Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

610. ¿Y DESPUÉS?, de Jacinto

      Una figura imponente descendió hasta el suelo calcinado del bosque. Podría ser un hombre si no fuera por las alas que surgían de su espalda. Miró a su alrededor y solo vio muerte y destrucción. Níveo, meneando la cabeza, maldijo por lo bajo.
       Tantos años, tanto sufrimiento para esto.
       Sabía que el resto de la tierra estaba igual, carbonizada. Nadie había sobrevivido. Estaba enfadado con la humanidad por haberse destruido a sí misma, pero sobre todo, consigo mismo por no haber evitado todo aquello.
       -Debimos haberlo visto venir. No es cierto? –preguntó una voz a su espalda.
       Níveo se volvió hacia Aleph, encontrándose con unos ojos azules tan fríos como el hielo y una figura como él con grandes alas negras que tapaban la luz del sol.
       Aleph se acercó a Níveo. –Sabes? Tu eres un ángel y yo un demonio pero en el fondo no somos tan distintos.
       Níveo se revolvió –Tu eres un asesino, llevas miles de años intentando conquistar a la humanidad y ahora qué?
       -Justo! dijo Aleph, Tan obsesionados estábamos el uno con el otro y con nuestros deseos que no impedimos que ellos acabaran por sí mismos con todos y con todo-
       -Y ahora, Qué?

609. CAPERUCITA ROJA, de Jacinto

Por precaución había dejado transcurrir un mes desde la última pieza cazada. La gente ya empezaba a decir que era mucha casualidad dos chiquillos desaparecidos tan seguidos. Pero ahora estaba allí, esperando entre la oscura madera del bosque. Siendo algo más. Porque en los bosques había cosas y él era una de aquellas cosas. Era el hombre que espera. El coco, el hombre del saco.
       Era el lobo del cuento y el bosque, sobre su hombro, susurraba. La noche había caído casi por completo. La niña se acercaba, ajena a todo lo malo. Podía escuchar sus pasos muy cerca, sobre el camino, correteando y deteniéndose súbitamente, agachándose para coger algo. Podía notar su olor a chicle y el corazón comenzó a golpearle cada vez más fuerte. Podía verla. Oírla. Su respiración de conejo confiado. Una sombra entre las sombras. Tan solo una silueta inocente entre lo oscuro de los árboles. Era Caperucita en el Bosque y yo era el Lobo…

608. EL EDÉN PERDIDO, de Cinco Ardillas

El ciervo corrió, perseguido por los destellos de un bosque en furor.
El unicornio voló, presto y sin temor, percibiendo el olvido de vírgenes y reyes.
Huyen los conejos de pelo gris por montes y ríos, escondiéndose del gnomo furioso, en un insulto incomprensible de verdes y rojos sin fin.
El suelo escurridizo se quebró en terrones movedizos sobre sus lomos y ojos sin luz.
Viendo morir al gorrión, el colibrí lloró.
Hoy, sobre tu lecho el cielo se secó, oscureciendo mi mundo con dolor.
Corre pequeño, corre.
Por nubes, puertos y montes que en el velero negro, llegó el terror.

607. LA CABAÑA, de Cinco Ardillas

Teníamos una cabaña con una gran terraza de madera. Nunca quisimos cerrarla con vidrios ya que la sensación que nos daba el estar en ella, con sol o lluvia pudiendo alcanzar las ramas de los pinos con las manos, era magnífica: el bosque entraba en nuestra casa. Las tejas de barro nos protegían y entonaban melodías al contacto con los aguaceros. Era nuestro refugio, el aire puro lleno del aroma de mil plantas desconocidas embelesaban los sentidos.
Cuando bajaba la neblina cubriendo gradualmente cada árbol, cada casa, el paisaje se volvía casi intimidante, el frío de la niebla calaba la piel y me asaltaba una impresión de extrañeza. Desaparecía el espacio a mi alrededor. Numerosas veces intenté mantenerme largo tiempo en este vacío hasta el punto de sentir temblar todo el cuerpo y no era de frío, tampoco era miedo, sino algo parecido a estar tocando el misterio. Un misterio sin sustancia ni amenaza que poco a poco me invadía e inquietaba hasta volverse insoportable. Entonces vencida pero colmada de naturaleza entraba a la casa para prender el fuego de la pequeña chimenea y dejarme llevar por las llamas cálidas y crepitantes.

606. UN FINAL DIFERENTE, de La Cabaña

Giré en redondo con brusquedad y me adentré en la espesura del bosque con la rapidez que mi dañado cuerpo me permitió, zigzagueé entre los árboles sabiendo que cada segundo ganado era un instante más de libertad mientras en mi cabeza se agolpaban las imágenes que anhelaba borrar para siempre. Con cada huella impresa en la tierra dejaba un rastro rojizo que se diluía lentamente intentando camuflarse entre los colores del bosque y que sin embargo me delataba ante mi cada vez más veloz perseguidor ya acostumbrado a desplazarse entre el follaje… El disparo retumbó en mis oídos a la vez que un agudo dolor se apoderaba de mí. Esta vez había acertado de lleno, mi maltrecho cuerpo cayó al suelo y mis ojos empezaron a cerrarse, justo en ese momento vi la cara del cazador que unos minutos antes había acabado con la vida de mi madre. Este fue el verdadero final de la historia, aunque a los niños no les cuenten lo que realmente le pasó al cervatillo…

605. PACIENCIA, de Orquidea

No me importa que se tiendan encima de mí, ni que las lagartijas vengan aquí a tomar el sol o que las hormigas me rasquen la espalda. Soporto el calor, el frío, el viento, la lluvia, la nieve o el hielo. Hasta los terremotos resisto. Soy inquebrantable y nunca me quejo por nada. Me encanta la vida que llevo, siempre en el bosque y por la noche contemplando como adquieren vida seres que los humanos no creen que existan. Veo a las hadas danzar, a los faunos enfadarlas haciendo cabriolas, a los gnomos con sus sempiternas riñas, a las ninfas siempre tan bellas, a las náyades que asoman de los pequeños riachuelos y del lago, a las oceánidas que vienen a visitar a sus primas y a las nereidas que dejan el mar mediterráneo para acudir a la fiesta en época de mareas bajas. No permutaría un solo átomo de mi cuerpo por tener otra vida distinta o por durar otros tiempos de los que vivo o por sentir diferente. Solo una cosa me disgusta, solo una desde la Prehistoria y es la CANTIDAD DE BASURA QUE DEJAN LOS HUMANOS!!! Por esto sí, por esto cambiaría, cambiaría y aplastaría…

604. LA FIESTA DORADA, de Orquídea

Me desperezo y me estiro lentamente pero con fuerza… Wowww… Cuanto he dormido hoy, pero ya estoy lista para empezar a arreglarme. Hace una noche increíble, llena de estrellas, sin una nube y con la conjunción, siempre por estas fechas, de Júpiter, Venus, Marte y casi me parece ver a Saturno… Es una noche maravillosa. Desde donde yo vivo, en el único álamo blanco del bosque, veo el cielo perfectamente y también el lago.
       Voy hacia allí, tengo que estar bien linda para esta noche. Me quito mis prendas. Ya he traído los nuevos vestidos dorados. Me sumerjo en el lago que está frío y tiritando me zambullo buscando sirenas o náyades. Con pereza me froto la piel con la esponja natural y salgo caminando del agua bien limpia. Me seco y me dedico a vestirme con una preciosa tela dorada que lleva incrustados finos brillantes y resplandece. Calzo mis zapatos dorados y me arreglo mi melena dorada también ¡Cómo brillo! Por último, cojo una tela de terciopelo y saco brillo a mis alas transparentes ¡Ya estoy lista para la fiesta! Hoy es la reunión de todas las hadas del bosque y he de ser la más bella.

603. Y NO ESTOY LOCO, de Orquídea

Voy exultante, cayendo desde el cielo en picado! El viento me impide hablar pero no sonreír y puedo ver cómo me voy acercando al suelo. ¡Qué infinito placer, dejarse caer hasta el infinito y tener el subidón de la adrenalina. Es más duradero y fuerte que un orgasmo… Y crea adicción!!!
       Me acerco al suelo, voy a una velocidad tremenda. Cuando ya casi parece inminente mi trompazo contra el suelo, abro el parapente e intento remontarme con las corrientes de aire. Pero… no hay corriente, solo me balanceo, no puedo subir y me estoy acercando a un bosque y me voy a dar una morrada que me voy a arrepentir toda la vida, si es que quedo con vida…
       Uy, Uy, Uy!!! Que sea lo que Dios quiera, ya casi toco las copas de los arboles con los pies y de repente… me apoyo en algo, en algo que está aquí en medio pero que no veo. Mis pies están firmes sobre la nada. ¿Qué es esto?… Enseguida recojo el parapente o me caeré ya no sé dónde… pero aún me arrastra unos cuantos pasos mientras se posa del todo y… ¡¡¡sigue habiendo apoyo!!!
       ¿Qué clase de broma es esta?

602. RENACER, de Libélula Roja

No supe lo que era nacer hasta que abrí los ojos y me encontré inmersa en un nuevo mundo de sensaciones verdes, azules y blancas suspendido como tutús sobre las aguas del sendero.
Tal era la magnitud y belleza, que me sentía parte de ese milagro. Hasta las cosas más nimias que siempre habían pasado inadvertidas, como las pequeñas piedras redondas del margen del río, se me antojaban grandiosas. El bosque era un precioso puzzle de flores, saltos de agua, árboles y caminos por donde el verde más intenso me acompañaba por doquier. El sonido del agua que corría, los pájaros y el runruneo del viento que rozaba las frágiles hojas, ponían música a tan bella imagen con acordes melodiosos en una sinfonía sin fin. Y las horas pasaron. Era el momento de partir.
Las nubes se ofuscaban, el sol bostezaba cerrando los ojos y el viento jugaba susurrando la llegada de tiempos más blancos donde el sueño invernal cambiaría el paisaje.
La ventana de mi habitación era como un brazo extendido hacia el bosque que aun llevaba dentro. Las sensaciones me embargaban y entré en un profundo sopor embriagada por el placer intenso de una experiencia sin igual.

601. TIEMPOS OSCUROS, de Musgo 7

Cuando los soldados llegaron al pueblo, algunos vecinos se echaron al monte. Éste les daba cobijo y sustento. Con frecuencia, los soldados organizaban batidas provistos de perros de presa para darles caza. Se dice que cada árbol nuevo es el alma de un caído. Así, poco a poco, el bosque se fue extendiendo hasta alcanzar el pueblo. Cuando lo cubrió con su verde manto, los soldados se vieron obligados a abandonarlo para siempre.

600. CON OTROS OJOS, de Insecto Palo

Cuando vamos al bosque, mis amigos se parten conmigo. Salimos explorando el frondoso medio, enfundándome calcetines fucsia de mi hermana. Ríen, anécdotas mientras batimos enigmáticos senderos. Recordándome, aquella saliendo del vestuario para jugar a fútbol con indumentaria distinta, sin previa advertencia y el árbitro obligaba cambiarme para no ser del equipo contrario. Aprecian mis esfuerzos, con ese sentimiento puro que todavía está en nosotros. En otras, quedan perplejos, por ser capaz de distinguir el insecto palo aunque permanezca estoicamente quieto. Desde crío he sido muy observador. Puedo diferenciar el mimetismo prolijo entre especies, las inmensas tonalidades amarillentas del camuflaje de la polilla hoja o los perfiles en una mantis religiosa inmóvil en estriado tronco. Lo natural me hace libre. Contrariamente, la ciudad aturde voluntades por regueros caóticos, con complicadas encrucijadas. Soy daltónico. Primero pensaba que todos veían como yo. Mis padres creyeron que era anormal. Luego asimilaron que ese mal no residía en mi cabeza sino en una sencilla deficiencia de los ojos. Pero las dificultades nos empujan a superarnos. Y como Emerson Moser sería capaz de fabricar miles de tonalidades, aunque perciba sobre una paleta de fondos ocres.

599. EL ÁRBOL, de Bosque Milenario

Parcialmente oculto por otros gigantes verdes que habían visto muchas menos primaveras que él, se levantaba el árbol.
Ya estaba allí cuando las primeras incursiones procedentes del norte de África trajeron la guerra hasta la región, siendo testigo de mil y un cambios de señor de las tierras. La historia pasó de largo sin hacer más mella sobre su corteza que las arrugas que acompañan al paso de las eras. Testigo del devenir de los siglos, silencioso vigía del valle, nada pudo nunca quebrantar su férrea voluntad de elevarse hacia las alturas en busca de los rayos de sol.
Tan sólo la vigorosidad de sus bisoños vecinos dejaba un rastro de duda acerca de su dominio del terreno, si bien los años se encargarían de poner a cada uno en su lugar. Tal vez fuera que su simiente fue tocada por la fortuna, o bien que fue un elegido por los espíritus del bosque; sin ninguna sombra de duda, se trataba del dueño y señor del lugar, siempre rodeado por su corte de acólitos, prestos a preservarle frente a cualquier contingencia. Voluntades como la suya conformaban el bosque.

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