Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

JUN74-1000. FRENOPÁTICO, de Alejandro Pozo de la Camara

Llevo tres días en este lugar, cinco duchas de agua fría, cuatro electroshock y dos inyecciones del suero de la verdad.  Me han puesto una camisa de fuerza una talla menor y los clips de la entrepierna me han pillado un pellejo del escroto y estoy sufriendo en silencio.
Estoy escribiendo con el dedito pequeño del pie derecho que lo tengo liberado, pero me da mucha dentera la pared de yeso blanca, pero necesito contar lo que me ha pasado.
Me encargaron codificar los 1000 cuentos que llevamos escritos, no soporto a Jams, lo tendría que haber hecho él, empecé  con el sistema ASCII, el ASCII extendido, los octetos, los enteros que van del 0 al 127, los siete dígitos binarios o digitales (1111111), el octavo dígito de cada octeto (bit), me pasé al Unicode, que es una gran tabla que asigna un código a cada uno de los 50000 símbolos, que abarcan todos los alfabetos europeos, ideogramas chinos, japoneses, coreanos y un millar de símbolos especiales.
Me hice un lío, me bebí una botella de pacharán y empecé a farfullar y al no entenderme, pensaron en una crisis de demencia aguda y yo decía “1.000”.

JUN74-1000. A TI, de Javier Sánchez Campos

1000 cuentos para chillarte; 1000 cuentos para levantarme de mal humor; 1000 cuentos para engullir un ansiolítico; 1000 cuentos para llegar siempre tarde a casa y retrasar el momento de enfrentarme a ti; 1000 cuentos para no compartir minutos a tu lado; 1000 cuentos para preferir leer; 1000 moscas que son siempre más importantes que hacerte crecer; 1000 cuentos son los que te cuento… pero tú nunca me dejas.

JUN74-1000. EL ZURRÓN, de Rafa Heredero

Invitaron al hombre que acababa de llegar a compartir la hoguera de su poblado haciéndole un hueco entre ellos; uno le alcanzó un poco de pan y queso, otro un cuenco de vino. Todos comían en silencio mirando cómo el fuego se desvanecía en humo. Al acabar, el forastero carraspeó para llamar la atención.
—Yo también quiero ofreceros algo.
Rebuscó en su zurrón hasta sacarlo con delicadeza y lo desenvolvió. Nadie había visto nada igual. Era brillante y mágico. El hombre volvió a aclararse la garganta y se lo regaló a todos.
—Érase una vez…
De pronto las llamas parecieron dar más calor, la noche no esconder amenazas entre sus sombras y la luna, al abrigo de esas palabras hipnóticas, iluminar ahora unos rostros donde se reflejaba la ilusión. Hasta que el hombre no terminó nadie fue capaz de oír otra vez el silencio.
…y así el príncipe descubrió finalmente su destino. Fin.
El jefe del poblado alzó entonces la voz resumiendo lo que todos se preguntaban.
—Forastero, ¿tienes más de esos en tu zurrón?
—Tengo mil, pero para vosotros puedo inventar los que necesitéis.
El hombre sintió por fin que había llegado a su hogar.
FIN

JUN74-1000. 1000 CUENTOS, de Alberto Quiles

Y aquella noche se abrió la puerta de las mil maravillas, se abrió de par en par y dejó entrever una puerta a la infinita imaginación.
De los cúmulos dorados del horizonte apareció, con sus flecos, con sus grabados, la alfombra gondolera de los cielos.
Imagina las nubes, de fantasía, creadas en su canto por una vieja cigarra.
En el este, cientos, miles, de animales salvajes recibían a su rey entre bailes y serenatas.
Bosques helados en el norte escondían el castillo de la bruja de corazón helado. Su custodio, un grifo alado.
Sin casi tiempo a reaccionar, un tornado arrasaba con todo y se dibujaba un camino de tintes áureos que llevaba al oeste pasando por la guarida de los malvados zapatos rojo rubí; aquellos que
transforman a cualquier mujer en villana de cuento.
Siguiendo el rumbo al sur de decenas de monos voladores, un laberinto de colores. En su final, una bella chica de ojos azules hacía póquer con la reina de corazones y ganaba una lámpara mágica a un loco sombrerero.
Tres deseos poseía. Dos deseos. Una boda y una canción en la profundidad del mar.
Por último, no despertar jamás.
¡Qué bello es soñar!

JUN74-1000. EL LIBRO, de Calamanda Nevado

A mi amiga  Margarita le encanta leer, prestar, comprar, hablar, o pedir… libros. Es su hobby. Los quiere tanto que, desea vivir rodeada de ellos, y no le importa comprarlos; aunque su poder adquisitivo, no es alto. A menudo nos dice, en confianza: “no me importa tener la casa llena de libros. Es estupendo poseerlos, verlos, y releerlos”.  A mí cuando me ha prestado libros, igual que a muchísima gente,  me ha dicho, “tranquila, léelo cuando puedas”, ya lo devolverás.
Recuerdo particularmente uno que, no le devolví.
Una mañana, hace unos años, camino de casa, la encontré. Ese día, ella deseaba recuperar su libro. -No lo tengo margarita, seguro, seguro.- Insistió durante largo rato, “si, lo tienes”. Dicho desde el cariño, no ofendía. El libro en cuestión había andado durante un largo periplo de tiempo, por numerosas manos. Ella y yo lo sabíamos, y esto nos desconcertaba. Era idea la que yo acuñé, cuando defendí mi posición, y convicción.
Semanas después, limpiando mi librería, casualmente, encontré el libro. Me embarga desde entonces, una mezcla de pena y vergüenza hacia ella. Me faltó valor, y no se lo he devuelto. Tampoco le he pedido prestado, ninguno más. Seguimos queriéndonos mucho.

JUN74-1000. CASAS, de Lidia (excepcionalmente…)

¡Vamos, vamos! a la casita azul donde dos seres se aman entre aguas, donde se miran, donde se abrazan…
¡Sigamos adelante, adelante! a la casita verde, la que tiene un molino como peineta rodante, pérdida entre lomas y pendientes suaves.
¡Corramos a cobijarnos bajo esos dos árboles, allí a lo lejos… juguemos al escondite, al pilla-pila, al te veo-veo.
Y a la noche, cansados nuestros párpados, pongamos una hoja verde y una piedra azul sobre ellos. El aire silbante sea nana a los oídos heridos. Los pies hinchados sean sirenas en aguas. ¡Dormid, todos, dormid! hijos queridos.

JUN74-1000. HISTORIAS PARA DORMIR, de Mei Morán

La mamá le había puesto su cojín favorito debajo de las nalgas. Se sentó con importancia, princesa en el reino de su casa. Despertó al anciano que dormía la sexta siesta del día, sacándole de alguno de aquellos sueños gastados que no dejaban de repetírsele. De un respingo el abuelo se enderezó e hizo señales de estar preparado para la hora de la lectura.
De pronto, Alí Babá persiguíó sin parar a Blancanieves, Alicia acabó enamorándose del lobo y Caperucita se puso las botas de las siete leguas para escapar de las artimañas de la bruja. Garbancito, debajo de la col, temía el hambre atrasada de los siete cabritillos y Pinocho se encaprichó del patito feo para jugar con él en la bañera.
La niña no dejaba de zarandear al abuelo que parecía caer sin remedio en un sopor pesado. La madre le recriminaba que con ese galimatías de cuentos era imposible aclararse y que aburría al pobre hombre. Que cuando aprendiera a leer ya sería otra cosa.
La nena cerró los libros y, con una sonrisa radiante, preguntó al abuelo si le habían gustado las historias. Él no contestó, había entrado en la séptima siesta, la más larga.

JUN74-1000. EL HUERTO DE LAS PALABRAS, de Paloma Hidalgo Díez

El abuelo decía que los cuentos que me contaba habían crecido en el huerto; me explicaba que cada tarde plantaba palabras entre las tomateras y entre las lechugas y que de ellas brotaban las historias que a mí tanto me gustaban. Yo no le creía, ¿cómo iba a sembrar palabras en la tierra? Sin embargo, no le decía nada porque me encantaba escuchar aquellas aventuras mientras regresábamos a casa cada día, tras recogerme en el colegio.  Una noche, cuando todos dormían, me levanté para comprobarlo. Y allí estaba él,  sentado en su huerto,  repitiendo a la luna las frases del libro con que mi maestra nos había enseñado  a leer el año anterior. Bajo la luz de un candil de petróleo, con mi viejo libro entre las manos, recitaba con esfuerzo las palabras escritas en él. Volví a la cama, pero no pude dormirme pensando en el coraje de mi abuelo,  en los miles de cuentos que aún tenía que contarme, y en lo mucho que le quería.

JUN74-1000. 1000 CUENTOS de Paloma Casado Marco

Dijo que venía de muy lejos, y a nosotros nos extrañó que llegara precisamente ahora, cuando la posada estaba a punto de abrir sus puertas. Nos pidió dormir una noche, y aunque faltaban los últimos remates, no pudimos negarnos. El cansancio evidente en su rostro, y la oscuridad de la noche, se aliaron para convencernos de instalarle en una de las habitaciones recién pintadas, que nos apresuramos en vestir con sábanas y toallas nuevas.
Se levantó muy temprano y, tras tomar el desayuno que le habíamos preparado, nos regaló una bolsita de tela donde guardaba unas extrañas semillas.
– Plantadlas ahora, -nos dijo-, comprobaréis dentro de unos meses qué frutos extraordinarios os ofrecerá el árbol que va a nacer en un tiempo muy breve.
Tendréis que cuidarlo con cariño, y regarlo con agua de lluvia e ilusión a partes iguales.
Y ahora, después de un año, han comenzado a brotar de sus verdes ramas, los cuentos. Unos son pequeños pero sabrosos, otros más lustrosos. Los hay verdes, rojos y amarillos que nos hablan del paso del tiempo. Ya estamos a punto de recolectar mil.

JUN74-1000. DESGASTE, de Ángeles Sánchez Gandarillas

Médico y paciente, estaban sentados uno frente a otro y a la vista de la analítica; el reumatólogo comentó las cifras al paciente.
–   Vellido, está todo bien. La única anomalía es que tiene algo bajos los niveles de hematíes.
–   Me alegro doctor, pero, no sé, me encuentro muy cansado.
–   Bueno hombre, lleva sesenta años con esa enfermedad y está muy medicado, eso, ocasiona al cuerpo mucho desgaste; es como si tuviera usted, deje que calcule…, unos noventa años.
–   Ya, ya, eso será. ¿Podría hacerle una pregunta?
El médico le miró con interés por encima de sus gafas.
–       Por supuesto Vellido.
–       Verá, ¿el alma también se desgasta?
El galeno le miro de hito en hito, soltó el bolígrafo recostándose sobre el sillón. Abrió la boca pero, no logró articular palabra; se quitó las gafas y juntó las manos bajo la mesa. Buscaba y rebuscaba una respuesta para aquel anciano que lo miraba ansioso.
–       ¿Por qué lo pregunta Vellido?
El médico esperó las palabras de aquel hombre de ojos claros, y visiblemente preocupado.
–       Es que, verá, -dudo por un instante y suspiró profundamente.
–       Seguir enamorado de mi mujer me resulta agotador…

JUN74-1000. 1000 CUENTOS, de Vidal Fernández Solano

Como cada noche, miras a través de tu ventana y contemplas las estrellas que brillan sobre el desierto, añorando tu libertad.
Es la hora. Sales del harén y diriges tus pasos silenciosos por los pasillos del palacio hacia las estancias de tu esposo.
Te sientes aburrida, hastiada de esta infinita falacia, mil veces reinventada, que echó a andar hace ya tanto.
Una noche más, sólo una, y tu vida volverá a ser tuya.

JUN74-1000. 1000 CUENTOS, de Susana Revuelta Sagastizábal

Dado que ni los propios ciudadanos parecían percatarse del alcance de las nuevas medidas adoptadas por el consejo de jerarcas, un grupo de inconformistas, indignados con el nuevo estado de las cosas, ideó un plan para hacer entender a la plebe el abuso a que estaba siendo sometida y, lo que era más grave, las consecuencias que se avecinaban.
Así, inocularon en el acervo popular mil cuentos para explicar el panorama y sacudir la conciencia de un populacho tan pasota.
Proverbios, sentencias, tonadas,… comenzaron a oírse y divulgarse: «la gallina de los huevos de oro», «el cuento de la lechera», «no vendas la piel del oso antes de cazarlo», «poderoso caballero es don dinero», «quítate tú para ponerme yo», «las gallinas que salen por las que entran», «mismo perro con distinto collar», «a buen hambre no hay pan duro»… pero nada; seguían impasibles, asistiendo a las arengas de los provocadores como vaca al tren.
Entonces, algunos insurgentes empezaron a ganar adeptos y antes de que la fiebre se extendiera y descontrolara, los estrategas inventaron el fútbol y la tele.
Y parece que hasta ahora el cuento no les ha ido nada mal, la verdad.

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