Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

256. SANGRE DE LOS ÁRBOLES, de Ascomiceto

Tras el forcejeo, el hacha quedó a un lado. La dríade le miró fijamente a los ojos y le besó apasionadamente. Se separó de él con un salto acrobático. Tenía los ojos cerrados. Una lágrima surcó su rostro.
-Lárgate y no vuelvas nunca- le susurró con rabia contenida.
El leñador retrocedió a trompicones y en cuanto se recompuso, comenzó a correr sin descanso. Salió del Bosque Viejo, con las ropas y la piel desgarrada por el tojo y los zarzales y allí en el linde, supo que ya no era el mismo hombre.
Musgo y rocío. Verde castaño, bellota, hidromiel. Sangre de los árboles. Aquel beso le perseguiría hasta el final de sus días.

255. ZONA BOSCOSA, de Ciervo del Bosque

La brisa del amanecer me trae, desde la profundidad del valle donde termina el camino de tierra, los ladridos de los perros. Por una parte me pone nerviosa, pero por otro lado me tranquilizan. Mi olor me delatará y ellos se sentarán a mi lado indicando mi posición. Ya tengo ganas de reunirme con mis abuelos en el nicho familiar porque ya es hora de que mi cuerpo descanse en paz.
            La Guardia Civil analizará todo mi cuerpo milímetro a milímetro; entonces les dejaré encontrar los restos de la piel de mi cuñado que guardo bajo las uñas. Él me violó y me enterró, y yo… lo entregaré a la justicia. El viento mece las ramas de los abetos que me cobijan bajo ellos, mientras avisan con su vaivén, a modo de señal, a los policías que ascienden despacio por la ladera donde he estado aguardando desangrándome lentamente. Ha llegado mi hora, y la de él.
            Una oropéndola me sobrevuela, amarilla como el sol que se cuela curioso por el bosque, y que acude, todas las mañanas a la llamada de mi llanto solitario desde la profundidad de mi tumba. Hoy es diferente y todo terminará en breve.

254. UN TROCITO DE CANTABRIA, de Tudancas

La sensación de paz es indescriptible. Tras el ruido ensordecedor del tráfico capitalino y el de la atestada autovía, internarse por esta humilde carretera de montaña es una sensación maravillosa. Y la llegada al destino, un milagro.
Dejamos el coche. ¡Ya era hora!
Porque nuestro destino es un sendero de cabras  que asciende por la ladera y se interna en un bosque de majestuosas hayas. En esta mañana de agosto, ya bien entrada, agradecemos con suspiros de alivio la sombra, el oxígeno puro que desprenden las hojas de las hayas y el olor a naturaleza virgen que impregna nuestro olfato de una frescura perfumada y salvaje.
¿Y el paisaje, dices? ¡Una pasada! Oteando desde lo alto de la loma verás, diseminados por la inmensidad de los valles, los núcleos de población, rústicos y por lo tanto encantadores. También verás las hermosas vacas tudancas, autóctonas de nuestra tierra y orgullo de sus dueños, y de los que no lo somos, pastando libremente en un verdor infinito.
Esto es sólo un pedacito de Cantabria. Pero hay muchos más. Toda Cantabria es un paraíso. Y los cántabros te invitamos a disfrutarla.
Respetarla y amarla te será fácil. En cuanto la conozcas comprenderás por qué.

253. FANTASMA, de Fantasma del Río

Tu figura velada se perdió en el bosque. La noche era como aquella noche, la luna segaba virutas de cristal celestes. Las aves pretendían disuadirme con sus graznidos, mientras un lobo acechaba al costado del camino.
La brisa parecía susurrar desde las copas de los árboles.
—Por allí —desde un roble.
—¡No sigas! —lloraba en el sauce.
Yo me quitaba las ramas de encima. Las bocas de oscuridad proponían atajos dudosos. Y, casi tropezando, llegué al claro donde está nuestra casa. Tu carita congestionada asomó por la ventana, y miró hacia mí, pero no me viste. Algo te había llamado la atención. Entonces, el rugido del lobo y al voltear, los faroles de sus ojos sobre mí.
Al caer desaparecí, y despertaste.

252. SIN TI, de Sendero Escondido

Cuando te conocí, me gustaste, pensé… “está bien”, pero no me sorprendiste; no sentía nada especial por ti, no sentía la imperiosa necesidad de verte, no estabas en mi mente,…
Poco a poco me acostumbré a ti. Sin darme cuenta ya formabas parte de mi vida y disfrutaba de cada momento a tu lado. Me gustaba pasar los días o las noches contigo, rozarte, sentirte,… Te buscaba en la mañana, compartíamos amaneceres o gozábamos de bellos atardeceres y me arropabas en las noches que más lo necesitaba.
Y ahora que no estás me sorprendo de lo mucho que te extraño y me doy cuenta que me había enamorado; sin buscarlo, sin quererlo, simplemente te hiciste indispensable.
Ahora que ya no te veo cada día, ahora que desapareciste para siempre y en tu lugar colocaron una zona residencial y en vez de tus añejos robles meciéndose con el viento me encuentro con casas de ladrillo y cemento… ahora me doy cuenta de lo mucho que te quiero.
Tendré que buscar otro bosque que ocupe tu lugar…. pero nunca será igual.

251. QUIZÁS UN BOSQUE COMO ÉSTE, de Sirope

En este bosque mágico,  de los nogales caían nueces carlamelizadas,  los manantiales burbujeaban aguas con aromas a tibios arcoiris, en cada seta que se alzaba sobre el manto mullido  de  tonos verdes y amarillos habitaba un simpático gnomo con campanillas en su gorro. La luz que se colaba entre las copas de los árboles te cubría de tules hechos de purpurina y el aire que cantaba entre las ramas te regalaba alas para que navegaras en sus olas. En un castillo de cristal, el hada luminosa que regentaba el bosque ofrecía sonrisas como soles, repletas de cosquillas, de canciones, de risas y de miradas chispeantes…
Sonrió y cerró el libro. A pesar de que su infancia se había quedado en el sendero por el que transitó muchos años atras, cerró los ojos, apagó la luz deseando que el sueño le llevara hasta aquel  bosque mágico donde habitaba la ternura.

250. DE NINGUNA PARTE, de Saúco

Escupidos por el mar, yacían náufrago él y su barco en una playa desierta.
Arremolinados frente al zozobrado, resolvieron llevarle en una hamaca de hilos de cáñamo, hacia el denso bosque de la isla. Tenía el cuerpo magullado, lleno de heridas, cortes que sangraban copiosamente. En un estado continuo de duermevela, causado por los fuertes dolores, percibía lejano el vaivén sigiloso de unos hombres ágiles y silenciosos. Le curaban con emplastos vegetales de la selva y rituales de ayahuasca. Nunca vio a sus sanadores, atontado por el efecto sedante de la passiflora.
Un día sin fecha, se despertó robusto, en el velero recompuesto, lleno de provisiones, en medio del mar, rumbo a las tierras de las que había venido.

249. EL VEJESTORIO, de Fango

En mi juventud abundaban los bosques profundos y oscuros. Las copas de los árboles se perdían en las alturas y sus ramas eran tan frondosas que no alcanzaba el sol a rozar los helechos. Entonces mis piernas eran fuertes y mi ánimo alegre. En cuanto llegaba la primavera, los verdes montes me llamaban con voz de fiera por la ventana, llenando mi corazón de júbilo. Con la escopeta a punto, apenas podía esperar que mis obligaciones me permitiesen marchar, antes del amanecer, hacia la espesura, más negra que la noche. Tenía compañía, pero lo cierto es que en muchas ocasiones también fui solo, confiado y sin ningún temor.
Sin embargo, todo esto cambió con un suceso, a partir del cual me volví receloso. Ocurrió que una tormenta me pilló desprevenido. Lluvia y viento me azotaban a su antojo. Tiritando, no distinguía el sendero, resbalé en el fango y caí. Dolorido, giré la cara para zafarme de unas ortigas, cuando súbitamente, distinguí una cueva. Me apresuré a refugiarme y cási me caigo de nuevo, viendo a un vejestorio contrahecho frente a mí. Debí quedarme pasmado, porque me miró con enojo y me espetó:
“¿Qué estás mirando? Tú eres igual que yo.”

248. ANTES DE LA ÚLTIMA PÁGINA, de Carbayu

Tras cerrar el libro se quedó contemplando aquel paisaje de ensueño por unos instantes. Después, lentamente, cerró los ojos y llenó los pulmones de aire puro. Como cada inicio del otoño desde hacía muchos años, se permitía siete días libres para irse al norte; a los increíbles robledales de la cordillera cantábrica. Buscaba su árbol preferido (un gran “carbayu” como decían por la zona) y se ponía a leer a sus pies.
Poco más hacía durante aquella semana. Leía hasta que la luz declinaba. Después, contemplaba el atardecer. Le encantaba ver como la luz bajaba y la alfombra natural sobre la que descansaba se iba inundando de rojos, amarillos y marrones mientras el sol se despedía tras los majestuosos picos del cordal.
Aquella tarde se quedó un instante mirando su libro. Se lo sabía de memoria, pues era el que leía siempre en sus vacaciones. Mirándolo pensó: “Linda,  aún vive  feliz y ajena a todo lo que vendrá. Ajena al tiroteo. Ajena al dolor.”
Posando el libro y mirando el horizonte azul y naranja pensó: “¡Ojalá alguien parara ahora de leer y me dejara para siempre en este paraíso verde, feliz con mi libro junto a este viejo roble!”.

247. EL PLÁTANO GORDO, de La Secuoya Roja

Estaba deprimido por mi situación económica. Como millones de españoles me quedé sin trabajo. Lo primero en que pensé fue ir a la Casa de Campo; para mi es un bosque maravilloso, especialmente el Lago es mi sitio favorito. Allí están los “cedros del Atlas”, unos árboles colosales que pueden vivir mil años. Son tan majestuosos que parecen gigantes de cuento.
       Una vez en el Lago, di una vuelta alrededor hasta que me topé con un plátano de sombra gigantesco. Me impresionó tanto que me quedé mirándolo bastante tiempo. De súbito sentí una voz en mi inconsciente: Abrázame. Sin pensarlo me acerqué y abracé el árbol. Sentí una energía en todo mi cuerpo, como todas las células se regeneraban. Entonces perdí el tacto de mi cuerpo y observé atónito escenas del pasado como si se tratara de una película. Vi a personajes famosos como Goya pintando el retrato ecuestre de Fernando VII, a Alfonso XII yendo de caza y atrocidades: españoles matándose en la guerra civil.
Recuperé la conciencia y me di cuenta de que un ancho cartel que estaba detrás decía:
“El Plátano Gordo, único ejemplar de veinte metros de alto, cuatro de perímetro y más de doscientos años.”

246. MI NOMBRE ES BOSQUE, de Ascomiceto

Mi nombre es bosque. De liquen son mis barbas. De corteza mi atuendo, con muchos remiendos de musgos zurcidos. Mi pelo es fronda; calvo es mi invierno. Canto al viento. Lloro en las mañanas frías y en las muy frías apenas me despierto. Dicen de mí que siempre ando por las ramas, más tengo los pies bien en el suelo. Como tú, transeúnte de lo más íntimo, que posas tus ojos abiertos en todo y en nada. Sé bienvenido. Si esperas historias, nada prometo pues nada controlo. Si esperas  las musas yo no las tengo. Si buscas saberes, solo una cosa: antes estuve y después seguiré estando, cuando todo para ti acabe. Serás entonces de nuevo bienvenido. Bosque es mi nombre, transeúnte. Antes, ahora y siempre.

245. INVITACIÓN, de Nemeton

Un bosque no tiene dueño. No es necesario un orden establecido para que todo funcione, porque viene el viento, el tiempo o el agua y vuelve a reinventar un espacio y un orden nuevo, una fórmula distinta de sombras y temperaturas que crean otro nuevo equilibrio; porque el equilibrio no es uno e inequívoco, sino un juego de ecuaciones complejas que determina el fin de sus elementos. Hoy, en este pequeño claro desde el que te hablo, puedes multiplicarte o tender al infinito con la misma probabilidad de que despejen tu valor por debajo de cero. El bosque es el universo de la perfecta improvisación, el espacio en el que todo es posible, y por eso caben con la misma entidad cien mil millones de hormigas parlantes, que un pequeño fruto rojo con propiedades curativas, que cien princesas de reinados perfectos, que la violencia extrema de la destrucción animal, el poema, la leyenda, la canción. Sólo te pido, lector, que duermas tranquilo junto a este bosque, y que mañana, cuando nos visites sigas leyendo en silencio, como un largo renglón, el camino que nos atraviesa.

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