Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

585. LA ESCAPADA, de Ardilla Voladora

Tras seguir las vías del tren tropecientas millas, nos adentramos en los bosques y decidimos acampar allí. Pasamos la noche junto a una hoguera contando inquietantes historias, cazando estrellas fugaces. Un par de cigarrillos rulaban de mano en mano, tosíamos sin parar. Después nos venció el sueño, aunque el ruido de voces en la espesura nos obligó a establecer un turno de heroicas guardias.
Al rallar el alba reemprendimos la marcha siguiendo la senda del agua. Atravesamos pozas sin fondo, cascadas y remolinos; charcas infestadas de sanguijuelas. El mundo era hiperbólico, con una vivacidad de matices y misterios que nunca volvió a tener.
Regresamos asilvestrados, los pantalones raídos, con arañazos por todas partes. La reprimenda que nos cayó nos traía al fresco, adolescentes inmortales como éramos. Tan solo habían pasado un par de días y sin embargo, al regresar de aquella escapada, el pueblo se había vuelto más pequeño a nuestros ojos.

584. EL POZO, de Ardilla Voladora

–¡No intentes escabullirte, no te servirá de nada!– escuchó Froilán, poco antes de conciliar el sueño.
A aquel inquietante aullido le siguieron otros cientos, haciendo vibrar las paredes del caserón. Cuando compró el terreno, nadie le advirtió de esos gritos que, pasadas la medianoche, irrumpían espectrales en los alrededores. ¿De dónde provendrían? ¿Acaso de un aquelarre en el bosque? Antes de enloquecer, salió de su alcoba resuelto a averiguarlo. Las voces lo condujeron hasta un claro en mitad de la espesura, donde halló un pozo herrumbroso. Todo ocurrió muy rápido. Froilán levantó la cubierta y se asomó al vacío. De repente, una fuerza indefinible lo succionó sin piedad. A continuación engulló los tilos y castaños más cercanos, las madrigueras de topos, el jardín de la mansión, la piscina, el edificio al completo.
Un cartel de “Se vende” luce de nuevo en el descampado, junto a los lindes de la foresta. Oculto entre la maleza, el pozo acecha a su siguiente víctima.

583. LOS SERES FANTÁSTICOS DEL BOSQUE, de Duende 3

Cuando el sol desaparece en el limbo del horizonte y la oscuridad comienza a
apoderarse de la copa de los árboles, las criaturas fantásticas inician su despertar a la par que los humanos entran en letargo.
Los duendes son los primeros que amanecen, dando brincos, corriendo de un lado a otro; tienen nombres y aspecto diferentes: trentis, con sus vestidos de forraje, tentirujos, con sus orejas puntiagudas sobresaliendo de sus boinas, y zahoríes, con sus zamarras rojizas donde guardan los objetos que los humanos han perdido durante el día.
Estos enanitos se refugian, temblando de miedo, cuando escuchan las gigantescas pisadas de Ojáncanu y Ojáncana, criaturas malignas que siembran el miedo allá donde pasan.
Son los seres más temibles, mucho más que la enorme Osa de Andara o los Caballucos del Diablu. Los habitantes de las aldeas cercanas al bosque tiemblan de pavor en sus pesadillas
cuando estas dos criaturas aparecen en ellas.
Con ellos combate noche tras noche la dulce Anjana, hada benéfica, protectora de los intrépidos e inconscientes humanos que, de noche, se adentran en la oscuridad del monte.
Recuerda, si de noche te pierdes en el bosque, llámala y estarás a salvo hasta que el día florezca.

582. ES MI ÁRBOL, de Hormiga

Hubo un tiempo en que fueron tan numerosos en la comarca como un ejército de hormigas, daban sombra fresca a los caminos y poblaban las laderas de los montes formando espesos bosques; no existía  un pueblo que mereciera tal nombre al que le faltara su ejemplar centenario en la plaza principal.
Ahora sólo queda un ejemplar, el mío, y el ayuntamiento está decidiendo su destino.
No quiero que talen mi árbol. Es un olmo enfermo que a duras penas brota en primavera pero guarda la esencia de mi vida. Trepé a sus ramas cuando era niña y desde su cresta entendí que la importancia no es una cuestión de altura; lloré bajo su sombra creyendo que todo se desmoronaba a mi alrededor y él me señaló el mundo nuevo que brotaba ante mis ojos. En su corteza grabé mi historia de amor y allí permanece, dentro de un corazón desdibujado por los años; y a él acudí agradecida creyendo que mis problemas se habían solucionado cuando apenas se difuminaban. Siempre me ayuda. Mientras mis pies se hunden, sus raíces se agarran; cuando yo me bamboleo, sus hojas se mecen. Es mi árbol. Yo lo sé y él lo siente.

581. BRISA, de Hierba Buena

La anjana Brisa descansaba en el bosque en su forma humana mientras esperaba a Nicolás, el muchacho humano del que se había enamorado. Había quedado con el para despedirse, ella había roto una de las pocas normas que tenían las anjanas \»Nunca enamorarse de un humano\» y sabia que las consecuencias eran terribles. Brisa vio como una persona de cabellos revueltos se acercaba con una sonrisa en los labios. Ella le devolvió la sonrisa tiernamente. Se levanto del suelo y fue a abrazarlo. Cuando se separaron, Brisa le miro a los ojos e intento buscar las palabras para decirle lo que le tenia que decir
-Nicolás… yo… no nos podremos ver mas. Sabes que…. –
-Eres una anjana; una especie de hada/ninfa del bosque ¿y? ¿eso que importa? Podemos seguir juntos…-
– Si pero vagaríamos en sufrimiento y viviríamos así para siempre –
– Pero estaríamos juntos siempre ¿verdad? Y eso es lo importante –
– Nicolás no hagas esto mas difícil… tenemos que separarnos… Te quiero –
Brisa dio unos pasos para atrás y la anjana se fue encogiendo hasta parecerse a una mariposa. Brisa se fue volando y desapareció
-Brisa… Yo también te quiero…-

580. RÍO DE SED, de Zorro Estepario

Silencio, fuego lento y valentía subían río arriba con la esperanza por los suelos. Celos, pasión y orgullo se apresuraban río abajo enrabietados como lobos. En la ladera, a mitad de camino, esperaban tolerancia, empatía y sacrificio, porque ellos no entendían de altibajos, manteniéndose siempre en la llanura.
Tuvo que ser una sequía, quien parase, detuviese y juntase a todos los elementos dispares que conformaban el amor. Y fue en mitad del bosque, donde el río dejó de tener sed, dando pausa a sus viajeros. Silencio, fuego lento y valentía, se arrimaron a la orilla con ayuda de algún ser. Celos, pasión y orgullo, discutían ya con tolerancia, empatía y sacrificio, que los habían ido a socorrer. La pasión quiso llegar a las manos, a fuego lento sintió empatía el orgullo y fue en silencio cuando todos escucharon al sacrificio. Entonces, y sólo entonces, se atrevió a salir la sonrisa de entre los árboles que la habían escondido en aquel bosque. Y con una sonrisa, empezó a fluir el río con mucha esperanza y los pies en el suelo. Con la ambición de un lobo hambriento, también.

579. TIERNOS RECUERDOS DEL BOSQUE, de Musgaño

Cuando yo era pequeña, a mis padres debía de parecerles que no había un plan más fascinante que llevarnos a mí y a mis hermanas de excursión al bosque en pleno invierno.
Yo lo encontraba espantosamente aburrido y poco interesante. No teníamos equipo de montaña adecuado y mis pies rabiaban de frio dentro de unas viejas katiuskas.
Nos solía acompañar Chucho, un señor mayor y curtido que conocía  muy bien la Reserva del Saja.
Con él buscábamos huellas de corzos en la nieve y seguíamos sus movimientos.  Veíamos  las cagarrutas de estos animales que, con su calor, taladraban la nieve. A veces incluso llegábamos a encontrar los restos de alguno atacado por un lobo. Mamá nos tapaba los ojos pero yo no quería perdérmelo.
Observábamos los árboles, repasábamos los nombres de las montañas,  señalábamos buitres en el cielo y sacudíamos la nieve que, posada sobre las plantas que sobrevivían al invierno, dibujaba filigranas.
Me fascinaban las frezas con su deliciosa gelatina redondita transparente; siempre me dejaban llevarme unos pocos huevos a casa para que pudiera observar atónita como se convertían en renacuajos.
A mis hijas tampoco les gusta ir al bosque, pero yo sé que es sólo cuestión de esperar.

578. PRELÙDE EN ARPAGEMENT, de Taray

Camina la pareja entre los pinos ascendiendo una ladera. Ya no se puede ver el pueblo, ni siquiera el río, que hasta hace poco no era más que una línea que brillaba al sol de mediodía. Una brisa comienza a susurrar sobre las hojas de los árboles cuando ella, de repente, se detiene y se gira hacia él con una sonrisa entre los labios apacibles:
-Éste es el lugar.
-¡Pero Silvia…!
-¿Flavio se niega?
Y Silvia comienza a desvestirse con parsimonia, dejando caer prendas sobre un arbusto de romero. Ya hubieran querido las ninfas poseer este cuerpo tan cercano y tangible apariencia, atrayente como la corteza viva de un árbol.
Desnudos se dan calor entre piel y piel, se acarician, se besan, se enredan… Por fin, en ella irrumpe un principio de placer como mordisco en manzana fresca, abierta. Poco a poco los jadeos se mezclan con el viento entre las ramas. En ese momento, una garza grazna sonoramente por encima de ellos,despertando el tiempo.
-¿Qué es eso?
-Ya es hora de irse-, responde ella.
Flavio se incorpora. No entiende.
Silvia, sin embargo, está satisfecha. Ha fecundado de nuevo el bosque.

577. ESTA NOCHE TE CUENTO, de Ardilla 8

            Miguel vino a recogerme anoche al salir del trabajo, tras tenerme intrigada toda la tarde con una sorpresa que tenía preparada para el fin de semana. Caí rendida en el asiento del copiloto. Sólo recuerdo haberme lavado la cara y desnudado torpemente antes de acostarme.
            No fue el olor del café lo que me despertó, ni el de los cruasanes tostados. La ventana estaba abierta y entre sueños ya percibí aquel aroma que me envolvía. Olía a limpio, a verde, a ramas; olía de una forma tan reconfortante y atractiva que me embriagaba.
            Miguel me llamaba desde la terraza, allí estaba sirviéndome el desayuno, sonriente, mirando mi cara atónita. Tras comérmele a besos miré a mi alrededor. Qué sensación de paz, me olvidé de todo en aquel paraíso perdido. La casita, en medio de un majestuoso bosque de encinas, chopos y romero, parecía sacada de un cuento de hadas.
            Dimos un largo paseo, el olor de la savia escurriendo por los troncos se impregnaba en nuestra piel. Entonces mi chico, cogiéndome por la espalda me susurró al oído el “te quiero” más bonito que ningún poeta pudo expresar jamás. Fue ese lugar, nunca lo olvidaré.

576. MI GRAN AMIGO BOSQUE, de Raíces 2

Fue una semana horrible, hacía mucho tiempo que no me sentía igual. Mi mente estaba agotada y mi cuerpo, desgastado.
Tuve problemas familiares, complicaciones en el trabajo, discusiones con mi mujer y una acumulación de recibos impagados en el banco.
Necesitaba un día para reflexionar y meditar, para liberar mi mente.
De pequeño mi padre solía llevarme a un lugar maravilloso, un bosque a las afueras de la ciudad, un lugar en el que uno puede relajarse y pensar en cosas intranscendentes, contemplar la belleza de la naturaleza y pasear, sin ninguna meta, sin ningún fin, simplemente pasear.
Pude observar los colores rojizos, anaranjados y amarillentos de aquel bosque. La caída de la hoja envolvía el valle en un paisaje de melancolía y calidez. Observé el paso de los años en los tejos, robles y hayas en los que me escondía de pequeño, y  disfruté de la calma de aquel que se siente liberado y relajado, rodeado de una belleza singular.
Al regresar a casa, ya de noche, me sentí con energías renovadas y con ganas de abordar cada uno de aquellos problemas, los cuales quedaron solucionados en cuestión de días.

575. EL BOSQUE DE LA HUMILDAD, de Raíces 2

Cuenta la leyenda que había una vez una niña que se consideraba muy valiente y cada vez que se encontraba con alguien, contaba historias acerca de su valentía.
Para ir a la escuela debía atravesar todos los días un bosque frondoso, lleno de árboles enormes y de una belleza jamás vista.
Un buen día la niña se retrasó en su regreso a casa y todo quedó oscurecido.
A medida que atravesaba el bosque sintió un cierto temor y su valentía se fue apagando a medida que escuchaba ruidos y veía sombras que se movían.
Tal era su temor que decidió buscar cobijo bajo un árbol y observó muy asustada todo cuanto ocurría a su alrededor.
Su cuerpo tembló de frío y miedo hasta que a media noche unas luces iluminaron el bosque y unas voces pronunciaron su nombre. La niña se levantó y se acercó temblorosa. Las luces y voces procedían de su familia y del resto de habitantes que habían salido en su busca al ver que no regresaba.
Desde entonces, la pequeña niña comprendió el valor de la humildad que le llevó a ser la más querida entre los habitantes de aquel lugar.

574. LA MAGIA, de Duende 2

Cuando cansados de caminar, y la noche empezaba a presentarnos sus respetos, después de admirar el paisaje del lugar, regresábamos a la casita, era entonces cuando nos tumbábamos sobre la yerba donde ahora tocaba  observar ese cielo limpio donde una luna le prestaba su claridad, donde podíamos mirar las miles de estrellas que lucían de una manera espectacular, y era entonces cuando descubríamos una belleza incomparable, donde el silencio y el murmullo del río eran los principales protagonistas aunque a veces, algún que otro búho se saltara las reglas.
La casita estaba situada en un entorno natural privilegiado, entre montañas y bosque, delante un pequeño río  se podía observar desde las ventanas y hasta escuchar su canto, que a veces transmitía una melodía alegre, vivaracha, risueña, y otras, su canto se tornaba triste, apagado, como apesadumbrado por algo; ese río tenía alma y poseía el don de trasmitir sus emociones. Era un sitio ideal, parecía que estabas en otro mundo, allí todo podía suceder, la magia se podía palpar en el ambiente. Y nosotros estábamos dispuestos a no perdernos ni un segundo de ese encantamiento.

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