Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

580. RÍO DE SED, de Zorro Estepario

Silencio, fuego lento y valentía subían río arriba con la esperanza por los suelos. Celos, pasión y orgullo se apresuraban río abajo enrabietados como lobos. En la ladera, a mitad de camino, esperaban tolerancia, empatía y sacrificio, porque ellos no entendían de altibajos, manteniéndose siempre en la llanura.
Tuvo que ser una sequía, quien parase, detuviese y juntase a todos los elementos dispares que conformaban el amor. Y fue en mitad del bosque, donde el río dejó de tener sed, dando pausa a sus viajeros. Silencio, fuego lento y valentía, se arrimaron a la orilla con ayuda de algún ser. Celos, pasión y orgullo, discutían ya con tolerancia, empatía y sacrificio, que los habían ido a socorrer. La pasión quiso llegar a las manos, a fuego lento sintió empatía el orgullo y fue en silencio cuando todos escucharon al sacrificio. Entonces, y sólo entonces, se atrevió a salir la sonrisa de entre los árboles que la habían escondido en aquel bosque. Y con una sonrisa, empezó a fluir el río con mucha esperanza y los pies en el suelo. Con la ambición de un lobo hambriento, también.

579. TIERNOS RECUERDOS DEL BOSQUE, de Musgaño

Cuando yo era pequeña, a mis padres debía de parecerles que no había un plan más fascinante que llevarnos a mí y a mis hermanas de excursión al bosque en pleno invierno.
Yo lo encontraba espantosamente aburrido y poco interesante. No teníamos equipo de montaña adecuado y mis pies rabiaban de frio dentro de unas viejas katiuskas.
Nos solía acompañar Chucho, un señor mayor y curtido que conocía  muy bien la Reserva del Saja.
Con él buscábamos huellas de corzos en la nieve y seguíamos sus movimientos.  Veíamos  las cagarrutas de estos animales que, con su calor, taladraban la nieve. A veces incluso llegábamos a encontrar los restos de alguno atacado por un lobo. Mamá nos tapaba los ojos pero yo no quería perdérmelo.
Observábamos los árboles, repasábamos los nombres de las montañas,  señalábamos buitres en el cielo y sacudíamos la nieve que, posada sobre las plantas que sobrevivían al invierno, dibujaba filigranas.
Me fascinaban las frezas con su deliciosa gelatina redondita transparente; siempre me dejaban llevarme unos pocos huevos a casa para que pudiera observar atónita como se convertían en renacuajos.
A mis hijas tampoco les gusta ir al bosque, pero yo sé que es sólo cuestión de esperar.

578. PRELÙDE EN ARPAGEMENT, de Taray

Camina la pareja entre los pinos ascendiendo una ladera. Ya no se puede ver el pueblo, ni siquiera el río, que hasta hace poco no era más que una línea que brillaba al sol de mediodía. Una brisa comienza a susurrar sobre las hojas de los árboles cuando ella, de repente, se detiene y se gira hacia él con una sonrisa entre los labios apacibles:
-Éste es el lugar.
-¡Pero Silvia…!
-¿Flavio se niega?
Y Silvia comienza a desvestirse con parsimonia, dejando caer prendas sobre un arbusto de romero. Ya hubieran querido las ninfas poseer este cuerpo tan cercano y tangible apariencia, atrayente como la corteza viva de un árbol.
Desnudos se dan calor entre piel y piel, se acarician, se besan, se enredan… Por fin, en ella irrumpe un principio de placer como mordisco en manzana fresca, abierta. Poco a poco los jadeos se mezclan con el viento entre las ramas. En ese momento, una garza grazna sonoramente por encima de ellos,despertando el tiempo.
-¿Qué es eso?
-Ya es hora de irse-, responde ella.
Flavio se incorpora. No entiende.
Silvia, sin embargo, está satisfecha. Ha fecundado de nuevo el bosque.

577. ESTA NOCHE TE CUENTO, de Ardilla 8

            Miguel vino a recogerme anoche al salir del trabajo, tras tenerme intrigada toda la tarde con una sorpresa que tenía preparada para el fin de semana. Caí rendida en el asiento del copiloto. Sólo recuerdo haberme lavado la cara y desnudado torpemente antes de acostarme.
            No fue el olor del café lo que me despertó, ni el de los cruasanes tostados. La ventana estaba abierta y entre sueños ya percibí aquel aroma que me envolvía. Olía a limpio, a verde, a ramas; olía de una forma tan reconfortante y atractiva que me embriagaba.
            Miguel me llamaba desde la terraza, allí estaba sirviéndome el desayuno, sonriente, mirando mi cara atónita. Tras comérmele a besos miré a mi alrededor. Qué sensación de paz, me olvidé de todo en aquel paraíso perdido. La casita, en medio de un majestuoso bosque de encinas, chopos y romero, parecía sacada de un cuento de hadas.
            Dimos un largo paseo, el olor de la savia escurriendo por los troncos se impregnaba en nuestra piel. Entonces mi chico, cogiéndome por la espalda me susurró al oído el “te quiero” más bonito que ningún poeta pudo expresar jamás. Fue ese lugar, nunca lo olvidaré.

576. MI GRAN AMIGO BOSQUE, de Raíces 2

Fue una semana horrible, hacía mucho tiempo que no me sentía igual. Mi mente estaba agotada y mi cuerpo, desgastado.
Tuve problemas familiares, complicaciones en el trabajo, discusiones con mi mujer y una acumulación de recibos impagados en el banco.
Necesitaba un día para reflexionar y meditar, para liberar mi mente.
De pequeño mi padre solía llevarme a un lugar maravilloso, un bosque a las afueras de la ciudad, un lugar en el que uno puede relajarse y pensar en cosas intranscendentes, contemplar la belleza de la naturaleza y pasear, sin ninguna meta, sin ningún fin, simplemente pasear.
Pude observar los colores rojizos, anaranjados y amarillentos de aquel bosque. La caída de la hoja envolvía el valle en un paisaje de melancolía y calidez. Observé el paso de los años en los tejos, robles y hayas en los que me escondía de pequeño, y  disfruté de la calma de aquel que se siente liberado y relajado, rodeado de una belleza singular.
Al regresar a casa, ya de noche, me sentí con energías renovadas y con ganas de abordar cada uno de aquellos problemas, los cuales quedaron solucionados en cuestión de días.

575. EL BOSQUE DE LA HUMILDAD, de Raíces 2

Cuenta la leyenda que había una vez una niña que se consideraba muy valiente y cada vez que se encontraba con alguien, contaba historias acerca de su valentía.
Para ir a la escuela debía atravesar todos los días un bosque frondoso, lleno de árboles enormes y de una belleza jamás vista.
Un buen día la niña se retrasó en su regreso a casa y todo quedó oscurecido.
A medida que atravesaba el bosque sintió un cierto temor y su valentía se fue apagando a medida que escuchaba ruidos y veía sombras que se movían.
Tal era su temor que decidió buscar cobijo bajo un árbol y observó muy asustada todo cuanto ocurría a su alrededor.
Su cuerpo tembló de frío y miedo hasta que a media noche unas luces iluminaron el bosque y unas voces pronunciaron su nombre. La niña se levantó y se acercó temblorosa. Las luces y voces procedían de su familia y del resto de habitantes que habían salido en su busca al ver que no regresaba.
Desde entonces, la pequeña niña comprendió el valor de la humildad que le llevó a ser la más querida entre los habitantes de aquel lugar.

574. LA MAGIA, de Duende 2

Cuando cansados de caminar, y la noche empezaba a presentarnos sus respetos, después de admirar el paisaje del lugar, regresábamos a la casita, era entonces cuando nos tumbábamos sobre la yerba donde ahora tocaba  observar ese cielo limpio donde una luna le prestaba su claridad, donde podíamos mirar las miles de estrellas que lucían de una manera espectacular, y era entonces cuando descubríamos una belleza incomparable, donde el silencio y el murmullo del río eran los principales protagonistas aunque a veces, algún que otro búho se saltara las reglas.
La casita estaba situada en un entorno natural privilegiado, entre montañas y bosque, delante un pequeño río  se podía observar desde las ventanas y hasta escuchar su canto, que a veces transmitía una melodía alegre, vivaracha, risueña, y otras, su canto se tornaba triste, apagado, como apesadumbrado por algo; ese río tenía alma y poseía el don de trasmitir sus emociones. Era un sitio ideal, parecía que estabas en otro mundo, allí todo podía suceder, la magia se podía palpar en el ambiente. Y nosotros estábamos dispuestos a no perdernos ni un segundo de ese encantamiento.

573. CON DUENDE, de Duende 2

Allí, allí donde los mirlos unen su canto al murmullo de un  río sosegado, a los cuchicheos que se traen las ramas de los árboles mecidos por una suave brisa, y  a la risa gozosa de las nutrias. Allí donde todos se aúnan para componer la melodía capaz de cautivar los sentidos y, ¡hasta el alma! ¡Allí deseo escapar!, a ese lugar, donde  saciarme de tanta perfección, a ese pequeño valle cercano al bosque,  donde unas casitas tratan de pasar desapercibidas entre tanta naturaleza,  no quieren romper esa armonía tan perfecta, solo están para que otros puedan disfrutar de su belleza  mágica,
-¡Este lugar parece que tiene duende!-, dijo Viviana a sus amigos mientras descansaban en el pequeño porche de una  bonita casa rural.
Ninguno se dio cuenta que justo al lado de ellos, un ser muy pequeñito con orejas  largas, puntiagudas, y sonrisa agradable, los escuchaba atentamente,
-¡Claro que hay duende!, si no existieran los duendes ¿Qué sería del bosque y de los animalitos?, ¿quién mantendría tanta belleza?-, dijo para sí el pequeño duende del lugar. Nadie sabía que ellos formaban una parte fundamental de la naturaleza, ellos lograban que  el lugar fuera totalmente ¡Mágico!, ¡con Duende!

572. AMOR DE OTOÑO, de Arce

Daría mi corazón un vuelco, si a ti unirme pudiera.  Tu movimiento me encandila. Tus aguas son en mis ojos lo que en mi cuerpo sentir no puedo. Sólo espero el momento en que de quien dependo decida el fin de una vida, de la que juntarme a la tuya quiero. Sólo espero la caída sobre ti.
La hoja.

571. EL BOSQUE ASUSTADO, de Musgaño

La noche se posó suavemente entre los árboles y el bosque echó el pestillo para descansar.
Muchos  animales se desperezaron en sus madrigueras y se lamieron con primor su vello suave y tibio antes de salir al exterior. Cuando lo hicieron,  husmearon con placer el olor del viento y disfrutaron  escuchando atentamente los  sonidos  despreocupados que emitían sus futuras presas.
Nadie tenía miedo porque  el día había pasado.
Los árboles respiraban serenos y charlaban pausadamente sobre los acontecimientos del día. Peinaban sus hojas dejando caer los cabellos secos y mecían a sus visitas que se acomodaban sobre sus ramas.
Poco a poco la noche se fue agotando y pequeños rayitos de luz afilada empezaron a colarse por las grietas del bosque, avisándole de que debía ir adormeciéndose.
El sol finalmente lo inundó todo. Entonces se escuchó el estruendo de un potente motor,  y luego otro, y otro más. Una fila de quads irrumpió en el bosque quebrando su silencio. Todos ellos se abalanzaron estrepitosos sobre los  senderos, aplastaron frágiles alfombras de musgo y aterrorizaron con su furia, su aspecto y su olor a todas las criaturas del bosque.
No es extraño que el bosque nos tema y no nos comprenda.

569. COLORÍN COLORADO, ANTES DEBIÓ SER PENSADO, de Luciérnaga

Maldiciendo un beso, se introdujo en el bosque. Soledad era lo que tenía. Soledad y un enorme arrepentimiento, que le pesaba más que el barro arrastrado por su capa azul. Tramo a tramo fue recorriendo el riachuelo. Escudriñó en cada recoveco. La angustia no le permitió dejar la más mínima cavidad   libre de exploración. Una grave sacudida retorcía sus entrañas. Conocía esa sensación; el recuerdo lejano de otros tiempos erróneamente abandonados. Cuando los rayos de sol fueron desapareciendo y la noche cayó sobre el bosque, sin saber muy bien lo que el príncipe buscaba, las luciérnagas iluminaron su camino. Y al salir la luna, un búho, posándose en una rama, sabiamente le dijo:
– Sé bien lo que buscas.
-¿Dónde está?
– En la charca de los lirios, junto a otros batracios.
– Necesito que sea ella quien me bese esta vez. Quiero recuperarla y regresar a mi charca. ¡Deseo volver a ser una rana!
– ¿Acaso, la princesa y el palacio no resultaron ser como tú imaginabas?- con ironía habló el búho y elevando el vuelo, desde el aire gritó- Debiste pensarlo antes amigo mío, ahora tu rana ya tiene un sapo, con quien vive feliz en su charca.

568. EL NIÑO Y EL BOSQUE, de Madreselva

El niño se interna en el bosque, confiado. Siente la húmeda umbría y el rumor del agua, un crujido sordo de hojarasca bajo los pies y un tímido hilo de sol acariciándole la cara.
Una ligera brisa, desde las lejanas brumas, le trae aromas de maternales ganados, alas de pájaros y zumbidos de insectos, mientras camina entre rugosos troncos centenarios.
Saluda a los elegantes helechos, hijos de las sombras. A las vibrantes flores y a las danzarinas mariposas dibujando, con sus brillos de seda, garabatos bajo la luz. A las bayas de vivos colores y a los espinos vigilando moras.
 Domina ya la tierra enmarañada y ansía ver el cielo. Trepa a un árbol y respira, al fin, el aire puro.
Como el rey de un verde mar, se acomoda y admira el horizonte claro, dos torrentes y un roquedal oscuro.
Escuchando desconocidos sonidos lejanos, conoce la belleza, el tiempo detenido y la soledad devastadora, el silencio, la calma, entre la vida que bulle ….. Y un leve movimiento, una rama que cae y la muerte abrumadora.

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