Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

03. DÍA DE PERROS

El día de mi cita en el autocar contratado por mi facultad para ver arte románico en una ciudad del norte, ya amaneció torcido.

Me quedé dormida y cuando vi la hora, salté disparada a la ducha, me vestí, pasé lo del bolso a una mochila y corrí escaleras abajo poniéndome el abrigo en marcha. El frío de enero cortaba el cutis.

Llegué con el autocar arrancando, me senté al fondo y respiré aliviada.

Al llegar, nos citamos para tres horas después en el mesón contratado.  Visité todo el románico pero como no había desayunado, decidí ir pronto al restaurante.

No conseguí encontrarlo. Saqué el móvil para llamar al guía y ¡Horror! Había olvidado cargarlo y estaba muertecito total.

Busqué el monedero para ir a comer algo pero…¡El muy maldito no estaba! Lo olvidé en el bolso de casa.

Entonces fui a la policía y allí me miraron raro. Presentarse sin DNI, sin dinero, sin teléfono, ni restaurante, ni autocar, es convertirse en “sospechosa habitual”. Maldiciendo y a punto de pedir un abogado de oficio, sonó un despertador conocido y…

Bueno, llegué con tiempo y mochila equipada, a mi cita con el autocar.

La excursión, sin incidentes.

02. CRÓNICAS DE DECADENCIA (Ángel Saiz Mora)

Aquel individuo iba a traer problemas, fui consciente de ello nada más verlo, hasta tirité de inquietud. No era un buen comienzo.
Al contrario de los infelices que llegan a esas instalaciones especializadas, él parecía radiante. Consciente del desafío, planifiqué una estrategia para resolver tamaña extravagancia, que no estaba dispuesto a consentir.
Mi recibimiento fue muy frío, capaz de intimidar a cualquiera. Después no tuve compasión al aplicarle las más crueles técnicas de acoso y sufrimiento, pero resultó inútil. El tipo no dejaba de sonreír.
Opté por investigar su trayectoria. Algún punto débil debía de tener. Fue explotado en trabajos precarios, además de sufrir abusos durante la infancia. En los archivos constaba que una vez creyó haber encontrado el amor, pero fue esquilmado por la pensión compensatoria de su implacable exmujer, incluso tuvo que mendigar. Entonces supe que cualquier tormento era mejor para ese hombre que lo vivido antes.
Con el amor propio por los suelos, entregué la renuncia y mis accesorios de encargado entre sollozos, antes de marcharme para siempre. Fue el principio de una era inconcebible. Sin cuernos ni tridente nunca he vuelto a ser el que fui, el infierno tampoco.

01. TRAVESURAS (Rafa Olivares)

–¡Por fin, qué gusto da verlo todo junto! –exclamó satisfecho después de haber conseguido aglutinar y comprimir en una gran masa todos los elementos dispersos.

–¡Halaaaa, es enorme, papi! –gritó su hijo abriendo una desmesurada boca de asombro.

–Lo es, tanto que fuera de esto ya no hay nada –le explicó didáctico su padre.

 – ¿Y eso que asoma por aquí…?

–¡¡¡No, no toques nada, por tu padre!!!

Lo que ocurrió entonces se conocería, mucho tiempo después, como el Big Bang.

88. Opciones

–»…Y fueron felices y comieron perdices».
–Pero, ¿y si uno de ellos fuera vegetariano?
–Pues, «fueron felices y comieron…».
–¡Espera! ¿Y si, por exceso de peso, hicieran dieta? No podrían estar comiendo cada vez que termina el cuento.
–Vale, como alternativa diremos «fueron felices y brindaron por ello».
–Entonces acabarán en Alcohólicos Anónimos.
–Caramba. Lo cambiaremos por «fueron felices y lanzaron confeti».
–Anda, y así gastamos mucho papel y deforestamos el planeta.
–»Fueron felices y sonrieron muy fuerte».
–Se llenarán de arrugas pronto.
–Lo voy a dejar en «Y fueron felices».
–¿Y ya está? Un poco triste, ¿no?

 

–Mira, vamos a finalizar la historia con «Colorín, colorado…».
–¿Y si no les gusta el color rojo?

87. Misioneros del buen rollo ( Paz Monserrat Revillo)

En el vigesimoquinto congreso de profesionales de la felicidad todos sonríen, aunque no haya motivo, como recomiendan los más reputados especialistas presentes en el evento. Los futuros coaches se esmeran en apuntar lo que tendrán que transmitir en sus sesiones. Destaca, subrayada en fosforito, la palabra actitud. Repiten al unísono el mantra fundacional: “Para tener éxito material y anímico, mejora la actitud, revisa tus respuestas emocionales y concentra tu mente”.  Todo está en el interior, en el universo del pensamiento positivo. Nada de mirar hacia fuera, ser crítico o adquirir conocimientos rigurosos. ¿Quién quiere tener a su lado a alguien negativo y aguafiestas? Los aspirantes a este oficio deberán ser el decorado emocional de las vidas ajenas. Surtidores incansables de entusiasmo y optimismo, pero a la vez prestos a culpabilizar a los clientes ante cualquier desvío de este incuestionable camino de autoafirmación.

Las azafatas del congreso, doblemente presionadas a sonreír sin sentido, consumen dosis masivas de relajantes musculares para sus tremendas contracturas en los músculos risorio, cigomático mayor y orbicular de los ojos.

Los asistentes se dirigen, con mirada bovina y sonrisa radiante, hacia la siguiente conferencia. Allí aprenderán, de forma holística, cómo enseñar a fingir sinceridad.

86. Allegro, ma non troppo

Como la veían siempre melancólica, le regalaron el libro de aquel poeta atormentado. Y acertaron. Ella se bebió cada verso como si el autor se lo susurrara al oído. Sus palabras estaban llenas de brumas, de noche y cementerios. Tenía que conocerlo. Una noche más tormentosa aún que sus dos almas gemelas se presentó en su casa. Ya nada fue igual. Se amaron. Compartieron sus heridas, su dolor de vivir, sus angustias sin consuelo. Estaban hechos para quererse hasta la desesperación, quizá para un suicidio a cuatro manos que inspirara una leyenda perdurable.

Ella fue su musa, y él se entregó por turnos a amarla y a poner por escrito aquel milagro. Amaneció en sus versos: sus adjetivos se llenaron de luz, sus lágrimas de arcoíris. Logró escribir la oda definitiva, el poema más jubiloso que nunca haya escrito nadie. Una mañana, ella encontró junto a su almohada el manuscrito, todavía tembloroso de tachones, envuelto en un lazo de seda. A su lado, él dormía, exhausto por el esfuerzo. Y durmió todo el día. Al despertar, descubrió que ella también le había dejado algo en su almohada: una nota donde le contaba, entre lágrimas, que se escapaba con el enterrador.

85. EJERCICIO PRÁCTICO SOBRE LA  FELICIDAD (Fernando da Casa)

 

Nadie puede asegurar haber sido completamente feliz hasta que muere.

Sabias palabras que Solón, el intelectual más famoso de Grecia, llevado a la corte para adular las bondades del autoproclamado ser más feliz del mundo, dedicó al rey Creso. Solón fue despedido con cajas destempladas, casi con perdón de su vida por atreverse a aseverar tamaña osadía.

Poco después, Creso perdió su reino a manos de los persas y terminó sus días en la miseria, lamentando su desdicha.

No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita.

¿Lo dijo Buda?

¿Agustín de Hipona?

Qué más da.

Es una realidad que vemos día a día, y que las redes sociales e internet nos repiten hasta la saciedad.

Lo importante es que tú ya no necesitas nada más para ser feliz, solo morir.

Ella, aterrada, no pudo discrepar. La mordaza impedía la emisión de sonido alguno, y las cuerdas que aprisionaban sus brazos contra la silla no permitían mostrar contrariedad.

Lo dijo él antes de apretar el gatillo, sin ningún tipo de remordimiento. Era su manera de repartir felicidad.

84. Sonría, por favor

Lo de sonreír siempre ha sido nuestra especialidad: marca de la casa. Sin ir más lejos, acabamos de invadir a nuestros vecinos del sur —como antes hicimos con los del oeste— sin la más mínima violencia. Es sencillísimo. Llegamos al campo de batalla con nuestra sonrisa como única munición, ellos se relajan, nos devuelven la sonrisa, todos sonreímos y para cuando se quieren dar cuenta ya nos hemos quedado con sus tierras, conquistado a sus mujeres, ocupado sus casas y arrasado todas sus cosechas. Y sin perder las buenas maneras, que quede claro. Ahora, este país se nos ha quedado pequeño y nos dirigimos rumbo a las montañas dispuestos a invadir a nuestros vecinos del norte. Eso sí: siempre amablemente, con discreción y la mejor de nuestras sonrisas. Y sin disparar una sola bala, que conste.

83. CUESTIÓN DE CONCEPTO

Toda una vida cuesta arriba intentando alcanzar el cielo. Cuando ya lo tiene al alcance de la mano y puede verlo de cerca, le da un ataque de risa, pierde el equilibrio y cae rodando a gran velocidad. Nunca antes se había divertido tanto. Si consigue llegar entero abajo, subirá de nuevo, pero con más brío. Acaba de descubrir que su felicidad no está en la gloria prometida, sino en la caída libre.

82. Dioses y mamíferos

Jonás me contó lo del concierto de los Rolling. Yo, para no ser menos, le dije que había estado en el vientre de una ballena. Que a mitad del concierto se le cayeron las gafas y un colega, que andaba saltando y bailando el Satisfaction a su lado, se las pisó sin querer. Estuve tres días encerrado entre los límites viscosos de su estómago. Después llegó el diluvio, pero Mick Jagger corría por el escenario sin desentonar si quiera. No era tan grande como pudiera parecer, pero resultaba incómodo recibir las oleadas de agua que llenaban sus paredes. Habían colado dos botellas de Cutty Sark y entre el whisky, la miopía y la tormenta, se perdió cuando fue al baño. El kril que filtraba el cetáceo me servía de sustento. No sabía cómo, pero burló la vigilancia de Los Ángeles del infierno y llegó al escenario. Supliqué perdón a Dios, por no haber ido a predicar a Nínive, y el bicho me escupió a una playa solitaria. Charlie Watts le recibió con un solo, Keith Richards le disparó tres riff con su Fender Telecaster y Mick le besó los morros con fruición. Un gato persa limpió de arena mis mejillas.

81. “Flashback”

El álbum de fotos se resbala de las manos titilantes del solitario anciano, formando una tienda de campaña en el suelo. Y, como su artrosis le impide recogerlo con rapidez, un indio diminuto tiene tiempo para salir de su interior, dispararle y meterse de nuevo en la tienda. Tras la sorpresa inicial que lo deja congelado en el sitio, el hombre se agacha con soltura para mirar dentro, con la flecha pegada aún en su frente. De pronto, lo ve todo con la nitidez de su juventud y se pone a cubierto, agazapado tras el butacón. Recuerda que, en algún momento, el indio saldrá de su escondrijo otra vez. Por eso, espera. Espera. Espera, con su corazón de niño agitado y su mano por pistola lista para disparar.

 

80. Regocijos (Salvador Esteve)

Millones de años de evolución dan la potestad al niño para intentar dejar de gatear y erguirse. A punto está de desnudar la mesa cuando con sus diminutas manos se agarra al mantel, pero este aguanta su liviano y desnutrido cuerpo. El esfuerzo es titánico, pero logra enderezarse. Tras un momento de duda mueve el pie derecho, el izquierdo le sigue a trompicones. Logra dar dos pasos y, exhausto, se deja caer. Su rostro orgulloso y alegre busca un gesto de aprobación, una mirada cómplice, un aplauso, pero está solo.

El padre, enclaustado en el sofá, eructa la cerveza mientras llora de alegría, su equipo está ganando la Champions League. Sin duda, es el día más feliz de su vida .

La madre, encerrada en su habitación, se prepara la dosis para inyectarse  felicidad  y volar sin la pesada carga de la vida. Su mente la transporta a su niñez y se pregunta dónde se fueron sus sueños.

 

El pequeño ha recuperado las fuerzas, tiene hambre, pero esto no es ahora su prioridad, sino intentar un nuevo record: dar tres pasos.

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