Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
9
horas
0
3
minutos
1
1
Segundos
2
9
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

27. JUNTOS LO CONSEGUIREMOS

Aquella tarde de verano se mostraba dispuesta a aceptar todas las correrías de los chiquillos del barrio.
Con José Manuel, como líder nato, y sus amigos Manolín, Luís y Nacho compartíamos juegos las cuatro hermanas del capitán: Carmen, Montse, Pilar y María, acompañadas de nuestras amigas Chus, Chichi y Luisa.
Hoy, tocaba hacer una cabaña donde jugar y guarecernos de la lluvia en el próximo otoño.
Tomó las riendas el capitán, que empezó a repartir las tareas: «Chicos, vosotros que sois más fuertes id a por cajas a las tiendas, sobre todo si son de madera, y a por largueros de madera en las obras del barrio. Vosotras, chicas, recoger por estas huertas hierbas y paja para ponerle al techo».
Dicho y hecho, como lagartijas hacendosas y hormiguitas obreras buscamos afanosamente las materias primas para nuestra obra, mientras José Manuel sentaba las bases de la chabola improvisada.
La tarde se nos fue haciendo corta mientras observábamos con asombro como tomaba forma.
Cuando las madres empezaban a gritar nuestros nombres para que regresáramos a cenar, el refugio estaba en pie, anhelante de que lo habitáramos chiquillos alegres y felices, mientras nosotras abrazábamos a nuestro hermano, orgullosas.

26. El viaje a Australia (Gemma Llauradó)

María había visitado junto a unos nuevos amigos el museo de ciencias naturales. Le había impresionado. Tras la visita, decidieron ir a tomar algo. Hacía una buena tarde de abril. Corría una brisa agradable y el mar se mostraba apacible. Su tranquilidad contagiaba a un cielo adormecido y lánguido que no deseaba despertar.

Durante una hora el grupo caminó bordeando la playa, apenas ocupada. Conversaban sobre viajar juntos. María tuvo ganas de quitarse los zapatos para caminar descalza por la orilla, coqueteando con el vaivén del agua, pero siguió caminando. Soñando para sí misma, rellenando su parte de la conversación con un desmedido punto de vista. Estaba decidida a viajar a Australia con ellos. Apenas se conocían, pero no le parecía una opción descabellada. Se sentía ilusionada.

Una hora más tarde estaban sentados en una terraza, dónde un animado coloquio sobre el viaje era el protagonista. De repente, Carlos habló. Era la voz de la cordura entre tanta locura sobrevenida por viajar juntos. Sus palabras y su inteligente reflexión, les hizo pensar. Se estaban precipitando. Todos necesitaban tiempo para conocerse aún mejor.

María miró el reloj y suspiró. En un segundo, el viaje a Australia se esfumaba.

Dedicado a C.M.V.

25. (In)servible

Se levanta a las siete cuando suena el despertador del vecino, una ventaja de tener las paredes de papel.

Mientras toma un café, fisga por la ventana como hace siempre, las siete y doce pone en la cruz luminosa de la farmacia.

Después de arreglarse, enciende el móvil y enseguida aparece en la pantalla las siete y veinticinco.

Se monta en el coche, arranca y salta la radio, son las siete y media dice una voz grave.

Llega al aeropuerto y ficha en la torre de control, las ocho en punto, queda registrado.

A las doce, un chivato en la mesa de mandos le avisa del descanso, tiempo que aprovecha para fumar en la terraza.

Tengo que dejarlo, piensa al apagar el segundo cigarrillo, recuerda que se lo prometió a su padre la última vez que lo vio.

Suspira y se saca del bolsillo un viejo reloj con leontina, marca las doce y media, debe regresar al puesto de trabajo.

No vuelve a interesarse por la hora hasta treinta minutos pasada la medianoche. Entonces se fija en las manecillas paradas, luego se duerme pensando en otra promesa incumplida que también hizo a su padre, arreglar su viejo reloj de bolsillo.

24. Agua bendita (JAL)

Y como en la desgastada piedra de una fuente se formó un minúsculo charquito mientras veías aterrorizado desprenderse una más y retumbaba en tus oídos el infinito ¡Plak! ¡Plak! ¡Plak!… Un martillo pilón que primero erosionó la piel de tu frente y después la horadó, hasta hacer estallar los huesos del cráneo y dejar tus sesos al aire. Gritaste y lloraste como un recién nacido. Y yo también, al contemplar extasiada tus esfuerzos por sorber el líquido que se deslizaba por tus mejillas para saciar la sed; o el bisbiseo de tus labios cuando contabas uno a uno los cinco segundos transcurridos entre gota y gota, al compás del tic tac del reloj de pared, creyendo que cesaría ese infierno en vida. Pero la realidad se impuso una y otra vez y el transcurrir de las interminables horas siguió su parsimonioso curso, hasta que entregado sucumbiste al delirio y el diablo te llevó consigo, cinco días más tarde. No tantos como merecías, pero sí suficientes: Dos por cada una de las hijas que violaste y luego me arrebataste, más el que la providencia, siempre tan ecuánime y oportuna, tuvo a bien concederme.

23. ¡Crac! (Aurora Rapún Mombiela)

No levantó el pie hasta pasados unos minutos. Lo dejó allí posado, dejándose invadir por los recuerdos que acudían en escopetazo. Flashes de fotografías fijadas a fuerza de verlas en todas las reuniones. La del abuelo, regalando el reloj de la familia al padre. La del padre, entregándolo a la hermana mayor. La de la hermana, luciéndolo orgullosa en su muñeca adolescente. La del grupo, abrazándose ante la cámara. 

Todavía permitió a la rabia que la meciese unos segundos más, antes de desaparecer para siempre, dejando, tras de sí, detenido el tiempo.

22. LA HORA DE LOS DIOSES (Mercedes Marín del Valle)

Aunque un reloj es solo un objeto inanimado, en no pocas ocasiones puede adquirir tintes de racionalidad y convertirse en un dictador y un villano. Un reloj tiene una parte luminosa y una potente parte oscura, es un pequeño diablo independiente capaz de invadir un territorio destinado a la cordura y la templanza cuando consigue mimetizar su tic tac con el de nuestro corazón.

Ni Gerberto ni Giovani. Ni Harwoot ni Breguet, los relojes ya existían dentro de nosotros antes de ser inventados. Mucho antes de que pisáramos este planeta desgastado y quejumbroso,  ellos estaban presentes en cada uno de los seres vivos, habitantes de esta Tierra; en el vuelo de un ave y en el proceso de hibernación, en la explosión de color de una flor y en la seda de una araña, en la construcción de una madriguera y en cada impulso vital, porque todas nuestras acciones están sujetas al dictado de nuestros relojes internos, relojes que nos someten con un enigmático objetivo. Somos esclavos de nuestros ritmos, impuestos o elegidos, sin embargo, anhelamos creer que somos libres aún sabiendo que lo que más nos asusta es que sus manecillas se detengan para siempre.

21. Recuerdos de mi primer reloj (Rosy Val)

Con chaqueta y falda azul, calcetines blancos y zapatos marrones, caminaba por el aeropuerto custodiada como una presa. Cuando la azafata cogió mi mano las monjas se alejaron con sus tocas impávidas y serias. Durante el viaje obedecí las máximas que me habían aconsejado; vacié la comida de mi bandeja y al llegar a mi destino me senté quietecita a esperar. Mi reloj marcaba las once menos cinco. Al cuarto de hora asomaba mi impaciencia. 

—¡Se ha olvidado de mí!

La azafata, en un perfecto y académico español, intentó tranquilizarme. Mi reloj aguantaba impasible un nuevo acoso… 

—¡Las once y veinticinco! 

Me pregunté si un accidente de coche sería el culpable.  

—¡Las doce menos veinte! 

Mi desesperanza se disparaba.

—¡Menos cinco!

De repente le vi venir por aquel interminable pasillo y me lancé sollozante a sus brazos.                                                                                                                                                                                         

—¡Papá, pensé que no venías!                                                                                                                           

—Pero cariño, ¿por qué dices eso?                                                                        

—Llevo una hora esperándote. 

—¡Pero si habíamos quedado a las once!   

—Y son las doce. Le aclaré mientras le mostraba mi reloj.                                                   

—No, son las once. Me decía mientras enjugaba mis lágrimas y me enseñaba el suyo.

Entonces papá cayó en la cuenta de la diferencia horaria entre los dos países.

20 EL ESCONDITE INGLÉS

De un trote Rosalía se colocó a su lado. “La muerte ha venido a buscarte” le susurró al oído. Andrés sobresaltado la empujó, aunque el Pecas estaba a punto de girarse.

-Ni los pies… Andrés y Rosalía para atrás -ordenó señalándolos.

-Por tu culpa…

-Pero se ha equivocado -continuó ella.

Era extraña Rosalía. Aseguraba saber quién iba a morir, era un don -decía- heredado de su abuela. Andrés abandonó el juego en busca de su hermano, no lo veía desde que salieron al patio. Tras la clase de gimnasia habían intercambiado sus ropas y fue David quien contestó por él las preguntas sobre la fotosíntesis. A su gemelo le chiflaban las ciencias naturales, seguramente estaría buscando bichos.

El reloj marcaba el final del recreo y todos fueron acercándose hacia la puerta. Seguía sin haber rastro de David. De repente, tras quizás una presencia, algún aviso, la profesora corrió hacia el colegio. El desconcierto se adueñó de los alumnos que se preguntaban qué podía haber pasado. Una sombra como de pájaro sobrevoló sobre sus cabezas. Andrés sintió un roce y al girarse encontró los ojos de Rosalía al tiempo que unos dedos leves se posaban sobre su mano.

 

 

19 TIC TAC

TIC TAC TIC TAC
¿Ilusión?

TIC TAC TIC TAC
¿Quién dijo esa palabra?

TIC TAC TIC TAC
¿Fuerza?

TIC TAC TIC TAC
¿Eso existe?

TIC TAC TIC TAC
¿Paz?

TIC TAC TIC TAC
Imposible.

TIC TAC TIC TAC
¿Futuro?

TIC TAC TIC TAC
No existe para mí.

TIC TAC TIC TAC
No tengo nada.
Ahora no soy nada.
Ni nadie.
Es el fondo.
Sin salida.

TIC TAC TIC TAC
¿Qué dices reloj?

TIC TAC TIC TAC
¿Me quieres decir algo?

TIC TAC TIC TAC
No. No hay salida para mí.

TIC TAC TIC TAC
O…

TIC TAC TIC TAC
¿Dices que sí?

TIC TAC TIC TAC
¿Puede que sí?

TIC TAC TIC TAC
¿Es posible que pueda seguir adelante?

TIC TAC TIC TAC
¿Merece la pena que empiece a caminar?

TIC TAC TIC TAC
Gracias Reloj.
Te hago caso.
Sonrío.
Me levanto.

TIC TAC TIQUITIC TAC

18. Ingenuidad

Pedaleando camino del colegio no para de pensar en su madre. Desde la llegada de aquel hombre siempre está triste y no logra entender por qué. A él le regaló la bicicleta para no tener que ir andando a la escuela. A su padre un tractor para poder arar mejor el campo. A su madre una lavadora para no romperse la espalda en el arroyo. Aunque la que tuvo más suerte fue su hermana gemela. El desconocido se la llevó a la ciudad «para desposarla». No sabe lo que significa, pero viendo su bici tiene que ser algo bueno. 

17. HOMBRECITO

Cuando mi hermano mayor, mujeriego impenitente, heredó el reloj del abuelo, igualmente conocido por sus hábitos crepusculares, comprendí que no me quedaba mucho tiempo para crecer lo suficiente y convertirme en el cabeza de familia en caso de que a mi padre, como todo parecía indicar, se lo llevara una pulmonía o una descarga de fusiles, así que decidí hacerme grande por otros medios, empezando por pintarme bigote, impostar la voz y resucitar palabras en desuso, cambios de los que bien se burló mi hermano, pero que hicieron de mí un tipo serio por la imagen que proyectaba y curioso por el aire de petimetre tan impropio de un mocoso de mi corta edad, lo que también hizo soñar a mi madre hasta que, harta, se marchó de nuestro lado. Contra lo improbable de mi proyecto, al quedarme huérfano y solo tras una reyerta tabernaria entre mi padre y mi hermano, lo que también me situaba al frente de la familia, rescaté el reloj del monte de piedad y, habiéndome librado de aquella carga, comprendí que aquellos tipos no eran de los míos, ni tampoco lo eran de mi madre, que seguramente había escogido a otro para engendrarme.

16. PEQUEÑA GRAN HERMANA

No recuerdo a mi madre embarazada pero sí recuerdo aquel día. Ya éramos tres niños en casa y llegó mamá con un bebé en brazos y la  acostó en una cunita  que yo no había visto hasta ese momento.  Los tres  apoyados en la barandilla nos asomamos a verla y preguntamos ¿porqué no abre los ojos? A lo que nos respondieron que acababa de nacer,  que tardaría un poco.

Creció siendo una niña mimada aunque no lo necesitaba, siempre fue autosuficiente e independiente y con el tiempo se ha convertido en el mayor apoyo de toda la familia en muchas ocasiones.

Levanto la vista y en el reloj son ya las diez de la noche.  ¡Ups! ¡Es tarde!

Suena el teléfono. Hoy se ha adelantado ella y hablamos durante un buen rato haciendo ambas  balance del día. Volcamos la una en la otra una cascada de informaciones, chismes, cuitas y alegrías que necesitamos compartir antes de desearnos buenas noches.

Aunque mis hijas piensan que nuestra relación de hermanas es demasiado intensa  todos los días preguntan :”¿ Has hablado con la tita?”

Entonces veo cómo después de cenar,  relajadas en el sofá,  intercambian ellas sus vivencias del día, al fin….HERMANAS.

 

Nuestras publicaciones