Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

JUN88. RECUERDOS, de Pilar Montes Conde

En sus labios afloró una sonrisa cuando escuchó a su hija decirle a su nieto adolescente: «No hay quien te entienda;cambias como el viento».
Era una sonrisa suave, dulce, nostálgica…Evocando un tiempo lejano, recordó aquel día que oyó a su padre decir que el viento había cambiado.
Le sonó raro, no le entendió;lo único que sabía entonces del viento era que cuando hacía mucho frío se llamaba Norte y cuando había olas en la bahía,Sur. Es verdad que a veces asustaba con su sonido, que parecía lobos aullando, pero cuando eso pasaba, su madre cerraba bien  las contraventanas, como ocurrió aquella noche.
Después todo fue más confuso. Recuerda que no fue a la escuela, la cara de miedo de sus padres y vecinos hablando de un gran fuego que decían, arrasaba la  ciudad, y se ve subiendo de la mano de su madre la cuesta de la Atalaya, para ir a casa del tío Angel.
Más tarde, escuchó que habían volado su barrio para hacer un cortafuego. Pero eso eran cosas de mayores. Él siempre creyó que se había ido con el viento cuando cambió.

JUN87. CAMINANTE SON TUS HUELLAS, de Sara Snezha Pozo Rodríguez.

A tus pies descalzos maduros de tanto desgaste funcional a lo largo de los años, seguían unas piernas todavía firmes, seguras y elegantes. Tus pasos detonaban diferentes sentimientos a los que el corazón daba sentido y emitían diferentes dosis de sangre según la circunstancia, cuando estabas triste, alegre, con miedo…
Tu caminar era capaz de desatar la locura e inspiración de cualquier artista, tu elegancia al borde del abismo de la ignorancia de muchos provocaba desajustes rutinarios y así cambiando como el viento, haciendo entender que no se trataba de nadie especial sino de tí, simple y terriblemente hermosa, penetrabas por todos los recovecos de mi cuerpo, así como el viento se colaba por todas las esquinas de nuestro dormitorio…

JUN86. EN UNOS SEGUNDOS, de Pilar López

Los días para ella eran siempre iguales, trabajo, casa, casa, trabajo, clases de tai-chi, lunes y miércoles, y de natación, martes y jueves, cañas el viernes al salir del trabajo, sábado, cine y el domingo visita familiar, invariablemente, una semana tras otra. No tenía amigas, las tuvo, pero el tiempo y las circunstancias, las alejaron, no tenía relaciones sentimentales, no las tuvo nunca, demasiado común, demasiado tímida, demasiado lejana para los demás. Pero la vida depara muchas sorpresas, ayer saliendo de la panadería tropezó con alguien, al levantar la vista se sintió perdida, esos ojos color miel, esa sonrisa de disculpa, casi tiene que agarrase para no caer, ya en la calle el viento le golpeó la cara y al mirarse en el cristal, no se reconoció, en unos segundos había cambiado toda su vida. Apoyada en la pared, tomó aire y esperó su salida. Le dijo que sin el moriría, que su vida era la de él, que no podría existir sino dentro de su mirada. Ahora los dos son uno, un solo rostro cuyos ojos cambian de color según el amor con que los mires.

JUN85. ENTREVISTA DE TRABAJO, de Maite Alarcón Iglesias

Por fin era mi turno. Tras oír mi nombre, entré en la sala. Sabía que allí estaría él, y efectivamente, lo vi enseguida, difuminado a contraluz, postrado en su butaca. Me acerqué ignorando mi tembleque y tomé asiento frente a él. No había mesa alguna que nos separase. Noté la lava de su mirada recorriendo mis piernas. La secretaria salió sin dar explicaciones. De repente, el tiempo sin sabernos se convirtió en ceniza. Con los años había ganado en atractivo: esa barba de cuatro días le favorecía las arrugas de los cuarenta. Empezaron las preguntas y yo, respondiendo con decisión, era incapaz de despegar los ojos de esas palabras que alimentaban la burbuja feromónica que nos envolvía. Se levantó y su tono cambió como el viento. “Ya te llamaremos”, dijo secamente mientras yo, también erguida, me acomodaba la minifalda.
Pasó un ángel.
Al estrecharle la mano, por inercia, mi cuerpo se inclinó hacía él y de pronto, me hallé mordiéndole suavemente el lóbulo. Luego, cual olla a presión desatendida, estallé cuando me agarró la nalga y me empotró contra la pared.

JUN84. SOPLANDO AL VIENTO, de Belén Molina Moreno

Mi hijo me mira con ojos de pillo y una sonrisa mal disimulada, mientras me enseña su libro y su cuaderno de geografía. Tiene que presentar un trabajo en el colegio sobre los bosques y ríos de Europa.
Primero hojeamos el libro y repasamos los nombres geográficos y luego trazamos el mapa en el cuaderno.  Dibujamos  los ríos en un azul intenso y añadimos peces de varias formas y colores. Los bosques los recreamos pintando  grandes árboles en un verde profundo, y árboles pequeñitos en un verde generoso,  llenos de frutos que están comiendo osos, ardillas y pájaros. Así  ocupamos todo el espacio  blanco del mapa.
De pronto, me mira con ojos asustados porque teme no acordarse de ningún nombre. Le propongo que el día del examen use los colores, como hoy, y que dibuje y dibuje. Después  cierras los ojos, le digo, y soplas muy fuerte sobre el mapa para mover las hojas de los árboles y  que te manden  un viento con todas las respuestas.

JUN83. VIENTO SUR, de Ginette Gilart

El viento Sur sopla fuerte, seco y cálido. Suele durar varios días y tiene fama de influir en las personas sensibles provocando cefaleas y estados depresivos.
Manuela era una de esas personas. En los días de «surada» tenía intensos dolores de cabeza que le impedían moverse de casa. Los analgésicos a su alcance le aliviaban muy poco; solía tumbarse en la penumbra y esperar a que cambiara el Sur.
Pero llegaron vendavales tan potentes que afectaron a toda la población. Manuela no podía más de dolor; se acercó a urgencias. Después de darle calmantes apropiados decidieron ingresarla. Estuvo unos días hospitalizada.
Cuando cambió el viento, Manuela no regresó a su casa; del hospital la trasladaron al psiquiátrico, donde la voy a ver de vez en cuando.
El primer día que la visité, me invadió un sentimiento de impotencia al comprobar cómo puede una persona pasar tan rápidamente de la cordura a la locura definitiva.

JUN81. VOLARÉ, de Jorge Asteguieta Reguero

Lo intenté, de verdad que lo intenté. Se positivo, decían los médicos cada vez que su estado empeoraba un poco más. Aun así, me agarré con todas mis fuerzas a esa última esperanza. Rogué a todos los dioses que me concedieran el milagro.
Pero el soplo que daba felicidad a mi corazón se apagó de repente. Se ha marchado a un sitio mejor, dijo el sacerdote. Quiero creerle, por eso estoy aquí.
Desde aquí arriba tampoco puedo verla. En el reino de cielos, dijo. Confiaré en el viento, en sus vaivenes. Se lo contaré y me dejaré llevar por él. Mi cuerpo se estrellará contra el suelo, pero yo volaré hacia ti, amor mío.

www. jorgeasteguieta.es.tl

JUN80. LO QUE DEJÓ EL VIENTO, de Eva Castro Outeriño

Tras una noche agitada, en la que el viento gritó sin cesar a través de las ventanas, nos despertó una mañana cálida y silenciosa. Iris aún echaba mucho de menos a su padre y aunque cada noche buscaba una excusa para quedarse a dormir acurrucada a mi lado, ésta vez fui yo la que le dije directamente que se acostase en mi cama. En noches como aquella echaba terriblemente de menos a Javier, la necesidad de abrazarme a él cuando el viento protestaba se veía apenas cubierta con la presencia de mi pequeña… Cuando esa mañana tras desayunar fuimos a ver el progreso del gusano de seda y contemplamos emocionadas la transformación de éste en una frágil mariposa de maravillosos colores, Iris pronunció cuatro palabras: cambió como el viento, dijo sonriendo ilusionada. Y yo, la miré fijamente viendo en su rostro por primera vez el inmenso parecido que ella guardaba con su padre, fue como si esa noche el viento hubiese realizado más de una transformación en nuestro hogar. Había llegado el momento de recomponer nuestras vidas.

JUN79. SOMBRA DE AGUA, de Nieves Martínez Menaya

Gris, discreta y al borde de la inexistencia, me tocó cenar a su lado aquella noche. Pertenecía al “bando del agua”. Nosotros, “los del café” los tratábamos con una sana ironía cada vez que lacónicos se acercaban a llenar su casto vasito.
Era ya tarde y el humo había comenzado a confundir nuestras siluetas. Las luces redujeron su intensidad y el piano, en un rincón, buscaba dueño.
De pronto, con la aparente levedad con la que gira el viento, ella se levantó, despacio, y se acercó a lo que parecía un escenario. Los focos le seguían, dejando entre las ondas de su pelo reflejos de un cobre sinuoso que brillaba como hilos de magma. Todos nos quedamos expectantes. Cerró la tapa ocultando el teclado y sabiéndose la dueña de nuestros silencios nos miró, ya sin vernos, desnudando en cada uno de los rincones de su voz nuestros más inverosímiles secretos.
Como si no la hubiéramos visto nunca, aquella compañera de Recursos Humanos hizo que esa noche todos quisiéramos aprendernos su nombre,
Al día siguiente en la oficina a nadie le apeteció el café. Todos bebimos agua.

(La autora ha seleccionado un acompañamiento musical para este relato que se puede escuchar clicando sobre la ilustración)

JUN78. EL VIENTO QUE SABÍA DEMASIADO, de Esperanza Temprano Posada

Cada tarde se sienta a la puerta de su casa para oír hablar al viento. Se entretiene escuchando cómo le hizo perder el peluquín a ese hombrecillo que presumía de una espesa melena o como hizo correr a un Embajador tras su sombrero.  Hace una semana que solo le habla de ella e incluso le trajo  volando   a sus pies   el pañuelo de seda que rodeaba  su cuello. Ayer le susurró al oído  una de sus risas y le colocó en la palma de la mano la margarita que adornaba su pelo. Hoy no se atrevió a salir, pero el viento, fiel a su cita, se coló entre las rendijas de las ventanas y le siguió por toda la casa hasta que le dio alcance, solo para gritarle al oído “¡Asesino!”

 https://elrastrodelapalabra.blogspot.com

JUN76. MI MUERTE, de Carlos Díaz González

Como si las palabras fueran alcohol de matar. Como si los silencios fueran cubitos de hielo. Así me maté anoche: diez absentas para mí, diez propinas sin cielo, no saber huir a tiempo. Ahora soy un trazo de cenizas en el precipio de tu memoria. Sopla y verás lo que fui. «Ni hables ni estés en silencio», debió decirme el camarero.»Una más y saldrás volando», me dijo la sombra de un milagro moribundo. «La Historia se repite a sí misma», masculló Nick Cave desde el altavoz.
Así me maté anoche. Así me mataré mañana. Así volé hasta aquí.Como el viento.

 http://lashistoriasdenadie.wordpress.com

JUN75. LA BELLA DURMIENTE DE EOLO, de María Teresa López Pastor

Nunca tuve suerte. Fui un niño esquelético y exinanido al que todos aporreaban. De la pubertad, ni mención, corramos un tupido velo, baste con decir que atrochaba por los bosques para evitar a la gente. Caminaba con la espalda encorvada, la cabeza hundida en el pecho y dejé crecer cabellos y barba. Pasaron los años y me aislé  definitivamente de la humanidad que era, para mí, el sinónimo del horror más deletéreo.
       Ella vino con el viento y transformó mi vida entera. Era menuda, patizamba y sufría el tormento de la convivencia con personas tan perfectas que se habían convertido en deidades, titanes orgullosos de su perfección física.
Ni ella ni yo teníamos lugar en su universo.
       Huyendo de las burlas, se adentró en el bosque y el viento comenzó a soplar con gran tremolina. Las ramas de los árboles se transformaron en gigantes que la aterrorizaron y corrió despavorida.
La encontré desmayada, tendida sobre un lecho de hojas y la sentí semejante, percibí en su semblante todo el dolor que la transitaba.
Duerme a salvo en mi refugio y yo velo su sueño desde hace siete días. Tal vez me atreva a besarla…

 http://mtlopez-alafia.blogspot.com/

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