal” para mi gusto, pero que me sirvió para estrenar ese adjetivo—, finalizada la jornada caminé satisfecho hacia el ascensor… Estaba seguro de que, esta vez, mi ascensor ganaría a la puerta giratoria de Lola.
Muy, muy bueno.
Enhorabuena, Amparo.
Jo. Muchas gracias, Modes!!!
Encantada me dejas.
Un abrazo.
Me ha encantado. Me quedo con ganas de saber dónde llevó a Lola la puerta giratoria. Enhorabuena.
Gracias, María!!!
A mí me pasa lo mismo 🙂
Beso y abrazo.
…seguro que también merecerá la pena contar la historia de la puerta giratoria. 🙂
Esa colección de ascensores es, en efecto, una fuente de emociones. Tu protagonista, por lo que parece, tiene intención de probarlos todos, tras lo que toma sus notas, para no olvidar a dónde le han conducido en cada caso. Seguro que esos elevadores mágicos le ayudan a salir de una vida que imaginamos demasiado lineal y rutinaria, la que debe de compartir con Lola, que también necesita evadirse, aunque ella utilice un método diferente, quizá menos perfecto, porque las puertas giratorias siempre devuelven al lugar de partida, mientras que un ascensor puede dejarte para siempre, si así lo deseas, en una planta concreta.
Un relato imaginativo, lleno de un envidiable ingenio surrealista.
Un abrazo y suerte, Amparo
Muchas gracias por tu análisis, Enteciano de Honor.
Como siempre, certero y amable.
Un abrazo grande, Ángel!!!
«Macedonia con cava» es el sabor que he disfrutado leyendo tu micro, Amparo.
Una historia entre lo cotidiano y el ensueño narrada con mucha sensorialidad.
Besito virtual.
Jajaja. Muchas gracias, María Jesús. La macedonia con cava tiene su puntito dulzón chispeante 🙂
Un abrazo para ti.
Amparo, qué bien hilas el relato y con cuanta imaginación. Suerte y saludos
Hola Calamanda.
Me alegran muchooo tus palabras.
Gracias a ti por tu «visita».
Un abrazo grande.
Original y trufado de divertidas perlas.
Enhorabuena, Petra.
Un beso.
Muchas gracias, Rafa.
Cómo animan estos comentarios!!!
Un abrazo grande.
Hola, Amparo.
Un relato tremendamente sugerente y original, con ese coleccionista de emociones (que intuyo serán todas fuertes).
Los ascensores siempre han dado muy buen juego a los narradores, aunque, lo de la puerta giratoria me lo apunto, porque, como bien demuestras, también puede ser un filón de historias más que interesantes.
Un emotivo abrazo.
Amparo, un relato muy original, donde las emociones son objeto de deseo. Muchísima suerte. Un fuerte abrazo y besos apretados.
Cual máquina de emociones el ascensor transporta al protagonista a pequeñas porciones de vida que le transmiten nuevas sensaciones para su colección. Muy original propuesta, Amparo. Un abrazo.
La verdad es que tu relato nos deja con ganas de más. Enhorabuena y mucha suerte. Abrazos.