Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

51. FIN

La balsa se mecía suavemente y mi cuerpo sobre ella acompañaba el ritmo de las olas. La bóveda celeste cubría incólume toda la Creación. Era casi como ser el primer hombre. O el último. Estaba solo y me sentía en paz mientras a mi alrededor se libraba una gran batalla entre el bien y el mal. ¿Era paz o era tristeza? No tenía forma de saberlo, pues todo parecía haber terminado, al menos para mí. Suaves pitidos me llegaban desde un horizonte lejano e inaccesible. Pitidos rojos en un mundo azul. Y todo fluía sin que nada cambiase. El eco distante de un golpe sonaba en mi memoria como el destello de luz que precede al salto de los plomos. Los sentidos se entremezclaban y todo seguía igual sin que jamás volviese a serlo. Yo, atrapado en un mar infinito bajo un cielo azul abrasador, no tenía escapatoria. Tanta tranquilidad y tanto silencio me angustiaban. Pero, entonces, lo oí. Oí cómo en la sala azul de un hospital al otro lado de mi piel alguien decía: “Hemos hecho lo que hemos podido”.

50. Antagonismo

Odiaba el azul. ¡Dios, cómo lo odiaba! Maldito color absurdo y detestable que lo rodeaba por todas partes. Ahí estaba, sobre él, tintando el cielo de forma repugnante. O en el mar, coloreando las aguas con sus despreciables tonalidades. Aparecía, por desgracia, impregnando de manera descarada incluso los iris de los ojos de sus hijos; mancillando su mirada inocente. Vil pigmentación que se aferraba a sus retinas como si quisiera absorberlas y hacerlas desaparecer. Pero lo curioso del caso es que él sabía que ese odio era mutuo. Estaba convencido de que el azul lo odiaba a él con la misma intensidad y que procuraba hacerse visible en cuantas ocasiones se le presentaban. Al final, ese duelo antagónico tuvo un claro vencedor. A él lo atropelló un coche azul cobalto y fue enterrado con un traje azul celeste en un ataúd forrado de un impactante azul eléctrico. Tal aberración fue posible porque su mujer, que era quien había organizado el entierro, había encontrado hacía tiempo otro príncipe azul, un hombre que conducía –casualidades de la vida–, un deportivo… exacto, azul.

49. Agente secreto (Susana Revuelta)

Mientras firmaba en la Feria del Libro mi última entrega de la detective Constanza, mi alter ego, le vi. Estaba en la cola, lanzando miradas hostiles en derredor. Llevaba una trenza canosa con gomina, sombrero de fieltro, los cuellos del gabán subidos y gafas de pasta azul. Tenía pinta de sospechoso, con aquella cicatriz en el mentón, y noté que me ponía nerviosa y empezaba a temblarme el pulso. ¿Sería un revólver el bulto aquel del bolsillo?

Cuando le llegó el turno y le tuve con la novela entre las manos frente a mí, levanté un instante la vista. Apestaba a pachuli y le asomaban unos pelillos por la nariz. Abrió la tapa y me pidió que le de-de-dedicase el libro a su ma-ma-madre, Angus-gus-gus-tias Gil. Me pareció un tipo de lo más anodino y gris.

Estoy valorando seriamente dejar a un lado, al menos de momento, a la detective Constanza. Es agotador esto de ver indicios y pistas y asesinos por todos lados. Quizás me atreva con la poesía o quizás con un cuento infantil.

(Fuera de concurso)

 

48. Sesión reparadora (Blanca Oteiza)

Lo que parecía una tarde más jugando al solitario, cambió cuando la vi entrar por la puerta. Con la mejor de mis sonrisas nos sentamos a la mesa. Estaba sería, sus ojos me llevaron a un océano a punto de inundar el puerto. Me dijo que no creía en las cartas, pero necesitaba saber.
Esparcí la baraja sobre el tablero y la observé mientras temblaba reprimiendo las lágrimas. Los naipes no sé qué contaron, pero el futuro lo vi claro, era la oportunidad que esperaba desde los años de colegio.
Él no va a volver, te ha olvidado, encontrarás otro que te haga más feliz y viajarás. Viajarás al paraíso de los días de estío, a los cielos azules y los mares de sirenas. Si te soy sincero, junto a la novia veo al chico que tienes enfrente, que te anhela cada noche bajo las estrellas, en cada gota del cristal de la ventana los días de lluvia, que te sueña y te ama desde los días de infancia en el patio de la escuela.
Se levantó de la mesa con una sonrisa. Al recoger el billete vi que había escrito su número de teléfono junto a un corazón.

47. Te lo digo en serie

Aquellos maravillosos años no volverán. Nos bastaba una tele arcaica y unos pocos canales para ser felices. Estábamos tan perdidos; tú eras una mujer desesperada con ganas de asaltar una farmacia de guardia. Despreciabas las audiencias y sólo querías papeles de protagonista. Yo buscaba la sensación de vivir con amigos, (friends, decías con tu spanglish de pija). Tú trabajaste en el servicio doméstico pero, aunque fértil, eras poco sumisa para ser una criada. Yo tenía muchos sueños, buscaba la fama, pero heredé una casa en la pradera y me quedé en el pueblo. La memoria es un expediente x que preserva los buenos recuerdos y elimina los spoilers y los finales extraños. Tal vez ya no tengas cuerpo para sexo en Nueva York, ni en Cantabria, pero pronto volverás a ser la princesa guerrera que conocí, heredera de una dinastía de mujeres únicas. Recuerda que hasta el día que esté a dos metros bajo tierra serás mi chica de oro y que nunca olvidaré aquel verano…azul.

46. Ola de frío (María José Escudero)

Una masa de aire gélido se había  apoderado de las calles. Y el Mendigo, que ya casi no sentía los pies, se adentró en el lodo de un vertedero inmundo para rebuscar, entre las cosas que otros no querían, algo que le pudiera servir de abrigo. Al destapar el contenedor, un hedor insoportable le obligó a volver la cabeza y dar un paso atrás, pero un movimiento — apenas perceptible— en el fondo tenebroso del depósito, lo detuvo. Y fue entonces cuando le temblaron a un tiempo el cuerpo y el alma. Tras unos instantes de confusión y mientras se escuchaba el crujido inclemente de la tapa al caer, el Mendigo se alejó receloso y se dirigió, apresurado, hacia el cajero automático más próximo. Allí pasó la noche sobre inhóspitos cartones y se cubrió con una manta de tacto delicado, invadida por sonrientes ositos azules y alguna que otra estrella salpicada. Horas más tarde, el amanecer sorprendió al Mendigo abrazado a un tierno balbuceo y, al tiempo que un tenaz rayo de sol se esforzaba en derretir la nieve, él recitaba, con voz estremecida, una amorosa canción de cuna.

45. VIAJE CON NOSOTROS (Rafa Olivares – EdH 2019)

Por segunda vez consecutiva, los del primer turno nos habían dejado sin cruasanes ni ensaimadas en el bufé del desayuno. Seguro que se los llevaban a escondidas para hacerse un tentempié a media mañana. Como habríamos querido hacer nosotros. Sabíamos que eran los pensionistas del grupo azul. Los que tanto alborotaban durante las visitas culturales; aunque eso mismo decían ellos de nuestro grupo. 

El que peor se lo tomó fue Genaro, el jubilado de la fábrica de automoción. Tratamos de calmarle y de que desistiera de presentar una queja porque solo serviría para que le subiera más la tensión. Salió fuera a dar una vuelta a ver si se le pasaba el cabreo. Le vimos hablando con los conductores y curioseando en los motores. Entendimos que, después de cuarenta años entre válvulas, bujías y pistones, cierta querencia siempre quedaba. Dos horas más tarde recuperamos nuestro desayuno, entre los restos del autobús azul.

44. Dulce Navidad

Me manchó la mejilla de cacao al darme su carta a los Reyes Magos. Mientras seguía agachado, le miré a los ojos y prometí que no olvidaría entregarla. Luego me levanté y guardé el sobre celeste en el bolsillo derecho de mi abrigo. Como soy zurdo, el izquierdo lo reservé para lo otro.

Al llegar a la calle donde habían colocado el stand real, me encontré con una multitud. Los niños, acompañados por sus padres, esperaban impacientes su turno. Según las órdenes, primero debía localizar al rey con manto azul, que resultó ser Gaspar. Después, me uní a la cola detrás de unos mellizos. Cuando les tocó, eligieron sentarse sobre las rodillas de Melchor y Baltasar. Así que mi objetivo quedó libre. Saqué la pistola del bolsillo y le reventé la cabeza de un disparo.

Durante la huida, me invadió una sensación de amor y paz. No solo por el éxito del trabajo. Me sentía tan feliz porque también conseguí echar al buzón de Sus Majestades el sobre celeste de mi hijo.

43. Azul Desenfrenado (José Ángel Gozalo)

Hoy, en el día de nuestro aniversario, los recuerdos azules cortan como cuchillos.
Porque azul era el color de tu primer coche donde me entregué a ti.
Revivo cada momento, cada caricia de aquellas noches de puro y sincero amor en las que dejé atrás la niña que fui, sintiéndome por primera vez mujer entre tus brazos.

Se aparece para darme muerte, la imagen de tu nombre y el mío encerrados en un corazón dibujada sobre el interior del parabrisas empañado.
Ahora, has tenido la desfachatez de comprarle un coche a tu joven amante exactamente del mismo color azul.
Esa berlina deportiva comparte muchas similitudes con su dueña.
Cuando te montas en ella, su piel suave envuelve tu cuerpo ajustándose a ti perfectamente. Luce siempre dispuesta, elegante y reluciente sin necesidad de ningún retoque, tanto que los demás hombres sienten envidia al verte pasar con ella. Ya se sabe, lo nuevo siempre es nuevo.
Lo que no entiendo, es cómo eres capaz de controlar tanta potencia entre tus manos, si siempre fuiste de pasarte de rápido y ni de poner la marcha atrás te daba tiempo.
No debería, pero siento pena por ella de que su marido cornudo sea mecánico.

42. Frenesí

El añil del atardecer secuestraba la colada y ella acudió a rescatarla. Mientras franqueaba la verja que conducía al huerto, unos destellos lapislázuli le llenaron los bolsillos del mandil, el cárabo ululaba como un fantasma, Sirio encendía la linterna. Y era en esa hora bruja cuando deseaba con más añoranza los abrazos. Se sentó en el poyo de ver las estrellas. En una niebla de ensoñaciones y ambrosía por el licor de moscatel le pareció sentir las caricias deseadas de unas manos que la condujeron con suavidad para acorralarla entre los laberintos de la ropa de cama tendida. El cuerpo, que se le antojaba vigoroso, la apretó entre las sábanas recias; la meció en un vaivén de cuna para adultos; le susurró ayudado por el pentagrama del viento aquellas palabras inconfesables que siempre le hubiera gustado oír. De mañana la llamaron las cabras de ubres llenas y el lebrel. Se despertó encima de la hierba, trenzada con ramas caídas del membrillero, envuelta en la colcha de lino, con un almohadón por bufanda y una frazada a los pies; ebria de un amor inventado, los labios húmedos de besos de escarcha y un carámbano prendido en el pelo.

41. ABDUCIDOS

El azul limpio de las frías mañanas invernales se convirtió en un tono parduzco al ver como se paralizaba su existencia.
Durante una semana la vida familiar se redujo a una pequeña estancia, al trastocarse el orden preestablecido por obra de birlibirloque.
Se suspendieron en aquel hogar trabajos y clases, aunque lo más duro fue la obligación de transmutar el descanso nocturno, al verse obligado a repartirse las horas de sueño.
En esos largos días las charlas entre los tres habitantes de la casa quedaron resumidas a un único objetivo: averiguar como demonios debían montar aquella cama de Ikea.

40. Batalla de Lena

 

Y todo en aquel concierto de copas varias donde  el llegar hasta los lavabos había sido una auténtica ulisea (como ella misma decía, desde que conoció a un tal…)

Y así la primera pudo pasar, cuando otra consiguió salir, y entonces ante un espejo externo, de bolsillo, con el que en la espera quiso acicalarse pudo contemplar su reflejo…

El de una políglota, expertas en lenguas varias, aunque ni tan siquiera controlaba la suya propia…

Un mes, 30 días, una cantidad ingente de minutos… Ese fue el tiempo que su mente se retrotrajo, y en un análisis descarnado pudo comprobar sus andares en ese tiempo perdido…

Uno tras otro; sus pasos seguidos, creyendo que la hacían feliz, pero… Esa primero, el segundo, el de después, comprobando que todos eran por un despecho que ella misma provocó

Creía que cada uno, o los muchos, con los que había yacido le aportaban algo…

Pero fue observar el espejo, y su propio reflejo, y el fondo junto a la barra… Para recobrar la imagen fatua de lo que trataba de olvidar…

… Pero ese día aquellos profundos azules no le miraban a ella…

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