Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

78. Asignatura pendiente

Nunca he llevado bien lo de perder, desde niño cuando me comían una ficha jugando al parchís me levantaba de la mesa y les dejaba plantados al resto de jugadores. En la adolescencia no soportaba que me robaran a la chica que me gustaba en la pista de baile. Esta mañana cuando he llegado al trabajo, donde he dado los mejores años de mi vida, me dicen que van a apostar por dar una oportunidad a los jóvenes. Y quién me la va a dar a mí con más de cincuenta a mis espaldas. Así que loco de ira he arremetido contra los cristales de la empresa hasta que no ha quedado ni uno entero. Aquí estoy sentado en la puerta de casa esperando que llegue la policía por los desperfectos causados, aunque quizás hayan hecho la vista gorda. Después de todo, les sale más barato el cambio de ventanas que mi despido.

77 Aquellos maravillosos años

Sonreías ladeando la cabeza con un cigarrillo mediado en los labios, entornando los ojos como James Dean. ¡Cuántas veces habrás ensayado ese gesto…! Aunque, funcionar, te funcionaba, ¿eh? Todos querían ir de farra contigo, llevarte a la cama. Y tú pagabas rondas y rondas por no llegar solo al final de la noche. O de los días. Mira que no ver que te abandonarían cuando estuvieras sin blanca… ¡¿Qué?! ¿Ya no eres capaz de devolverme esa pose en el espejo? ¡Sonríe ahora, cabrón!

76. Reflexión

Adoquín en mano arrancado  del pavimento apuntando a los antidisturbios, pañuelo a modo de bandolero para protegerse de los gases lacrimógenos.

El volcán de sus labios emanaban abruptos de enfado e ira.

— ¡Fascistas, cabrones..!

El enfrentamiento cuerpo a cuerpo fue inevitable y el ladrillo de su mano impactó sobre un policía nacional. Llegó a ver como el brote de sangre que emanaba de la frente del policía cruzaba la insignia del uniforme.

Las olas irreverentes chocaban sobre su rostro, sentía el frescor del mar y el calor del sol veraniego. Ya no recordaba el frío del invierno pasado ni la humedad de la llovizna en aquella manifestación del pasado invierno.

La imprudencia de la juventud le animó a nadar mar adentro, la corriente hizo el resto. Sin fuerzas, una ola lo engulló, fue lo único que recordó.

Cuando despertó se vio en la arena de la playa rodeado de gente con cara circunspecta y a ese hombre que acababa de arriesgar su vida para salvarlo.

— Tranquilo, ya estás a salvo. —

Con el pánico en sus ojos de haber visto la muerte tan de cerca, miró al hombre que le había salvado la vida, con el uniforme de policía empapado y una reciente y larga cicatriz en su frente.

 

75. Guiños, mentiras y mensajes de WhatsApp (Salvador Esteve)

Reconforta ver que en tu sepelio el luto impregna tejidos y sentimientos, las lágrimas de dolor son un bálsamo para tu ego. Siempre he sido un bonachón, esposo y padre entregado.

Con más atención observo a mi hermano sumergirse en el escote de mi mujer, que le devuelve una prometedora sonrisa. Mis amigos, cabizbajos, parece que rumian su dolor, pero en realidad están ocupados mandándose mensajes por WhatsApp.

               Pablo

               ¿Quedamos mañana para jugar al póker? ♠♣♥♦

                Antonio

               Perfecto 👏

               Quique

               Ok, pero ahora que ha palmado el pardillo, ¿a quién vamos a desplumar? 😂

 

¡¡Cabrones!!

Observo a mi hijo, siempre le ha costado exteriorizar sus sentimientos. También él teclea el maldito móvil.

               Cariño, por fin podré salir del armario sin temor al facha homófobo de mi padre. Te echo de menos.

 

He pasado por sus vidas y no me han visto, ahora sí soy consciente de mi muerte. En un rincón acaricio a mi perro, que me mira fijamente y lanza una dentellada al aire.

Desolado me adentro hacia la luz que insistentemente me llama. Pero freno mi avance, una espesa niebla de venganza nubla mi rumbo, la ira ennegrece mi espíritu, aún tengo asuntos que ajustar en este infame mundo.

 

74. Por las bravas (Pablo Cavero)

Aquí se instalaron de repente. Fue un despertar y seguir inmerso en la pesadilla real. Humos a todas horas. Ruidos de descargas de mercancías, camiones, furgonetas y motos de repartidores. Con las ventanas abiertas era imposible descansar, adiós a las siestas. Llegaron los nervios desquiciados y los atracones de ansiolíticos.

Nos reunimos con el concejal, tachado de corrupto, que aseguró que cumplían la legislación. Nos manifestamos. Yo siempre he sido de luchar por los cauces legales. Todas las movilizaciones en balde, estábamos desesperados. Pensé en vender mi casa, pero en esas semanas había perdido la mitad de su valor.

Entonces mi vecino, que era segurata, harto de la angustia interminable decidió actuar a su manera. Tenía muchos contactos. Movió sus hilos. En los medios primero las ratas y poco después las cucarachas campando entre la comida, dejaron su imagen por los suelos. Sumado a la grabación del concejal aceptando soborno dieron la puntilla a las cocinas fantasmas.

Por fin, él vuelve a dormir tras sus guardias de noche y yo vuelvo a babear en mis siestas. La tranquilidad habitual del barrio ha regresado por las bravas.

73. Despedida (Miguel Á. Moreno)

Mientras tú duermes no muy lejos, después de una jornada exigente, yo aún no he conseguido desprenderme de los olores de la ciudad. Cada vez son más persistentes, como si penetraran por todos partes con la intención de quedarse. Llevo ya un buen rato parado, a oscuras, y sin embargo noto un zumbido que no presagia nada bueno.

Mientras desaparece, me conforto como cada noche pensando en nuestra relación. Haberme hecho tu compañero de viaje dio sentido a mi existencia. Contigo he disfrutado desde el principio, me arrancaste la mejor versión. Tú más que nadie. Hemos consumido cientos de kilómetros, compartiendo situaciones únicas. Y te agradezco, aunque a veces no me expresara bien, la comprensión. Siempre he admirado de ti la cautela y el aplomo con que afrontas los reveses. Me quedo con todo ese rodaje.

El otro día te oí hablar del otro. Palabras elogiosas que anunciaban un idilio. Ahora sé que se acerca la separación, el adiós, e intento prepararme para afrontar la despedida. Dijiste que es lo mejor para ambos, que mi tiempo ya pasó. ¿Ya pasó? Intuyo que llevas razón, lo que no impide que grite que hoy te odio más que ayer.

72. IMPULSO

Aunque el detective le había advertido antes de mostrarle la confirmación de sus sospechas, percibió rotundamente que una llamada interior ascendía desde sus vísceras hasta el rostro, que enrojeció según apretaba cada vez mas sus mandibulas y sus manos, aferradas a las fotografías, crispadas hasta doblar el grueso papel satinado. Pudo escuchar su propia voz, lejana y enronquecida hasta resultar irreconocible. Si estuviera aquí…¡La mataría!

Entonces será mejor que no le diga que pase, comentó el investigador con tono profesional. Levantó la mirada hacia el ventanal y una lágrima sofocó el incendio.

«No…Si, que entre y acabemos».

71. Ritual

Jamás he sentido la vida más serena que embarcado en una canoa. Mi familia vivió aquí desde siempre; la Ciénaga era nuestro corazón y los peces la sangre que nos daba la vida. Cuando vinieron los forasteros, fue como si dejara de latir. Plantaron su jungla de hormigón y cemento, levantaron un dique y nos quedamos sin peces. «Si muere la Ciénaga, morimos todos», repetía mi padre. Por eso, una noche de luna llena, hartos de aguantar el hambre, afilamos los cuchillos en la piedra y salimos a buscarlos, aun sabiendo que ellos nos esperaban con escopetas. Sonaron balas, hundimos las hojas en sus carnes y el agua quedó cubierta de difuntos. No me arrepiento, no éramos mala gente.
Eso ocurrió hace unos veinte años. Desde entonces, cada luna llena vengo aquí, donde yo sé que están, aunque nadie los pueda ver. Miro sus restos podridos, como los peces que mataron. Les escupo y les maldigo. Me acuerdo de la bala que se incrustó en mi pecho. Luego vuelvo a la penumbra que inunda los manglares, entre los fantasmas de los que fuimos y dejamos de ser cuando la Ciénaga murió.

70. Cambio

La mujer tomó el mando y marcó el 202 en el teletexto. No pudo evitar una mueca de abatimiento al descubrir que el equipo de su marido había vuelto a perder. Una vez más, éste subiría del bar mascullando su ira, le obsequiaría con algún improperio con aroma a cerveza y se marcharía a la cama sin probar la cena. Contempló por un instante al niño. Cada día se parecía más a su padre. Enfundando en el chándal de fútbol y absorto en la pantalla del móvil, éste descargaba su frustración por la derrota tecleando frenético en el twitter. Posó la mano en su abultado vientre y se juró que las cosas iban a cambiar. Luego tecleó el 203 y decidió que la próxima camiseta sería la del conjunto que encabezaba la clasificación.

69. Paradojas, oficios y un par de cuernos mal llevados

De repente esta noche ha cambiado por completo la armonía.

El clong melódico del chuzo contra las aceras pautado cada diez segundos, cada cuatro pasos, para conducir a buen puerto el sueño fugaz de los vecinos, para tranquilizar los escarceos de los amantes, para azuzar la sombra sigilosa de los gatos.

El tintineo acompasado de las llaves como esquilas que llaman al rebaño y enumeran cada oveja hasta llevar a los insomnes a orillas del letargo; como el salmo de los monjes que reclaman el silencio monacal después de las completas; como el aliento sincopado del orgasmo, que se queda enredado en el tul de las cortinas.

De repente la balada que dibuja en el cielo las estrellas se transforma en el Rock you like a hurricane de los Scorpions, el llavero en campanas que tocan a rebato, la madera que acaricia el pavimento en un arma sublevada contra un cuerpo: un quebrar de carnes, un crujir de huesos, un lamento que penetra en los oídos dormidos de las casas, que despierta a la ciudad.

Cien pares de ojos preguntándose desde sus ventanas por qué ha llegado a golpear así a un hombre, otro al que siempre conocieron por sereno.

68. Segundas partes

Habíamos quedado en el mismo café de Comillas donde nos conocimos. Raquel fue mi primera novia, llevábamos veinte años sin vernos. El dueño nos regaló una canción de Aute que nos trasladó a los noventa como un condensador de fluzo. Salvo nuestras tallas, nada había cambiado. Bajo la severa mirada del Ángel Caído, nos besamos y acabamos en su casa. Puso un disco de música tibetana y empezó a acariciarme el pecho, mientras me daba besos ligeros como copos de nieve que se deshacian al tocar la piel. A los quince minutos empecé a pensar que me venía el seguro del coche, y que para comer iba a preparar calabacín rebozado. Aquello era la madre de todos los preliminares. Debió notar mi impaciencia y me reprochó mi falocentrismo. Las fuerzas me abandonaron y nos vestimos rumiando antiguos rencores . En la puerta me dijo, visiblemente irritada, que de un tío tan leído como yo esperaba una sexualidad más sofisticada, y que el sexo conmigo era como montar un mueble de Ikea.
– Siempre nos quedará Comillas – balbuceé encajando el golpe.
Aquel episodio marcó el final mi juventud, pero las desventuras de un hombre maduro dan para otro relato.

67. Imposición de manos (Jesús Garabato)

Bajo la mortecina luz de la enfermería del asilo, el masajista no dudó al reconocer aquel lunar sobre la nuca del anciano. Fueron demasiados años evocando, en medio de sus noches insomnes, esa calva desdibujada en el sucio espejo de la sacristía postrada ante él. Crispando sus manos,  cierra los ojos.

Nuestras publicaciones