Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

54. Estás jodido

Se acabó ser el monigote de barro con que los jueces juegan a ser Dios.

Inanes seres, insignificantes en casi todas las facetas de la vida, excepto, indignidad, cobardía y complejo de inferioridad más que justificado que los aboca a esa exacerbada sociopatía narcisista. Un solo logro en su vida; dedicarse en cuerpo y sin alma a conseguir un único objetivo, tragando para ello, sin escrúpulos, lo que fuera menester con tal de conseguir el poder, guiados únicamente por el ansia de poder, mucho poder, todo el poder.

Dictar el bien y mal. Aunque, visto así, diríase que cualquiera podría dirimir controversias cotidianas y otras mucho más complejas dadas a diario en la vida. Pero no, se trata de retorcer condiciones y requisitos que deben cumplir las apariencias, argumentos, pruebas y hechos, y hacerlos depender de puntos de vista tan subjetivos e imaginativos que nadie, ni siendo juicioso y habilidoso, los haría encajar por las microscópicas rendijas que esa macabra trama exige.

Hacer pasar dinosaurios por ojos de aguja, hacer caminar personas por el filo de una hoja de afeitar, interpretando la vacilación como delito; así que si no eres capaz de mantener el equilibrio . . .  estás jodido.

52. Problemas de digestión

Todo empezó cuando se tragó las palabras que querían escaparse cuando aquella niña le llamó fea. Se quedaron ahí, dando vueltas en el estómago. Después siguió comiéndose las respuestas que no se atrevía a soltar a todos los que se reían de sus gafas. También los restos de los escupitajos que le caían en el pelo a la hora del patio, a veces con chicles con algo de sabor a fresa y pelo pegado. Se le atravesó especialmente la risa de la profesora cuando le pedía leer en voz alta y las erres se le atascaban en el aparato, y el eco replicado por todos los compañeros le abofeteó las mejillas hasta hacerlas arder. Tragó y tragó, hasta que un día, volando hacia el suelo en plena zancadilla a la salida del colegio, notó un extraño mareo y empezó a vomitar fragmentos de palabras hirientes con miles de aristas, que se expandieron por toda la calle, clavándose en todo el que andaba por allí cerca. Pronto, solo hubo gritos y confusión, mientras ella se sacudía la falda del uniforme y se iba caminando, ligera, preguntándose qué habría de comer.

51. LOS LÍMITES DE LA IRA (Rafa Olivares)

Esta vez la bronca ha sido monumental, más fuerte que cualquiera de las anteriores. Se ha marchado dándome la espalda y pegando una patada al loro, después de haberme llamado chismosa, comprometedora, promiscua y no sé cuántas cosas más. Lo último que le he escuchado ha sido «¡Y no quiero saber más de ti en toda mi puta vida!». Pero sé que no tardará en volver. Tiene un genio de mil demonios, sin embargo, también es analítico, reflexivo y nada rencoroso. Estar solos desde el naufragio en cuarenta metros cuadrados de isla también ayuda.

50. Agitar antes de usar

Primero introduce unos puntos suspensivos en el fondo de un recipiente, con medio litro de agua. Salpimienta y sumerge un gerundio. Espera 7 minutos. Ponlo a fuego medio, lo llevas a ebullición y vas añadiendo el resto de ingredientes, a saber: un participio, tres infinitivos, dos verbos transitivos y otros tantos reflexivos, cuatro guiones, de trece a quince adjetivos, siete pronombres, cinco adverbios y un par de signos de interrogación. Después, mételo en el congelador durante 15 minutos. Sácalo, agita con fuerza, vierte el contenido en un vaso de cóctel y ofréceselo a ella, sí, a ella, mientras le dices cuanto la amas. ¿Que te rechaza? Pues nada: le sueltas una frase del tipo “¡Mi venganza será atroz!” o “¡La ira de Issis caerá sobre ti! (que sepas o no quien es Issis, es indiferente). Pero sobre todo, para vengarte de la ingrata que acaba de rechazarte, incrústala un pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo entre la segunda y tercera costilla de su costado izquierdo: aproximada y preferiblemente, a la altura del corazón. Es rarísimo que falle.

 

49. El Accidente (Montesinadas)

En ese momento sólo piensas que eres una vieja torpe, cabezona y soberbia. Te enfadas contigo misma. La ira hace que tu corazón bombee con más fuerza y la sangre mane a borbotones. Por un momento, dejas de castigarte y piensas que necesitas que alguien te salve, pero no puedes gritar. Hace tiempo que tu vida discurre en voz baja y que tus ojos son leves, que sólo el tacto te ha salvado en más de una ocasión. También sabes que no puedes meterte sola en el baño. Pasan los minutos, quizás media hora, quizás media vida y desechas toda posibilidad de salvarte. Tendida sobre el suelo frío y mojado oyes el agua que rebosa y cae en cascada por la bañera para acabar mezclándose con el hilo de sangre que fluye sin freno de la brecha de tu cabeza. Un hilo que tira de tu vida como una cuerda invisible. Has dejado de pedir ayuda con tu voz débil, amordazada por la toalla enrojecida. Has dejado de luchar, sientes cómo una ráfaga de viento ha entrado por la ventana llevándose todos los recuerdos y empieza a gustarte el eco del baño y ese vapor cálido que inunda la escena.

48. El gordo de la lotería

Hay que ser majadero. Quién mejor que ella para aguantar mis complejos y este humor mío que sube y baja más que la bolsa; los sermones de mi padre; las brasas de mi madre; las navidades entre cuñaos… ¿Y cómo se lo pago?

¡Y tratar así a mi vecino!, ¿acaso tiene la culpa de tener esa cara de baboso? Con la de veces que me arregló la cisterna, los atascos en el fregadero ¡y siempre sin cobrarme un duro! ¿Se puede ser más egoísta?

Y llamar a mi jefe metiéndole por el culo el empleo que me ofreció cuando nadie confiaba en mí y nadie me daba trabajo… ¡Mentecato no, lo siguiente! 

¿Y regalarle mi Vespa al kioskero solo por reservarme cada miércoles la porno! ¿Seré gilipollas?

Y mi Panda al Juanma, ¡precisamente a ese meapilas!

¡Mecagüentoloquesemenea! ¡Hossstiaputa!, ¡cómo se puede estar tan cegato y confundir un siete con un uno!

47. MIRANDO AL MAR (IsidrøMorenø)

Una decena de postes están clavados en la arena de la playa. El nutrido grupo de amazonas de feroces y firmes rasgos se afanan en amarrar a diez hombres. Cuerpos desnudos. Manos y pies atados a los postes. Siempre ojos vendados y cara al mar.

Los varones presentan sus penes decaídos; seguro que también sus ánimos y esperanzas.

Solo se oye el romper de las olas. Ella, a quien llaman «la Guerrera», desciende de su caballo para iniciar el ritual. Enarbolando un machete se dispone a cercenar las pollas de esos elegidos. El resto de la comitiva femenina se ocupará de hacerle comer, uno a uno, su propia piltrafa sanguinolenta.

Mientras escucha los gritos desgarradores de aquellos desgraciados, Guerrera recuerda sus propios gritos y los de su familia cuando, aún niña, intentaba zafarse a golpes de esos “seres queridos” que pretendían mutilarla. Consiguió huir sin ablación, pero con firme juramento de venganza.

46. UNA PALABRA (Belén Sáenz)

Quise aplacar tu enfado dedicándote los más bellos Nocturnos de Chopin y columpiarte despacio en un jardín pintado por Fragonard, pero te obstinabas en seguir encerrada en el baño. Si preguntaba por qué la comida que me preparabas tenía últimamente un sabor acre, te salían sapos y culebras de la boca. Sentía tus arañazos de gata cruel en el alma. Ningún médico encontraba remedio para la arritmia de tu corazón y, mientras, el latido se perdía en el horizonte. Los únicos que mostraron interés fueron los de la Agencia Estatal de Meteorología. Vinieron a estudiar el frío seco que se había instalado en nuestro dormitorio y una nube negra que planeaba a todas horas sobre mi cabeza. El señor párroco, que te había bautizado, no quiso oír hablar de endemoniados y exorcismos. Y tú cada vez más congestionada, con ojos de acero y piel eléctrica. Por miedo a perderte —qué ridiculez—, fui a visitar a una pitonisa. Sin bolas de cristal ni abracadabras me guio hacia la solución. Solo tenía que fijarme bien. Si tenías los dedos cruzados y la barbilla temblorosa, había esperanza, y lo único que tenía que hacer era pedirte perdón.

45. VALIENTE

Tiene la costumbre de tirarse a la piscina, incluso sin saber si hay agua para flotar. Se pasa la vida nadando, es lo único que la puede salvar. Una vez más se ha pegado la hostia, y duele, pero por nada del mundo quería quedarse con la incertidumbre. Ahora está en pleno duelo, es pronto, aún necesita más días para recuperarse de una situación que ella sola ha creado. Sabe que pasará, que volverá a resurgir de las cenizas que queden después de ese fuego interno que la consume. Utilizará las armas reglamentarias. Llevar una fachada resplandeciente aunque por dentro esté apagada y oscura, pisar fuerte cuando camina aunque quisiera tirarse al suelo y echar a llorar, reírse con más ganas que nunca aún de las cosas más insignificantes. Cuando él aparece, un segundo corazón le late en el estómago que le hace sentirse débil y expuesta, pero sobre todo siente rabia, por no poder controlar la inundación que viene tras la tensión soportada, por la congoja que se le quedó en la garganta cuando ella vio esa expresión de tristeza en sus ojos, y esa frase que no pronunció : “ya lo siento chica, pero no va a poder ser”.

44. REACCIÓN

Ver caer a una mujer desde un quinto piso es una tragedia. No hay otra acepción, para los testigos del suceso. Probablemente nunca sabrán que esa mujer, hace poco, le reclamaba al marido que fuera más ordenado, que no dejara sus cosas tiradas por toda la casa. ¿Qué podrían pensar de ellos los demás? A él los demás lo tiene sin cuidado, en su casa hace lo que le da la gana. Esa actitud la molesta y lo que empezó con una discusión banal escala a arrepentimiento de haberse casado, a juventud desperdiciada; a sueños truncos. Se mezclan enojos y resentimientos. Ahora él es un don nadie, un vago y ella alguien sin clase, una cualquiera. Cuando creen que se han desahogado, que han salido a la superficie todas sus frustraciones, se inmiscuye el nombre de la madre, a quien ella culpa por haber parido a un hombre de esa calaña. Eso no lo podía permitir, su madre era sagrada.
Los que ven el cuerpo yacer en la acera, en su desconocimiento, solo atinan a usar un eufemismo para describir lo acontecido: “un accidente”.

43. Con sangre entra

Despacio y buena letra, les dice el maestro a comienzo de curso cuando ve que no entienden ni jota. Conforme avanzan las clases, los alumnos, por hache o por be, aún no son capaces de hacer la o con un canuto. Erre que erre sigue en su empeño, hasta que, desesperado, antes de la última evaluación, decide poner los puntos sobre las íes.

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