Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

83. El abuelo ciego (Carmen Alonso)

—Abuelo, ¿cómo sabes el color de las cosas?

—Porque los colores se sienten, Pedrito.

—Y, ¿cuál es tu color preferido, abuelo?

—El verde.

—¿Por qué?

—Porque lo siento en la hierba bajo mis pies y lo oigo cuando silva el viento entre los árboles. También huelo el verde del aceite de oliva cuando la abuela Reme prepara el ajoblanco. Y lo paladeo en el aguacate mantecoso que trae tu mamá del huerto de Granada y que me encanta.

El abuelo sabe que el cigarro de marihuana terapéutica que se fuma en el patio y que le ayuda a dormir, y el calor de la Reme por las noches en la cama, también son verdes. Pero esas cosas  no se las cuenta a su nieto.

—Y el agua del río y el tacto de las piedras resbaladizas del fondo—sigue diciendo.

—Abuelo, y la brisa del mar, ¿también es verde? —, pregunta el niño al ver su cara de felicidad cuando pasean de la mano por la playa.

—No, Pedrito —responde él—, la brisa del mar es azul.

—¿Sabes, abuelo?, el azul es mi color preferido.

—¿Por qué, Pedrito?

—Porque lo siento hasta con los ojos cerrados.

82. El Infierno en la Tierra.

El Infierno en la Tierra.

 

El documental de National Geographic, sobre los horrores de la guerra en Siria, hacía un alto, un corte de publicidad y mostraba a Eva González derramando un líquido de composición indefinida sobre José Coronado, no sé muy bien que cojones anunciaban.

El horror de las imágenes que acababa de contemplar, me habían dejado transido de dolor y de repente, como si nada pasara, la frivolidad más pura y cruel, encarnada en una serie de spots publicitarios, me devolvía a la insufrible realidad.

Estaba en shock. Todavía no me he repuesto del contraste entre esos dos mundos, el de la miseria humana más absoluta y el de la infame trivialidad del mundo en occidente.

En ese breve espacio de tiempo que duraron los anuncios, fui consciente del abismo que hemos abierto entre nuestra egoísta alma y, la decencia o lo correcto. Me avergüenza, pensar que haya gente como nosotros, hechas de la misma carne y huesos con las que están hechas esas pobres personas y que lo único que nos preocupe sea quien vaya a ir en las listas este próximo 28-A o que producto de limpieza nos deje el vestido limpio y nuestra conciencia, sucia.

81. Jueves de agua (Manoli VF)

Conocí a Ángeles en la escuela de música, mientras mi hija asistía a clases de piano. Parece que la estoy viendo, charlando de música y libros, detrás de su escritorio. La afición mutua a la lectura fue dando paso a otras confidencias.

Una tarde, mientras tomábamos té, me pidió que la ayudase a regar las plantas del jardín de la academia. Una vegetación inmensa, como una selva en miniatura, nos esperaba. Manguera en mano, Ángeles iba contándome anécdotas mientras regaba cada una de las plantas de las macetas y columpios colgantes. Nunca había visto tanto verde junto: verde en  las hojas, verde en el té que tomábamos, verde en aquel jueves de abril. Verde en los ojos de Ángeles.

En aquel mismo jardín, otro jueves, me lo dijo:

-Padezco esclerosis múltiple. Voy a dejar la academia, no puedo seguir trabajando.

Nos vimos dos o tres veces más y, antes de mudarnos de ciudad, fui a tomar un último té a su casa. Montones de libros apilados a ambos lados del pasillo me hicieron recordar nuestras primeras charlas. Aún guardo su teléfono en la agenda. Muchos jueves, cuando llueve, pienso en llamarla.

80. VERDE JADE

Nunca había visto ese vestido color verde jade ni la peluca en matices de lila, pero quien los llevaba con deslumbrante sensualidad mientras engatusaba a un cliente del club nocturno era, sin dudas, Eva, mi mujer.

Me lo habían dicho; no quería creerlo. Al verlo con mis ojos sólo atiné a huir de aquel lugar.

Fue sorprendente el efecto que el suceso tuvo sobre mí. Por encima del dolor y el desengaño afloró un inusitado aumento del deseo que me arrastró a hacer el amor con Eva con un fuego que parecía inextinguible.

Pero un hecho vino a sofocar las llamas: la vi cuando intentaba deshacerse del vestido y la peluca, tirando a un contenedor la base de mis fantasías.

Sin dudarlo, lo recuperé todo y me marché.

Desde entonces he deambulado por el mundo consiguiendo que compañeras ocasionales lucieran el atuendo fetiche y participaran, sin saberlo, en mi búsqueda de revivir aquellas noches desaforadas.

Pero estas pasiones sucedáneas nunca pudieron dar la talla.

Sólo logré hallar la paz cuando comprendí quién debía lucir como la Eva del club nocturno.

Travestido de lila y jade consideré nuevas alternativas…

Y, decidido, cogí un cinturón. Verde.

79. Servidumbres

Paseado de casa en casa junto a la hornacina de Nuestra Señora de la Temeridad, el cuerpo embalsamado del último prócer local era venerado y rezado con la misma devoción. Todos habíamos necesitado alguna vez de su ayuda, de su consejo, y las buenas gentes, agradecidas, nunca olvidan a sus benefactores. Al menos hasta que otros ocupan su lugar.

Abandonado desde hace años en un estercolero, a las afueras del pueblo, sobre los restos del ataúd de aquel que años atrás decidiera nuestros destinos, crece ahora un musgo de color verde amarillento, como la bilis, que nos recuerda que, con el tiempo, el respeto deja paso al olvido y al rencor.

 

78. Memoria y Paisaje (Antonio Cuesta)

El paisaje reside en la memoria. Quizás por mi afición a la Fotografía y al Cine se configuran en mi memoria los instantes del pasado como si de fotogramas se tratase. Así, en esa película se dibujan y permanecen escenas, y luces que van dando forma a unos recuerdos.
Como Salvatore en Cinema Paradiso cuando emocionado revive esos 123 minutos de fotogramas escondidos y recuperados por el viejo proyeccionista Alfredo, los instantes del pasado se convierten en una hermosa película que a menudo se va editando con el devenir del tiempo.

…Desde lo alto de la espadaña de la pequeña Iglesia de San Salvador en la Omañuela y tras ascender por unos peldaños recubiertos de musgo, la imagen compone unos tonos verdinegros en el tejado, a la derecha y bajo el puente de madera las frías aguas del Omaña bajan impetuosas. El cauce pizarroso ayuda poco a que el agua alcance temperaturas más altas. En lo alto y siguiendo la vista hacia la derecha y sobre los robles en la cima de un cerro se aprecia la silueta de la aldea de Castro de la Lomba. De color verde oxidado es la cerradura que da acceso a la Iglesia.

77. EN LAS ANTÍPODAS

Zapatos de clavos, polo y visera de marca…  Par cinco. Coloco el tee de salida en el green, la bola a la corona del driver, la base del palo bien cuadrada, pies juntos, ajuste. El pie  izquierdo un poco separado, bastante menos que el pie derecho, la bola queda mirando de frente el talón del pie izquierdo. Adress, todo listo. Ataque ascendente. Down swing.

Es inútil indicarle a este pijo lo que tiene que hacer para no caer en el bunker, él jamás conseguirá sacar la bola de ahí, tendré que hacerlo yo en riguroso silencio y con el menor número de golpes de que soy capaz tras negociar una rácana propina.

Algún día vestiré la chaqueta verde del Augusta Masters y quizá este imbécil presuntuoso quiera acompañarme para acercarme el palo más complicado de la bolsa. Cuando mi nombre dé la vuelta al mundo, él se olvidará de que fui su caddie; comentará en voz alta en la barra del bar que somos buenos amigos, que me conoce desde que era un chaval y que ya apuntaba maneras cuando  jugábamos juntos al golf… aunque fuera en las antípodas.

76. La lírica del Alma

El salón se encontraba abarrotado de gente poseída por el alcohol, danzando  hasta el desatino…

En una esquina del inmenso gentío nos encontrábamos a solas mi alma y yo; y allí, delante de nuestra presencia, no cabía nadie más… 

¡Qué desierto me parecía  aquel poblado espacio con la multitud disfrazada de masa y al ritmo de “Paco el chocolatero…”

¡Cuánto echaba de menos a mi gato, a mi libro; a mis momentos felices y a solas…!

La diversión de toda aquella jungla social me desplazaba. ¡Qué lejos de todo y todos me sentía…! 

Ya no me divertían esas apuestas multitudinarias. 

Sin duda alguna hubiera elegido mis danzas privadas con sones y líricas concertadas entre mi alma y corazón para sentir la armonía y el ritmo del gran baile existencial en el que respiro.

 

75. Es videncia (Alberto Jesús Vargas)

Salió de la consulta de la vidente creyendo a pies juntillas que muy pronto una mujer con algo verde entraría en su vida y pondría fin a esa soledad que tanto le afligía. Impaciente se puso a buscarla en cuanto pisó la calle sin esperar que fuera el destino el que propiciara tal encuentro. La primera en aparecer, la de la bufanda verde, se cruzó con él sin ni siquiera mirarle. Descartó a la del abrigo verde porque le recordaba a su abuela. La del suéter, mejor no. La morena con tipazo podría tener el verde en los ojos, pero la vio alejarse en un taxi sin darle tiempo a comprobarlo. Convendría que hubiese ido más atento para darse cuenta de que cuando decidió atravesar la calle para llegar a la altura de la chica que corría con un chándal verde, el semáforo no estaba de ese color para él. Así habría evitado que un vehículo que marchaba a una velocidad excesiva se le viniera encima. El impacto fue tan brutal que salió despedido antes de caer roto sobre el asfalto. Nunca llegaría a saber que la conductora del coche rojo que le embistió iba vestida de azul.

74. PAZ GLAUCA

Veo el viento agitar los brazos de la encina; yazco boca arriba y las hojas cobran frenética vida yendo del Jade al olivino.

El sol incide en ellas, creando sombras chinescas; paso del sopor al frío y una extraña paz me invade; oigo pedir ayuda y no soy capaz de reaccionar.

Tengo el torso húmedo, viscoso… ¡mal día para montear!.

¿De dónde saldría aquella maldita bala?…¿ Quizás; del ánima acerada de algún compañero demasiado <<verde>>?.

Por no querer ocultar el barbour que me regalaste, no me puse el chaleco naranja; ¿cómo iba yo a querer ocultar, ninguno de aquellos tonos: enebro, musgo y salvia?.

Se me agolpan los recuerdos, de entre ellos; tu mirada esmeralda contemplandome con ternura. Ah…¿si pudiera estar ahora a tu lado?, cuantas cosas te diría; ¡pero estoy aquí!.

Tus ojos se me van figurando cetrinos, mientras una luz fulgente nace de ellos y me siento levitar, <<la mirada de mi Diosa me transporta>>.

¿Pudo haber sido diferente?, ¡¡Si!!; pero es la historia de siempre, no cae el Sol hacia el Este, abnegado voy hacia mi ultimo vahído.

¡¡Te quiero,!!.

¡Mal día para montear!..

73. METAMORFOSIS (Manuela Balastegui)

Abrió el armario. De entre todos, eligió el vestido con lentejuelas brillantes, de color verde oliva, como su nombre. La tela tenía brillos resplandecientes. Los zapatos en fila esperaban ansiosos: sabían que unos zapatos con poco tacón usurpaban su sitio. Oliva se notaba ya pesada. Con el paso de los meses empezaba a hacer todo más despacio. Con calma se vestía, calzaba sus zapatos nuevos, se rociaba con perfume, retocaba el maquillaje y pintaba sus labios apetecibles de tonalidad rojo anaranjados. Se engarzaba los pendientes largos. Le encantaba que danzaran al compás del movimiento de su melena, con caída vertiginosa hasta las caderas. Esa noche lucía especialmente hermosa.

Bullía el café-teatro. El silencio enmudeció cuando Oliva emergió en el escenario. Su figura embrujaba. Su cuerpo y su melena danzaban al son de la música, con movimientos espasmódicos. Los zapatos taconeaban tras el vuelo de su vestido, como mariposa revoloteando. Llevaba media hora de delirante danza. En medio de su catarsis escapó un gemido de sus labios. El público estalló en vítores y aplausos. No tuvo un minuto para sentir el dolor de las contracciones. Un bebé había salido a escena.

72. VERDE ESPERANZA

Salió disgustado del despacho del examinador, le había suspendido el carnet de conducir porque decía que estaba un poco verde, así que tendría que volverse a presentar. ¡Con la falta que le hacía! Su cara se puso verde de ira. Más clases que tendría que pagar, como si los billetes verdes cayesen del cielo. ¿De dónde sacaría el dinero? Pensando en esto de camino a casa se le relajó el semblante, era el tiempo del verdeo y hablaría con un amigo que tenía olivares para que le permitiese trabajar en su finca. El verdeo es una labor agrícola que se lleva a cabo en el mes de septiembre con motivo de la recolección de la aceituna de mesa. Su nombre viene dado​ por el color verde de la oliva. Al pasar por la puerta del Ayuntamiento vio ondeando la bandera blanca y verde de Andalucía y le vino a la mente las palabras de su himno, ¡andaluces, levantaos!, en ese instante una emoción le embargó y el pesimismo por su precaria situación económica se tornó en un brote de esperanza al pensar en esos jornaleros que con su voluntad consiguieron tierra, paz y libertad.

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