Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

394. DIÁLOGO, de Tejado

– Buenos días, Sendero del Agua. ¿Qué tal has dormido?
– ¡¡¡Uahh!!!, buenos días, El Molino de Bonaco. Después de leer los últimos relatos recibidos, he dormido como tronco-partido-en dos-por-serrucho.
– Te lo advertí, amigo, esto va a ser la repera. Los relatos cortos salen como churros y vamos a tener que gastarnos las pestañas leyendo uno tras otro…
– Sí, sí… y lo peor será después, elegir los veinte mejores. Porque los mejores, los mejores… ¿Cuáles deberán ser?
– No sé, ¿La historia mejor contada? ¿La más rica en elementos del bosque? ¿La más misteriosa, la más sentimental, la más entrañable, la más sencilla, la más ingeniosa, la más…?
– Al jurado le pasaremos esa patata caliente. Es gente competente en la materia. Manejarán unos buenos criterios.
– Veinte y dos ganadores. ¿Recibiremos muchas quejas?
– No creo. Conocerán nuestras dos casas y nuestro bosque. Les encantará el lugar y toda la provincia…
– ¿Vendrá gente de todas las partes de España y del extranjero? ¿Nos conocerán en la aldea global?
– Sí, Internet convierte lo pequeño en grande y viceversa.
– Creo que deberíamos desposarnos como marido y mujer con nombres de hombre: Sendero y El molino.
– ¡Ja, ja, ja! Hoy hemos comenzado bien nuestro día, molino mío.

393. FUERA DE LA CIUDAD, de Tejo 3

Los pies, mientras corría, iban pisando las hojas, las ramitas tiradas en el suelo, los charcos, las hormigas, las bayas..
Sus dedos señalaban todo lo que podia llegar a ver, el árbol más alto, el más grueso, el pájaro que salía volando, aquella seta de llamativos colores…todo. Pero lo mejor era ver su cara, con esos colores de fruta madura, oir su risa, y saber que nunca olvidaria aquel momento, como tampoco lo haría yo, de ver por primera vez, de sentir por primera vez, los olores de los árboles, el tacto del musgo, el sabor de las metras recien cogidas, sin lavar, y el ruido arrullante del viento entre las ramas de ese bosque, el primer bosque que visitabamos, en nuestra primera salida fuera de la ciudad.

392. EL BOSQUE DE LA MEMORIA, de Zorro de Plata

En el bosque de la memoria cada tronco, cada rama y cada hoja es un recuerdo. Lejos escuchas los juegos y canciones de la infancia. El musgo puede oler a mamá, las rocas pueden sentirse ásperas como la barba de papá. El pétalo de una flor es suave como la piel del primer amor. Cortas un árbol para ver si los recuerdos desaparecen, pero el árbol cae y los recuerdos siguen allí. Prendes fuego a las hojas secas que yacen en el suelo. Lejos de quemarse, éstas reverdecen; son las memorias tristes, patéticas y horribles que flotan para volver a ser parte de la copa de los árboles. Y es que en el bosque de la memoria todo es un recuerdo, si tratas de deshacerte de uno reverdece y si buscas debajo de una roca puedes hallar alguno que creías olvidado.

391. EL COMPROMISO, de Quiróptero en la Noche

Acurrucado en un pliegue de la falda de la montaña, a media altura entre las cumbres de la Sierra del Escudo y las verdes alisedas del valle que perfilan el curso del río, el pequeño robledal se alfombra lentamente con silenciosa nevada de hojas ocres y amarillas.
Desde la ventana, escuchando el cadencioso discurrir de un regato, contemplo la vistosa rueda de apareamiento entre libélulas que encubre, con su belleza, una agresiva violación a la hembra.
-Nada es tan idílico como parece, ni tan trágico como aparenta- Dijo Abilio durante la conversación que mantuvimos en el hospital donde yo ejercía de enfermero y él se enfrentaba a la muerte con la digna valentía de un viejo anarquista.
En aquel escenario de sondas y cables le prometí hacerme cargo de la única obligación que todavía lastraba, cuidar de su bosque. Por eso estoy aquí, como cada otoño, vigilando el discurrir del orden natural desde este alféizar de la abandonada bodega.
Fuera, grupos de mosquitos revolotean sobre la podredumbre de manzanas o castañas que fermentan bajo los árboles.
En el interior, colgando de las vigas, dormita la familia protegida de murciélagos y, enmarcado en la pared, el retrato de Abilio continúa sonriendo.

389. BOSQUE, de Zorro de Plata

Dos niños se perdieron en mis costados.  Flexioné la corriente del río para que hiciera frío.  La noche caía y los niños se internaron más en mis adentros buscando algo de calor.  Conjuré la niebla que se me metía entre los árboles y halé el viento.  Los búhos hicieron ruido.  Los chiquillos temblaban.  Halé más fuerte el viento y uno de los búhos voló cerca de ellos.  Asustados corrieron más adentro hasta que vieron una cueva.  Allí dormía una manada de lobos y sin saberlo los pequeños entraron.  Me los devoré.

388. DULCE NARANJO, de Pinos

En el Edén la actividad era incesante. Todas las especies se esmeraban por perfeccionar los atributos que les habían sido concedidos. De ello dependía su destino en la posterior reubicación por todo el orbe.
Todos no. Había un desgarbado arbolillo de aspecto adolescente que permanecía ajeno al movimiento general. No mostraba flores, frutos, ni aromas, ni se esforzaba por acrecentar su copa.
La serpiente, que rondaba por los lindes del bosque buscando la forma de introducirse, reparó en él.
Precisamente ese, desmañado y anónimo, sería el refugio ideal para esconderse y llevar adelante sus planes de seducción.
Arrastrándose artera, llegó hasta el pie del árbol e intentó reptar hasta su copa .El arbolito lo advirtió y quiso alertar sobre el peligro.
Como no podía gritar intentó otros trucos. Expandió sus jugos hasta que cientos de florcitas blancas reventaron en sus ramas y su aroma penetrante perfumó hasta el confín, asomaron espinas lacerantes en sus ramas y finalmente, bellas esferas doradas iluminaron su copa.
Todos los habitantes del Edén corrieron a presenciar el milagro y la Mala, en rápida huida desapareció aterrada.
Dicen, que si bien en ese intento fue vencida, tiempo después consiguió una buena alianza con un manzano.

386. TOC, TOC, de Lobito Feroz

¡Toc, toc!
– ¿Quién? – Dijo la abuela.-
– Caperucita. Abra.
– ¡No cuela! ¡Ya me engañaste una vez! Pero… ¿A ti no te mató un cazador, te abrió la tripa y yo salí de ella?
– Ese fue mi padre, señora abuela.
– Bien, Lobito Feroz. Y ahora ¿Quieres engañarme?
– Como a él le funcionó… yo creía que…
– Yo creía, yo pensaba… palabrerías de lupus ¿Qué quieres?
– ¿Sería tan amable de dejarme entrar? – Escuchó la abuela al otro lado de la puerta. – Ya es de noche y este bosque es muy grande para mí.
El cerrojo se deslizó, permitiendo que la roñosa portezuela se abriera por el peso del lobezno que, de un traspiés, se coló en la casa, regalando a la anciana una genial voltereta involuntaria.
– ¡Ay!
– No se parece al padre. – Observó la abuela.-
– Gracias por abrir.
– Vamos, abrevia. Es tarde.
– Pues verá: venía a pedir perdón en nombre de mi familia. No se imagina la mala fama de mentirosos, come-abuelas y engaña-niñas que tenemos los Feroz. Ahora nos hemos reformado y si usted quisiera…
Zzzzzzzzzz, dormitaba plácidamente.
Moraleja:
Si te quieres disculpar,
ve temprano a dialogar.

385. LOS BOSQUES OLVIDADOS, de Perenne

Desde que la enfermedad se manifestó en su organismo la vida se había convertido en una obtusa rutina. El alzheimer había infectado tan rápidamente su mente que a veces no distinguía una oliva de una castaña. Como cada noche, se sentaba sobre un lateral de su cama para contemplar el hermoso bosque que veía desde su habitación. Y, como cada noche, retornaban a su cauta memoria historias de su niñez, como cuando su hermano mayor le explicaba que había leído en un libro que todos los árboles tenían un nombre científico y que a las encinas se les llamaba Quercus ilex.
La luz de la madrugada que rebasaba la puerta del anciano despertó a su hijo y entrando en su cuarto lo descubrió sentado sobre su cama, inmóvil, mirando el único cuadro que colgaba de la soledad de la pared.
– ¿Papá, qué estás haciendo?
– Estoy mirando por la ventana.
El hijo observaba los cansados ojos de su padre sin poder adivinar qué existía más allá de aquellas vidriosas pupilas. Acariciándole el pelo, le dijo:
– Es un bosque muy bonito… ¿Damos un paseo?

382. CERCA DEL BOSQUE, de Castaño 3

En la paleta de colores distintos y excepcionales del año en el bosque, conviven seres vivos, vegetales y animales.
!Claro que en el bosque hay vida! no hay Elfos supongo, ni Trasgos, pero hay leyenda ¿Porqué no?
Las abuelas siempre contaban que estos eran inquietos y juguetones, atribuyéndoles todo lo inexplicable que ocurría en las casas cercanas al bosque. Eran como niños malos -invisibles- divirtiéndose con bromas, a veces pesadas -algo que desaparecía y aparecía en el desván días después…el mechero de tira de algodón, que yacía en el cajón de los cubiertos…Hoy puede que siga ocurriendo pero no se habla de ello, solo la gente «mayor» lo piensa, pero no lo comenta. !Sería declarar su «decadencia»! y precisamente hoy, se viene al campo a cargar pilas y renovarse por dentro y por fuera, disfrutando de la naturaleza.
Yo no los he visto, pero…me hace pensar, pues mientras escribo este texto cómodamente sentado en el musgo, veo en pantalla signos que no he pulsado y que se borran sin pulsar…

381. EL DULCE RUIDO DEL BOSQUE, de Lenga

En la recepción le dieron la flauta. Ni una nota. Había rechazado el regalo del luthier, desde el pedestal al que la fama la había alzado, pero allí estaba.
-¿Cómo se le ocurre que YO voy a tocar una flauta dulce en el escenario? Entre mis dedos ya solo baila el metal de las flautas más prestigiosas.
Tocó en la Selva de Oza solo porque su familia procedía del Pirineo aragonés. De entre el público entusiasmado surgió un espectador que quería regalarle una de las flautas que él mismo creaba. Un luthier admirado en su profesión, conocedor del origen de cada flauta de madera y de su preciso sonido. La madera de la que los árboles se desprendían en invierno, que él recogía en sus largos paseos por el bosque, servía para crear la flauta dulce. No veía una forma mejor de volver a dar vida a una parte del árbol.
Inconscientemente posó sus labios en la embocadura, deslizó el aire y sus dedos dibujaron  una nota intensa. La claridad de sus armónicos le recordaba el agua cristalina del río en su pueblo. De repente, era otra vez la niña que escuchaba las melodías siempre inéditas del bosque. Y sonrió.

380. PAN DE INDIO, de Lenga

El niño fue el primero en descubrir la extraña pelota en los árboles de los que siempre había obtenido frutos muy distintos a los que ahora crecían en la rugosa corteza de estas bolas. El bosque de Tierra del Fuego también había enfermado, como su familia, pero los árboles se defendían del parásito desconocido, creando pan. Al principio el niño pensó que también los árboles se embarazaban, como su mamá. Mostró el fruto del embarazo al misionero, que estudió sorprendido el nuevo ser. No quedó conforme el niño con la explicación científica del único hombre blanco que permaneció en la isla cuando los colonos la abandonaron.
Hacía tiempo que el niño no veía mujeres embarazadas. Interpretó que la Tierra otorgaba a los árboles el milagro de dar vida.
Como el bosque, los yagán agonizaban, pero el niño se mantenía ajeno al fin de su mundo. Repartía los frutos entre los pocos indios que resistían contra todo tipo de parásitos. Los viejos árboles eran  más fuertes, sobrevivirían a los moradores de la isla.
Todavía hoy dan a luz el pan de indio, porque en el bosque del fin del mundo se puede encontrar el comienzo de la vida.

379. EMPIEZA POR LA LETRA B, de Riachuelo

-¿De verdad quieres jugar ahora? Es de noche, poco se puede ver.
-Venga, me apetece mucho.
-Está bien. Veamos… Veo, veo.
-¿Qué ves?
-Una cosita.
-¿Qué cosita es?
-Empieza por la letra “B”.
-¿Brezo?
-No, no es una planta.
-Uhmm, ¿bruja?
-¿Acaso ves alguna? Mejor no pregunto. Te advierto de que no es una persona.
-Jolín, ¿es una baya?
-Tampoco es un fruto. Piensa un poco más. No es tan difícil.
El juego se prolongó durante toda la noche. Las sombras del bosque escondían la respuesta, que se alejó volando antes del amanecer.
-Se acabaron las preguntas, ahora nos tenemos que ir.
-No me iré hasta averiguarlo. Prometo estar más atenta.
-Lo dicho, nos vamos.
-¿Por qué?
-Porque los búhos no salen por el día.

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