Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

F33. TIEMPOS OSCUROS, de Musgo 7

Cuando los soldados llegaron al pueblo, algunos vecinos se echaron al monte. Éste les daba cobijo y sustento. Con frecuencia, los soldados organizaban batidas provistos de perros de presa para darles caza. Se dice que cada árbol nuevo es el alma de un caído. Así, poco a poco, el bosque se fue extendiendo hasta alcanzar el pueblo. Cuando lo cubrió con su verde manto, los soldados se vieron obligados a abandonarlo para siempre.

F34. TIERNOS RECUERDOS DEL BOSQUE, de Musgaño

Cuando yo era pequeña, a mis padres debía de parecerles que no había un plan más fascinante que llevarnos a mí y a mis hermanas de excursión al bosque en pleno invierno.

Yo lo encontraba espantosamente aburrido y poco interesante. No teníamos equipo de montaña adecuado y mis pies rabiaban de frio dentro de unas viejas katiuskas.
Nos solía acompañar Chucho, un señor mayor y curtido que conocía  muy bien la Reserva del Saja.
Con él buscábamos huellas de corzos en la nieve y seguíamos sus movimientos.  Veíamos  las cagarrutas de estos animales que, con su calor, taladraban la nieve. A veces incluso llegábamos a encontrar los restos de alguno atacado por un lobo. Mamá nos tapaba los ojos pero yo no quería perdérmelo.
Observábamos los árboles, repasábamos los nombres de las montañas,  señalábamos buitres en el cielo y sacudíamos la nieve que, posada sobre las plantas que sobrevivían al invierno, dibujaba filigranas.
Me fascinaban las frezas con su deliciosa gelatina redondita transparente; siempre me dejaban llevarme unos pocos huevos a casa para que pudiera observar atónita como se convertían en renacuajos.
A mis hijas tampoco les gusta ir al bosque, pero yo sé que es sólo cuestión de esperar.

F35. UNA CASA EN EL BOSQUE, de Tejón

Estaba haciendo un reportaje fotográfico en el bosque cuando encontré aquella casa. Allí estaba Jorge mirando fijamente al horizonte, como si esperara que fuera a aparecer alguien. Estuvimos charlando y me dijo que me presentaría a su hija.
– ¿Viven juntos aquí?- le pregunté.
– Sí, ahora está fuera pero volverá enseguida.
Me invitó a entrar en la casa. La mesa estaba puesta y de la cocina salía un magnífico olor a pollo asado. Me llevó a la habitación de su hija, estaba llena de trofeos y diplomas. En las paredes colgaban algunas fotografías de ella, pero una me llamó la atención.
– ¿Su hija es militar?
– Sí, se marchó a la guerra hace dos años y hoy vuelve, la estoy esperando. A todo esto, ¡tengo que sacar el pollo del horno!
Jorge se metió en la cocina y yo salí por la puerta trasera. Allí había cientos de bolsas de basura, todas llenas de pollos asados.
Entré de nuevo en la casa. George estaba sacando el pollo de la cazuela y se disponía a tirarlo a la basura. Le detuve, mire a sus ojos llenos de lágrimas y le dije:
-¿Le apetece que comamos juntos?

F36. UNA TARDE DE TORMENTA, de Trueno

En lo más profundo del bosque, Enma retrata el paisaje insondable que se extiende ante sus curiosos ojos, unos ojos que observan como el cielo caprichoso se ha inundado de nubes deseosas por desfogar su furia sobre aquella tierra de hongos. Las primeras gotas de agua adornan en un extremo el variopinto lienzo de colores, provocando que ella oculte su dibujo con premura, mientras una congregación de pinos con aroma fresco e impúdico, envuelve la resuelta figura de la chica, aun acomodada sobre la tierra cada vez más húmeda. De forma vertiginosa emprende camino, coronada por rayos y truenos aledaños, que desatan implacables una intensa lluvia. Algún animal, con cierto atrevimiento, le acecha a su paso con sigilo y congoja. A lo lejos, una humilde cabaña intuye ferviente la llegada de su afligida visitante. Con la respiración agitada por el intenso caminar, y el pelo y la ropa mojados, Enma irrumpe en la casa, donde el calor de la leña al arder, la sorprende premeditadamente. En un extremo de la habitación, Rafael enfundado en su garrota, levanta la mirada de ojos azules, y con una tierna sonrisa se acerca hasta su nieta y la besa en la sonrosada mejilla.

EN UNAS HORAS…

Estamos terminando de ordenar listados, probar formularios, redactar el acta y demás… En unas horas comenzaremos a subir los relatos finalistas y las instrucciones para que podáis votar y elegir a los ganadores.
Muchas gracias por seguir por ahí… Hasta pronto

709. LA CESTUCA, de Musgo 8

Algunas noches, merodeaba por las aldeas cercanas. Vestida de negro, con una cestuca bajo un brazo y sin los zancos de madera, la vieja caminaba silenciosa, tambaleándose en la oscuridad, hasta que entraba sigilosa en una casa. Al poco tiempo salía con el mismo andar oscilante y mudo, y era entonces cuando se dirigía hacia el bosque. Se adentraba lenta, y lo atravesaba con monotonía fría, hasta que finalmente se detenía ante la caverna y depositaba en el suelo la cesta. Se oía entonces un gemido hueco de dentro del agujero. Poco a poco, un hedor de animales muertos y madera podrida iba inundando cada rincón. La criatura asomaba aquella cabeza deforme entre las sombras de las ramas. Se acercaba arrastrando un cuerpo enorme, peludo, con multitud de dedos inacabados en las extremidades, y una respiración profunda de caballo exhausto. Se arrodillaba ante la vieja y le abrazaba los pies. La vieja acariciaba la cabeza, y la criatura desde abajo no se atrevía a mirarla con su único ojo. Los paisanos lo llamaban Ojáncano. La vieja, hijo. Después, la criatura cogía la cestuca y volvía a la caverna, mientras un llanto de recién nacido brotaba de la oscuridad.

708. EL FUEGO DE LA MAGIA, de Bayas

No se asusten, alegren o circunspecten por lo que les voy a contar a continuación. Existe cierta cantidad de humanos…mágicos. Tan pequeña que probablemente ninguno de ustedes conozca a uno siquiera. Hay otro tipo, más numeroso, a los que se les suele identificar como \»raritos\»,( ¿saben a quienes me refiero verdad?). Pues bien, en el interior de estas personas hay una llama. Ésta suele tener el mismo tamaño al nacer que al morir. Excepto si antes han visitado…el bosque.
 A ellos, en un bosque de su tierra, los están buscando. Allí entre troncos caídos, altas copas, rayos de luz, de oscuridad y rocas esperan por ellos. Los guardianes del fuego abrirán los ojos oliendo en el aire la magia de sus llamas. Y éstas serán respondidas.
 Así que, no se preocupen por sus amigos los \»raros\» si vuelven de la excursión un tanto…normales. Los seres mágicos saben disimular muy bien.

707. LA CIENCIA DE LULO, de Abeto Real

Lucía el tímido sol de invierno en el jardín de Lulo. Ocre sobre verde, torcaces y un pardal. Sentado, observaba el aleteo incesante de una mariposa sobre su flauta de madera.
— ¡Quieta, mariposa! ¿Acaso conoces las estrofas que con ella se pueden entonar? Ven, te enseñaré una cosa y hoy mi amiga serás.
— ¿Sabrías volar en Do? ¿Y en Re? ¡Más difícil es en Fa! —Silencio. La mariposa quedó suspendida ante las palabras del niño. Y fue el leve meneo de su cola lo que le hizo sonreír al chaval.
— ¡Bien! Hagamos una prueba —propuso al animal. Y soltando a su amiga, comenzó a tantear una bella melodía.
— Comenzaremos con Do: Tu, turá, tu, turá…, —entonaba Lulo. La mariposa describía curvas con su vuelo. Una, y otra más hasta que aprendió.
— ¡Estupendo! Ahora con Re: Tu, turá, tu, turá…, —insistía el muchacho. Y su amiga describió una llamativa espiral. Así, hasta modular todos los acordes conocidos hasta formar una sección dorada, regla áurea sin igual. Y despidiendo a su nueva amiga, quedaron para siempre en prorrogar.
— ¡Adiós, mariposa! ¿Cómo te llamaré?
El animal trazando cuatro órbitas en el cielo contestó:
— Llámame do-re-mi-fa.
Y Lulo fue feliz. Lulo no deseó más.

706. MELODÍA FORESTAL, de Cárabo 2

Bailaban todos, pero llueve y ya no bailan. Solo dos. En medio del claro, rodeados de sombras de salvajes.
Él guía, ella le sigue. Llueve a cántaros pero calados hasta los huesos no pueden parar de mover las piernas y los brazos. Cerraron los ojos y entraron en trance.
Los demás, a cubierto entre árboles, no pueden tampoco dejar de mirarlos. Es una suerte de abrazo energético sideral.
No va a parar de llover. Seguirán bailando aún sin música, les basta con tener el cielo abierto y el viento. Y los sentidos receptivos a los sonidos y esencias sonoras del bosque.

705. NO TENGAS MIEDO, de Alimaña

No tengas miedo, sigue leyendo. Ignora el silencio de la habitación, concéntrate en los sonidos de la noche: el zumbido del viento, los aullidos de alguna alimaña, el crujir de las hojas, los pasos que se dirigen hacia ti… Sigue leyendo, no tengas miedo. Ignora el sonido del bosque, concéntrate en la habitación: el repiqueteo de la ventana entreabierta, el crepitar de las paredes, el pausado movimiento de las agujas del reloj, las pisadas que avanzan hasta donde tú estás… No tengas miedo, sigue leyendo. Ignora la noche y la habitación, concéntrate en ti: el nudo en la garganta, el latir del corazón, la sangre recorriendo tus venas, la gota de sudor por la espalda, la mano que te arropa, la respiración que golpea tu oído… Sigue leyendo, no tengas miedo. Acurrúcate entre las sábanas y libera tu imaginación: los misterios del bosque, la persona que hay junto a ti, el peligro que se esconde en el armario o aguarda bajo la cama. Deja que el miedo se apodere de la noche, sigue leyendo…

704. CUANDO EL BOSQUE NO DEJA VER LOS ÁRBOLES, de Níscalo

En una gran cuidad rodeada de gente, yo sola. Con amigos que veo cada dos meses y sin tiempo para hacer nada de lo que realmente te gusta, es cuando me di una cuenta de que “el bosque no me deja ver los árboles”.
 Y como quería ver los árboles, decidí rime al bosque. Tal vez fuera la falta de bullicio, la innecesidad de correr a todos lados, el aire limpio o simplemente el tener esos árboles tan cerca de mí, lo que me hizo quedarme a vivir aquí. Aquí encontré la paz, aquí morí. Hoy soy otra. Hoy he encontrado el amor.
Porque por fin puedo decir que lo he encontrado. No es apuesto, no es adinerado, no tiene ojos azules ni va sobre un gran caballo. Mi príncipe es un hombre bueno, un hombre de campo y, aunque no lo crean, casi no ha estudiado.
Soy feliz, soy sincera, porque he encontrado mi árbol, he dejado la pena.

703. MADRE NUESTRA, de Oruguita

Madre nuestra que estás en este mundo. Bendito sea tu nombre. Venga a nosotros tus montes y mares. Sáciense tus necesidades, así en la tierra, mar y aire. El oxígeno nuestro de cada día dánosle hoy. Perdónanos nuestros incendios, y poluciones, así como nosotros intentaremos perdonarnos. No nos dejes caer en la tentación de la industrialización excesiva y líbranos de hacerte mal.

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