Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

JUN51. EL ARTILUGIO, de María Elejoste Larrucea

Vivimos y morimos dependiendo del viento. Hoy vuelve a soplar del norte y trae olor a salitre y a muerte. Hace dos lunas que padre partió hacia el sur en busca de una solución.
Regresó esta semana con el viento sur y las bodegas cargadas. Padre dice que esta vez todo será distinto, esta vez no huiremos. Todos están nerviosos: -ya vienen, ya vienen- susurran las madres abrazando a sus hijos mientras atrancan puertas y ventanas. Los hombres y los jóvenes como yo estamos reunidos en la costa. Miramos los artilugios con esa mezcla de respeto e incredulidad.
La brisa arrecia y antes de que la niebla se espese, creo distinguir a lo lejos las cabezas de los drakar.
-Padre, ¿cómo se llama el artilugio?
-Se llama esperanza John, pero en el sur la llaman ballesta.

JUN50. MI VIDA CAMBIÓ CON EL VIENTO, de Rosa Maria Iglesias Yañez

Sopla el viento fuerte.
Oigo como braman las olas por la fuerza con que golpea contra el mar.
Miro el océano, me da pavor.
Aguanto con el estomago encogido a que él aparezca.
Llevo días esperando, siempre en el mismo sitio y a la misma hora, sin faltar ni uno solo.
Hoy ha cambiado el viento y la brisa apacigua las olas.
El frío me cala los huesos y el estómago encogido ya forma parte de mí.
Lloro desesperada y sin esperanza alguna, meditando desolada y sola, que el viento cambió mi vida para siempre.

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JUN49. TRAMONTANA, de Yolanda Nava

La llamaban Tramontana. Nadie recordaba cuando le colgaron ese alias pero no hacía falta preguntar por qué. Ella rumiaba sus cosas en silencio, callaba y se comía sus desdichas sin alterar su aura de frialdad. Su tormento comenzaba al abrir las puertas de su casa. Allí se cocía su desdicha. Tramontana le odiaba, y a ella también por hacerse con su silencio cómplice. Cada día esperaba que fuese el último, soñaba con que todo cambiara, como la dirección caprichosa del viento. Tramontana soñaba con llamarse Levante.

microsyotrashistorias.blogspot.com/

JUN48. A LA DERIVA, de Marta Trutxuelo García

El día va levando anclas y la oscuridad comienza a desplegar sus velas en mi despacho. Mi cuerpo reposa en la butaca pero mi mente surca el océano de mis cavilaciones. Enciendo un cigarro y tomo una fotografía. Tu imagen se pierde entre las olas que forma el humo. Recuerdo el juicio… amañé pruebas, testimonios… lo necesario para liberarte, estar juntos. Tu rostro, sonriéndome a través del cristal, me recuerda que lo conseguí pero también que abanderaste tu libertad para zarpar sola hacia una nueva vida, mientras mi barco navega, solo, a la deriva, azotado por el viento de la corrupción.

JUN47. LA CASITA DEL BOSQUE, de Òscar Pareja Bañón

Ellos, ya no estaban allí cuando la flecha de la veleta cambió de dirección bruscamente. Las ventanas no golpean sobre los desaparecidos marcos de madera. El viento silba entre las heridas abiertas que conforman la pared derrotada por el paso del tiempo. Una puerta  intenta cerrarse. El bosque aúlla su nombre. Una lágrima se desprende del cielo, introduciéndose en el viejo y olvidado comedor. Restos de diferentes épocas son duchados por la presente tormenta.
       Ella  siempre vuelve a su dulce casita, aunque ahora sea un simple envoltorio arrugado de lo que una vez fue. Fantasea con los recuerdos de cuando vivía en aquel lugar y la casita del bosque resplandecía. Rememora a los niños que acudían a su puerta, atraídos por los olores y sabores que surgían de sus cuatro paredes. Evoca sus sonrisas, su felicidad, al probar aquellos manjares que la adornaban  y que ella preparaba con gustosa satisfacción. Pocos regresaron a sus hogares. Sólo aquellos dos, los que la quemaron en el horno y se llevaron todas sus joyas, lo consiguieron.
Como sus recuerdos, ella desaparece en pequeños fragmentos de ceniza que se esparcen entre la bruma de la mañana, mientras el viento sigue bailando con la veleta.

JUN46. DESENCUENTRO, de Elena Casero Viana

La mujer que tenía delante, sentada en una butaca, que me miraba con los ojos emborronados por las cataratas, la memoria desangelada y el cuerpo desarmado era mi madre. Cuando me preguntó aquella tarde, por tercera vez, dónde estaba su hija, sentí como si el mundo me hubiera expulsado de él. Intenté contener el dolor que me acuchillaba y las lágrimas que se agolpaban en el borde de los ojos a punto de despeñarse.
Inútilmente quise hacerle entender que su hija era yo, la que tenía delante, que no había ninguna otra. Mi madre me decía que sí con la cabeza aunque, al mismo tiempo, insistía en saber dónde estaba su hija. Su gesto de impotencia doblegó mi testarudez.
Me sequé las lágrimas, respiré hondo y le contesté que su hija se había marchado al colegio. Cerró los ojos y su sonrisa relajó mi desamparo.
Desde aquel día regresé a mi lejana infancia, me desdoblé en dos personas, concediéndome el privilegio de hacer feliz a mi madre por partida doble.

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JUN45. CAMBIÓ, COMO EL VIENTO, de Luz Hernández Baute

Los ojos muy abiertos. Un golpe de volante.
Un hospital, mil personas que hablan, un cuerpo inanimado. Ojos cansados que derraman dolor, miradas que no ven y movimientos apagados.
Una brisa que acarició cabellos y susurró silbantes melodías le dejó su lugar a un huracán violento y destructor que llegó perfumado de ginebra y de prisa.
Después ya no hubo brisas, ni vientos ni tornados,  solo el aire que envuelve los latidos.

JUN44. EL VIENTO ME AYUDÓ, de Mª José García

Sobre una vieja señalización de madera he escrito tu nombre.
Observo como sale el sol. Siento como un rayo de esperanza me alcanza mientras el viento despeja los grises nubarrones que atormentan mis días y, poco a poco, se va disipando la espesa niebla que me envuelve. Noto que puedo caminar erguida, sin esconder mi rostro bajo las gafas de sol que eternamente me acompañan ocultando mis sufridos ojos encogidos por la eterna humedad que desprenden.
Percibo como mi pie da un paso titubeante y se adelanta despacio. Hago un gran esfuerzo y otro le sigue un poco más lejos y, aún con miedo, compruebo como cada vez se van haciendo más ligeros. Me sorprendo de conseguir caminar sola y me pongo mis zapatos de charol, aquellos que me compré antes de casarnos.
Ahora, el cambio del viento me impulsa a andar con la cabeza alta. Miro hacia delante y guardo en mi interior todo lo que necesito para volver a empezar, tan sólo una sonrisa y un paquete de esperanza. Porque sobre una vieja señalización de madera he escrito tu nombre con letras efímeras que ahora se desvanecen y ya no eres más que un recuerdo.

JUN43. VENTEA EN MI VALLE, de Kistila Cleret de Langavant

Tradición es en nuestra familia que una pareja recién instalada ponga una veleta en el tejado de su casa.
Escogimos una damisela con vestido largo y melena suelta, giraba y se balanceaba emocionada al más mínimo soplo de aire y, entre la neblina del alba,  sorprendí un viento de verano que se enredo en su vestido blanco desvelando sus piernas.
Al llegar el otoño yo estaba tan cansada por mi estado de gravidez, tan sumergida por mis obligaciones ínfimas e infinitas, que poco a poco deje de mirarla como todas las mañanas…
En noviembre a mi marido se le hizo bien claro: “¡Esta veleta ya no sirve de nada!”… en efecto la damita medieval permanecía varada mirando a lo lejos por más que cambie el viento…
Este se complacía en abofetear los transeúntes, romper tejas y golpear con furia las contraventanas de nuestro hogar …pero ella no reaccionaba…
Al llegar la navidad nació nuestra primera hija, al volver de la clínica con ella en brazos levante la vista y se la enseñe a la veleta toda roñosa como petrificada… …venteaba… salio de su sueño  e inicio un primer movimiento… nunca mas se paro…

JUN42. MANUELA, de JoséMa P. Carpintero

No queda rastro de su timidez ni del aire asustadizo que la acompañaba. Ahora camina con paso firme y la cabeza alta, saluda y sonríe con seguridad.
Desde que de su  DNI desapareció la “a” final es otra -perdón, otro-, y la verdad a mí me gusta más ahora. Le siento más real, más feliz y más libre.

JUN41. LA NINFA EN ZAFIRO, de Anais Moutsanas Carela

A través de Junio, danza el céfiro, retornan las brisas incandescentes, los cambios de viento…
Braceaba contra el bramido de las olas, rizadas en zafiro, con las pupilas embrazadas al último hálito de vida. Allí saltó la madre en su ayuda, no sabiendo cimbrearse ni tampoco patalear, y menos permitir que el cuerpo flote. Cambió como el viento.
Regurgitado por los abrillantados rizos azules y espumosos, él se salvó; ella descansó como una sirena inerte bajo techumbres de agua. El mar repitió su melodía de ninfa marina así una y otra vez.

http://diariodemadridnymphicus.blogspot.com.es/

JUN40. TODO CAMBIÓ COMO EL VIENTO, de Macarena Molina

Teníamos claras todas las posibilidades, estábamos seguros del lugar al que queríamos llegar, de la luz con la que emprenderíamos el vuelo, encontramos la fórmula para mantener a flote el bote y navegar y de repente, todo cambió como el viento; aumentaron las posibilidades de uno quedando el otro en la más absoluta miseria, los lugares de interés del uno carecían de importancia para el otro, se hizo la oscuridad y se rompieron las alas, se hundió el bote y ninguno de los dos sabía nadar. El viento fue alejándonos tanto… que cuando cesó volvíamos a estar juntos, de la mano, camino de volver a barajar las posibilidades.

 http://lamuerteesunamujerlibidinosa.blogspot.com.es/

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