Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
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Relatos

MAY60. ODIO LAS FLORES. DIARIO DE UNA CHICA DECIDIDA, de Nicoleta Ionescu

12.05.2012
Repasando:
Manuel: – alumno, compañero; me trajo flores cada día, a lo largo de tres semanas, antes de que se atreviera a besarme; nos despedimos por una tontería.
Rafael: – estudiante del último año, colega; me trajo flores a lo largo de los tres meses en que hicimos el amor antes de cada examen («para acallar las emociones»); nos despedimos, por supuesto, después del examen final.
Daniel: – esposo; me trajo flores cada vez que me traicionó, a lo largo de los tres años de nuestro matrimonio; nos separamos por consentimiento mutuo.
Pero Gabriel… ¡Qué diferencia! Gabriel no me trajo flores. ¡Él es un artista, un guitarrista rebelde y apasionado, a punto de renunciar a su libertad para dedicarse sólo a mí! Es mi ídolo, mí gurú. Merece cualquier sacrificio. ¡Tengo que demostrarle mi amor!
13.05.2012
Entré en el taller de tatuajes. Me mostraron varios modelos. «¡Flores no!» dije resueltamente. Elegí, al azar, una araña, para tatuarla en mi nalga, junto a su nombre. Estoy esperando emocionada su reacción…
14.05.2012
A Gabriel le gustó muchísimo la araña: «¡Parece una flor!», exclamó. (¿Una  flooooor??? ¡Caramba!)
17.05.2012
Evidentemente, G. me abandonó. Salió de gira a un destino desconocido. (¡Estúpida araña!..)

 http://cesariarey.wordpress.com/

MAY59. AÑOS DE FLORES PARA TI, de Eva Galindo Esteban

Quince de mayo. Por fin. Me peino con raya al lado como a ti te gusta. Me enfundo en el traje azul tan parecido al que llevaba cuando nos conocimos en el Baile de tu pueblo. Cuando me viste aparecer sonreíste y no dejaste de mirarme hasta que me decidí a sacarte a bailar.
Busqué la corbata que me regalaste por mi cumpleaños, la de seda. Saqué el pañuelo que trajiste de Italia, de aquel viaje que hiciste con tu hermana que al principio no me hizo mucha gracia. Está como el primer día y me he hecho el nudo centrado, como tú me enseñaste.
Mi imagen se refleja en el espejo. Me gusta mi aspecto y sonrío. Cojo la cartera y las llaves y salgo hacia la floristería donde comprar el ramo de rosas rojas más grande y más oloroso.
Elegante e impaciente llego al umbral. Había bastante gente. Muchos visitantes y también fijos que encuentro cada semana.
Ya no había flores vivas. Con cuidado coloqué el nuevo ramo sobre tu tumba. Hace  siete años que celebramos así nuestro aniversario, pero yo me pongo tan nervioso como siempre.

COMO INSPIRACIÓN… OS ENVÍO UNAS ROSAS

    Un cronopio se recibe de médico y abre un consultorio en la calle Santiago del Estero. En seguida viene un enfermo y le cuenta cómo hay cosas que le duelen y cómo de noche no duerme y de día no come.
-Compre un gran ramo de rosas- dice el cronopio.
    El enfermo se retira sorprendido, pero compra el ramo y se cura instantáneamente. Lleno de gratitud acude al cronopio, y además de pagarle le obsequia, fino testimonio, un hermoso ramo de rosas. Apenas se ha ido el cronopio cae enfermo, le duele por todos lados, de noche no duerme y de día no come.
Terapias. Historia de Cronopios y Famas. JULIO CORTÁZAR

MAY58. REENCARNACIÓN, de Fernando Andres Puga

A media luz.
Sin flores, ni lágrimas, ni palabras de ocasión.
Solo.
Unas mecánicas manos enguantadas en látex acomodan con desgano la sábana blanca, colocan la tapa y ajustan las clavijas. Cierran el cajón.
Atrapado en lo oscuro, abro los ojos.
No hay túnel.
Ningún sonido arrullándome.
La boca quieta.
Las manos secas.
Nada.
Sólo este olor espeso, como de líquido amniótico, que sin prisa lo va inundando todo y yo que busco a tientas la otra salida, la nueva, la que me devolverá a la vida una vez más. Una vida que acaso tenga aroma a jazmines o a nardos o aunque sea a esas nomeolvides que crecen en el bosque entre la mala hierba.
Pujo. Me abro camino. Se expande el hueco que me permitirá salir de la caverna.
¿Hay alguien ahí?, intento preguntar. Sólo llanto y la luz que encandila y un arrullo y el aire en los pulmones y la grata caricia de unas manos que ríen, más acá del gran dolor, inventando las flores para vestir el día.

http://www.lashojasdelarboldelavida.blogspot.com.

MAY57. EL SONIDO DE LAS FLORES, de Teresa Oteo Iglesias

Después de toda la lluvia que nos trajo abril,  mayo ha venido precioso, lleno de flores que inundan de color la pradera frente a mi ventana. La abro y una brisa cálida y perfumada inunda todos mis sentidos. Puedo oler las margaritas, las jaras, las amapolas…
Mis ojos apenas perciben  algunas luces y sombras; pero yo sigo ahí, sentada ante el cristal, sabiendo que tal vez mañana solo permanezcan los recuerdos grabados en mi retina; la vida me está gastando una broma pesada y no me va a permita otra cosa. La cruel certeza de ese futuro no muy lejano es la que me ha obligado a aprender a sentirlas, a sentir su aroma, su calor, su sonido, su belleza…
Porque aunque yo ya no pueda verlas, en mayo, tras mi ventana, siempre habrá flores.

MAY56. LA SUITE, de Yolanda Nava Miguélez

Nuevo concierto, otra ciudad. Otra suite que deberá adaptarse a sus exigencias. Todos los muebles serán de cerezo, toallas, albornoces y ropa de cama, llevarán sus iniciales bordadas a mano, y lo más importante: no habrá motivos florares en cortinas ni otros objetos decorativos, aunque en el salón anexo al dormitorio habrá cuatro jarrones con rosas blancas recién cortadas. “Excentricidades de una estrella” pensarán algunos, “caprichillos perdonables” dirán sus incondicionales, “necesidad de controlar su espacio personal, para sentirse segura” afirmarán los psicólogos.

La ira arde en su rostro. Su corazón bombea desbocado. Únicamente hay tres jarrones de flores. En la habitación que dejó en su hogar, siempre hay cuatro.
 

http://microsyotrashistorias.blogspot.com.es/

MAY55. MI FLOR, de Maria Jose Saiz Garcia

Todos los días la miraba durante horas, a través de un agujero en la madera. Una flor que no recuerdo si era real ó vivía en mi imaginación. Todos los días, desde que se llevaron a mi madre de mi lado.
Me quedé muda, no podía hablar. Estaba sola y muda.
Hasta el día que acabó mi encierro y me sacaron de aquel maldito lugar. Entonces al pasar junto a la vía del tren la miré, era mi flor, mi flor solitaria igual que yo. Cuando el tren se puso en marcha, no quise mirar atrás, el campo de concentración se alejaba de mi vida, igual que mi flor solitaria.

MAY54. YA NO HAY PRIMAVERAS, de A. Lorenzo Hernández

Te esperé con la misma ansiedad que en la primera cita. Aquella vez  llegaste con una rosa roja jugando entre tus dedos, con un reclamo de  futuro juntos saltando entre tus labios y el brillo de tus ojos encendiendo el espacio. Te esperé en aquel banco en el que tantas veces nos sentáramos a contemplar los almendros en flor, que hoy tiritan desnudos.  Y llegaron tus pasos aplastando  la hierba mientras parecía que tú le pidieras perdón a cada brizna verde, con la mirada clavada en el  suelo y  andando lentamente,  con las manos negadas, dentro de los bolsillos.  No hubo ninguna flor jugando entre tus dedos que esta vez no  caminaron por mi rostro palpando mi sonrisa y bordeando mi mirada. En el mar de tus ojos huidizos se ahogó todo el futuro. Dos frases. Quizás tres. Luego Rosana se alojó en mi dolor:  \»Te llevaste del mundo y de mí todas las primaveras\»

MAY53. ANTÁRTIDA, de Cristina González Prieto

Derramando una última lágrima el sol se escondió para no volver jamás. Tumbada bajo el árbol en dónde su corazón se apagó mientras veía morir a su amor entre sus brazos… dónde su melódica voz había pronunciado por última vez las palabras más bellas hacia un ser que ya no podría volverlas a oír… No me dejes… Sus alas ya no podían volar, pues ya no tenía motivos para seguir soñando. El frío salvaje se alzó sin tregua, tiñendo de negro el que antes había sido el azul más intenso jamás visto.  Los días encadenados se fueron para dejar paso al reinado de la noche eterna. Ninfa sin alas permaneció apoyada en su amado árbol hasta que, finalmente abatida, se dejó acoger por su cariñoso abrazo. Pero esto no hizo desaparecer la fría e impía oscuridad. Su alma se entremezcló con aire, tierra y agua, infundiéndole su pena. El sol y las estrellas, símbolos de esperanza, olvidaron el camino de regreso. Las lluvias, lágrimas de ninfas, abandonaron aquel lugar cuando el corazón de la última de ellas dejó de sangrar. Sólo el frio de la soledad eterna que la acompañaba permanecieron. Y fue así como ya no hubo más flores.

MAY52. NO HUBO NUNCA FLORES, de Julio Olmos de Prada

Tomasa, la de los ojos acuosos, la del pelo enmarañado, la que aúlla en las noches se inclinó sobre la niña custodiada por una corte de sobresaltados aldeanos. El miedo deambuló petrificando el grito en aquellos rostros expectantes.
En este secarral distante y casi inhabitable, abandonado de la mano de Dios, no hubo nunca flores, y la dama de la visión sólo pidió dos cosas, que honraran el lugar y que cada primer día del mes de mayo se la rememorara con una ofrenda de flores.
Tras un silencioso alboroto, la niña quedó tendida, acurrucada y doliente mientras la turba hechizada, liderada por la visionaria, imploraba al cielo ofreciendo la flor de aquel inmaculado jardín.
A la mañana, sobre la lápida de la niña no hubo lágrimas… tampoco hubo flores.

MAY51. EL COLECCIONISTA DE FLORES, de Gabriel Bevilaqua

Me daba lo mismo que mis víctimas fuesen guapas o espantajos, lo importante era que tuviesen tatuada una flor. Con frecuencia, en la playa se me presentaba el bello inconveniente de debatirme entre varias candidatas. En esos casos privilegiaba los méritos artísticos del tatuaje y la región impresa del cuerpo: no hay piel para una flor como la del bajo vientre.
Tras unos pocos años, la única flor que me faltaba para completar mi jardín era una rosa azul. La búsqueda se volvió prolongada e infructuosa. Hasta hubo un momento en que estuve a punto de abandonarla, mas todo llega… Aunque nunca pensé que una compañera de trabajo tan pacata pudiese ser su poseedora.
Seducirla me resultó más sencillo de lo que esperaba, pero cuando iba a drogarla la rosa desapareció de su brazo. Ella se percató de mi sorpresa y procedió a mostrarme como la flor reaparecía en su vientre, sólo para volver a esfumarse. Supe que si quería la rosa, tendría que quedarme con la mujer.
Y eso hice, aunque el precio fue demasiado alto. Ella no le había vendido su alma al diablo para compartirme con otras flores.

MAY50. FLORES MUERTAS, de Rafa Heredero García

Había sucedido a la vista de todos sin que supieran evitarlo y ahora recordaban con nostalgia el tiempo no tan lejano anterior a aquel día en el que el poeta de guardia, buscando la inspiración en un jardín, lanzó el primer aviso, extrañado por la escasez de rosas. Desde entonces, y de forma constante e imparable, estas habían ido desapareciendo hasta extinguirse, y aunque nadie quiso reconocerlo, tampoco se pudo ocultar la resignación ante la evidencia de un mundo que parecía haber perdido la poesía. No hubo dudas ya cuando se decidió evitar ese vacío irreversible llenando parques, campos, bosques y jardines con carteles que exhibían fotografías de altísima resolución de todo tipo de rosas desde donde se derramaba  mediante ingeniosos artilugios su perfecto aroma artificial, y tímidas voces empezaron a explicar convencidas todas las ventajas que ofrecía este arreglo, incapaces o quizá temerosas de adivinar la cadena de consecuencias que implicaba esta condena.
Un día, una pareja de enamorados que necesitaba la confirmación de lo que repetían sus ojos, dio la alarma, sorprendidos por las pocas margaritas que podían deshojar.

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