Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

21. Sin salida (María José Escudero)

Cerró la puerta con suavidad. Desesperado, juró que jamás volvería a pisar aquel lugar. Lo juró por Dios y por sus hijos. En otro tiempo también lo habría jurado por su mujer, pero ella hacía mucho que ya no le daba crédito.

Desde el mostrador de recepción y con gesto escéptico, le dijeron adiós. No vio la burla, sus ojos querían mirar hacia adelante. En la calle se sintió perdido y llamó para implorar ayuda. Ensimismado, oyó sin escuchar los consejos y se comprometió a no mentir más. Intentaría abandonarse en manos del sosiego, iniciar un tiempo de paz. Pero llevaba años luchando contra aquel impulso irrefrenable y siempre había fracasado. Luego, caminó despacio, enredado en su realidad tortuosa, tratando de arreglar el desaliño. Y mientras soslayaba el desprecio en las miradas de la gente, se le revolvió el estómago. Había bebido.

En el bolsillo le abrasaban los restos de la indemnización por despido. Era un pertinaz escozor. Y renunciar a aquella gratificación irracional que le provocaba retar al azar, se le antojó imposible. Tenía un presentimiento; tenía la fórmula; él controlaba… Y, empujado por tan ofuscada pasión, dio marcha atrás y abrió la puerta del Casino con suavidad.

20. Fenómenos extraños

Mi hermano se presentó en casa. De repente. Mamá, como cada día, estaba entretenida en el salón hojeando los álbumes de recortes de prensa. Los últimos vestigios de su fama fugaz. Nadie había vuelto a entrevistarla desde la desaparición. Ni a ella ni a papá. Y el desinterés los envolvió en una niebla amarga.

Habían pasado quince años. Samuel tenía cinco cuando lo abdujeron. Yo nací un año después. Así que no lo conocía.  A Harry —nuestro viejo gato— no le hizo ilusión volver a verlo. Solo le bufó.

Mis padres recobraron la alegría en cuanto les reclamaron los medios. Ayer viajaron a la capital, de gira por las televisiones. Mi hermano no quiso acompañarlos. Se ha negado a hacer cualquier declaración. Antes de irse, llenaron el frigorífico de comida y nos dejaron solos. El gato, esquivo, también prefirió esconderse.

Anoche me despertó un maullido agudo e infernal. Después, el silencio. Oscuro y viscoso como mi miedo. Esta mañana, mientras desayunaba en la cocina, sentí el aliento de Samuel detrás de la nuca. Me giré y le vi convulsionar. Tenía nauseas. Vomitó una bola de pelo que cayó junto a mis pies. Era atigrada. Como la piel de Harry.

19. Tic, tac, tic, tac

Tienen que marcharse ya si no quieren pillar atasco. Yo soy la encargada de dar un último vistazo en las habitaciones, por si se han dejado algo.

—¡Ey, Nic!, se te olvidaban estos calcetines, y tú, Hugo, el cepillo de dientes… ¿Hugo?… ¿dónde estás?, ¿qué haces?

—Estoy aquí, haciendo la cama, mi madre me dijo que la hiciera.

Me echo a reír.

—¡Nooo, hombre, no…! No te dijo que la hicieras, sino que quitases las sábanas y las metieras en la lavadora.

—¿Por?…, no están sucias y volvemos en Navidades, ¿o no?

—Sí, claro que sí.

Lo observo mientras termina de hacer la cama; le cuesta, aún no domina la técnica.

—Sí, tal vez tienes razón, solo fueron cinco días, y no serán más de tres en Navidades; pero cuando os vais tengo que hacer cosas para distraerme. La casa se queda muy silenciosa, triste, diría yo. Así que lavo sábanas, plancho…

Ahora es él quien me observa, sorprendido y mohíno.

—Vaya…

Pero de repente se le ilumina la cara.

—¡Espera! Déjame tu móvil un segundo y te pongo algo que mola.

Y mientras regresan a sus vidas, yo me tumbo en la cama mal hecha y abro TikTok.

18. Últimas reflexiones la víspera del viaje

Lo comprendo todo. Que pienses que este no es un buen momento. Que consideres que ya ha pasado demasiado tiempo, que no somos los mismos, que cada uno tiene su propia vida, que segundas partes nunca fueron buenas o que creas que corremos el riesgo de desbancar un mito, borrando de un plumazo ese halo de fascinación que envuelve nuestra existencia. Lo entiendo. Perfectamente.
Pero ten en cuenta, amor mío, que el destino, como todo lo humano y lo divino, no es casual y se materializa inevitable en los hechos que nos están misteriosamente reservados. Después de todos estos años y de tanta guerra inútil, no tengo dudas de que el mío, me conduce directamente a ti.
Es hora de darle un vuelco a nuestra historia. No puedo continuar aquí, como un desterrado. No.
Vivir juntos, claro que es posible. Y si, como dices, los tiempos han cambiado y ya no sueles sentarte frente al mar, entonces que sea en la estación. Me verás llegar. Me acercaré a ti y en ese instante sabrás que soy yo ese a quien esperas.
Y es que la decisión ya está tomada mi amantísima Penélope. Regreso.

17. FUMAR MATA (La Marca Amarilla)

Volvió, y comprobó que la puerta era la misma pero no la cerradura. “Joder ¿Qué ha hecho mi Fernanda?” pensó extrañado. Picó con insistencia al timbre y tardó en abrir un instante que le pareció media vida. Aparecieron, por delante de su mujer y un señor entrado en años, dos jóvenes fuertotes que le resultaron familiares y que nada más verle cerraron de un portazo. Raudo, fue a la comisaría a denunciar la ocupación de su casa “¡Con la Fernanda dentro!” se repetía una y otra vez angustiado.

Cuando la policía se acercó a comprobar el asunto, al portal salieron el ocupa de más edad junto a su mujer, y algo diría a los agentes al oído para que éstos se girasen con mirada incrédula. En ese momento, Fernanda le preguntó:

– ¿Y el tabaco, Manuel, lo compraste?

– Si, claro… – balbuceó el denunciante-. Pero ya he dejado de fumar.

16. Hábitat (Susana Revuelta)

Lo de la ballena mirándole con curiosidad no se lo contaría al conserje de su empresa cuando al regresar le preguntase, como de pasada y sin interés, mientras estudiaba en un catálogo las ofertas del supermercado de la esquina, que qué tal las vacaciones. Cortaría el relato del avistamiento de cetáceos un poco antes, en lo del salto que dio en el aire y el coletazo que pegó, calando enteros a todos los de la embarcación. No, quizá eso era enrollarse demasiado; mejor le diría que apenas vio el lomo de unos calderones, y de lejos, que lo mismo podrían haber sido bolsas de plástico flotando en el océano.

Para antes de enredarse en detalles y caer en alguna contradicción, ya se habría abierto la puerta del ascensor y él, resoplando y aflojándose la corbata, se apresuraría a atrincherarse en su tugurio de seis metros cuadrados con ventanuco a un patio interior, encendería el ordenador y se pondría, con regocijo, a abrir y contestar correos, devolver llamadas perdidas, rellenar pólizas, esa rutina tan relajante, dejando atrás treinta y un días metido en su apartamento, sobreviviendo gracias al aire acondicionado y los folletos de excursiones en las Islas Canarias.

15. YO NO SOY CLASISTA PERO…..

Allí estaba ella, plantada en medio de la calle y llamándome a voz en grito :

-«¡ Niña!»

Yo iba en el coche, de vuelta de vacaciones y ese modo arrabalero…, yo no soy clasista pero…estábamos a distinto nivel al menos intelectual o eso creía ….

Días antes nos habíamos cruzado en la playa y aunque sólo nos conocíamos de vista, parece que a todos nos alegra ver una cara conocida cuando estamos fuera de nuestro entorno habitual y entablamos una pequeña conversación…siempre con distancia, porque yo no soy clasista pero….

Me paré y bajé la ventanilla al tiempo que tomaba conciencia del calor que emanaba del asfalto.

-¿Ahora llegas? Yo llegué ayer, ¡qué noche!, vengo del  médico.

-¿Y eso?

-Le he dicho a la doctora que me recete otros quince días en la playa.

No podía parar de reírme. Cincuenta grados, noches tropicales y buen humor para sobrellevar esa situación. La vida acababa de darme otra lección, intelectualmente me había superado de largo, no se me habría ocurrido semejante salida, pero es que humanamente  también  me puso el listón alto y sobre todo, me río mucho con sus comentarios, plantadas ambas en cualquier esquina.

14. High School times/La última oportunidad

La carta con membrete oficial de su antiguo instituto le subió los colores y los calores, como cuando era una quinceañera vergonzosa y llevaba un incómodo corrector dental.

Una invitación formal a la reunión de su curso tras treinta y muchos años sin saber de nadie.

Al regreso del viaje de estudios se despidieron prometiendo amistad eterna, varios ‘te quieros’ volaron aquí y allá…  Aún recuerda cómo estuvo a punto de declararle su amor en la piscina del hotel durante aquel viaje. Se vistió como en La Chica de Rosa y ensayó frente al espejo en la habitación. Pero mil y un miedos adolescentes la detuvieron.

Y la vida los llevó por rincones extraños. La amistad y los ‘te quieros’ desaparecieron como el humo de los cigarrillos fumados en los recreos.

Hoy no se ha vestido como en una peli de los 80, su instituto le parece un edificio gris, que contrasta con las guirnaldas de colorines y luminosos carteles de ‘¡¡BIENVENIDOS!!’.  Y Él…

Él está igual o más guapo que entonces. Pero tampoco podrá decirle ‘Te quiero’.  El hombre que coge su mano con gesto cariñoso se le adelantó.

Los calores le vuelven a subir. Será la menopausia.

13.- El equipaje.

Papá desapareció nada más cruzar la frontera, llevándose la maleta repleta de billetes. Entonces comprendimos que, cuando hablaba de una nueva vida, pensaba en singular.

Dos niños, una madre asustada, sin dinero y con pasaportes falsos no era un buen comienzo. Al menos, el capullo de nuestro padre nos dejó la autocaravana con la que habíamos llegado a México. Mamá se desvivió para sacarnos adelante cocinando para los turistas. A veces nos despachaba y dejaba que algún gringo entrara en la caravana. En estos siete años hemos visto desfallecer a mamá demasiadas veces.

Cuando creímos que ya tocaba dejar de ser fugitivos decidimos regresar. Una vez más, mamá hizo su magia y consiguió embarcarnos en un carguero. Cruzamos el Atlántico. Aunque caducados, conservábamos nuestros documentos de identidad auténticos y logramos llegar a casa. Al principio nadie parecía reconocernos, pero pronto fuimos la comidilla de todos. Nos señalaban y dejaron de hablarnos. Salíamos a la calle solo de noche.

Aún permanecía en la plaza aquella sucursal. Hace dos días, mamá agarró una maleta y desenterró la pistola simulada que papá utilizó siete años atrás.

Hoy, surcamos otra vez el Atlántico en un carguero de dudosa procedencia. Y de incierto destino.

 

 

1ª parte:  https://estanochetecuento.com/viaje-en-familia/

12. Sin anestesia

El médico no lleva mascarilla. Ayer volvió Aroa. Tengo agujetas en las abdominales.

Me desmayo de nuevo; sueño con música, niños, una artesa. Recuerdo la tarde, el pelo mojado. Ella me habló de la universidad.

Maldito gym… ¡ay!, mejor no me muevo, o… ¿acaso bebimos mucho? No, no bebimos.

Intento hablar. Huelo el perfume de Aroa. Regreso al sueño: mi abuela preparando el barreño, los tíos llegando con el cerdo. Nosotros nos escondimos… ¡Sí, ahí, nos besamos! Sonrío, pero su roce me despierta. Está tumbada aquí, a mi lado. ¡Dios santo, Aroa! Vuelvo a desmayarme. La verbena. El paseo sin luna. El carreteril…

¿Por qué el médico no lleva mascarilla? Despierta, Pablo, creo entender. Lo intento, pero… no sé si quiero; prefiero regresar al pantano. O al paseo. Ella me susurró que me echaba de menos. Punzada profunda, necesito chillar. El metal del doctor garabatea mi brazo, mi pecho. No puedo más, abro los ojos: es él, ayer nos cruzamos, de madrugada. Él… paró, y nos dijo algo.

Me giro, la miro. Ya no respira. Aroa, mi amor, no debiste regresar. Me duermo.

Los niños jugaban, los mayores de allá para acá. El cerdo chillando.

11. Concurso-oposición

 

Levanto la vista de los papeles y froto mi cuello cansado. Esta vez no-me digo-, pero a la próxima… Y es que hay cosas contra las que no puedes competir. La jodida antigüedad. ¿Y qué culpa tengo yo? He tirado todos los elementos de la mesa sin apenas darme cuenta. Mi madre solía decir meneando la cabeza: ese carácter…  A todo esto, aún no la he visto. ¿Dónde se habrá metido? Es mejor así. Me distraería de los estudios y aún me queda un montón. Las prácticas me están yendo bastante bien. Mis tutores están encantados. Creo que tiene algo que ver con ese carácter explosivo del que habla mi madre. Igualito que tu padre-decía, la pobre… Lo que me ha traído hasta aquí, para qué engañarnos. Pero, aunque aún no me dejan ejercer, salvo pequeñas interinidades, estoy seguro de que en la siguiente convocatoria voy a arrasar. Hoy, sin ir más lejos, sustituyo a uno que está de asuntos propios. Mira el terror en los rostros de esa familia cuando he tirado la mesa. Prepárate, papá. Regreso a por ti.

10. VERGÜENZA

Enseñan a los niños a dar gracias a Dios por haber nacido allí, donde no falta el agua. Fuera de sus latitudes, las ciudades y los pueblos abandonados agonizan al sol. La arena y el polvo cubren lo que antes era vegetación extinguiendo cualquier hálito de vida. El sur se ha convertido en un inmenso desierto. También les cuentan historias sobre gigantes semi humanos que quedaron al descubierto tras derretirse los glaciares y ahora, al despertar de su hibernación, deambulan en busca de alimento. Leyendas que los pequeños escuchan con los ojos abiertos y el corazón encogido.

Han comenzado a faltar animales en algunas granjas, por eso, forman cuadrillas armadas que recorren el bosque en las noches claras. Desde las casas se escuchan disparos lejanos hasta el amanecer, cuando los cazadores regresan con los rostros sombríos, los ojos huidizos y la determinación de construir un muro para que nadie pueda entrar en la comarca. Saben que una vez que han comenzado, “ellos” no dejarán de llegar obligados por el hambre y la desesperación. Pero tampoco salir; quieren ocultar a sus hijos que los cuerpos abatidos no pertenecen a monstruos quiméricos, sino a hombres, mujeres y niños como ellos.

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