Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

25. Algodón de azúcar

Su madre salió de casa dando las recomendaciones habituales: no abrir a desconocidos, no acercarse a las ventanas y, sobre todo, no tocar la máquina de algodón de azúcar. Pero esta parecía llamar a los dos pequeños golosos. ¿Por qué no fabricar un nube? Habían visto cientos de veces cómo se usaba en las ferias. Accionaron el hornillo y mientras uno daba vueltas al palo de madera, el otro añadía poco a poco el polvo rosado, cuando de repente el saco de azúcar se le escurrió entre los dedos. Las hebras blancas y rosas comenzaron a crecer descontroladas, desbordando por las ventanas e invadiendo el jardín. Los servicios de emergencia, tras sesudas deliberaciones, decidieron movilizar a todos los niños de la comarca, que comieron durante horas, con risas estridentes y pupilas dilatadas por el dulce. Cuando llegaron hasta los hermanos, estos parecían gusanos de seda en capullos rosas. Los niños, con dedos pegajosos, exhaustos y al borde de la hiperglucemia, les liberaron comiendo hasta la última hebra, menos en el pelo y las cejas, que hubo que cortar al cero. Por suerte, el único efecto permanente fue un ligero olor a azúcar quemado que les acompañó de por vida.

24. Rosa rosae rosam (Manoli VF)

El olor de la rosa turba el sentido de Aurora. Al acercarse a la flor una espina se introduce, cual una fina aguja, en su dedo índice. Los pétalos rosa son ahora de un carmesí intenso, de un rojo sangre que demuestra la metáfora de la sangre azul. Aurora cae desplomada en un sueño de mil años mientras su padre, el rey Bartolo III, sentado frente a un suculento desayuno en la terraza, deja caer la taza sobre el suelo de adobe, sin llegar siquiera a oír el impacto de la fragmentación. Solo Maléfica ríe, sin ver, complacida como está en el éxito de su sortilegio, como su hijo cabalga, desde el ocaso de los tiempos, hacia el bosque impenetrable en el que la durmiente le espera para casarse con él.

23. PRINCESA DE NEÓN

El trabajo en el Pink no empieza hasta las seis, pero hoy Karla se ha levantado a las dos. Las chicas la esperan en el club un rato antes de abrir, ayer encargaron una tarta y brindarán con el cava barato que compra el Richard. Saca un paracetamol del bolso y lo mastica. Maldita resaca, cincuenta años ya y todavía no ha aprendido que no debe beber con los clientes, si acaso un cubata cortito para quitarse el mal sabor de boca.

Los cumpleaños de las putas viejas siempre son tristes. A Karla le recuerdan que el tiempo no pasa en balde, que hay muchas jóvenes que llegan pisando fuerte y que ella solo va quedando para los más tirados, los que regatean el precio de una mamada y encima le piden un cigarrillo al terminar.

Mientras se maquilla con una capa más de sombra, el corrector de ojeras y un pintalabios chillón, echa de menos la época en la que aún se llamaba Clara. Entonces los bailes lentos eran solo eso, los besos sabían a pastel y no a este sucio neón que le envenena hasta el alma.

 

 

 

 

 

22. ROSA, CASI PÚRPURA (Petra Acero)

¿Cuántas veces fingió divertirse en espectáculos como este? Recuerda el primero que presenció. Era una niña. Venían de lejos. Estaban cansadas y hambrientas. La muchedumbre atronaba la plaza. Su madre le enjugó los churretes de la cara, le atusó el pelo y remetió la enagua. Luego, estiró de su barbilla, empinándola por encima del griterío y las chanzas. Le obligó a reír, patalear y escupir, imitando el jolgorio reinante. Camufladas entre la multitud, escucharon los lamentos finales. Desde entonces, el rosa —casi púrpura— de cada atardecer tiñe de fuego aquel recuerdo.

Adoptan usanzas del lugar. Mienten en gustos y credos. La madre (conocedora del poder de las plantas) elabora ungüentos que recomponen cuerpos y ánimas. La muchacha (cada día más bella) los vende en el mercado del pueblo. Y la envidia (recelosa, lasciva, inquisidora) enraíza entre comadres y extraños.

Hoy, a un palmo de las llamas, rememora aquella tarde aciaga que desvirgó sus miedos. Se siente poderosa frente al raquítico entender del gentío que, exhortado por clérigos sedientos de fe, las acorrala y vapulea.
—¡Akeblichorgümd! —gritan las dos, recuperando su lengua ancestral.
Caen sogas y sayas. Mientras, el rosa —casi púrpura— lame, desganado, los troncos huérfanos de brujas.

21. Mi musa araña

Probablemente, vuestras musas se parezcan a esos juguetones seres de vaporosos tejidos rosa que revolotean entra cabeza y corazón intentando, con dedicación y sutileza, que ambos vibren en sintonía. Pues bien, mi musa no se parece en nada a las vuestras, la mía araña. Más veces de las que me gustaría, me propina enrabietados zarpazos al comprobar los lamentables frutos de la semilla de su inspiración. La verdad es que no me quito merito; sacar de quicio a una musa no está al alcance de cualquiera.

Ya han pasado seis meses desde mi última pifia y no sé nada de ella, se marchó con un «ya te vale…» y aún no ha vuelto. Tampoco me extraña, pedirle paciencia para un tipo como yo, debe ser mucho pedir. Mientras tanto, aquí sigo, esperándola, tumbado boca arriba con mi cabeza hueca apoyada sobre mis manos entrecruzadas sin dejar pasar ninguna imperfección del techo. Solo espero que regrese pronto, porque esa familia de musarañas se está empezando a mosquear conmigo por mirón.

20. Feliz cumpleaños

“It is a boy” dijo el doctor ucraniano con mascarilla poniendo en mis brazos un arrullo cálido y tierno que me dio la mayor felicidad de mi vida.

“Tengo un hijo, se llama Enric”

Temblaba de emoción y me tuve que sentar.

Entonces recordé a mi padre diciéndome: “Los hombres no lloran”

Y lloré.

“Si tú quieres, mi pequeño”, le susurré al oído mientras lo mecía, “jugarás con muñecas y cocinitas y te podrás vestir de princesa cuando te apetezca, porque yo te querré siempre tal y como tú quieras ser”

Lo que más feliz le hace es vestirse de superhéroe. Hoy cumple 4 años y le ha costado elegir disfraz para su fiesta. Spiderman, Superman, Batman, los tiene todos. Menos Aquaman: un secreto, le da miedo el mar.

Entre los invitados a su cumple está Claudia, una niña encantadora vestida de princesa Elsa de Frozen que él dice que es su novia.

También yo me he puesto guapo para su fiesta de superhéroes.

“Enric, ¿de qué me puedo disfrazar yo?, le pregunté buscando en internet.

Tras contemplar varias opciones, me miró y me dijo:

“Papi, de Catwoman”

Y eso he hecho.

Nos lo estamos pasando genial.

19. Rosa Rosae

La culpa fue del latín; bueno, de que me quedara para septiembre. Mi madre y mis hermanas se habían ido a pasar el verano al chalet de la playa. Y yo, mientras tanto, soportando el calor de Madrid custodiado por mi padre. Entonces apareció ella. Abrí la puerta de servicio y la vi. ¡Cómo me alegré de confundir las declinaciones! Acababa de terminar primero de Filología Clásica y era preciosa. Todo me parecía maravilloso, hasta el latín. Comenzamos declinando la palabra «rosa». Con el vocativo ya usaba la puerta principal. En el genitivo se quedaba muchas veces a cenar. Me sentía tan feliz y eso que nunca nos dejaban solos. Pero desapareció antes del ablativo. Y con ella el chalet, la casa y mi futura matrícula en la universidad privada. Eso, además del Mercedes que conducía mi padre cuando se fugaron juntos.

18. LA FLOR DEL DIABLO (MØDES)

 

 

No te acerques                                                                                                             CÁLLATE

 

Eres una bestia                                       NO, CARIÑO. YO SOY LA BESTIA

 

Llamaré a la policía           SABES QUE NO LO HARÁS

 

Me haces daño ¡HE DICHO QUE TE CALLES, ZORRA!

 

 

Despertó aterrada.

Y, mientras recobraba la calma, asumió que algunos monstruos tienen los colmillos afilados y desgarran la yugular de tus recuerdos cuando estás desprevenida.

Después, mirando por la ventana del vagón que la alejaba del infierno, se preguntó en qué momento su vida rosa se tiñó de negro luto, en qué momento su marido le mostró la cara oculta de su luna, en qué momento las fuentes del Nilo que un día él le prometió, sólo existieron a la altura de sus ojos.

Entonces, un leve pálpito en su abdomen la hizo reaccionar.

Y con la intensidad de un Maelstrom, un estallido de certeza atravesó su alma.

Estaba embarazada. De una niña.

Y un segundo más tarde, mientras una galerna de emocionadas lágrimas iluminaba su rostro, pensó:

“Se llamará Rosa. Y juro que, desde niña, la enseñaré a usar sus espinas contra todos los malditos jardineros de este mundo”.

 

17. Un hola, un adiós… (Gemma Llauradó)

Morí hace un año, pero el tiempo es relativo. 365 días, ¿es mucho o poco? ¿Cómo saberlo? Siento y lo percibo todo por insignificante que sea para la mente humana, pero no tengo la propiedad de interactuar con nada ni nadie de vuestro mundo. No puedo tampoco valorar el tiempo, cuando la eternidad me acompaña. No estoy sólo, pero tampoco, cómo imagináis. ¿Cómo describirlo? ¿Cómo describir algo así? ¿Cómo referir una existencia extracorpórea? Imposible. Soy polvo, agua, aire, luz… soy energía… Una energía imperecedera quizás. ¿Cómo estar seguro?… ¿Pienso? Mis pensamientos, mis añoranzas, mis deseos son los vuestros. Vivo en vuestra memoria, en vuestros recuerdos, porque sólo vosotros lo queréis así. Sólo por ello, sigo con vida en el recuerdo de vuestras mentes, dónde hay cabida para todo y para todos, para cada uno de vosotros, con los que un día compartí mi vida, mis momentos, esas ilusiones y deseos… y porque yo ya no estoy aquí, con vosotros, porque mi vida es la muerte. Estoy muerto. Seguir disfrutando de vuestra vida tal como la conocéis, y recordar sólo aquello que es grato perpetuar porque la vida no es sólo de color de rosa. (Dedicado a Fran)

16. Gajes del oficio (Javier Igarreta)

Enredado en el cajón de sastre de su escritorio, palpó la textura de aquel bolígrafo, roído hasta la extenuación aunque todavía con tinta suficiente para una última aventura. Pero en el segundo párrafo de la tercera página, tuvo que abortar una incipiente desviación del azul al rosa. Aquella absurda salida de tono, sin duda una treta del subconsciente, le sacó de sus casillas. Arrancó la hoja y arrugándola con rabia, la arrojó a la papelera, con tan mala puntería que la sufrida pelotita se perdió bajo la cama. Se agachó en su busca, pero halló una navaja con cachas de nácar rosa que, aún encerrada en sí misma, mostraba abiertamente su carácter letal. Habría pasado por alto tan evidentes connotaciones, si no hubiera recibido la llamada amenazante de su editor, recordándole los plazos de entrega, así como la exigencia de evitar un tocho cargado de metáforas o lencería.  Antes de que se diera cuenta, la navaja fuera de sí comenzó a mostrar entre líneas su frialdad de acero. Y él se dejó llevar. En la feria del libro, todos alabaron aquella perfecta simbiosis, achacando la ausencia del editor a una de tantas elipsis del mundo editorial.

15. Identidades de neón (Aurora Rapún Mombiela)

Desde que nos disfrazaron de mariposas, sueño que volamos lejos. La noche en que me vi reflejada en ti a través del amasijo de cuerpos sudados que se revolcaban sobre nuestras pieles desnudas, me aferré a tus alas. Confío en que algún día ellas nos saquen de aquí. Desde el rincón más oscuro del infierno, contemplamos las luces rosas parpadeando en la ventana. Nos fumamos otro cigarro a medias mientras aplastas mis esperanzas con tus tacones de aguja.

14. CADILLAC DEL 54

Intrigado por ser la primera vez que recibía un correo urgente que no viniera de alguna institución judicial o penitenciaria, su cabeza, aún con la resaca matinal de todos los días, apenas acertaba a comprender:
“Estimado señor Jaramillo:
Nos honramos en comunicarle que es usted el ganador del sorteo celebrado en la Casa-Museo Graceland de Memphis el pasado bla, bla, bla…”
Lo inverosímil aunque tentador de aquella carta certificada lo dejó aturdido, y cuando, ya atardeciendo, despertó, la carta seguía allí, llena de misterios:
— ¿Y cuándo he estado yo en Tennessee? ¿Y cuándo voy a poder ir allá a recoger el premio? ¿Y quién es ese cantante tan famoso?
Jaramillo, que durante el sueño delirante de su siesta ya se veía cruzando el desierto de regreso a casa al volante de un Cadillac descapotable rosa y blanco, sin resaca y tras una ducha, veía que la vida abandonaba esos colores para adoptar otra paleta menos chillona y atrayente.
Al llegar a la cantina, el mesero le leyó la carta y se lo explicó todo, escuchando después con condescendencia sus lamentos:
— ¿Y cómo piensan que voy a volar 1.800 millas para escuchar una charla sobre multipropiedad?

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