Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

32. Legado

Heredé de mi padre sus andares, sus silencios y sus nostalgias. También algo de dinero y su inseparable baraja. Siempre la llevaba encima y, si en la tasca los temas de conversación iban decayendo, la sacaba antes de que el dominó tomara posesión de la mesa. Era un as del tute, y en su vida apenas dejó de ganar una docena de veces. Coincidió con la pérdida de la abuela. En su cabeza dejaron de existir el arrastre, los reyes y caballos, cantar las veinte y las cuarenta. Además olvidó tres palos; todos menos el de copas. Solía decir que el tiempo era capaz de envolver el dolor con una pátina de falso alivio, lo que le ayudó a dejar el vino y a concentrarse de nuevo en sus partidas. Estas acabaron definitivamente años después, cuando me quedé huérfano de madre y él se refugió en sus recuerdos. Abandonó sus idas a la taberna y comenzó a envejecer demasiado rápido. Nunca perdió destreza con los naipes gracias a los solitarios. «No hay juego más triste», murmuraba. Realizó miles antes de morir, mientras la pena lo iba consumiendo. Ahora lo sé. Aunque, desde entonces, yo todavía no haya hecho ni cien.

31-Una merienda histórica ( Paz Monserrat Revillo)

Esta era una reina muy exótica que viajó a un país cuyos habitantes se pirraban por todo lo que sonase a extranjero.

Lili’uokalami, primera y última reina de Hawái, visitó la Inglaterra de la Reina Victoria.

Como es lógico, entre los invitados a la recepción existía una gran curiosidad por conocerla.

En cierto momento, la reina aborigen comentó que por sus venas también corría sangre inglesa. Algo parecido a un movimiento sísmico recorrió la sala. Todos los miembros de la nobleza se miraron de soslayo. Uno de ellos se atragantó, otro se recolocó la chorrera que cubría su pecho mantequilloso. Las damas cuchichearon, burbujeantes. Una condesa con aspecto de lebrel hizo de portavoz y se lanzó a preguntarle si acaso ella descendía de la relación entre un conquistador y una nativa.

Lili’uokalami soltó una contundente carcajada, y a continuación afiló el gesto para decirle que nada de eso. Era simplemente que su bisabuelo fue uno de los que participó en aquel patriótico festín en el que se homenajeó a James Cook, repartiéndolo entre la comunidad.  A él, en concreto, le tocó el corazón.

—Es por eso que yo tengo algo de sangre inglesa recorriendo mi sistema circulatorio, querida —respondió, sonriendo.

30. Envido (Javier Igarreta)

Se alistó muy joven en la legión extranjera. Ser soldado de fortuna implicaba ir a por todas. Incluso con las cartas marcadas. O jugando de farol. A veces era difícil saber a qué carta quedarse. Nunca olvidaría aquella ocasión. Era evidente que llevaban las de perder, pero les obligaron a jugársela. Todo o nada. De pronto el enemigo no era tan manco como se presumía. Ahora iba de mano. El general se negó a poner las cartas sobre la mesa. Se limitó a esbozar una maquiavélica sonrisa. Tras observar la línea del frente sacó un as de la manga. Una estratégica jugada trufada de laxitud moral. Demasiadas bajas, manifiestamente evitables. En resumen, daños colaterales. Harto de tahúres de salón, Albert rompió la baraja.

Años después, aún tuvo un ramalazo de idealismo. Concedió una baza a la utopía y se enroló con los que buscaban la playa bajo los adoquines. Pero pintaban bastos.

Siguió tentando a la suerte en una destartalada taberna de Saint Denis. No era un lugar muy propicio para la gloria pero lo regentaba un viejo camarada griego. Compartían recuerdos, olvidos y a Moustaki. Más de una noche, entre pastís y pastís tarareaban “Le Métèque”.

29. El extranjero

Desde la puerta, todo parece normal. Como en tantos pueblos, la despoblación ha hecho estragos y quedan cuatro para la partida de tute, todos de avanzada e indeterminada edad. Muchos marcharon y pocos volvieron. Ahora se han vuelto a abrir algunas casas, pero es otra historia.

Calle arriba están los de Madrid, los hijos del Facundo, que vienen en verano. Y han vendido el molino.

– Dicen que van a montar una casa rural – explica la Aurora mientras ordena las cartas con sus temblorosas manos.

– Al final se nos llena el pueblo – masculla Fidel sin dejar caer el palillo entre los dientes

– Ya marcharán – sentencia Eusebio. Fue alcalde cuando había Ayuntamiento y le queda un cierto aire.

Rogelio nunca habla. Mira las cartas como si en esa mano fuera el futuro de la comarca.  Y controla la puerta, como siempre, por si vienen a buscarle. Secuelas de la guerra. Añoranza de años con la Eufrasia que no le dejaba beber.

Y yo, desde la puerta, pido un chato y me acerco solitario a la barra. Ya les contaré algún día quién soy. Quizás cuando quede un hueco libre en la mesa. Porque no pienso marcharme.

28. LA ANÉCDOTA O LA VIDA

Me fui a Londres, donde los españoles emigrábamos para abortar. Más tarde a servir, y ahora con la propaganda de la mentira, vamos a aprender inglés.
A mi llegada desembarqué en un bar, perdón «pub». Me arrimé a la barra. Empecé a observar con la perspectiva del analfabetismo mundano de no saber qué mirar.
Un caballero se acercó a la barra. Pidió a quien estaba detrás de ella un «coffee» y se sentó.
La parte contratante sirvió el café en una bandeja. Me miró con ojos azules sostenidos. Me hizo gestos con el dorso de la mano para que se lo acercarse (a la parte contratada) o eso entendí yo.
Ora la gente levantaba la mano y con la lengua rota de entendimiento apremiaban. Otrora la parte contratante llenaba la bandeja y me animaba (o eso entendí yo). La parte contratada dejaba en la bandeja dineros ajenos a mi conocimiento, al tiempo que eyaculaban aquel sudor inglés en forma de espuma de cerveza.
Esto sería una anécdota si no fuese porque de aquello han llovido veinticinco «Years». Sería una anécdota sino fuese porque me casé con la «parte contratante» y tenemos dos » sons». Sería una anécdota si no hubiese ido a abortar.

27. WELCOME TO HELL (Rafa Olivares)

Parecía mi día de suerte. Apenas llevaba cinco minutos con el pulgar extendido cuando se detuvo una motera. De piernas interminables, los rizos de su sedosa melena rubia desertaban del casco tras cuya visera opaca creí adivinar una seductora sonrisa. Me pareció sueca o danesa, nórdica seguro. Subido a la grupa decidí agarrarme a sus pechos para no sucumbir en las sinuosas curvas. Eran diminutos pero tersos, como a mí me gustan. No tardó en alcanzarnos una pareja de moteros de casco militar, barbas prominentes, chupas tachonadas y tatuajes satánicos. Pinta de austrohúngaros o de por ahí. Se quedaron a nuestra estela. Después de pasar un cartel con la leyenda «Welcome to Hell!» paramos ante un viejo motel de madera incapaz de contener la música estridente que exudaban sus entrañas. Decenas de motos de todas las marcas y diseños se agrupaban a su entrada.

Al bajar me presenté:

–Me llamo Juancho.

–Yo soy Peter –me dijo el de los pechos diminutos mientras  se quitaba el casco.

Los tipos que nos escoltaron se acercaron amistosos. El que dijo llamarse Klaus me ofreció un canuto de marihuana, el otro un tarro de vaselina.

26. Las noches de verano (Gemma Llauradó)

El verano en Peñolite es muy caluroso, el sol cae a plomo desde pocas horas después de amanecer, pero por la noche refresca. Las ramas de la higuera centenaria del patio de la casa del abuelo se mueven al ritmo que marca una ligera brisa, aligerando el ambiente soporífero que durante el día inunda cada rincón de la pequeña aldea andaluza.

Aquella noche de viernes el viento estaba siendo cortés, y aliviaba a los hombres agotados por el sol diurno. Cuatro hombres disfrutaban de la calma que otorga la noche a las dos de la madrugada. Sólo una luz columpiándose al son de la brisa y suspendida de una de las ramas de la higuera alumbraba la mesa del patio. La bombilla desnuda se concentraba en traspasar una densa nube de humo de pipa para alumbrar una partida de tute. El aspirar de cada calada y el tintineo de los hielos rociados de anís con el cristal de los vasos, acompañaban el trasiego de naipes sobre el verde tapete. No se percibía mucho más. De pronto, alguien resopló con fuerza: “¡Esta sí!”. El abuelo acababa de ganar la última mano y sin disimular su orgullo, sorbió gustoso su licor.

25. TAROT (Alicia Alguacil)

Estaba pasando por un mal momento. Así que alguien, queriendo ayudarla, le propuso visitar a una echadora de cartas. Acepto y fueron a la tarotista.

La habitación olía a incienso, una vela blanca llameaba al lado derecho de la mesa, donde un mantelito con un dibujo de mandala y un mazo de cartas esperaban para predecir  su futuro.

Una vez esparcidas las cartas, la tarotista le sonrió dulcemente diciéndole que no se tenía que preocupar de nada, ¿ves? le dijo señalando un trío de naipes, esto quiere decir que tu vida va a dar un giro de 180 grados, sufrirás un poco, pero pronto te cambiará la vida, tus dolores desaparecerán y todo te irá bien, serás muy feliz.

Ella preguntó ¿cuándo, será pronto?

-Sí, aproximadamente unos seis meses.

Y así fue. Una mañana de primavera su espíritu como blanca paloma se elevó,  llevándose sus males y dolores. Aquí no le faltan flores.

24. LA MALA VENTURA (Belén Mateos)

 

Todas las noches Alverio se acercaba a la cantina a jugar su partida de cartas. Desde que su mujer falleció no faltó ni un solo día a la cita. Siempre con la misma rutina; un chato de vino, una faria y que no faltase la baraja.

Solía apostar al oro y siempre le salía la sota. Le echaba la culpa a su cuñada que, por el tema de los bienes gananciales, le estaba volviendo loco.

Apuraba la copa hasta la última gota y repetía la jugada una y otra vez hasta que sentía la espada de su cuñado en la espalda y, cara a la pared, se atragantaba con una tos ronca y yerma.

Los vecinos apostaban diez a uno en su contra. Eran aquellos que en vida de Adelina le cantaban las cuarenta y él las veinte se los bebía en vino.

 

Jugador empedernido y compulsivo, quiso jugar su último juego al azar con una pitonisa para preguntar por su futuro, el presente doliente y el pasado ya desaparecido.

La carta de la muerte siempre se mostraba.

Vencido por su irrefrenable adicción, arriesgó su vida. Todo a una baza.

 

A las siete y media exhaló su último aliento.

23. Eugenésica darwiniana

Mucho hay escrito sobre la genial teoría de Darwin. También sobre su prolífica y sobresaliente descendencia, gestada desde la consanguinidad. Sin embargo, lo que casi nadie sabe es que, entre tanta perfección genética, existió un borrón: yo. Se desconoce porque mis padres (a quienes prefiero no citar) al verme nacer, con tres hemisferios izquierdos, seis branquias, diez filas de dientes y un ojo vago, me bautizaron como Eugenesia (Eugenesia Darwin, qué cachondos), y seguidamente me ataron a una roca y me lanzaron a las Fosas Marianas.
No sospechaban, claro, que yo ya sabía usar mis dientes. Y mis branquias. Tampoco imaginaron que, junto a mis abisales e inadaptados compatriotas (entre los que soy conocida, simplemente, como Uge), sumábamos miles de hemisferios izquierdos y de ojos vagos. Y que con ellos he ido invadiendo, poco a poco, pero con suma facilidad, las fronteras de vuestro torpe conocimiento. De hecho alucinarían (alucinaríais) al saber que yo misma introduje esa absurda teoría de las especies en vuestra anticuada conciencia colectiva, para haceros creer que todo es tan sencillo como lo planteó mi supuesto abuelo.
Porque si conocierais la historia completa de vuestra evolución, no la podríais soportar.

22. TIERRA PROMETIDA

 

Cuando salió de su aldea, el anciano y sabio le leyó en las piedras que guardaba en una bolsa cogida a la cintura, el porvenir que le esperaba al otro lado. En la tierra prometida.

Tuvo que atravesar el desierto y más tarde, las aguas gélidas, pero de ello no le habló el sabio anciano.

Cuando llegó lleno de frío y hambre, no encontró nada de lo que le prometieron las piedras del porvenir.

Contactó con un antiguo residente de su aldea y este, lo llevó a una pitonisa para que le leyera las cartas. El poco dinero que le quedaba, lo invirtió en mentiras que nunca se cumplieron.

Hoy recoge espárragos al calor de un sol abrasador. Acude a la recogida de aceituna y también a la vendimia. Otro conocido, le ha hablado de las manzanas y la sidra, y se dispone a buscar un contrato por esas tierras. Al menos el clima será más benévolo .

Está seguro que lo tratarán como extranjero y que no tendrá un lugar honesto para residir, a no ser que los que así lo consideran, cambien en su sentir y lo ve muy difícil.

Hoy piensa que la tierra prometida, es la suya.

21. EL REVERSO DE LAS PALABRAS (Mariángeles Abelli Bonardi)

¿Por qué hablaban así? ¿Por qué, si hablaban en español, la boca se movía distinto? ¿Qué había detrás de las palabras de los Dukes de Hazzard? Con una curiosidad que corría a la velocidad del General Lee, comenzaste a aprender: ablandar la boca, hacer oído, practicar la pronunciación… La infancia, la adolescencia, te fueron sumergiendo en el idioma, y entonces llegaron Roxette y los Pet Shop Boys, con su música y su claridad, y te diste cuenta de que sí, de que ése era el camino…

Aprendiste que exit y éxito son falsos amigos, que aquí llueve a cántaros y allí llueven perros y gatos, y que usarlo para entender y dar a entender es lo más cercano a tener superpoderes…

Mientras, no sin orgullo, acaricias la portada del libro cuya traducción lleva tu nombre, recuerdas, con nostalgia, los micrófonos, auriculares y cabinas que, allá por tus dieciocho, tuviste la fortuna de ver en las Naciones Unidas.

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