Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

MAY87. PRIMERA PRIMAVERA, de Juan Luis Blanco Aristondo

Las rosas rojas le trajeron a la memoria sus labios, el primer beso bajo la ventisca y las brasas a medio apagar en la chimenea la mañana siguiente a su primer encuentro. Las rosas blancas le recordaron su sonrisa, su amplia y luminosa sonrisa mientras escalaba las laderas heladas de las montañas. No recordaba haber visto tantas flores en muchos años. Desde que la rescató de aquel telesilla, habían cruzado cinco veces el Atlántico, encadenando el invierno septentrional y el austral, alargando así las temporadas de trabajo en las pistas de esquí. Ella lo acompañaba, subía montañas, tomaba fotografías y escribía poemas. Ahorraron diez inviernos para poder disfrutar de aquella primavera en Uruguay. Su primera primavera juntos.

Las rosas rojas volvieron a traerle a la memoria el helicóptero y aquel anorak medio hundido en la avalancha. Las blancas, las láminas de nieve húmeda que, bajo su peso, se desmoronaron provocando el alud. Aquella fue la primera vez que le regaló flores. Ella, encadenada para siempre a aquellos tubos, a aquella máquina silenciosa de prolongar agonías, nunca tendría ocasión de darle las gracias. Afuera, la primavera salpicaba las fachadas y sonreía, como cada año, a los demás.

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MAY85. ROJA DE PASIÓN, de Miguel Ángel Gayo Sánchez

Nos conocimos en un chat para los amantes del vino. Empezamos intercambiando insufribles mensajes de enólogos aficionados:
–Te recuerdo que la correcta proporción entre taninos y antocianos proporciona al vino tinto ese tono rubí tan característico –escribí.
Ella tampoco se quedaba atrás:
–Esa proporción solo se puede conseguir con una correcta maceración de los hollejos.
Así estuvimos varios días. Luego ella insertó una fotografía suya.
–Como verás, soy lo que se dice un “gran reserva”.
Se refería a la edad.
–A mí me parece que fermentaste lo justo –tecleé, impresionado por la sutil sensualidad que transmitía aquella imagen. Su tez, pálida por una vida de trabajo, parecía haber envejecido con la elegancia de la porcelana.
Fui yo quien propuso el encuentro físico.
Elegí un coqueto restaurante, de esos que encienden velas. Recordé lo de su alergia, así esta vez no hubo flores sobre el mantel.
Cautivado por su presencia, alcé la copa y propuse un brindis. A través de la copa su rostro de porcelana se turbó de un color rojizo.
–El reflejo del vino tinto –le dije.
–Puede –respondió ella desplazando mi copa y mostrándome su piel, rojiza, pero de pasión.

MAY85. MARGARITAS, de Mar González Mena

Me quiere. No me quiere. Me quiere. No me quiere… podía pasarme horas así. Me encantaba pasear por el bosque, recoger un buen ramillete de margaritas y sentarme a la sombra del gran árbol a soñar con el amor. El primero  fue Daniel, el niño pecoso de tercero y Sofía, mi compañera de pupitre, quien me enseñó a deshojar margaritas. Me quiere. No me quiere. Me quiere. No me quiere… Después llegaron otros. Jaime, con su chaqueta de cuero y su vespa; aquel profesor de biología; Thomas, el chico de intercambio… Me quiere. No me quiere. Me quiere. No me quiere… Suspiré por cada uno, les pregunté a las margaritas y fui pasando páginas. Pero aquel mayo no hubo flores. Te llevé bajo el gran árbol y te pregunté mirándote a los ojos: ¿me quieres?

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MAY84. DIVORCIO, de Mar Horno García

El jardín amaneció sin flores. Cuando se acercó a los arriates vio que unos insectos orondos de angustia y ciegos de alegría se estaban comiendo las mustias hojas que quedaban. Alzó la vista y tampoco encontró golondrinas en el pentagrama de hilos eléctricos que atravesaba la calle. Extrañada, se quedó escuchando, pero el mundo parecía haberse quedado huérfano de sonidos. Comenzó a sentirse mal y cuando no pudo más con el mareo, vomitó sobre la tierra un dolor oscuro y espeso que se derramó como un río ponzoñoso pero que no sirvió para aliviarle el alma. Unas nubes tristes que amenazaban lluvia de gotas afiladas como cuchillos asfixiaron la mañana. Entonces cayó en la cuenta: era una epidemia. Se enfundó el vestido negro y fue a la tienda para comprar algo con lo que fumigar su vida. El dependiente, experto en variadas enfermedades del cuerpo y del espíritu,  escuchó su caso a la vez que miraba sus ojeras, el pelo despeinado, SU corazón hueco, y comprendió de qué se trataba.
 — Lo siento, señora, no tengo nada que pueda acabar con una plaga de ausencias.

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MAY83. TRAGEDIA EN 7 ACTOS, de Fernando Sopeña Lopez

Acto1. Manuel. Humedad y frío, un hombre baja por el sendero. Jornada de sudores y penas.

Acto2. Lucia. Ella sube alegre a la fuente, cantando. Su pelo adornado con gotas de lluvia reciente.

Acto3. El encuentro. Ojos que resplandecen como brasa de leña en invierno cuando las miradas se unen, delicia de fuego interior en día de nieves, un saludo, apenas nada mas que hablar, para que, ¿no esta ya todo dicho?

Acto4. Para que sirven los sueños. Días de mejillas sonrosadas y paseos de la mano, días de felicidad, el bosque lejos y la ciudad cerca. No puedo vivir sin ti.

Acto5. Billete de ida y vuelta. Una habitación azul, una silla, una cama y una maleta. Han pasado ya 6 meses. La dicha salió un día por la ventana, no nos dimos cuenta.

Acto6. Cuando las lagrimas caen sobre la aldea. Los perros ladran al anochecer y aun el día no tiene sentido, si la felicidad no existe ya, ni la esperanza puede ponerse en movimiento, ¿tiene sentido la vida como la conocemos?

Acto7. No hubo flores. Me fui sin quererlo, poco a poco como el otoño pasa en las orillas del río, hasta no quedar nada de mí. Me despido sin memoria ni tristeza.

MAY82. LA VENGANZA DE UN VIEJO CORAZÓN, de Maribel Martínez Montoro

«Marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso«, desde que lo oí por primera vez he estado pendiente en esos meses de que se cumpliera a rajatabla: cada marzo el viento azotaba las ciudades, los campos, los mares, feliz comprobaba que todo iba bien. Llegaba abril y las lluvias caían un día sí, y otro también, consiguiendo cubrirlo todo de agua que penetraba y empantanaba los caminos. Resultaba algo molesto, pero una vez más las cosas ocurrían como debía ser. Cuando entraba mayo,  todo se llenaba de color y era un placer disfrutar de tan maravilloso olor.
Este año ha sido diferente,  no me fijé en marzo ni en abril, ni sé si hubo viento, lluvia,  me olvidé. La llegada de mayo coincidió con mi descanso y quise disfrutar del paisaje primaveral. Pero ante mi sorpresa los campos estaban resecos, las ciudades tenían hasta los árboles marchitos y los jardines que antes eran alfombras multicolores, sólo presentaban piedras decorativas en un intento de dar un poco de forma y ambiente. Al no prestarle atención, el clima furioso se vengó. Descubrí que él también tenía corazón.
Pedí perdón y recurrí a su compasión. Nada de flores, contestó.

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MAY81. ADIÓS, de Vidal Fernández Solano

Dijo adiós a todo. No tenía muy claro si era él quién había decidido aislarse del mundo o simplemente le habían hecho a un lado. Le abandonó su mujer, llevándose a sus hijos. Le echaron del trabajo por no estar concentrado, el banco le quitó su casa.
Fuera como fuese, allí estaba, en aquella cabaña en medio de la montaña, de los bosques, lejos de todo y de todos. El hielo y la escarcha lo cubrían todo, de noche y de día. Su único entretenimiento era pasear interminablemente por los páramos, cargando su tristeza sin fin.
Una noche, mientras caminaba detrás de la nube que formaba su aliento, la vio.
Salió de una pequeña arboleda, fresca, juvenil, etérea. Se acercó a él con su melena de azabache flotando alrededor. Cuando estuvo cerca, le tendió la mano.
Él no dio importancia a sus pupilas plateadas, ni reparó en sus vaporosos vestidos a pesar de la gélida noche. Simplemente vio que era su oportunidad, y se dejó arrastrar.
No hubo tumba.
No hubo flores.

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MAY80. OTRO AÑO MÁS SIN FLORES, de Ruben Segovia

Han pasado cinco años desde aquel trágico accidente y aún me dueles aquí dentro. Otro año más sin cena de aniversario y sin flores para ti. Sentado en nuestra mesa con otro regalo, los guardo en tu cajón, voy a hacer colección. Espero que en el más allá donde estés, arriba en el cielo, en un universo paralelo o en otra dimensión, tú también estés celebrando el día que nos dijimos “hasta que la muerte nos separe”, aunque ahora sé que es “hasta más allá de la muerte”. Cuando por la noche en el sofá y en el silencio cierro los ojos, puedo oír a nuestro pequeñín correteando de un lado para otro cogiendo todo lo que encuentra a su paso y llevándoselo a la boca, y tú, tú detrás de él. Te imaginas, ahora tendría cuatro años y medio, y tú, tú hubieras sido la mejor madre del mundo. Otro año más sin flores, sin celebración, sin regalo, sin vuestra presencia, sin tu belleza, sin poder tocar tu linda cara. Infinitos recuerdos alimentan esta nostalgia que me invade cada día más, pero también hacen que me levante cada mañana para ver el sol más allá de la ventana.

MAY79. LA ÚLTIMA REPRESENTACIÓN, de Pilar López

Hace muchas primaveras que no hay flores, ya casi ni me acuerdo, vivimos en un tiempo sin estaciones, todos los día son iguales, las mismas horas de sol, las mismas horas de noche, el mismo frío o el mismo calor. No quedan insectos, no hay aves, pero cada mes de mayo hacemos nuestra representación, es lo que nos mantiene con alguna esperanza, lo que no nos permite olvidar lo que un día fue, y no supimos mantener. Este año me toca ser un hermoso lirio azul, un lirio silvestre de los que antes poblaban nuestros campos, mientras me disfrazo, las lágrimas recorren mi rostro, ¿qué nos ha pasado?, ¿como hemos podido llegar a este punto?…Los expertos anuncian la pronta desaparición de nuestra especie, no siento pena por eso, hace tiempo que no vivimos, solo nos ilusiona lo que estamos a punto de hacer hoy, volver a ver un campo lleno de flores, de insectos, de pájaros, entonces la sonrisa se refleja en nuestras caras y por unas horas volvemos a ser felices. Esta será la última vez, me preparo y salgo al escenario. Que se levante el telón.

MAY77. EL MES DE LAS FLORES, de Pilar Montes Conde

No hubo flores ese mayo de 1960, afortunadamente, para Ana.
En el colegio se celebraba el mes de las flores,un domingo las niñas vestidas de blanco cantaban «Con flores a María», depositando ramos al pie de su imagen.
Ana tenía 13 años, no quería ponerse el vestido blanco, ni cantar, ni llevar flores, sobre todo no quería que Carlos la viese así, ya no era una niña.
Carlos era el chico del que estaba enamorada, formaba parte de la pandilla con la que pasaban los domingos, se sentaban en el parque y mientras comian pipas sus manos se acercaban y rozaban. El último domingo al despedirse se atrevieron a darse un beso.
Cuando se lo contaba a sus amigas en el recreo Sor Piedad las escuchó, a gritos la dijo que no era merecedora de cantar a la virgen, por eso como castigo no formaría parte de las niñas que harían la ofrenda de flores.
No hubo flores en mayo para Ana, hubo lágrimas como en cualquier primer amor, pero esa es ya otra historia.

MAY76. LA TRASCENDENCIA DE LO EFÍMERO, de Maricarmen Brun

Aquella primavera viajábamos empujados por el viento de la pasión y la ilusión de comenzar un proyecto de vida en común. Una espectacular llanura de margaritas blancas apareció ante nuestros ojos. Nos bajamos del coche dispuestos a disfrutar de la belleza que la naturaleza nos mostraba  y de repente todo se volvió mágico: unas enormes alas surgieron en nuestra espalda, los ojos adquirieron un tamaño desproporcionado, nos crecieron patas: convertidos en juguetonas abejitas, comenzamos a elevarnos en el aire, a revolotear de flor en flor, a juntar nuestros cuerpecillos entre la hierba fresca de la pradera, a percibir el dulce aroma  que lo embargaba todo, y a libar el dulce néctar que tan oportunamente se nos ofrecía hasta culminar en el más apoteósico éxtasis.
La primavera siguiente no hubo pasión ni siquiera hubo flores

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