Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

58. Flor del desierto (María Rojas)

Nuestro camello es robusto, con caminar sereno y la cerviz altiva.

Va pisando reyes descabezados, valíes, emires y califas.  Medita ante el desierto que lo mira sin risa, ni sexo, ni picor de pimienta.

Con el gollete sediento, por rumiar en oasis olorosos a agua, va repitiendo la ruta, tras las caravanas, con los lomos hinchados de sedas y de especias.

Como nosotros, solo quiere llegar.

En el caravasar, parada de descanso, dobla las patas de rodillas callosas y saca del hocico un pimpollo desértico de pétalos de arena. La camella restriega los belfos en su joroba grasa.

El camello se olvida del tedio del camino, del siseo de las sedas, del aroma de especias y del temblor de los muertos pisados.

57. AÑO 2145 (Modes)

Todo.

Desde el día que te adopté en la Protectora de Animales, lo fuiste todo.

En ti encontré a la amiga que ahuyentó, a dentelladas, al fantasma de la soledad.

Pero, uno tras otro, los calendarios fueron decapitados por la guillotina del tiempo.

Y la vejez anidó entre tus huesos.

Y enfermaste.

Y ayer te dormiste, para no despertar.

Y ahora una galerna de lágrimas asola mis ojos, mientras los colmillos de la tristeza me desgarran el alma.

Y sé que jamás habrá nadie como tú, Luna.

Luna, mi querida mascota.

Mi querida humana.

56. Agapornis

Desde la llamada de nuestro representante, estuvimos ensayando hasta acabar exhaustos. “Si os los dan, alcanzareis el estrellato”, así dijo. Y al salir del casting escuchamos la gran noticia: éramos los elegidos. Con tanta emoción, ambos cantamos a dúo bordeando la afonía. Pero, al comenzar el rodaje, nos percatamos del error. No éramos nosotros, sino la rubia elegante y un tipo robusto los protagonistas de aquella historia de amor.

Pensé que si la chica abandonaba tendríamos alguna posibilidad. Y soborné a una figurante para que le diera un susto. Debía lanzarse contra ella antes de que amarrase el bote que manejaba. El ataque fue tan real que le hirió la cabeza. En lugar de cortar la toma, siguieron adelante. Mi pareja no se quedó sin decir ni pio. Al contrario, prefirió secundarme. Así que reclutó parientes por todos los confines con la intención de sabotear el guion. Camuflados entre la figuración de altura, embestían contra todos los actores. Sin embargo, cuanta más sangre más disfrutaba el director.

La película triunfó. Y nosotros ni siquiera aparecimos en los títulos de crédito. Para colmo, si alguna vez somos mencionados, nos suelen confundir con periquitos.

55. «Yo quisiera ser civilizado como los animales»

A Pablo no le gustan los animales. Eso le recuerda a diario su familia. Lo recalca su abuelo cuando el muchacho le censura por tener cinco canarios y un verderón enjaulados. Su padre, que no se pierde una corrida de toros de la Feria de verano, también lo señala bastante decepcionado. Y dado el ejemplo recibido, incluso su madre suele reprocharle tan extraño distanciamiento. Ella, sin embargo, adora a su caniche y, con jersey y coletilla, lo lleva de compras al Corte Inglés, a las concentraciones vecinales y a torrarse durante horas en la playa. Por otro lado, su tío Andrés que, en cuanto se abre la veda, coge la escopeta y corre al coto a disfrutar de gamos, conejos y tórtolas, osa poner en solfa la sensibilidad de su sobrino. Con él, recuerda Pablo, fue por primera vez al Circo a los siete años y, después de ver al domador mortificar con su látigo a leones famélicos y caballos amedrentados, no pudo disimular su repulsa. Y aunque, además, le entristecen los zoológicos y no aprueba los safaris, digan lo que digan, sólo tiene problemas de empatía con algunos animales racionales. En consecuencia, ha dejado Medicina y cursará Veterinaria.

54. EVOLUCIÓN (La amenaza)

Casi todos los animales se reunieron en la inmensa sabana: una nueva alarma se estaba extendiendo. “El miedo, siempre es el miedo” bramó un valiente depredador.

La cuestión era que una aparente inteligencia, artificial para muchos, había aparecido en el planeta. Algunos descreídos aseguraban que aquella especie no les aportaría nada nuevo. “Pues hay quien los ha visto dominar el elemento ese que se origina cuando un rayo cae en el bosque” dijo un ave migratoria.

Los más asustados proponían extinguirlos basándose en que sus vidas estaban en peligro: “Cambiarán el mundo tal y como lo conocemos”. Los felinos más pequeños se ofrecieron voluntarios para infiltrarse entre ellos, así los vigilarían convencidos de que sería fácil domesticarlos.

“Nosotros no tenemos nada que ver” se defendió un chimpancé cuando algunos insinuaron que la nueva especie descendía de los primates. Otros, sin embargo, aseguraban que era obra del creador del planeta, por eso la temían: parecía capaz de lo mejor y de lo peor.

Dejando la cuestión de la posible aniquilación de aquella inteligencia artificial para una próxima reunión, se disolvieron. Los anfibios y algunas aves trasladarían el acta a los animales marinos.

Mientras, todos continuarían con sus ciclos de vida.

53. HUECOS

Mi padre, que nunca tiene tiempo para mí, me ha prometido que pasaremos, en mi próximo cumpleaños, una jornada de pesca los dos solos. Me ha llevado al salón y, una vez más, me ha puesto frente al pez que tiene disecado dentro de un cuadro colgado en la pared. Mi primer ejemplar, ha señalado con orgullo, y ha vuelto a contarme con el énfasis de la primera vez, el día que lo pescó junto al abuelo. Tenía tu edad, ha puntualizado.

Da por hecho que seré pescador, igual que considera que algún día seguiré con el bufete familiar y que elegir fútbol como actividad extraescolar es lo idóneo. Yo descuento los días que faltan para mi cumpleaños deseando que el tiempo se dilate, miro el cuadro y noto el ojo inerte y redondo del pez clavado en el mío, amenazador…, sin embargo, la curva triste de su boca parece suplicar que deje vacío el hueco que hay a su lado, ese que papá da por hecho que debo rellenar.

52. Desamparado (Jesús Navarro Lahera)

Se detuvo un instante, y tras tomar aliento reanudó la carrera. Lo único que quería era reunirse con ella, echarse en sus brazos. Luego, cuando estuvieran juntos, y mientras lo acariciaba con calma, él la besaría como siempre, con el ansia de cada reencuentro, sin pasar por alto ni un solo rincón de su rostro, de su cuello, de sus manos.

Empujado por esos recuerdos de aquellos días felices en los que los dos estaban solos, a los pocos metros vio una curva, por lo que apretó el paso con ilusiones renovadas. Sin embargo, al igual que en las anteriores ocasiones, no se encontró con el coche de ese maldito tipo con el que ella se había marchado, sino, una vez más, con el polvo del camino.

Entonces miró hacia arriba y se le escapó un aullido, un lamento que lanzó a las estrellas. Después, cerrando los ojos, cayó al suelo y se quedó ahí tirado, sin fuerzas para levantarse de nuevo ni para llamarla a ladridos.

51. Sana convivencia

Se despierta con el canto del gallo. Desayuna miel que extrae de una colmena, situada detrás de su cabaña. Una vez a la semana se hace la pedicura y manicura. Va al lago y se sienta en una piedra al lado de la orilla. Sumerge pies y manos y tan solo, espera. Al poco rato llegan los pececillos que, con sus minúsculas bocas, le arrancan las pieles muertas. Al mediodía come larvas de escarabajo rinoceronte y huevos de codorniz, ricos en hierro, fósforo y zinc. Cada quince días, la ardilla Florentina le hace la depilación con sus diminutos dedos ágiles. Cuando tiene migrañas, Julio, el chimpancé desciende raudo de las ramas para darle masajes meticulosos. Si sufre un lumbago, llama al elefante. Este coloca su enorme pata sobre la espalda, presionándola ligeramente y, al instante, ella vuelve a estar como nueva. Antes de acostarse, se baña con leche de burra. Le ayuda a mantener las articulaciones en buena forma y a lucir una piel elástica. Por la noche, escucha notas melodiosas con el ruiseñor o tonos melancólicos con el mirlo. Los sábados prefiere algo más alegre, rápido y musical. Es el turno entonces de la bandada de canarios.

50. Chovinismo mosqueante

Vivimos en el mejor lugar del mundo: hay comida de sobra, tenemos todos la misma raza y es imposible que entre alguien de fuera. Muchos nos llaman gusanos y demandan que cambiemos. Así será… Nos sentimos tan felices que, en breve, volaremos dentro de este hermoso ataúd.

49. LA RELATIVIDAD DE LA TEORÍA (Rafa Olivares)

Reunidos en el ágora, Zenón explicó que, en teoría, Aquiles, el guerrero más veloz de la época, nunca podría vencer a una tortuga a la distancia de un estadio; a condición de que se le diera a esta un palmo de ventaja y se supusiera que no se detendría en ningún momento. Sobre arcilla fresca y punzón en ristre, evidenció con gráficos que cuando Aquiles alcanzara el punto de arranque del quelónido, este ya habría avanzado algo y, cuando recorriera ese algo, la tortuga ya estaría más adelante, y así hasta el infinito.

Ireneos, filósofo de la corriente escéptica, de cuál si no, retó a la demostración práctica, y cuantas veces enfrentaron a un hastiado Aquiles con la tortuga, el humano rebasaba al animal con humillante suficiencia poniendo en ridículo la teoría del estoico.

Ahí quedó el debate entre Ireneos y Zenón hasta que, varios siglos después, un tal Albert, mirando a su tortuga mascota, lo resolvió con una ecuación bien simple: e=mc²; donde e es la longitud en metros del estadio, m el grado de mosqueo del corredor y c² (o cc) la curvatura del caparazón de la tortuga (por la cosa aerodinámica, aún por definir).

48. Imparable

La dependienta nos explicó que podría vivir hasta dos años cuando le regalamos el hámster al niño por su Primera Comunión. El chico ya se ha casado y divorciado y el dichoso ratón ahí sigue, dándole a la rueda, noche tras noche, con ese insufrible ruidito taladrándonos la cabeza. Pronto comulgará el nieto pero no para de repetirnos que él prefiere un aifon de esos.

47. Juegos florales

El pez de plata empieza a devorar las páginas del poemario dedicado de Rubén Darío. Tampoco ha podido contenerse el pez de bronce, que hace lo propio con el exquisito opúsculo de Lope. En lo más alto del podio, el pez de oro espera con ansia recibir las obras completas, también dedicadas, de Octavio Paz.

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