Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

29. Edad amarilla

Entre enormes girasoles de un amarillo ceniciento, la niña de gafas sonríe, escondiendo el vacío que dejó la reciente pérdida de uno de sus dientes. Y se encoge entre las enormes flores ya resecas y cargadas de semillas.

Parece que su blanca piel de invierno empezara a colorearse por el efecto del sol del verano del sur. Que pica más que el del año pasado.

‘¿Nos podemos ir ya?’, parece preguntar, incómoda.

Desde detrás del objetivo se oyen varios clics y una admiración muda del paisaje, revisitado tras un largo año de espera.

Mientras, el calor sigue subiendo como si no hubiera límites en la escala Celsius.

En el álbum la foto, revelada en un verano sin fecha concreta, continúa amarilleando. Como la infancia, tan lejana, que se oculta tras las abrasadas flores del campo.

28. Hikikomori (fuera de concurso)

Hoy, María ha desobedecido sus instrucciones y, mientras parloteaba sobre mohos oscuros y efluvios malignos, ha descorrido las cortinas del cuarto y ha abierto las ventanas. El olor a primavera, la luz de abril, el sonido a vida y el calor dulce de un rayo de sol han invadido la estancia arrancándole una lágrima para la que ni él mismo estaba preparado. Durante noventa segundos se ha permitido saborearla en silencio, antes de vociferar que cerraran todo de nuevo.

Minuto y medio. Más que la última vez.

27. El amor de su vida

Solo piensa en Blanca, en los sueños cumplidos y en aquellos que se precipitaron por el desagüe del para después, “para cuando tengamos tiempo”. Y ahora que el peso del ocio ha encorvado su espalda, ella no está.

Solo piensa en el primer encuentro. En su  falda de nube de algodón que el viento moldeaba en cada descenso de la montaña rusa. Fue Luis quien se la presentó al bajar de la noria. A ella y a su amiga Silvia. Pero sus ojos se detuvieron en Blanca nada más.

Solo piensa en volver a verla —como si los espíritus pudieran regresar—. Y sus zapatos, autónomos, le conducen al viejo parque de atracciones. Un dinosaurio oxidado donde la noria, aunque inservible, sigue en pie. Sube y la rueda comienza a girar y a girar.

Solo piensa en que termine el viaje para conocer a las dos chicas que esperan junto a Luis. En cuanto sus deportivas pisan el suelo, sus ojos se detienen en la más atractiva y enseguida la invita a la montaña rusa. Mientras ella camina delante, observa lo bien que le sientan los vaqueros. No lo duda, ha encontrado al amor de su vida. A Silvia.

26. RIZADO… ¡TIESO! RIZADO… ¡TIESO! RIZADO…

Tobi y Boby han sido, sin lugar a duda, las mejores mascotas que he tenido.

Nunca logré que me trajeran las zapatillas o el periódico, pero bueno, eso fue pagar un precio módico.

 

Nuestros paseos por la dehesa, nuestros revolcones en el barro, muy saludables, aunque suene guarro…

Tan fieles, graciosos, guardianes y, ahora, entre panes…

 

Me dejaron un vacío en el corazón, pero un gran lleno en el estómago, qué contradicción…

 

 

Ya ha pasado bastante tiempo pero cada día los recuerdo, no los dejo en el olvido, cómo hacerlo con todo lo que me dieron, vaya contenido…

Panceta, chorizo, morcilla… ¡Qué maravilla!

Orejas, hocico, manitas…

Guisadas, asado, fritas…

 

¡Qué buenos los chones,

que además dan jamones!

(Acompañando con pan el luto, disfruto)

 

Aún me queda mi otra mascota, una oca muy escandalosa y un poco loca, solo pensar que, algún día, también le llegará la hora, ¿cómo decirlo?, me entra una cosa por el estómago…»pfffua»…

 

¡FOIE – FOIE – FOIE!

25 Como, luego lo recuerdo

«Y dio otro bocado.

Y mientras masticaba, pensó si lo que hacía tenía sentido.»

Sucu Lento, José Manuel Garrido

 

5. Añadir las patatas cortadas en dados.
6. Cocinar a fuego medio durante 30 minutos.

La cocina huele a guiso y a infancia descalza y feliz. Cada vez estoy más hambrienta.

«Preferiríamos adoptar una niña

menos enclenque,

algo más risueña, a poder ser,

que no se muerda las uñas», susurran a mi espalda, mientras la salsa borbotea, aquellas parejas que visitaban el orfanato. Como si no pudiera oírles.

7. Remover.
8. Remover.
9. Remover.

anoto en el recetario. Y remuevo, claro, y recuerdo los cumpleaños de Cristina, la hija de Inma —en la hamburguesería junto a la plazuela del quiosco—, o las mañanas preparando mermelada de Soledad y el pequeño Mario. De moras, casi siempre. Saliva y lágrimas se mezclan en la comisura de mis labios. Matilde ha sido especialmente rica en detalles, una de las mejores madres que he tenido. Ha pasado más de una semana relatándome la niñez de Carla y Pedro; historias que paladearé a pequeños bocados, pero Matilde ha expulsado todo su jugo. Enflaquecida, ayer perdió el hilo definitivamente. Ya está, descansa, le dije antes de bañarla.

Paso la hoja en la que reposa la receta del guiso de Soledad. Mi estómago ruge.

 

Matilde

Ingredientes:

24. Trasplante

Desde que trasplantamos a padre, se le nota mejor cara. La gente, que ha oído la noticia, nos comenta que qué suerte ha tenido al recibir un riñón de otro donante. No nos queda otra que aclarar la situación:  A papá le hemos trasplantado a él mismo.

Desde que notamos que pasaba demasiadas horas en el huerto, comenzamos a sospechar. Una tarde al asomarnos, le vimos con los pies anclados en la tierra, y echándose agua con una regadera. Todo bien, hasta que acabó el verano y tuvimos que regresar a Móstoles. Allí vivimos en un pequeño piso con una terraza maja, eso sí.

Así que el día que marchamos le sacamos del huerto, entró en el coche con los pies metidos en una vieja palangana para que no se nos mustiara en el viaje. Al llegar, metió los pies en la maceta donde antes hubo una adelfa, y con la tierra que traíamos del prado le cubrimos los pies, le colocamos al lado del ventanal para que le diera bien el sol y echamos fertilizante. Ahora es feliz, ya no tiene la cara mustia. El único inconveniente será volver el pueblo el próximo verano, los trasplantes son delicados.

23. Laraje

En el aparador de casa hay una botella de cristal tallado. Dentro, flotan en licor unas guindas oscurecidas por el tiempo pasado. Abro el tapón y aspiro. Entonces aparece mi abuela, con su mandilón de cuerpo entero, trajinando en la cocina. Ella hizo ese licor con caña de Holanda, azúcar y guindas, y en el fondo se le quedaron las fiestas del patrón en la aldea, los niños jugando en la huerta, las partidas de domingo, la bizcochada, la luz del sobrado, las nabizas y las excursiones en lancha a Mugardos. Solo yo sé que tengo una máquina del tiempo.

22. Un lugar anclado al corazón

Mamá siempre tenía al pueblo en la boca. Hablaba de él con un cariño incondicional, como si allí siempre hubiese sido feliz. Contaba cosas sencillas, intrascendentes diría yo, pero la ternura con la que lo hacía creaba expectación. Llegué a visualizar sus estrechas y empinadas calles, la iglesia de un blanco impoluto y los tilos de la plazuela a los que se encaramaba toda la chiquillería. Llegué a sentir el aroma de la leche recién ordeñada y de los chorizos y morcillas oreando en los balcones. Y a escuchar el canto de los gallos al clarear el día y el tintineo de las campanillas de los rebaños de cabras.

Cuando ella era adolescente mis abuelos vendieron la casa y las fincas y marcharon muy lejos, demasiado. Nunca volvieron.

Mamá decía orgullosa que quien tiene pueblo tiene un tesoro.

Ella ya no está. El vacío de su ausencia es inmenso. Y el tesoro, que también era mío, acallada su voz semeja un ensueño caprichoso.

21. AUSENCIO (Toribios)

Fue nacer y empezar a echar de menos aquel universo sin gravedad donde todo fluía al ritmo cadencioso de un latido. Se fue acostumbrando a respirar, a sentir roces en la piel, a escuchar los ruidos ensordecedores del mundo. Le compensaba la delicadeza del pecho materno, el oír desde fuera el pulso de la sangre, las caricias. Pero, con el tiempo, llegó el frío biberón, la cuna, la distancia. Añoraba la quietud y le desazonaba ese mundo lleno de sonidos y colores. Un día se despertó con un dolor insoportable en las encías y todo se le hizo si cabe aún más penoso. A los seis años era ya un profesional de la nostalgia.  A los catorce lloraba sin cesar por lo perdido. Estudió, encontró pareja, tuvo un empleo, pero siempre echó en falta la ingenuidad del que no sabe, la libertad del célibe, el tiempo libre del desocupado. Era locuaz y tuvo amigos, por fuera no se le notaba su tragedia. Pero vivió con un constante sinvivir. Cuando se hizo viejo, todo ya cumplido, le serenó el espíritu sentirse cerca del regreso.

20. La insoportable soledad del ser (Jesús Alcañiz)

Existen dos posibilidades

o estamos solos en el universo o no lo estamos.

Ambas son igualmente aterradoras.

Arthur C. Clarke

Últimamente me despertaban inquietantes gorjeos y chasquidos metálicos, como si unos diminutos seres conversaran bajo mi ventana. Sin embargo, por más que me asomaba, nunca lograba ver a nadie. Superado el natural miedo a lo desconocido, su curioso parloteo me hacía sentir acompañado en las noches interminables de este solitario páramo. Comencé a preocuparme cuando la vaca dejó de dar leche, las gallinas no ponían huevos, el perro se escondía debajo de la mesa en cuanto oscurecía y yo apenas podía dormir. Una noche pierdo los nervios y abro la puerta escopeta en mano. ¡Mostraos de una vez!, grito, y disparo dos veces al aire. En la penumbra, unas sombras menudas saltan por encima de la hiedra del muro y enseguida unas luces cegadoras se pierden en el cielo a toda velocidad.

Desde entonces, a pesar del lógico alivio por la desaparición de los visitantes, no puedo evitar una cierta añoranza de aquellas noches: jamás me había pesado tanto como ahora esta triste vida, sin nadie en kilómetros a la redonda.

19. DE CÓMO EL BISABUELO FRANCESCO LLEGÓ A LA ARGENTINA (Mariángeles Abelli Bonardi)

Ella no quería que fuera a la guerra, por eso, para evitar que lo enlistaran, habló con el cocinero del barco, y acordó que viajara así, de polizón, pelando papas…

Le dijo que estaría despidiéndolo en el puerto, agitando un pañuelo blanco, pero el barco se alejaba, y era tanta la gente, y tantos los pañuelos, que no pudo distinguirla…

Siempre añoró ese pañuelo, ese puerto de Génova, su ciudad de Bra… A su madre, nunca la volvió a ver.

 

18 ENFOQUE, TONO Y COLOR (A. BARCELÓ)

Alucinó al percatarse de que lo que ella estaba narrando era el relato del romance que habían mantenido. Le sorprendió mucho más comprobar que la versión que escuchaba era completamente distinta de la suya. Lo que para él significaba el grato recuerdo de un amor que había llegado a idealizar como platónico, para ella era una herida abierta que no acababa de cicatrizar. Era como ver el positivo y el negativo de la misma fotografía. Cuando contó el momento de la separación, su voz sonó quebrada e hizo que a él se le cayera el alma al suelo, sobre todo al pensar que fue ella la que se empeñó en cerrar para siempre la relación, pues de lo contrario ambos habrían sufrido más de lo necesario. Ella insistió en dinamitar todos los puentes: lo suyo era imposible, sus mundos eran completamente antagónicos.

La tímida chiquilla de aquel verano, convertida ahora en estrella del pop, giró el micrófono para que las cuarenta mil personas que habían acudido a su concierto repitiesen el estribillo de la canción completamente inédita que estrenaba justo allí. Se escuchó al unísono: “Sería mejor que no hubiese sucedido”. Él mostró su desacuerdo abandonando el estadio.

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