Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

523. LA VENTANA, de Encina 2

La ventana se convirtió en su torre del homenaje particular. La vista le regalaba un interminable e hipnótico horizonte; el olor, que llegaba en oleadas, resumía toda la grandiosidad del cercano bosque y los sonidos inundaban la habitación como si se tratara de  una orquesta bien afinada.
Desde este estratégico lugar se domina todo el valle.  El bosque de robles a la izquierda. En el centro, el arroyo muy caudaloso en esta época del año,  con sus aguas limpias y saltarinas,  añade un toque de alegría. Un poco hacia la derecha se puede admirar la parte más antigua del pueblo, concretamente unas casas altas, con tejados de pizarra negra que en días soleados,  lanzan destellos al cielo orgullosas de seguir allí después de tantos años; a partir de allí se divisan los prados dónde sestean las vacas, dibujando imposibles formas geométricas deslindadas por las vallas de piedra levantadas con las manos y el sudor de sus propietarios durante años de paciente trabajo.
Los diez minutos que todos los días dedicó a disfrutar del espectáculo;  por sí solos, hicieron que valiera la pena la visita a esta tierra y a esta casa rural.

522. LAS CUATRO ESTACIONES, de Cuco

   En primavera, le pido al bosque que se vista de verde y reciba los rayos de sol a través de su ramaje, para bañar con su luz el verdor de sus hojas. Le pido que despierte ese cuerpo adormilado y haga revivir a toda la fauna que en él habita, resucitando toda su biodiversidad en una explosión de alegría.
    En verano, le pido que tenga prestas sus ramas cubiertas de hojas, para dar sombra y descanso al fatigado caminante.
    En otoño, cuando el susurro de la brisa anuncia cambios en su fisonomía, le pido que se adorne con las distintas tonalidades que adquieren  sus árboles y ofrezca, para deleite de los amantes del bosque, un paisaje multicolor.
    En invierno le pido que se cuide -desprovisto como está, del calor de sus hojas-.Para enfrentarse al frío, la lluvia, la nieve, la tormenta. Le pido también que guíe al caminante, para que quizás perdido en la niebla, sepa encontrar la señal del húmedo musgo en el árbol que le indique su norte.
    Esto le pido al bosque, yo, que soy su madre naturaleza.

521. OLORES, de Tierra 2

 Nos acompañó todo el camino el olor a hinojo.
Con sus varillas finas de anís regalándonos perfume a nuestros pies cansados al rozar sus altos tallos.
 Estaban allí, guardando el camino de polvo de lluvia, de heladas, de calores inclementes: siempre allí en la orilla como un fiel compañero.
  Durmiendo a su lado, rojas, rojisimas amapolas susurrando al viento, olores mezclados en mi olfato y en mi memoria.

520. JUGUETE ROTO, de Orilla 3

             El pastor entró en el bosque, escogió una rama fuerte y ancha y empezó a darle forma con su navaja. Desde el regazo del muchacho, la ovejita, demasiado débil para caminar, observaba. A medida que caían las virutas, la rama adoptaba el perfil de un soldado, que sería tan  marcial y aguerrido como obediente  la madera a los deseos de su escultor. La ovejita lo miraba asombrada. Del zurrón del pastor fueron saliendo colores: rojo para la guerrera, el azul del pantalón, dorado en las charreteras y la espada, negro para las botas. La ovejita, embelesada, se enamoró del militar. Luego, el pastor empezó a excavar en las entrañas de su obra, hasta hacer un hueco donde cupiera el corazón. Un corazón que movió rítmicamente un engranaje de muelles y ruedecillas dentadas. El soldado danzó orgulloso ante la ovejita que, alucinada por tanta habilidad, lloró de emoción.
            Saltó la última muesca de la rueda, el militar quedó paralizado en una peculiar  reverencia. La ovejita esperó en vano la vuelta a la vida de su amor. Luego le empujó con el hocico y le volvió la espalda.
            El soldadito  ya no era más que un juguete roto.          

519. LOS EMISARIOS, de Orilla 3

  Sobre las ramas del árbol más viejo del bosque, se habían ido depositando infinidad de historias, las que le traían sus emisarios, llegados de cualquier parte del ancho mundo. El árbol hubiera querido recorrer senderos narrando a las gentes los relatos que atesoraba, pero sus raíces poderosas lo mantenían atado a las entrañas de la tierra.
El escritor entró en el bosque persiguiendo a una musa esquiva. El árbol, centenario y sabio, supo que podía confiar en él. Convocó a sus emisarios: brisa, lluvia,  viento,  pájaros y esas mariposillas de luz que viven prendidas de un rayo sol; y a todos los lanzó sobre el hombre que caminaba, cuaderno en  ristre. El impacto le obligó a sentarse, apoyó la libreta en sus rodillas y comenzó a escribir. El sol tuvo que irse, pero dejó en su lugar a la luna, que encendió la noche. El hombre escribió hasta el amanecer, luego cerró su cuaderno y corrió a la imprenta. Allí hicieron un libro con todas aquellas historias, sucedidas cientos de  años atrás en todos los boques del mundo. 
El hermoso, imprescindible libro del  Bosque.
El escritor acarició la añosa piel de su musa.

518. LA RENUNCIA DEL LOBO, de Orilla 3

Muy señor mío:
            Como titular de la plaza de Lobo Feroz del Bosque Umbrío, vulgo Bosque de Caperucita, a continuación, expongo:
            Que el bosque citado, en el que vengo desarrollando mi función desde hace muchísimos años, creo que con total probidad y eficacia, se ha convertido de un tiempo acá en un matriarcado, manejado en exclusiva por Caperucita, su madre y su abuela.
Que los actos propios de mi fiera naturaleza, me vienen siendo afeados continuamente por la Asociación de Vegetarianos Pacíficos, colectivo que abomina de mi trabajo y posición dentro del bosque.
Que para mayor escarnio, el Cazador ha entrado a formar parte de una sociedad Protectora de Animales, por lo que no sólo ha hecho dejación de su deber de perseguirme, sino que me apabulla con larguísimas peroratas a fin de que abandone los instintos de mi raza.
Dado que esta situación se me antoja irremediable e insoportable
            Presento ante V.S. mi formal renuncia a la plaza de Lobo Feroz del Bosque Umbrío y desde este  momento me interno en lo más profundo de la selva, a fin de recuperar, si aún fuera posible, mi dañada autoestima.
            Hasta nunca.

517. UNA HUÉSPEDA MUY DESAGRADECIDA, de Lobato

A la salida del colegio, varias niñas se encaminaron hacia sus casas. Al llegar a una bifurcación de caminos, una se separó del resto, se adentró en un bosque cubierto por una espesa niebla y, en un largo camino aun más oscurecido por las frondosas copas de los árboles, se encontró con el guardabosques. Sorprendido por el hallazgo en un día tan desapacible, le ofreció que le acompañara a su casa, una hermosa cabaña de madera situada en un claro del bosque.
El fuego ya había calentado el salón. Le preparó un trozo grande de bizcocho con arándanos y un tazón de leche caliente. Cogió una silla, la acercó a la chimenea e invitó a la niña a sentarse en sus rodillas para que entrara en calor. La niña introdujo la mano en su cartera en busca de algún objeto, lo asió fuertemente y de un certero golpe le clavó el compás en el cuello seccionándole la carótida. Mientras se desangraba, ella observó en el espejo las salpicaduras de sangre sobre la pechera de su vestido blanco. Se sintió preocupada por la bronca que recibiría de su abuela por mancharse con las moras del bosque.

516. PEÑA CÍGENA, de Taray

Matías interrumpió su tarea para mirar de dónde procedía aquella algarabía de pájaros. Justo enfrente de su huerto, al otro lado del río, se alzaba Peña Cígena, una pequeña aunque escarpada estribación de la Sierra del Martillo. Una mancha de pinos que vestía la umbría trepaba a duras penas por detrás del promontorio a través de una estrecha pendiente libre de escarpes.
Por fin identificó el origen de aquellos graznidos: por encima de la peña, ya muy cerca de él, un milano era importunado por una pareja de pequeñas aves cuya especie no acertaba a identificar. Tal era el afán con que defendían su prole, oculta tras algún risco próximo.
Matías permaneció un buen rato observando el reiterado interés de la rapaz por alcanzar su presa, defraudado una y otra vez por aquellas avecillas. Al fin, el milano desistió y sus contrincantes desaparecieron. Todo volvió a la situación anterior: el rumor del río, el viento entre las ramas, un olor de tierra recién abierta…
Reanudó su trabajo, hundiendo con fuerza la azada en el hoyo y mirando de reojo, con lástima, el cadáver de su último perro.
-¡Pobre! Alguna mañana seré yo el que vuelva a la tierra.

515. ÉXODO, de El Pato

Llegamos a  la madrugada, en medio de una tranquilidad perturbadora.  A pocos pasos de nosotros,  yacían  árboles rojizos y verdes que medían más de sesenta metros de altura; y formidables insectos del tamaño de una valija. Los niños quedaron asombrados. Los hombres  empezaron a instalar los campamentos. Una voz de tono fuerte nos ordenó a las mujeres  preparar la comida. Cuando nos disponíamos a cumplir la orden una de  nosotras dijo en tono casi imperceptible: “ya estamos en la tierra prometida que tanto hablaban nuestros ancestros”.  Casi de inmediato miramos al cielo;  allí estaban majestuosos los anillos de Saturno.

514. LA CULPA, de Tierra Lobo

A la mañana siguiente todo era naturaleza desnuda y humana. Había dejado de oír el canto de los pájaros como truenos desquiciantes. Mis sentidos habían aminorado. Mi furia dolida era ahora un veneno que dormía silencioso bajo la funda de piel que envuelve como una máscara al ser humano. Caminaba saltando las hojas otoñales, secas o mojadas tras una noche de lluvia, amontonadas entre grandes piedras. Decidí sentarme sobre la más alta, como si tuviese derecho a sentirme poderosa. Y allí estaba ella. Sobre una pequeña y hundida roca, entre lamentos de sangre, yacía su cuerpo mortificado.  Y ya no estaba visible la luna para culparla.

513. LAS HERMANAS ARDILLA, de Brisa Mañanera

Me despierto porque mi hermana me ha dado en la cabeza con su cola, y ya empezamos a jugar, muy pronto de mañana. Corremos entre las ramas rozando las hojas ya mustias por el otoño, que se deslizan por el aire como bailando,  hasta caer en la hierba mojada por el rocío. La brisa fría de marzo nos hace espabilarnos y pasamos de un árbol a otro, subiendo y bajando sin parar. Rápidas, más rápidas que el mismo viento…. Hasta que de pronto… ¡es una chica! Yo me paro de repente, y allí la veo.  Está mirando desde la ventana de la casa que está en los lindes del bosque. Mirándome con ojillos curiosos, tan azules como un cielo de verano. Me quedo muy quieta para ver lo que hace, y entonces, ¡se ríe! Y yo también me río, y doy vueltas y vueltas por el prado, y agito mi cola y la vuelvo a mirar. Entonces mi hermana se tira sobre mi cabeza una vez más, y juntas vamos a comer los frutos de los pinos, y luego corremos y luego… algo haremos, ¡porque las ardillas nunca paramos!

512. ESTACIONES DE PASO, de La Cabaña

En mi mesilla de noche descansan los mismos tres objetos que todas las noches desde hace ya demasiado tiempo, son recordatorios sempiternos de épocas mejores, documentos palpables de una realidad caducada, de una vida añorada desde mi insoportable presente. Uno es un frasco de pastillas para dormir, que ya no me hacen efecto. Otro es un libro sin título, desgastado por mi manoseo al intentar en vano entretener mi insomnio. Y el tercero es una imagen, una vieja fotografía en color de nuestro bosque… Un paraíso verde y fresco en primavera lleno de la naturaleza amiga que nos ofrecía la intimidad que requerían nuestros besos. Un descanso en verano, que nos regalaba sus sombras para escapar del ardiente sol. Un milagro en otoño, con sus increíbles dorados, amarillos y rojos entre los cuales te encontrabas tú, mi Eva en el paraíso, mi primera y única mujer…
Es invierno, la noche está oscura, fuera de esta cabaña el bosque brama agitando sus brazos en busca de compañía, ¿o acaso soy yo el que aúlla por dentro en mi tenebrosa soledad, ansiando que vuelvas a mi lado?. Esparcí tus cenizas en nuestro bosque, ahora no puedo volver a él a buscarte.

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