Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

03. Bikiak anaiak- Hermanos gemelos (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Nunca se separaron. Compartieron treinta y ocho semanas de gestación en la misma placenta. Nacieron un seis de junio, cuando el signo zodiacal de géminis enseñorea el firmamento. También compartieron registro bautismal, por lo que el visitador parroquial amonestó al cura que les cristianó al utilizar una sola partida para inscribirlos en el libro sacramental.

Nunca se separaron. Fueron pareja de bolos, de mus y en el dominó eran maestros en manejar inteligentemente las fichas dobles. Cuando llegó el tiempo de emparejarse, lo hicieron con dos hermanas, también “bikiak”, dos hermosas rubias idénticas, de caserío, que conocieron en las fiestas del Suceso en el valle de Carranza.

Nunca se separaron. Los matrimonios compartieron casa. Ambos, como su padre, fueron afamados carpinteros. Todo lo compartieron; lo que a uno le faltaba el otro se lo daba y viceversa, según el destino, los tiempos y la fortuna.

Nunca se separaron. Cuando les llegó su tiempo, el día en que cumplían ochenta y ocho años, fallecieron a la vez en la misma hora.

Nunca se separaron. Sus nichos mortuorios están juntos, uno arriba y otro abajo como los dos bulbos de cristal de un reloj de arena que ya solo el recuerdo activa.

02. LA CARTA – EPI

Me siento en mi butaca.
Coloco la carta encima de la mesa camilla.
No tiene remite, quizás no quiera un reencuentro.
Mi nombre y la dirección están escritas con una letra que no conozco.
En una esquina, pone querido hermano.
Me doy cuenta de que estoy llorando, porque una lágrima ha caído sobre querido y la tinta se está diluyendo en lenguas azuladas.
Debajo del cristal, enmarcada por hojas rojo-amarillentas del Campo Grande, está la foto de mi hermana, un año antes del suceso.
Del bolsillo de mi batín, saco el reloj infantil que llevaba aquel día, está parado en la hora en la que ella desapareció.
Lo coloco al lado de la carta y miro hacia mi reloj de pared.
Por extraño que parezca, le faltan unos minutos para que coincida con la hora maldita.
El destino quiere que la lea en el mismo minuto.
Mis dedos nudosos por la artritis intentan abrir la solapa de la carta.
No puedo, está muy pegada. Cojo el estilete y lo introduzco por un borde.
A punto de abrirla, un ruido me sobresalta y me hiero en la otra mano sangrando copiosamente.
El timbre de la puerta no deja de sonar.

01. SIN CONSUELO

Con cuidado para que no se le caigan los alfileres de la caja elige una aguja que, con seguridad, no servirá para restañar las heridas del hermano. Él llora desconsolado, tumbado sobre la mesa. El drama de su muerte pronto será una caricatura que corra de boca en boca por el pueblo. Desollado en los brazos, sangrando por la ceja, mellado y dolorido. Fracasar en un intento de suicidio ha sido un castigo a su soberbia; hacerlo porque la cuerda resultó ser más larga que la altura del puente, un esperpento. Y ni siquiera el alivio de la muerte.

81. Purgatoriofobia

Los ogros tenemos nuestro propio cielo e infierno y, lo que es peor, también existe un purgatorio. Yo he heredado un terrible miedo a ese lugar intermedio. Un gen consanguíneo incluye la fobia a terminar allí y ser devuelto al mundo para volver a ganarse el paraíso o el averno. Lo fácil, y por eso es la opción que tomamos la mayoría de nosotros, es buscar y comportarse para acabar en el abismo. Nuestra apariencia horrorosa y de gigante ayuda. Generamos pánico a todo ser viviente. Existen múltiples leyendas sobre nosotros, la mayoría falsas pero que mantenemos.

La maldición familiar nos lleva a que antes de morir cometemos una acción generosa por salvar o ayudar a algún niño y entonces queda truncado el viaje directo a las tinieblas. Nos aparcan en el purgatorio. Y tras una chapa filosófica nos retornan para hacer méritos y redimirnos. Tras mi tercer regreso del odioso rincón he decidido colaborar con los ángeles de la guarda. Cambio mi rumbo para aspirar al edén. Tengo dos intentos más y si fracaso seré un ridículo troll enano.

80. ÁNGEL DE LA GUARDA

Yo había pretendido fingir en aquella ocasión que no sabía nada. Pasado ya el tiempo, extiende ahora de nuevo sus manos para volver a agarrar las mías como aquella vez. En su fina piel noto la rudeza de mis manos, contacto de dos texturas diferentes que me hipnotiza, al tiempo que le pido perdón. No tengo por qué hacerlo, pero ahora me siento más seguro, y salvado, llegará y será con él.

79. El cumpleaños de Katrina

A Katrina la abandonaron al nacer, pero no fue eso lo que más marcó su niñez. Sus dos metros de altura y sus doscientos kilos la hicieron deambular de orfanato en orfanato y en todos ellos siempre era el bicho raro. Jamás recibió una palabra o un gesto amable, solo burlas, insultos y golpes.

Todo cambió el pasado 23 de agosto, el día de su cumpleaños, cuando se le apareció una criatura, rodeada de turbulentos remolinos, que le entregó una tarta con once velas y le dijo que ahora le tocaba a ella disfrutar.

Entusiasmada, Katrina sopló las velas con vergüenza y, al instante, una tormenta tropical empezó a azotar las Bahamas. Como la mayoría siguieron encendidas se esforzó un poco más en soplar y la tormenta se transformó en huracán de categoría 1 causando muertes e inundaciones por el sur de Florida.

Para apagar las dos últimas exprimió al máximo sus pulmones y el huracán creció hasta categoría 5 provocando tornados sobre la costa de México y arrasando todo aquello que se interpuso en su camino. Antes de probar la tarta Katrina, emocionada, comenzó a llorar. Instantes después más de mil personas murieron ahogadas en Nueva Orleans.

78. Un otoño templado

Ha recreado uno idéntico al original, pero en madera. Su pequeño angelito. Le ha dibujado todo tipo de detalle, incluso el lunar en la muñeca derecha. Duda con la ropa. Si lo viste con pantalones cortos pasará frío cuando llegue el otoño. Los ojos son de color avellana. Y el cabello siempre tan rizado e indomable. En su caso lo tiene castaño oscuro, quién dice que todos deban ser rubios. La pequeña cicatriz del labio superior también se la dibuja. Y la sonrisa, que oculta por completo cualquier imperfección. Llegados a este punto, ha de decidir si continuar hasta el final con la recreación y reproducir también acciones, hechos… como el accidente y los días en el hospital. Pero no soportaría su pérdida, otra vez, y que entonces fuera un ángel más. O que simplemente enfermara, así que acaba optando por unos pantalones largos, aunque buscará unos que sean finitos. Los otoños ya no son como antes.

77. INSOMNIO

Siempre me ha dado miedo la imponente escultura del camposanto, con sus alas, sus ropajes y esa gran espada. Cuentan que con ella da una estocada a las almas negras para llevarlas al abismo sin fondo que gobierna, a pesar de ser un ángel. Los chavales del pueblo le tenemos respeto aunque Julián, el bravucón del grupo, se ríe de nosotros. Algunas noches saltamos la valla del recinto y él se encarama a la figura. Empieza poniendo un pie entre la espada y la túnica, luego el otro en el codo, para al final subirse a sus alas.

Esta mañana han enterrado al hermano mayor del Fulgencio, que regresó al pueblo después de pasar años en la capital donde se dice que se dedicaba a negocios turbios. Después de cenar, hemos vuelto al cementerio. Le iba a sugerir a Julián que hoy no se subiera al ángel, pero él mismo nos ha mostrado que ahora no podía, que parecía haber cambiado la inclinación del conjunto y no veía el hueco para poner el pie. Esta noche no puedo dormir.

76. Currículum inflado

Son exasperantes las entrevistas para para cubrir un puesto vacante y, en especial, el de Arcángel Justiciero. La mayoría de los ángeles miente sobre sus habilidades para conseguir cualquier plaza: los Querubines, suelen quitarse años, los Tronos y las Dominaciones sobre su experiencia en cargos parecidos, los Serafines sobre los idiomas. Pero este último candidato se ha pasado de la raya. Se atreve a manifestar que domina el lenguaje de Kepler64b, cuando todos sabemos que el planeta está deshabitado desde los principios de la creación. Esta endemoniada mentira se merece el infierno.

75. Ángel diminuto

Presidía una gran corporación energética, una de esas multinacionales con gran influencia, un gigante de la macroeconomía. Y, como le pasa a todos los gigantes, veía a los humanos como hormiguitas, observaba sus vidas desde la lejanía, distante.

Aquella mañana en que nubes amenazantes daban a la ciudad una estampa de ocaso, y antes de comenzar una importante reunión del consejo de dirección para decidir una rebaja del precio de la energía, recibió un mensaje de Mari Luz, su mujer. Se iba definitivamente de casa y se llevaba a Candela, la hija en común, le dijo que ya no había calor en su relación, ni confianza; ya todo era lóbrego.

Al final de una tensa junta y tras la votación de los directivos el asunto quedó en empate, en aquel momento lo que él decidiera sería definitivo. No se lo pensó demasiado. “¡Que le den por culo a las empresas y a los ciudadanos, no nos vamos a joder nosotros!¡Se sube el precio del suministro!” gritó al mismo tiempo que la tormenta que caía afuera provocó un corte de electricidad en el edificio. En medio de tanta oscuridad, uno de los consejeros intentó calmarle:

– No se altere, Señor Ángel.

74. Custodio (Patricia Collazo)

Hace un tiempo, a la salida del cole, Raquelita apareció con un señor bajito cogido de la mano.

—¿Y este quién es? —preguntó mamá.

—¿No ves que tiene alas? ¡Es mi ángel de la guarda! —contestó Raquelita ofendida.

Como siempre tiene mucha prisa, mamá dijo que vale, que se montara en el coche y ya veríamos. El ángel era bastante feíto y las alas estarían bajo el abrigo porque no se le veían. Raquelita le abrochó el cinturón ¿Para qué quería un ángel de la guarda si ella tenía que cuidarlo a él? Pero no dije nada. Con Raquelita es mejor estarse callado.

A la hora de la cena se comió los macarrones que mamá le sirvió, aunque Raquelita decía que los ángeles solo comen algodón de azúcar.

Una semana después, Raquelita se había cansado de su ángel y me lo pasó a mí. Mamá dijo que mientras se duchara todos los días se podía quedar. Y desde entonces lo cuido yo. Es muy bueno, pero a veces da un poco de pena, porque cuando se levanta se lleva las manos a la cintura, como hacía el abuelo, y después se queda mirando el cielo a través de la ventana.

73. NEGRO SOBRE BLANCO

A Mara le gustan los malotes, los tipos duros. Los que van a por todas y no pierden el tiempo. Su último ligue encaja perfectamente en ese perfil. Viste chupa de cuero, camiseta ajustada y botas militares de color negro. Gasta andares chulescos y mirada de haber roto vajillas enteras. Ella intenta estar a su altura y camufla en la mochila un vestido ajustado que cambiará por el uniforme al salir del colegio; un set de maquillaje y los botines de tacón que le ha cogido a su hermana, servirán para aniquilar a la colegiala que aún es. Él la espera. Cuando se sienta tras él y rodea su cintura, siente que ha subido al cielo. La moto pasa de cero a cien. De cien al infinito. Horas más tarde Mara despierta bajo un techo blanco, rodeada de paredes y sábanas del mismo color, ve ángeles que entran y salen portando brebajes, confundida se rinde al sopor que tira de sus párpados; sus pestañas, aún pegajosas por el rímel, aletean como pájaros atrapados. Se abandona con la esperanza de encontrar algo a lo que aferrarse. Algo negro.

 

 

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