Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

57. HUERFANITOS

Huerfanitos

Sus deseos de comprarlo todo en Marte, nacieron a raíz de la pregunta de un niño sirio, huérfano de padres, que vivía en un refugio en el Líbano. Él era testigo de la hambruna y de la muerte de muchas personas.

El enfermero que los atendía, era aficionado a la astronomía, y por las noches les contaba a los pequeñitos historias de la luna, los planetas y el universo. Cuando les mencionó que los robots habían llegado a Marte para ver si había vida, Jorgito preguntó:

—¿Y en Marte también se pasa hambre?

               —Ahí no hay vida, querido. Pero imagínate que un gordo, de 150 kilos se va a vivir a marte, ¿sabes cuánto pesaría allá?

               —¿Dos mil kilos? —trató de adivinar el niño.

—¡Nopo! —exclamó el enfermero, haciéndose el gracioso, mientras se mesaba los cabellos y movía la cabeza. En Marte, él pesaría 57 kilos, porque la gravedad de allá, es diferente. Lo cual quiere decir, que si pudiéramos comprar comida en Marte, nos rendiría el triple.

Los niños guardaron silencio, y se voltearon a ver unos a otros. Lucy, alzó su dedito índice y dijo:

—Avíseles que todavía que estoy viva, y que aquí los espero. Gracias.

 

              

56. VÉRTIGO OTOÑAL (Domingo Jiménez Lacaci)

Ella cruzó el despacho, se situó tras el sillón de cuero y aflojó su corbata. Sus uñas bajaron arañándole el pecho con una lentitud exquisita. Notó sus labios rozarle la oreja susurrando unas procacidades deliciosas. Sus dientes le mordieron el cuello con la presión exacta. Después, aquellos dedos algo artríticos bajaron a explorar tras su cremallera. Estaba tan excitado que boqueaba buscando aire. El contacto con su precaria rigidez le hizo arquear la espalda. Cerró los ojos y levantó su cabeza plateada. Tras la puerta, a pocos centímetros, se escuchaba el mundo proseguir su marcha. Pasos, teléfonos, conversaciones. Era una maldición: ya solo era capaz de sentir deseo así. Y allí.

—No has echado el pestillo, ¿verdad? —preguntó él.

—Nunca cierro, mi amor. Ya sabes, podría entrar cualquiera.

—Cualquiera, sí —aquello fue la espoleta—. No pares.

Su cuerpo frágil y gastado se tensó con un pequeño estertor y luego cayó desmadejado sobre el cuero. Ella pasó al baño mientras él se recomponía. Volvió, le besó y abrió la puerta.

—No llegues tarde que hoy vienen los nietos a comer —le dijo mientras varios administrativos pasaban por detrás.

—Tranquila, firmo estas sentencias y voy para casa —contestó quitándose la toga.

גברים–Hombre (Salvador Esteve).55

He luchado contra la tentación, he orado, te he pedido ayuda, Padre, pero el deseo me consume.  Nací hombre, con sus miserias y grandezas, con sus pasiones.  Sé que mañana todo acabará, acogeré sin miedo mi sacrificio, mi dolor, será el principio de tu legado.  Pero hoy siento su delicada mano sobre mi piel, sus labios me llaman, sus ojos me suplican.  Mi alma tiembla y, temeroso, me entrego al placer.

54. Rectas paralelas (José R. Codina)

Don Pablo y sus certeros proyectiles con aroma a coñac que bien le valieron el apelativo de Carapija; don Julián, el Marmota, y sus cabezaditas en plena lectura del Quijote; don Regino, el filósofo y sus cejas cargadas de hipótesis; don Manuel, fumador impenitente, apodado el Chimenea. Y luego estabas tú, la sustituta. Helena. Digna de un rapto mítico. Qué fácilmente cambiaste mis preferencias académicas. Culpable de que un alumno de letras, más inútil que teta de monja en ciencias, desarrollara una repentina obsesión por las matemáticas. Culpable de que el resto de mi infancia se volatilizara bajo el pantalón.  Durante años soñé contigo, día y noche; con los subconjuntos de tus glúteos; con descifrar quizá la insólita geometría de sus senos. Culpable de que cada noche afilara las manos bajo el pijama perdido en la hipótesis de tu bisectriz. «Somos rectas paralelas condenadas a no juntarnos, Martín», respondiste con un poético axioma recordándome nuestra diferencia de edad. Pero yo sigo soñando con detener el tiempo, tu tiempo, con la esperanza de converger, quizá un día, en algún lugar, en algún punto.

53. El lenguaje natural (Rafael Loscertales)

Entre las estanterías de la biblioteca, hartos de tanto juego infantil, descubrieron libros furtivos que permanecían ocultos a su ingenuidad. Los abrieron con dedos nuevos y de las hojas surgió una lluvia de adjetivos, nombres, pronombres, adverbios de todo tipo, verbos por explorar… Bajo sus pies desnudos, el aguacero formó una inmensa alfombra de palabras frescas, esponjosas, y se dejaron caer. Las probaron, taparon el rubor con las risas y construyeron frases compuestas con las que jugar. Lanzaron hacia el techo las más provocadoras, se enredaron en ellas y con las torpes caricias de sus morfemas, algo despertó. Los posesivos se pegaron con los besos a sus cuerpos, las preposiciones se enzarzaron en sus cabellos, los ojos brillaron con el mismo predicado y allí mismo, entre jadeos llenos de adverbios de modo y cantidad, conjugaron formas arrebatadas del verbo amar. De sus bocas escaparon fonemas apasionados y en los huecos de sus manos entretejidas, quedaron atrapadas algunas palabras: tú, yo, nosotros, más, ahora, siempre. Y una y otra vez, se dejaron envolver por el voluptuoso puzle gramatical.

52 Lo perfecto de lo imperfecto (María Inclán)

En la casa de la cumbre de Camaleño, la cual poseía un espléndido mirador con un banco de madera tallado desde donde se podía divisar toda la magnitud y belleza del paisaje agreste, desde hacía tres años volvía a tener vida por momentos, suspiros, jadeos, susurros…   

Cada vez que se citaban, Maríen llegaba con tiempo de antelación para sentarse un buen rato en el banco.

Las ausencias cada vez pesaban más.

Sabía que la encontraría sentada en el banco. Deseaba tanto tenerla en sus brazos. Se besaron con ansia, la tomó en sus brazos y la llevo hasta la puerta de entrada. Sus manos le despojaron de toda prenda que la cubría. La recorrió una y otra vez, le encantaba ver en su rostro el éxtasis que le proporcionaba, no aguanto más y la tomó.

Quedaron exhaustos el uno al lado del otro.

Sonó el teléfono móvil le hizo señal con el dedo sobre el labio de silencio. 

  • Tardaré tres cuarto de hora. De acuerdo, algo más que te apetezca para cenar. 

Marien se fue directa a la ducha y allí lo esperó. Se besaron. Volverían a pasar muchos días, semanas hasta la próxima vez que se pudieran ver. 

51 ADOLESCENCIA ESTELAR (Belén Sáenz)

La estrellita Albanza titila tímidamente cada vez que el rubio Saturno se pasea por la Vía Láctea con su séquito de satélites. Le ama y, rendida al poderoso influjo de la gravitación, se está quedando afónica de luz propia. Hoy ha intentado espolvorearse con brillantina para colarse en su órbita, pero Titán la ha expulsado de un soplo fugaz. Su nodriza la luna, vieja consejera en amores contrariados y emparejamientos provechosos, la cubre con besos de chispas fugaces y canta nanas con voz de plata para adormecer su pena. Pero Albanza se apaga a causa de un anhelo palpitante que no comprende, doloroso como el vértigo de una implosión. No le queda otro remedio a Selene que conjurar en su cuerpo celeste un revuelo de las mareas, la esencia de todas las mujeres. Recurre a su cara oculta y, en fase menguante, se deshila en espejos de hielo para amamantar a su lucero. Antes de diluirse como una gota de leche en el firmamento pronuncia el vaticinio: Será tuyo esta misma noche. Pero ten mucho cuidado, perla mía —le previene con un guiño—. No será fácil lograr que ese truhan deje caer alguno de sus anillos.

50. Tormenta de otoño

Aquella lluvia del otoño, deslizando por el cristal sus gotitas grises como lágrimas de la tarde puede que les ablandara el corazón. Puede que encender la chimenea para ahuyentar los escalofríos que marcaban el final de su verano contribuyera también a crear ese momento mágico. Lo cierto es que algo que creían irrecuperable se despertó entre ellos. Una tormenta repentina de manos y lenguas, piel y deseo les convirtió en un único animal que ciego de lujuria reptó por la rampa ascendente de un placer ajeno a toda cordura.

Cuando el chaparrón cesó dejando su olor a tierra mojada, un hueco entre las nubes puso en la cristalera un tardío rayo de sol. Su luz agonizante les recordó el ocaso en el que hacía tiempo vivían instalados. Los pétalos rojos de la rosa que con vehemencia quisieron deshojar resultaron no ser más que prendas esparcidas por el suelo con las que ahora, vaciados, volvían a vestirse para regresar al hastío de seguir juntos.

49 Haced el amor y no la guerra (Begoña Heredia)

Septiembre. Cumplías dieciocho años, comenzaba una guerra. Las calles alborotadas, tu pelo libre sobre los hombros. Mi padre escondía sus documentos, yo mis manos bajo tu falda. Mi abuela junto al fuego lloraba, yo sentía el calor de tus muslos. Mi hermano mayor intentaba calmar los ánimos, yo tembloroso ponía en práctica sus enseñanzas. El ruido de las bombas resonaba en el pueblo, tus gemidos excitaban mis labios. Mi familia en casa, yo descubriendo tu cuerpo en la caseta del molino. Salimos con las manos entrelazadas. Fuera un hombre nos apuntaba con un fusil. Ruborizada te colocaste bien la blusa ,y el vio la estrella que asomaba entre tus senos. Sin embargo sonrió, bajó el arma y nos dejó marchar.

48. Despertares

La clase se dividía entre los que contábamos los minutos para que llegara el recreo y los que querían seguir haciendo ecuaciones. Dos caras de una misma moneda en perfecto equilibrio. Todo iba bien hasta que el castillo de naipes se vino abajo cuando entró la sustituta, con su melena ondeando a cámara lenta, falda de tubo y una blusa blanca a medio abrochar. Mientras explicaba la lección, sus labios se movían despacio y el sentido de la vista se imponía al resto, junto al olfato, que diseccionaba sus embriagadores perfumes.

Aún recuerdo esos meses de felicidad plena donde el sonido del despertador era música celestial y el camino al colegio, el de la gloria.

Por desgracia, el padre Félix volvió de sus misiones, y como si el mundo se pusiera en marcha de nuevo, cada uno volvió a su desanimado rol.

Todavía hoy, seguimos recordándoles por hacer que creciéramos por encima de nuestras posibilidades, y aunque tenemos trabajo y familia, ninguno puede decir que haya cumplido su verdadero sueño. Don Félix ya lo ha hecho por nosotros, de vez en cuando se besan a escondidas. Ella aún está de buen ver.

 

47 Amor a primera vista

El primer día que la vio en el jardín , sintió como las flechas de cupido le dieron de lleno en su corazón desde lejos, la miró pero sin poner de manifiesto su desbordado interés. Se percató que era el centro de muchas miradas y eso le incomodó ,mientras ella impasible se dejaba ver sin demostrar interés hacia nadie.

Siempre desde la distancia sentía como una inyección de placer recorría todo su cuerpo ,hasta provocarle un orgasmo como nunca antes había tenido. De regreso a su casa se deleitaba recordando su espectacular figura .Deseaba estar a su lado y hablarle con hermosas palabras , no era un capricho pasajero como lo había sido con las otras, ella era diferente. Algo en su interior le decía que era la mujer que lleva esperando desde hace años ,esa con la que pasar horas y días sin aburrirse , esa a la que besar su boca sea como besar el cielo , y a la que tocar su cuerpo sea como tocar una estrella.

Una mañana fue a su encuentro y cuando vio que estaba sola le dijo todo lo que sentía, pero ella no le respondió  porque su cuerpo había sido esculpido en mármol.

46 Pasión volcánica

Al otro lado del espejo, mientras cepillaba su peinado nido de avispa, Domitia, de diecisiete años, vio reflejada perfectamente la explosión del Vesuvio por la ventana de su habitación nueve días después de los idus de agosto del 832, ab urbe condita.
Las vísceras del volcán consumieron la ladera rápidamente, llegaron hasta la domus, horadaron su puerta, disolvieron al canem y al pater familias que pretendía oponerse y no se detuvieron hasta inundar con minuciosa lentitud el cuerpo de la joven que, de temeroso e implorante, se hallaba inmóvil. De ese modo, ella fue perdiendo la sustancia, la esencia de la que todos estamos formados y se consumió hasta abandonar el espacio que venía ocupando, convirtiéndose en un simple hueco que, una vez inyectado de arcilla mil novecientos cuarenta años después, está reputado en la literatura arqueológica como un caso único de combinación de sonrisa arcaica, turbador alzamiento de pelvis y ojos entornados.
Todo ello, unido a la insólita presencia de los puños apretados, ha motivado que parte de la comunidad erudita haya querido ver ciertas reminiscencias de griego profundo.

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