Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

61. Los amantes viajeros (María José Escudero)

Ya  sé que no vas a enfadarte si me quedo. Pero hemos viajado juntos por la vida desde que cumplimos los dieciséis y no quiero dejarte sola. Cargábamos la mochila al hombro y partíamos al monte tan felices. ¿Recuerdas? Cuántas noches de agosto, como esta, hemos visto caer estrellas, cuántas hemos dormido al raso acurrucados en aquel saco de plumas. Y las veces que hemos asomado la cabeza por los faldones de la canadiense—nuestra primera casa— para ver amanecer. Así año tras año hasta que saqué la oposición y nos casamos, y cambiamos el camping por el hotel. Luego nos propusimos visitar todas las capitales europeas y casi lo conseguimos. Ya sé que hubieras querido cruzar el charco y conocer La Habana, sin embargo, lo que hemos disfrutado en Benidorm no tiene precio.

Me da pena por la asistenta. Se va a disgustar cuando se entere mañana, y es que vaya una ruta que hemos elegido en esta ocasión. Van a pensar que estamos locos.

Me explicaron que estas píldoras rosas tardan media hora en hacer efecto. Veo que asientes.

Buen viaje, mi amor. Déjame darte un beso antes de partir.

60. UNA SINGULAR DEBILIDAD (Isidro Moreno)

Su reciente descubrimiento del transformismo le aportaba un anhelado equilibrio emocional.  Desde niño había llevado en secreto su afición por las muñecas, por los vestidos de niña y por el color rosa. Pero siempre en secreto.

Cada fin de semana, sobre el escenario y ante un variopinto público, el mundo Drag Queen le ofrecía una felicidad desconocida y prohibida hasta entonces.

En el camerino recordaba la excusa dada hoy en la oficina para no asistir a la comida de navidad.  A la voz de, “Rosa Clara, a escena”, se santiguó y salió a interpretar su número musical con play-back y baile. A continuación, en el monólogo de tinte picante, ya con la sala iluminada, observó con espanto y angustia que uno de los grupos de espectadores eran sus compañeros de trabajo quienes, finalizada la comida, habrían decidido tomar una copa en algún antro animado.

A pesar del disfraz, notó que le habían reconocido, sin embargo no hubo intercambio de palabras ni gestos cómplices durante la actuación.

Al día siguiente, en la oficina, le prepararon una fiesta sorpresa como felicitación, aunque debieron anularla por ausencia del homenajeado.

Horas después, supieron que nunca volverían a ver vivo al compañero, artista revelación.

59. ¿Azul o Rosa? (Alicia Alguacil)

¿Azul o Rosa?

  • Yo soy Rosa, pero no rosa frágil, delicada, permisiva y callada.

Me gusta además mezclar colores, a veces soy amarilla, otras naranja, otras blanca,  violeta…

Hoy leo en la prensa:   “Cronología de víctimas mortales de violencia de género de 2019… Con ellas, son 1.015 las mujeres muertas desde el 1 de enero de 2003.”

Seguro que a todas las vistieron de Rosa al nacer. Pero al crecer la única gama de colores que vieron fue, el morado en sus mejillas y el rojo en que brotaba de alguna herida en la piel.

¿Qué tendrá el Rosa que confunde tanto a algunos  hombres?

  • Yo no lo sé.

“El lazo rosado es un símbolo internacional usado por personas, compañías y organizaciones que se comprometen a crear conciencia sobre el Cáncer de mama.»

¿Por qué todo duele más si es Rosa?

  • Yo no lo sé.

Solo sé que nací mujer, me vistieron de rosa pero  me gustan todos los colores del arco Iris sin distinción del Azul o Rosa.

58. SERÁ NIÑA

Me lo compraron todo de color rosa. Estaba a punto de nacer, me quedaban
poquitos días. Aquella madrugada cuando nací, mi nombre ya no sería Teresa.
Ahora había que cambiarme el nombre.Pensar en otro, no era niña como todos
habían pensado. Era un varón. Fue una testarudez de toda la familia. «Será
una niña».
En aquella época no existían los monitores de ecográficos. Al preparar el
ajuar para el bebé, como iba a ser una niña, todo tenía que ser de color rosa.
Si eras niño te vestían de azul. ¿Y ahora qué? Que hacían con toda esa ropa
rosa. Ahora era Manuel (Así me pusieron de nombre). Los niños tienen que ir
vestidos de azul, si lo vestimos de rosa, lo convertiremos desde niño en un
afeminado. Desnudito. Me tuvieron envuelto en una sabana del hospital hasta
solucionar tan gran problema.

57. ROSA MARICÓN RAMÓN (Belén Sáenz)

Los tíos corren delante de los grises y huyen de toda mezcla de rojo más blanco. Primer mandamiento: Ni siquiera mencionan el color tabú. Nada de lacostes fucsias anudados a la cintura. Fuera la piruleta de fresa porque tiñe peligrosamente la lengua. Guerra a las gambas con salsa rosa (¡salsa coctel!). Y esquivan la atadura de los labios de una chica desnudos de carmín, decía mi amigo.

Oponía a mis reproches y burlas el embiste de sus ojos mansos. Yo quería que se acogiera a mi ejemplo, que dejara atrás la camaradería mal entendida. Insistí hasta el día en que me subió la manga y me enfrentó al galope desbocado de mil hipodérmicas en mi antebrazo. No volvimos a dirigirnos la palabra. Años después despejó rencores para visitarme en el hospital donde estaba ingresado. Por aquel entonces, harto de arrastrar por la vida aquel nombre pesado, de linaje camionero, se había convertido en Monchi y ponía chapas en Chueca. Nos abrazamos sabiéndonos consumidos ambos por el mal de las cuatro siglas. El cáncer rosa (finalmente tuvimos que afrontarlo) se iba a encargar de expulsar del paraíso de la Democracia a Ramón y a Adán.

56. Tabú rosa

Mi madre tenía una relación extraña con las palabras, no en vano era filóloga. Por ejemplo, la palabra rosa, no la podía ni oler. En mi casa era tabú: no se compraba nada rosa, estaban prohibidos alimentos como la mermelada o el helado de fresas. Si llegaba un ramo de rosas a casa iba directamente a la basura. Un día ella me hizo tirar un bocadillo de mortadela que me había traído la abuela y me quedé sin cenar. Aunque de puertas afuera formábamos mi madre y yo una familia normal,  la alergia al rosa trastornaba mucho la vida diaria: no pude presentarme al campeonato de gimnasia rítmica porque el maillot del grupo era rosa, tuve una profesora llamada Rosa a cuyas tutorías nunca acudió…Me consolaba pensando que el rosa era al fin y al cabo un color secundario; peor hubiera sido el rojo, entonces nos habríamos saltado los semáforos. Nunca quiso confesarme los motivos de tal aversión, así hasta su entierro prematuro, al que mi padre acudió del brazo de su esposa actual, aquella por la que había dejado a mi madre y a la que finalmente conocí: Rosa.

55. La Vie en Rose (David García Pérez)

«La vida en rosa.» Aquella fue la promesa que siempre me mantuvo unida a él. Ese deseo de dejarlo todo atrás y huir lejos del estrés de la ciudad. Él siempre bromeaba con construir una casa en algún lugar perdido que hiciera honor a mi nombre, Rosa, con un color brillante y un precioso jardín de rosas. Pero fue ese mismo rosa, aquel que apareció en la comisura de sus labios, gracias a la ayuda de alguna furcia de pueblo, el que manchó el precioso vestido rosa con el que lo enamoré, en un rojo anárquico y violento.

54. Rosa coral (Anna López Artiaga / Relatos de arena)

Desde que pintaron la escalera con el color de moda la vecina “malaspulgas” del segundo me da los buenos días y sonríe aunque los niños bajen saltando los escalones de tres en tres. La hija de los del primero ha florecido repentinamente y la portería se nos ha llenado de muchachos adolescentes que acuden cual abejorros y que siempre, siempre, se equivocan de piso en el telefonillo. Además, la viuda del entresuelo ha mudado su vestuario y se rumorea que en los bailes del hogar ya no rechaza las invitaciones de los jubilados que la cortejan al estilo de antes.

Por contra, la mujer del presidente se ha fugado con el del quinto segunda y encima les ha tocado la primitiva. En la última junta, la vecina del quinto ha propuesto, entre lágrimas, que se pinte de nuevo la escalera. El presidente, al que todos llaman ya “el cornudo”, nos ha enseñado un muestrario de colores grises con el que pretende que la comunidad recupere la normal convivencia.

Personalmente, prefería el blanco, neutro y limpio, pero tengo por costumbre no bajar a las reuniones de escalera.

53 Enamorado por siempre

Yo siempre albergaba la esperanza de que, tarde o temprano, encontraría el amor definitivo.

Luisa me fue presentada una tarde de fiesta. No me gustó tanto, pero pensé que podríamos encajar.  Tenía unos penetrantes ojos azules, melena equina y labios rosa, que parecían pintados: su sangre se amontonaba en ellos para atraer, para embelesar. Hablamos, nos piropeamos y, al rato, sin yo apenas darme cuenta, me agarró por la cintura, tomando la iniciativa, y me besó largamente. Me enamoré de inmediato. Me sacó a bailar en la verbena, sin dejar de besarme y mirarme profundamente cada vez que lo hacía. Con cada beso, sus labios se tornaban más y más rosa…

Aquella noche, me invitó a cenar a su casa. Sus ojos despedían un azul nunca visto hasta entonces. Sus labios, más carnosos y rosa que nunca. Antes de sentarnos, me miró fríamente y, a continuación, me besó con violencia. No pude reaccionar ante el segundo y carnal beso. Estaba hipnotizado, y, al tiempo, la quise matar para tenerla para siempre.

A la mañana siguiente, llevé al funeral de Luisa una corona de grandes rosas rosa, profundamente enamorado por siempre jamás…

 

52. Tiempo habrá de más rosas (Joaquín Collado Sevilla)

Ella quiso acostarse a su lado. Se retocó con su perfume y se puso el camisón rosa que guardaba para la ocasión. Bajo las sábanas se cogían las manos y se miraban dulcemente a cada instante.

-Perdona mi amor -dice él-, mi ramo de rosas no llegará a tiempo.
-Descansa mi vida -contesta ella-, ya me regalaste un mundo rosa… Jamás imaginé tanta felicidad.

Sus dedos se trenzan entre sus manos, se acarician en silencio y se amarran fuerte esperando que la vida se vuelque… Llega el momento y ella se aferra a él derramándose en sus lágrimas, pega su mejilla a los labios de su marido y susurra:

-Amor, no me dejes, llévame contigo…

Cumplían setenta y cinco años de amor. Sus hijos y nietos les habían dejado unos minutos solos, como les pidieron. Esperaban el desenlace de él, pero, no el de ella; mas, lo entendieron cuando llegaron los dos ramos de rosas. El primero, de él para ella, decía en su tarjeta: “No nos separamos, te amaré siempre, tiempo habrá de más rosas”. Y en el segundo, de ella para todos ellos, leyeron: “perdonadme, él es mi vida y mi vida va con él”.

51. Rosa ajado (Edita)

 

He crecido, y el rosa bebé de mi piel, que tanto le gustaba, desapareció. Por eso debe acariciarme o darme palmaditas y pellizcos; para recuperar el color perdido, según dice. A veces me desnuda a ver si mejoro. No creo que sirvan de nada sus experimentos, pero callo por no disgustarlo.

Hace una semana o así, me hizo chupar una cosa con los ojos cerrados. Era el remedio definitivo, por lo visto. Aquello no me gustó y se lo conté a mamá cuando volvió del trabajo. La cara que puso asustaba mucho. Después de abrazarme con fuerza, se fue pasillo adelante llamando a gritos al abuelo.

Desde entonces, no vive con nosotros ni he vuelto a verlo. Si pregunto por él, se ponen todos tristes y dicen que lo olvide. Yo pienso que le ha pasado algo al pobre, y me lo ocultan porque soy pequeña.

 

50 Niños libres

Mis padres presumían de educarme en la igualdad y en la libertad. Es por eso que, a pesar de ser niña, no quisieron imponerme el color rosa en la ropa, en las mochilas, en los juguetes y en todo lo demás. Fruncían el ceño si pedía algo rosa. «¿No te gusta el azul?», preguntaban. Si respondía afirmativamente, sonreían. Este color se convirtió en mi color: ropa, mochilas, juguetes y todo lo demás. «Recuerda que eres libre: puedes elegir el color que quieras», repetían una y otra vez. En el colegio, me conocían como «la Pitufa»

Ahora tengo un hijo, un niño. Quiero que sea libre, ajeno a la dictadura de los estereotipos. Por eso, le digo que no tiene la obligación de elegir el color azul para sus cosas. «¿Y no te gusta el rosa?», le pregunto. Si responde que sí, sonrío.

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