Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

JUN100. SOBRE VUELOS, de Miguelángel Flores

El día que el vendaval se llevó a Germán, la vida empezó a ser otra. Mamá  se varó en el lamento de haberlo subido con ella a tender a la azotea. Y allí se quedó. Papá, que había salido a buscarlo, volvió con una grulla, dos palomas, una cometa y un racimo de globos descoloridos. Pero no era lo mismo. Germán había dejado un vacío muy grande difícil de llenar. A veces, asomados a la ventana, lo veíamos pasar volando. Lo llamábamos a gritos y él saludaba como si fuera en autocar.
Una tarde otoñal el viento lo dejó en la puerta. Lo abrazamos todos. Menos papá, que se había ido de nuevo a buscar cosas que volaran. Germán había crecido un palmo y estaba despeinado. Nos contó como era el mundo, pero desde arriba. Altanero. Mamá seguía lamentándose de lo de la azotea. De nada servía que Germán diera saltos ante ella diciéndole que había aterrizado. No volvió a ser la misma. Él tampoco, se creía muy volátil. Y alardeaba de ello. Pero el que más cambió fue nuestro padre, que nunca regresó y nos conformamos con un señor que vivía enfrente. Y no se parecía en nada.

 www.eternidadesypegos@blogspot.com

JUN98. COMPARTIR LA SOLEDAD, de Lydia Leyte

Cambió como el viento. La mujer, recatada y discreta, se transformó a sus cuarenta años en otra distinta, llamativa, vital, deseosa de probar el sabor picante de la existencia. Guardó en cajas con antipolillas los viejos atuendos, tan anodinos. Llenó una maleta con prendas modernas que destacaban las formas voluptuosas de su cuerpo y en junio se embarcó en  un crucero por el Báltico. Decidió que durante esa semana iba a disfrutar de la gran aventura de su vida. Conoció al hombre en la primera cena. Un cincuentón, aficionado al golf, con el físico de un actor de cine. Se miraron. Se entendieron. Por primera vez, rió con otro y brindó con cava en la cubierta bañada por la luz de la luna. Durante ese tiempo se entregaron sin recato. Fueron días de charlas profundas en las que dos solitarios desgranaban su pasado, cargado de tedio; noches de lujuria y sexo, arañando cada minuto porque sabían que todo era pasajero. Al arribar al puerto, prometieron verse de nuevo, con la tristeza de la duda pintada en sus rostros. Un día de pleno invierno volvieron a encontrarse. Y esta vez, juraron compartir su soledad.

SER… O NO SER…

El jueves próximo se va a elegir el ganador de la temporada del Relato en Cadena de la Cadena SER. Tal vez  sea el concurso de obras de este formato que probablemente más apreciemos, por la magnitud de participación, por la experiencia acumulada y por contar con un jurado reconocible y en muchos casos reconocido.
Gracias a la invitación de un participante hemos sabido que la GRAN FINAL el concurso será el próximo jueves 28, de 11 a 12 am. Ha sido un gran placer encontrar a tantos amigos de este blog entre los ganadores y finalistas de tan prestigioso concurso: Nacho Rubio, Joaquin Valls,  Fernando Martínez, Ricardo Álamo, Paloma Hidalgo, Montse Aguilera, Rafa Heredero, Mar Horno, Xavier Blanco, Rubén Gozalo, Paloma Casado, … y no sé si aún habré pasado por alto a alguna o alguno más… porque pocos, me parecen…
Aprovechamos la ocasión para transmitir nuestros mejores deseos a los que compiten por el premio gordo y animamos al resto de los integrantes de este blog a que, si su tiempo se lo permite, les acompañemos en el trance final… el año que viene podríais ser vosotr@s…
… y no llamaremos a la suerte, nos conformaremos con que acuda la justicia…

JUN97. RÍO DE LA VIDA, de Luis Rodriguez

Ese día todo cambió. Junto a mi mejor amigo aguardábamos los resultados de los exámenes médicos de rutina. El doctor Morales se acercó y confirmó la peor noticia. Yo tenia un tumor en mi pecho, padecía de un cáncer mortal.
Luego de lamentar la situación Morales, se dio media vuelta y se retiró sin más.
Abrumados por la noticia y con una tristeza indescriptible, nos abrazamos fuertemente con Martín, compartimos lagrimas y me transmitió todo su apoyo incondicional.
Al salir de la clínica nos dirigimos al río donde siempre. Allí me regaló una pulsera de mucho valor sentimental para él, y me dijo que esa pulsera me ayudaría con mi enfermedad.
Varios soles se escondieron en el horizonte sin sentir cambio alguno, hasta que una noche el teléfono sonó, era mi amigo contándome que había vomitado sangre reiteradas ocasiones y que el doctor Morales había confundido los resultados, él tenía los míos y yo los suyos.
Días mas tarde Martín fue derrotado sin piedad por el cáncer.
Me acerqué a aquel rió y le devolví su pulsera arrojándola, mientras le dije: «Que paradoja querido amigo, me has devuelto una vida entera»…

 rodriguezluis.com.ar

JUN96. VIENTO DEL MAR, de José Ángel Gozalo Molina

Esta mañana el viento que entra por mi ventana es distinto, hoy huele a mar. Acaricia mis mejillas y me alborota el pelo a su antojo sin que pueda evitarlo.
¿Recuerdas amor amor mío cuando tu y yo caminábamos por la playa cogidos de la mano?
Las olas nos besaban los pies mientras entre besos y abrazos jugábamos a elegir los nombres de los hijos que ya nunca tendremos.
Hace mucho tiempo que no vienes a verme. Quizás te cansaste de esperar a que despertara, quizás otra ocupa mi lugar.
No imaginas cuantas veces he deseado haberme muerto en aquella curva, cuantas veces he deseado que desconecten los cables de la maquina que me mantiene con vida mi cuerpo.
Puedo oír todo lo que me dicen pero nada más. Por mucho que lo intento no puedo mover ni un musculo ni tampoco hablar.
Alguien me pone la mano en la frente , me dice que estoy muy fría y que va a cerrar la ventana. Reconozco la voz de mi madre.
Algo cambia en mi interior, como un vendaval desatado que me insufla fuerza.
—No la cierres —consigo decir y me sorprende el sonido ronco de mi propia voz.

 http://pensarenletra.blogspot.com.es/

JUN95. A CONTRACORRIENTE, de Juan Torralba Padilla

Natalia estaba cansada de seguir la corriente. Miraba a su alrededor y observaba a los demás que, como ella, avanzaban a favor del viento.
         Todos los días a la misma hora tomaba un café en el bar de siempre, compraba el periódico de siempre que leía en el Metro, esquivando pisotones y codazos. De nueve a cinco intentaba convencer a los clientes de un producto en el que no creía. A la tarde  unas cañas en el bar del manco. Por la noche al cerrar los ojos  se sentía extraña, vacía; se prometía que mañana todo seria diferente. Así día tras día.
Al salir de casa esta mañana Natalia ha apretado los dientes. Ha enfilado el viento en dirección contraria. Ha pedido tortilla con pimientos en un bar nuevo. Ha comprado el periódico que arremete contra el poder. Ha ido andando a la oficina. Por supuesto ha llegado tarde. El jefe la ha mandado llamar. Natalia ha aprovechado para decirle cuatro cosas que tenía guardadas para él. El jefe la ha despedido.
                         Al volver a casa con un fuerte viento en la cara que dificulta su avance Natalia se siente ligera, feliz, y fuerte, mucho más fuerte.

JUN94. AL OTRO LADO DEL SILENCIO, de Patricia Nasello

Soy la cuerda rota de la que tiraron los asesinos, sin embargo eso no me detiene, hijo. Con el  rostro vuelto hacia las tierras cálidas del norte tomo aire, una inspiración profunda hasta   sentir que la vida se me ha impregnado de sol, y giro. —El movimiento es cuidadosamente descuidado, como hecho al azar: no confío en el cese de hostilidades del enemigo—. La dirección ahora es el sur, esas Malvinas heladas que hiciste tuyas con tu sangre. Y ahora, qué importa si tengo la entrada a las islas prohibida, vigilada o regulada, lentamente, desde esta Córdoba donde cada baldosa se llama rebeldía, soplo el sol que aspiré sobre esa cruz que te recuerda.

JUN93. EL VIENTO DE LA CULPA, de Juan Carlos Garzón Encinas

Ocurrió durante la celebración del sexto cumpleaños de Luis, cuando apagaron las luces uno de nosotros le levanto el hábito y… ¡zas!. El grito de la Hermana Sara resonó por toda la finca. “El tocamiento de la monja” como llamaríamos todos al asunto a partir de entonces no debió pasar de simple chiquillada, pero Tía Virtudes lo convirtió en asunto de Estado y se nombro una comisión de investigación. Ante el cariz que tomaban los acontecimientos los cuatro implicados pactamos no confesar nunca jamás quien fue el autor, culpasen a quien culpasen, y culparon al primo Jaime. El viento de la culpa soplo fuerte en su dirección durante mucho tiempo, pero en la celebración del vigésimo sexto cumpleaños de Luis, Tío Anselmo volvió a sacar el asunto
     –    Os acordáis de… dijo entre risas
     –     Pues yo creo que no fue Jaime,  dijo mi hermana Alicia
Y la culpa cambio como el viento, de forma inesperada y caprichosa; viro ligeramente hacia mi hermano Héctor, soplo indeciso hacia Luis y tras algún titubeo arrecio claramente en mi dirección; ya son tres años soportando un vendaval continuo de culpa, en cualquier momento cambiará.

JUN92. DESTINO PERDIDO, de Yael Fernández Cadenas

Entró por la ventana del balcón. Impulsado por la ventisca dibujó un par de truculentos tirabuzones y aterrizó con un suave planeo junto a mis pies descalzos. Me temblaban las manos, y a decir verdad también las rodillas. Siempre aquella misma corriente que conectaba nuestros balcones, nunca había cambiado. Caprichosa, en contra de mi voluntad, decidió abandonarme en aquel preciso instante.
Desplegué el papel: Raúl había sido llamado a la guerra, rogaba que no lo esperase. Me apresuré a escribir un mensaje. Me temblaban las manos, y ahora también el alma. “No te vayas, fuguémonos”. Plegué de nuevo el avión según las líneas que sus manos habían trazado, más firmes que las mías. Lo sostuve hasta que la corriente lo hizo despegar y lo observé titubear en el aire, indeciso: él también temblaba. Por primera vez en cinco años la corriente había cambiado y mi mensaje se perdió entre las calles. Lo vi desaparecer una y otra vez en erradas trayectorias. Raúl se asomó al balcón con su maleta preparada en busca de un avión con un destino diferente a la muerte, pero no pudo encontrarlo porque el viento había cambiado, arrastrándonos consigo.

JUN90. PÁJAROS DE PLOMO, de Sergio Haro Gómez

– Mamá, ¿qué es un pájaro?- me pregunta, sin apartar la vista del libro.
No debí enseñarle a leer.
Mi madre y las otras madres lo tuvieron más fácil. Señalaban uno y decían: “Mira, un pájaro”. Yo no puedo. Jamás podré. La certeza se estrella contra mi pecho como una ola de ceniza. Por primera vez en mucho tiempo, no sé qué hacer. Finalmente reacciono y busco una hoja de papel y un lápiz. Dibujo un pájaro. O algo parecido. Mi hijo estudia el garabato, absorto. Quién sabe lo que piensa.
Me acerco de nuevo a la ventana del refugio, intentando distinguir una señal, escuchar algún sonido. Si el viento no vuelve a soplar, moriremos pronto.
– Mamá, ¿qué miras? ¡Súbeme!
Le aúpo hasta la ventana, aunque no estoy mirando nada. El aire es invisible, por muy venenoso que sea. Y sólo el viento podría llevárselo, permitiéndonos salir.
– ¡Mamá, mira! ¡Un pájaro!
Incrédula, sigo la dirección que indica su dedito. En el tejado de una casa lejana, algo se mueve. Es la vieja veleta, el gallo que recordaba de mi niñez. Ahora apenas reconocible, como mi garabato. Pero aún gira. Y con él, todo gira. Aún.

JUN89. VIENTO AMIGO, de Juan Luis Blanco Aristondo

Aquello no podía ser. La suave brisa de la víspera se había convertido durante la noche en un vendaval de lluvia y hojarasca. El cielo plomizo no auguraba mejoría, y los dos cerezos del jardín se retorcían humillados por un viento avasallador y prepotente. No quedaba ni rastro del cordel que su marido ató entre ellos hace más de treinta años. Aquel en que ella solía colgar la ropa recién lavada. Aquel en que decidió poner a secar todos sus atuendos de luto sin los cuales nunca había salido de casa desde que la mina se lo tragó. A excepción del pañuelo negro prendido en la alambrada que cercaba el acantilado, no quedaba nada de lo que había sido su indumentaria todos y cada uno de los días de los últimos cuarenta y dos meses. Abrió el armario, tomó aire y, temblando todavía, abrazó con infinita delicadeza el vestido de flores con el que minutos más tarde se habría de vestir.

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